Si algo va a caracterizar la temporada teatral madrileña 22-23 va a ser sin duda los musicales. Año plagado de títulos de todo tipo y niveles. Uno nunca está satisfecho del todo, y la verdad es que echa de menos más títulos de repertorio clásico, ya que la mayoría de los musicales que se presentan están enfocados al público familiar, o aquellos que se pueden considerar repertorio moderno, algo comprensible ya que el nicho de espectadores se amplía considerablemente. La cuestión es que dentro de lo que hay, cada uno puede elegir aquello que más le apetezca ver, y que la oferta será lo suficientemente variada como para que el aficionado encuentre en la cartelera algún título que le interese.
En mi caso tengo bastante claro qué títulos se me antojan como imprescindibles, y luego está el resto, que al final acabaré sucumbiendo y también los veré, cosas de los apasionados del género que no podemos resistirnos a la más pequeña tentación.
Es importante decir una cosa, cantidad no es signo de calidad, y ahí radica el mayor peligro de este boom musicalero, que puede copar el mercado con productos de medio-bajo nivel, y no hablo solo de infraestructura, que son los más peligrosos para la industria, ya que el público no es tonto, y se la dan con queso una vez, pero no dos. Al final cuando esto ocurre siempre pagan justos por pecadores, granjeándose el género una fama injustificada, no siempre, de poner en pie funciones de escuálido contenido artístico, pobres medios y más interesadas en hacer caja, que en mejorar la industria. Ambas cosas son válidas y necesarias, una industria fuerte pasa por la calidad y por los beneficios, lo demás no se sostiene.
Después de esta disertación, que nunca me cansaré de hacer porque el peligro es real, vayamos al musical que esta crítica ocupa, que es Matilda, uno de los platos fuertes de la temporada, y que ayer tuvo su pase de prensa en el Nuevo Teatro Alcalá.
Matilda se puede considerar un hito dentro de los musicales modernos por varios motivos, tres son a mi entender los más destacables, la enorme calidad de la función original, su dificultad, y el éxito que lo acompaña desde su estreno en 2010.
Con música y texto de Tim Minchin, la obra está basada en la novela de Roald Dahl, en la que una niña muy especial, apasionada de la lectura, con una vida muy infeliz, empieza a estudiar en un colegio, dirigido por la terrible Miss Trunchbull. Matilda además de ser una auténtica lumbrera, odia las injusticias y descubre que tiene poderes telequinésicos, algo que sabe utilizar para hacer el bien. En su fábula, aparentemente infantil, Roald Dahl plantea una serie de cuestiones adultas y de gran dureza, como pueden ser el maltrato infantil, el abuso de poder, lo importante que es la cultura, las injusticias, y lo mucho que cambiamos cuando crecemos olvidando muy pronto lo que significa ser un niño.
El musical refleja muy bien lo que Dahl quiso contar desde un prisma amable, cómico, cargado de ternura, y con momentos profundamente emotivos. La obra de múltiples lecturas según el nivel de madurez del espectador se encuentra muy equilibrada en cuanto al mensaje que debe calar en los niños, y lo que los adultos reconocen como el trasfondo de la historia, de gran calado, aunque se nos esté contando con aparente sencillez.
La partitura, inspiradísima, tiene números de gran belleza, e indudable fuerza. Destacable sin duda "When I grow up" bastión del musical, tanto por lo que nos cuenta como por los valores musicales de la pieza. Todo el musical se mueve dentro de unos parámetros de enorme calidad en su partitura, y siempre sirve para potenciar lo ocurrido en escena, estando perfectamente integrada en la función dándole continuidad y sin que nada nos sobre o nos falte ya que cada canción está perfectamente medida dentro de la globalidad del espectáculo, siendo interpretada en el momento preciso. La música, muy atmosférica por momentos, sabe aunar espectacularidad con intimidad de manera realmente admirable, encontrándose un equilibrio perfecto a lo largo de todo el espectáculo, e incluso cuando sirve tan solo de acompañamiento en las partes habladas tiene un papel importantísimo creando situaciones escénicas cargadas de magia.
La obra de muy difícil ejecución, requiere un elenco numeroso, de elevado nivel en practicamente todas las disciplinas, y lo más importante, con un importante plantel de niños que deben cantar, actuar y bailar con gran soltura, ya que en la mayoría de los números de conjunto son los protagonistas absolutos. A esto hay que añadir que el peso de la función recae en Matilda, personaje de enorme dificultad a todos los niveles.
Vayamos con el elenco:
Hay que destacar en primer lugar a Víctor González, que abre la función con un comprometidísimo número que sin duda se ve ejecutado a la perfección, cargado de fuerza y seguridad. González habitual en el mundo del musical, creo que posee la entidad suficiente y el rodaje como para abordar primeros papeles sin el menor problema, algo que creo que ya es hora de que sea reconocido.
Impagables sin duda Pepa Lucas y Héctor Carballo como Mrs. Wormwood y Mr. Wormwood, respectivamente. Lucas todo un prodigio, solo puedo decir que está excelsa en su personaje, todo cuadra en su composición, impecable en lo actoral, frescachona, lapidaria, deliciosamente odiosa, choni hasta la extenuación y de espectacular presencia sobre el escenario. Cantando y bailando se encuentra a un nivel altísimo, y su número principal, muy difícil, se ve engrandecido con su manera de hacer. Carballo demuestra su enorme vis cómica, y su personaje se encuentra cargado de pinceladitas que lo enriquecen mucho en cuanto a su psicología, hilando muy fino en algunas escenas, y consiguiendo redimirse, ligeramente tampoco nos pasemos, de su vileza al final de la función de manera orgánica y totalmente comprensible. Espectacular en su tú a tú con el respetable, lleno de recursos y muy pulcro en su ejecución, sin duda ofrece un trabajo de altura y muy a tener en cuenta.
Allende Blanco como Honey, resulta el contrapunto perfecto a los extremados personajes adultos que pululan por el musical, sabiendo perfectamente cual es su sitio en el espectáculo y lo que simboliza. Tierna, sensata y sensible, ofrece una interpretación de calidad, en un personaje complejo que nuestra actriz sabe llevar a buen puerto aportando mucha verdad, y muchas dosis de humanidad. La voz hermosa y bien manejada, resulta idónea para el papel, cargada de musicalidad y con muchísimo gusto cantando, resulta muy expresiva en todas sus intervenciones, teniendo además mucha química con Matilda, algo crucial para el buen funcionamiento del espectáculo.
Oriol Burés como Trunchbull absolutamente magistral. Ya Burés demostró en La jaula de las locas su enorme talento, como electrizante alternante de Àngel Llàcer, y en Un día cualquiera, pequeño-gran musical en el que me encantó. Aquí se supera a si mismo, en una interpretación que huele a premio por los cuatro costados, y que precisa de un actor-cantante de su solvencia dadas las dificultades del mismo. Con un control admirable del texto, apabullante presencia, y tremenda energía, consigue impresionar al más pintado con la creación que lleva a cabo de la terrible directora del centro, malvada y sádica a partes iguales, y con un dominio del léxico, especialmente cuando de insultar se trata, absolutamente pasmoso. El segundo acto es un auténtico festival para los amantes del género y del teatro en general, y toda la escena del gimnasio, creo que será recordada por mucho tiempo como una auténtica genialidad. Trunchbull es el bombón de la función, que duda cabe, pero un bombón envenenado, que si no es llevado a buen puerto, nos cargamos Matilda sin remisión, por suerte Oriol Burés cumple con creces su cometido, siendo uno de los grandes activos del espectáculo.
Daniela Berezo como Matilda, se encuentra en el nivel deseado para la función, que no es poco. Matilda canta mucho, habla mucho, y tiene la responsabilidad principal en practicamente todas las escenas, dominando con soltura nuestra joven artista tanto los textos hablados como las partes cantadas. El personaje quizás tenga un enfoque un tanto diferente al de la producción de Londres, y a mi personalmente me sirvió, más seria y con cierto aire envarado, que quizás responde más al estereotipo inglés que tengamos en nuestra cabeza, que al que estamos acostumbrados. Muy segura de si misma, se muestra como una estupenda contadora de historias, y con un gran trabajo de escucha hacia sus compañeros en escena. Reconozco que los niños en escena me suelen chirriar, pero en este caso no me ocurrió en absoluto, algo que dice mucho sobre lo que Berezo ofrece.
Hay que destacar el enorme trabajo del conjunto, y por supuesto hacer mención al espléndido elenco infantil, absolutamente impecable en todo momento, entregadísimos, con una energía apabullante, y un altísimo nivel en la disciplina de baile, ejecutando a la perfección las difíciles coreografías que se nos presentan en el espectáculo. Hay que reconocer que Toni Espinosa sin ninguna duda se ha lucido en su trabajo como coreógrafo, ya que los números de baile del espectáculo son literalmente de infarto.
Mención especialísima para Sofía Nieto como Lavender, deliciosa por los cuatro costados, literalmente para comérsela por su gracejo, seguridad y vis cómica.
Gaby Goldman al frente de la orquesta titular, resulta impecable en la dirección, dotando al musical de un sonido espectacular, en una lectura muy medida, y en general cargada de matices. Es muy importante destacar la buena conexión entre el foso y escenario, y lo bien cuidados que se encuentran los cantantes, que parecen encontrarse cómodos en sus respectivos papeles. Goldman muy pendiente de todos los artistas consigue aunar a la perfección el componente intimista de algunos momentos con los de más brillo, siendo el resultado muy teatral y realmente inspirado, y lo que es más importante, equilibrado, dinámico y sin caer nunca en la monotonía.
El espectáculo está firmado por David Serrano, habitual en las producciones de SOM, y en líneas generales podemos decir que acierta. Esta Matilda no solo será recordada por su excelente plantel artístico, también lo será por su estética, arriesgada y alejada del montaje original. Serrano plantea un espectáculo monumental, enorme en su acabado formal y con momentos de gran belleza, con estética de cuento, extremado y caricaturesco, que va en consonancia con la historia, y quizás un poco más enfocada al público infantil que en todo lo visto hasta ahora en Matilda. Hay que decir que sin duda funciona, y que la visión es perfectamente válida. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, preciosa y suntuosa, funciona, pero no siempre, hay dos momentos que no acaban de estar bien integrados, el libro que sirve de diferentes escenarios que parece un tanto aparatoso y de difícil movimiento, y el momento "Billy Elliot", en el que una enorme estructura sale del suelo, rompiendo completamente con lo que se nos ha contado a nivel visual hasta ese momento, y que resulta un tanto confuso en cuanto a lo que está ocurriendo en la escena. Hay que decir que la obra a nivel técnico es de una complejidad enorme, y que posiblemente necesite algo más de rodaje para que fluya de la manera deseada a este respecto, nada que moleste y que resulta natural dado que todavía se han hecho relativamente pocas funciones, y que estoy seguro que se irá solventando a medida que la función vaya tomando más peso a todos los niveles.
En cuanto al texto, David Serrano, lleva a cabo un trabajo mucho más elaborado que en la anterior Grease, y deja bastante claro el tono que le quiere dar al espectáculo, diferenciando muy bien el carácter de los personajes, divididos en dos bloques, unos extremados y farsescos y otros en un código más sosegado y realista, resultando a este nivel el espectáculo equilibrado y perfectamente coherente. Quizás sea necesario un poquito más de rodaje en las partes habladas, para llegar al ritmo deseado, así como limpiar algunas escenas que aun se encuentran un tanto emborronadas, nada, que como más arriba comento, el natural rodaje de la función no consiga solventar.
Matilda es un espectáculo de gran nivel, artístico y escénico, paradigmático en cuanto a lo que se le supone al primer circuito de teatro musical, una función arrebatadora en lo visual, impactante en su acabado, y a mi entender uno de los estrenos más importantes de la temporada. No defrauda, y supone un riesgo considerable dado la dificultad de la obra, la enorme inversión (que luce mucho) realizada, y que en nuestro país es relativamente poco conocido. Hay que saber valorar cuando las cosas se hacen bien, y cuando además los resultados son los que en este musical se pueden ver. Matilda huele a éxito, y a función recordada por mucho tiempo, siguiendo la estela de Billy Elliot, que a mi entender ya es un hito en la historia del musical de nuestro país, y lo que es más importante, es el vehículo perfecto para que los niños se aficionen al género, y a la lectura, porque amiguitos... todo está en los libros.
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