jueves, 29 de septiembre de 2022

Cantando Bajo La Lluvia, Ese Es El Camino A Seguir.

 


Cantando bajo la lluvia... ¿Quien no ha tarareado la mítica canción alguna vez en su vida, en un momento de alegría, y debajo de un aguacero imprevisto?. Hay títulos que trascienden más allá de lo meramente artístico para convertirse en verdaderos iconos populares, tan incrustados en nuestra sociedad que no necesitan carta de presentación, ya que practicamente todo el mundo los conoce, por diferentes motivos, formando parte de nuestra memoria colectiva de manera muy viva. 

Cantando bajo la lluvia es uno de esos casos, ya que su popularidad y prestigio es tal que está considerada como la mejor película musical de la historia, y una de los mejores filmes jamás rodado. Varias veces se ha intentado llevar al escenario, casi siempre con desigual fortuna, teniendo fama de ser uno de esos títulos que no funcionan en el teatro, aseveración con la que estoy de acuerdo a medias, ya que si hay un musical cinematográfico sin duda es Cantando bajo la lluvia, pero que cuando se hace bien, funciona en cualquier lugar. Los mimbres del cesto son indudablemente buenos, lo único que hay que hacer es saber lo que se tiene entre manos, y ponerle ganas. 

Ayer se estrenó en Madrid la celebrada producción del musical, que triunfó la temporada pasada en Barcelona, y sin duda todo es un acierto en el espectáculo como iré desgranando, dejando claro que el sambenito de obra no adecuada para llevar a escena en este caso no está justificada en absoluto. Fue una noche memorable, y sin duda el espectáculo es absolutamente imprescindible para los amantes del género.


 

Cantando bajo la lluvia, se estrenó en cines hace exactamente 70 años, bueno los hizo en abril, ya que su estreno fue en abril de 1952, la dirección corrió a cargo de uno de los grandes directores de musicales de La Metro, Stanley Donen con ayuda del propio Gene Kelly, a la sazón protagonista de la película. Hay alguna curiosidad sobre la película que es interesante recordar antes de entrar en harina sobre la función de teatro. La idea del musical surgió como homenaje a las canciones compuestas en los albores del cine sonoro, siendo la película una especie de jukebox (cuando el término no se había inventado todavía), en la que una historia que nos habla del cine dentro del cine sirve como excusa para recordar, o en ese momento re-descubrir una serie de temas que ya habían sido utilizados en varias películas con diferente éxito, siendo interesante reseñar que el tema principal de la película ya era bastante conocido, aunque no con los niveles de popularidad posteriores al film. 

Para unir las canciones en la película se contó con uno de los grandes dúos de libretistas del género Betty Comden y Adolph Green, que crearon una inteligente farsa sobre el salto del cine mudo al sonoro, de marcada retranca e indudable chispa que hizo las delicias en su momento, y que aguanta el tipo admirablemente bien, dejando para la posteridad dos personajes realmente inolvidables, la "insufrible y malvada" Lina Lamont, y el sin par Cosmo Brown. El resultado fue una vitalista y chispeante película, toda una oda al buen rollo, y una auténtica obra maestra a nivel técnico, con planos y escenas absolutamente inolvidables, que son lo suficientemente conocidos como para reseñar aquí. La mayoría de los temas del film fueron compuestos por Arthur Freed y Nacio Herb Brown, añadiéndose algunos temas de nueva creación, como el célebre "Haz reír". Todas y cada una de las canciones de la película se pueden considerar míticas, y clásicos indiscutibles del género, pasando a la historia de manera practicamente instantánea. 

El musical que se está representando en el Nuevo Apolo, bebe directamente del filme en su estética y en la parte literaria, siendo muy parecido al material original, teniendo en cuenta que el cine y el teatro, son obviamente lenguajes diferentes.

   


Vayamos con el elenco: 

Todo los artistas se mueven en un nivel muy alto, y las pequeñas partes, tan importantes en todo espectáculo, aquí brillan mucho, hay que destacar a Clara Altarriba como Miss Dinsmore, la profesora de dicción de Lina Lamont, en una de las mejores escenas del espectáculo, así como a Diego Molero, solidísimo en sus intervenciones, habitual del género, siempre cumplidor y efectivo. Inconmensurable Bittor Fernández como profesor de dicción de Cosmo y Don, en una composición interesantísima en lo corporal, cargada de humor, y resulta de manera muy brillante, en una escena de indudables complicaciones. 

Los cuatro protagonista del espectáculo se me antojan absolutamente insuperables en su cometido, pudiendo considerarse el elenco principal el perfecto para la función.

Ricky Mata como Cosmo Brown, tiene sin lugar a dudas una responsabilidad enorme, ya que las comparaciones con la referencial interpretación de Donald O´Connor para algunos puede ser inevitable. Hay que decir, que Mata hace suyo el papel sin el menor problema, realizando una personalísima creación de tan electrizante personaje, de manera fresca, divertida y con un dominio escénico realmente encomiable. El papel es de una dificultad enorme, ya que requiere de un alto nivel en todas las disciplinas, nivel superando con creces por nuestro artista, incluso en ese desafío para cualquier actor-cantante-bailarín que se precie que es "Haz reir". Mata lo clava, no hay discusión, y el nivel de energía, la calidad del baile, y también de la acrobacia es absolutamente notable. Controla el tap sin problemas, el uso del cuerpo es ejemplar, y los resortes de la voz, juegos escénicos, y gags visuales con los que adereza al personaje se entienden como adecuadísimos y acertadísimos a partes iguales. Actor con gran técnica gestual, impecable dominio en lo musical, estupendo bailarín y excelente en lo textual, Mata, se me antoja como uno de los grandes del género. Ya lo demostró en La jaula de las locas, siendo  Cantando bajo la lluvia una constatación más de su consagración definitiva y rotunda dentro de los musicales. Tenemos Ricky Mata para largo, y yo que me alegro. 

Mireia Portas como Lina Lamont acertadísima, en un personaje inconmensurable que literalmente borda en su trabajo. Portas muy conocida en Cataluña por su trabajo en Polònia, es una cómica de primera, que desgrana la psicología de su personaje de manera milimétrica, pulcra y lo que es más importante, mesurada y con una carga cómica realmente notable. Impagable resulta su manera de hablar y su manera de cantar, que sin quedarse en la mera caricatura pasa por la verdad, en un personaje extremado por motivos obvios, pero que se nos antoja pasmosamente natural. Se lleva la función de calle junto con Ricky Mata, y sus intervenciones hacen sin duda las delicias del público, llevándonos a la carcajada cada dos por tres, sin utilizar el recurso fácil o el mal gusto en ningún momento. Nuestra artista se mueve en unos parámetros actorales elevadísimos, haciendo con el público literalmente lo que le da la gana, al que tiene comiendo de su mano desde que sale a escena. Actriz inteligente, pulcrísima, y de indudable vis cómica, consigue que su Lina Lamont sea absolutamente deliciosa de principio a fin, cayéndonos simpática, a pesar de su mezquindad, de manera irremediable. 

Diana Roig como Kathy Selden, sólida y segura a partes iguales, consigue darle el punto justo que precisa el personaje, sin pasarse en dulzura o cursilería, dando imagen de mujer fuerte, y perfecta como heroína romántica. Es cierto que tanto Kathy como Don, siendo los dos personajes "mas serios" del cuarteto principal son menos lucidos, algo que no quiere decir que sean más fáciles. Roig tiene una estupenda voz que maneja a la perfección, resolviendo muy bien las frases, y con un timbre muy bonito que se adecúa perfectamente a las canciones, siendo una auténtica delicia su número principal "Mi estrella de la suerte" uno de los numerazos a nivel musical del espectáculo. Muy expresiva cantando y de gran sensibilidad en sus temas, Roig da exactamente todo lo que el papel necesita. 

Miguel Ángel Belotto como Don Lockwood, muy entregado y disfrutón desde que comienza el espectáculo. Belotto bailarín de gran nivel, afronta los desafíos de la obra desde una técnica impoluta, indispensable en este caso, ya que la mayoría de los números son de gran dificultad musical y coreográfica, siendo su trabajo preciso y de enorme calidad. Consigue emocionarnos en el número principal, ya que nos llega a nuestro corazoncito de manera muy directa por motivos obvios, en el que Belotto consigue pasar la batería de largo, hasta hacernos vibrar en la butaca, empaque escénico del número aparte. De gran presencia escénica, muy en el papel de galán sin dejar atrás la acidez que destila en no pocos momentos, consigue matizar sin problemas su personaje, resultándonos creíble y disfrutable a partes iguales.


 

Conjunto impecable, todos con su pequeño momento de gloria en la función, energéticos y entusiastas de principio a fin, y con grandes aptitudes para el canto y el baile, brillando obviamente más en los momentos en los que el claqué toma protagonismo. Siempre digo que el conjunto es un personaje más dentro de la función, siendo aquí un caso paradigmático de lo que planteo, apoyando de manera eficiente las acciones principales, y tomando el relevo de los principales cuando es necesario. 

La orquesta aparece en el programa con dos directores al frente, Andreu Gallén y Borja Arias, desconozco a cual de los dos le correspondió dirigir ayer, ya que no se especificó. La lectura musical de la obra pasa por la espectacularidad. La orquesta bien servida en cuanto a número de músicos, tiene gran protagonismo en la función, y sin duda envuelve de gran empaque al espectáculo resultando unos de los grandes activos de la función. 




Àngel Llàcer firma la función, y como ya hiciera con la superlativa La jaula de las locas, lleva el género a unas cotas de calidad realmente notables, y poco usuales en nuestro país. Ver este Cantando bajo la lluvia es transportarnos a Broadway o a Londres, demostrando nuestro director su profundo conocimiento del género, dándonos absolutamente todo lo que el espectáculo puede ofrecer. Hay que diferenciar muy claramente la parte actoral de la técnica dada la complejidad del montaje, y en ambos casos Llàcer se luce. Magistralmente dirigida en cuanto al texto, todos los actores se encuentran el código ideal de cada personaje, todos los vínculos se encuentran perfectamente perfilados, así como el ritmo tan bien medido, en constante ascenso. Es cierto que la obra en su introducción es excesivamente larga, pero desde la dirección se ha sabido solventar con una serie de pinceladitas que enriquecen el texto hasta que ya sin apenas darnos cuenta nos vemos inmersos en la historia de manera ascendente y equilibrada. La comicidad va subiendo de intensidad a medida que avanza la acción, y pasamos de la inicial calma a un medido frenetismo que hace que se nos pase el espectáculo volando. Visualmente la obra es un delirio, he leído que hay 75 cambios durante las dos horas y media que dura el espectáculo, siendo cada transición un ejercicio de magia escénica, modélica en su ejecución, que pasan casi desapercibidas para el espectador, por la plasticidad de las mismas, y fluidez conseguida. El resultado es el de un espectáculo tremendamente ágil, fresco y de impactante acabado con cuadros de gran belleza y poder evocador en no pocos momentos. Destaca a este respecto la escena que se desarrolla en un plató de cine desnudo, y por supuesto el número principal de la obra, en el que un abundante aguacero riega a los artistas mientras nos deleitan con una coreografía inspiradísima, de original acabado y gran fuerza escénica. Myriam Benedited encargada del trabajo coreográfico se ha lucido, en todos y cada uno de los números, no remitiéndose unicamente a replicar lo que se puede ver en la película, en un derroche de imaginación y belleza. Mención especial a la escenografía de Enric Planas, funcional y de impactante resultado.

Cantando bajo la lluvia posiblemente sea la producción de la temporada, por su impecable acabado, impresionante plantel artístico e inspiradísima dirección. Solo queda decir que es un espectáculo para gozarlo de principio a fin, una función hermosa por los cuatro costados, y de esas con las que uno sale pensando que el mundo es un lugar un poquito mejor... aunque sea por un ratito. IM-PRES-CIN-DI-BLE. 




jueves, 22 de septiembre de 2022

Matilda, El Musical. Todo Está En Los Libros.


Si algo va a caracterizar la temporada teatral madrileña 22-23 va a ser sin duda los musicales. Año plagado de títulos de todo tipo y niveles. Uno nunca está satisfecho del todo, y la verdad es que echa de menos más títulos de repertorio clásico, ya que la mayoría de los musicales que se presentan están enfocados al público familiar, o aquellos que se pueden considerar repertorio moderno, algo comprensible ya que el nicho de espectadores se amplía considerablemente. La cuestión es que dentro de lo que hay, cada uno puede elegir aquello que más le apetezca ver, y que la oferta será lo suficientemente variada como para que el aficionado encuentre en la cartelera algún título que le interese.

En mi caso tengo bastante claro qué títulos se me antojan como imprescindibles, y luego está el resto, que al final acabaré sucumbiendo y también los veré, cosas de los apasionados del género que no podemos resistirnos a la más pequeña tentación. 

Es importante decir una cosa, cantidad no es signo de calidad, y ahí radica el mayor peligro de este boom musicalero, que puede copar el mercado con productos de medio-bajo nivel, y no hablo solo de infraestructura, que son los más peligrosos para la industria, ya que el público no es tonto, y se la dan con queso una vez, pero no dos. Al final cuando esto ocurre siempre pagan justos por pecadores, granjeándose el género una fama injustificada, no siempre, de poner en pie funciones de escuálido contenido artístico, pobres medios y más interesadas en hacer caja, que en mejorar la industria. Ambas cosas son válidas y necesarias, una industria fuerte pasa por la calidad y por los beneficios, lo demás no se sostiene. 

Después de esta disertación, que nunca me cansaré de hacer porque el peligro es real, vayamos al musical que esta crítica ocupa, que es Matilda, uno de los platos fuertes de la temporada, y que ayer tuvo su pase de prensa en el Nuevo Teatro Alcalá.



Matilda se puede considerar un hito dentro de los musicales modernos por varios motivos, tres son a mi entender los más destacables, la enorme calidad de la función original, su dificultad, y el éxito que lo acompaña desde su estreno en 2010.

Con música y texto de Tim Minchin, la obra está basada en la novela de Roald Dahl, en la que una niña muy especial, apasionada de la lectura, con una vida muy infeliz, empieza a estudiar en un colegio, dirigido por la terrible Miss Trunchbull. Matilda además de ser una auténtica lumbrera, odia las injusticias y descubre que tiene poderes telequinésicos, algo que sabe utilizar para hacer el bien. En su fábula, aparentemente infantil, Roald Dahl plantea una serie de cuestiones adultas y de gran dureza, como pueden ser el maltrato infantil, el abuso de poder, lo importante que es la cultura, las injusticias, y lo mucho que cambiamos cuando crecemos olvidando muy pronto lo que significa ser un niño. 

El musical refleja muy bien lo que Dahl quiso contar desde un prisma amable, cómico, cargado de ternura, y con momentos profundamente emotivos. La obra de múltiples lecturas según el nivel de madurez del espectador se encuentra muy equilibrada en cuanto al mensaje que debe calar en los niños, y lo que los adultos reconocen como el trasfondo de la historia, de gran calado, aunque se nos esté contando con aparente sencillez. 

La partitura, inspiradísima, tiene números de gran belleza, e indudable fuerza. Destacable sin duda "When I grow up" bastión del musical, tanto por lo que nos cuenta como por los valores musicales de la pieza. Todo el musical se mueve dentro de unos parámetros de enorme calidad en su partitura, y siempre sirve para potenciar lo ocurrido en escena, estando perfectamente integrada en la función dándole continuidad y sin que nada nos sobre o nos falte ya que cada canción está perfectamente medida dentro de la globalidad del espectáculo, siendo interpretada en el momento preciso. La música, muy atmosférica por momentos, sabe aunar espectacularidad con intimidad de manera realmente admirable, encontrándose un equilibrio perfecto a lo largo de todo el espectáculo, e incluso cuando sirve tan solo de acompañamiento en las partes habladas tiene un papel importantísimo creando situaciones escénicas cargadas de magia.

La obra de muy difícil ejecución, requiere un elenco numeroso, de elevado nivel en practicamente todas las disciplinas, y lo más importante, con un importante plantel de niños que deben cantar, actuar y bailar con gran soltura, ya que en la mayoría de los números de conjunto son los protagonistas absolutos. A esto hay que añadir que el peso de la función recae en Matilda, personaje de enorme dificultad a todos los niveles. 


Vayamos con el elenco:

Hay que destacar en primer lugar a Víctor González, que abre la función con un comprometidísimo número que sin duda se ve ejecutado a la perfección, cargado de fuerza y seguridad. González habitual en el mundo del musical, creo que posee la entidad suficiente y el rodaje como para abordar primeros papeles sin el menor problema, algo que creo que ya es hora de que sea reconocido. 

Impagables sin duda Pepa Lucas y Héctor Carballo como Mrs. Wormwood y Mr. Wormwood, respectivamente. Lucas todo un prodigio, solo puedo decir que está excelsa en su personaje, todo cuadra en su composición, impecable en lo actoral, frescachona, lapidaria, deliciosamente odiosa, choni hasta la extenuación y de espectacular presencia sobre el escenario. Cantando y bailando se encuentra a un nivel altísimo, y su número principal, muy difícil, se ve engrandecido con su manera de hacer. Carballo demuestra su enorme vis cómica, y su personaje se encuentra cargado de pinceladitas que lo enriquecen mucho en cuanto a su psicología, hilando muy fino en algunas escenas, y consiguiendo redimirse, ligeramente tampoco nos pasemos, de su vileza al final de la función de manera orgánica y totalmente comprensible. Espectacular en su tú a tú con el respetable, lleno de recursos y muy pulcro en su ejecución, sin duda ofrece un trabajo de altura y muy a tener en cuenta. 

Allende Blanco como Honey, resulta el contrapunto perfecto a los extremados personajes adultos que pululan por el musical, sabiendo perfectamente cual es su sitio en el espectáculo y lo que simboliza. Tierna, sensata y sensible, ofrece una interpretación de calidad, en un personaje complejo que nuestra actriz sabe llevar a buen puerto aportando mucha verdad, y muchas dosis de humanidad. La voz hermosa y bien manejada, resulta idónea para el papel, cargada de musicalidad y con muchísimo gusto cantando, resulta muy expresiva en todas sus intervenciones, teniendo además mucha química con Matilda, algo crucial para el buen funcionamiento del espectáculo. 

Oriol Burés como Trunchbull absolutamente magistral. Ya Burés demostró en La jaula de las locas su enorme talento, como electrizante alternante de Àngel Llàcer, y en Un día cualquiera, pequeño-gran musical en el que me encantó. Aquí se supera a si mismo, en una interpretación que huele a premio por los cuatro costados, y que precisa de un actor-cantante de su solvencia dadas las dificultades del mismo. Con un control admirable del texto, apabullante presencia, y tremenda energía, consigue impresionar al más pintado con la creación que lleva a cabo de la terrible directora del centro, malvada y sádica a partes iguales, y con un dominio del léxico, especialmente cuando de insultar se trata, absolutamente pasmoso. El segundo acto es un auténtico festival para los amantes del género y del teatro en general, y toda la escena del gimnasio, creo que será recordada por mucho tiempo como una auténtica genialidad. Trunchbull es el bombón de la función, que duda cabe, pero un bombón envenenado, que si no es llevado a buen puerto, nos cargamos Matilda sin remisión, por suerte Oriol Burés cumple con creces su cometido, siendo uno de los grandes activos del espectáculo. 

Daniela Berezo como Matilda, se encuentra en el nivel deseado para la función, que no es poco. Matilda canta mucho, habla mucho, y tiene la responsabilidad principal en practicamente todas las escenas, dominando con soltura nuestra joven artista tanto los textos hablados como las partes cantadas. El personaje quizás tenga un enfoque un tanto diferente al de la producción de Londres, y a mi personalmente me sirvió, más seria y con cierto aire envarado, que quizás responde más al estereotipo inglés que tengamos en nuestra cabeza, que al que estamos acostumbrados. Muy segura de si misma, se muestra como una estupenda contadora de historias, y con un gran trabajo de escucha hacia sus compañeros en escena. Reconozco que los niños en escena me suelen chirriar, pero en este caso no me ocurrió en absoluto, algo que dice mucho sobre lo que Berezo ofrece. 

Hay que destacar el enorme trabajo del conjunto, y por supuesto hacer mención al espléndido elenco infantil, absolutamente impecable en todo momento, entregadísimos, con una energía apabullante, y un altísimo nivel en la disciplina de baile, ejecutando a la perfección las difíciles coreografías que se nos presentan en el espectáculo. Hay que reconocer que Toni Espinosa sin ninguna duda se ha lucido en su trabajo como coreógrafo, ya que los números de baile del espectáculo son literalmente de infarto. 

Mención especialísima para Sofía Nieto como Lavender, deliciosa por los cuatro costados, literalmente para comérsela por su gracejo, seguridad y vis cómica. 



Gaby Goldman al frente de la orquesta titular, resulta impecable en la dirección, dotando al musical de un sonido espectacular, en una lectura muy medida, y en general cargada de matices. Es muy importante destacar la buena conexión entre el foso y escenario, y lo bien cuidados que se encuentran los cantantes, que parecen encontrarse cómodos en sus respectivos papeles. Goldman muy pendiente de todos los artistas consigue aunar a la perfección el componente intimista de algunos momentos con los de más brillo, siendo el resultado muy teatral y realmente inspirado, y lo que es más importante, equilibrado, dinámico y sin caer nunca en la monotonía.



 

El espectáculo está firmado por David Serrano, habitual en las producciones de SOM, y en líneas generales podemos decir que acierta. Esta Matilda no solo será recordada por su excelente plantel artístico, también lo será por su estética, arriesgada y alejada del montaje original. Serrano plantea un espectáculo monumental, enorme en su acabado formal y con momentos de gran belleza, con estética de cuento, extremado y caricaturesco, que va en consonancia con la historia, y quizás un poco más enfocada al público infantil que en todo lo visto hasta ahora en Matilda. Hay que decir que sin duda funciona, y que la visión es perfectamente válida. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, preciosa y suntuosa, funciona, pero no siempre, hay dos momentos que no acaban de estar bien integrados, el libro que sirve de diferentes escenarios que parece un tanto aparatoso y de difícil movimiento, y el momento "Billy Elliot", en el que una enorme estructura sale del suelo, rompiendo completamente con lo que se nos ha contado a nivel visual hasta ese momento, y que resulta un tanto confuso en cuanto a lo que está ocurriendo en la escena. Hay que decir que la obra a nivel técnico es de una complejidad enorme, y que posiblemente necesite algo más de rodaje para que fluya de la manera deseada a este respecto, nada que moleste y que resulta natural dado que todavía se han hecho relativamente pocas funciones, y que estoy seguro que se irá solventando a medida que la función vaya tomando más peso a todos los niveles. 

En cuanto al texto, David Serrano, lleva a cabo un trabajo mucho más elaborado que en la anterior Grease, y deja bastante claro el tono que le quiere dar al espectáculo, diferenciando muy bien el carácter de los personajes, divididos en dos bloques, unos extremados y farsescos y otros en un código más sosegado y realista, resultando a este nivel el espectáculo equilibrado y perfectamente coherente. Quizás sea necesario un poquito más de rodaje en las partes habladas, para llegar al ritmo deseado, así como limpiar algunas escenas que aun se encuentran un tanto emborronadas, nada, que como más arriba comento, el natural rodaje de la función no consiga solventar.

Matilda es un espectáculo de gran nivel, artístico y escénico, paradigmático en cuanto a lo que se le supone al primer circuito de teatro musical, una función arrebatadora en lo visual, impactante en su acabado, y a mi entender uno de los estrenos más importantes de la temporada. No defrauda, y supone un riesgo considerable dado la dificultad de la obra, la enorme inversión (que luce mucho) realizada, y que en nuestro país es relativamente poco conocido. Hay que saber valorar cuando las cosas se hacen bien, y cuando además los resultados son los que en este musical se pueden ver. Matilda huele a éxito, y a función recordada por mucho tiempo, siguiendo la estela de Billy Elliot, que a mi entender ya es un hito en la historia del musical de nuestro país, y lo que es más importante, es el vehículo perfecto para que los niños se aficionen al género, y a la lectura, porque amiguitos... todo está en los libros.