viernes, 31 de marzo de 2017

Una Gata Sobre Un Tejado De Zinc Caliente, Tibio Tennessee Williams

La gata sobre el tejado de zinc caliente, me gusta mas esta traducción del título, es uno de esos textos que siempre me apetece ver. Adoro a Williams, autor de cabecera para mi, indiscutible genio del teatro, y creo que con un mas que notable interés a día de hoy. De Williams me arrebatan sus personajes siempre al borde del abismo, marginados sociales aunque se desenvuelvan en algunos casos dentro de la alta sociedad, ferozmente independientes y rebeldes hasta las últimas consecuencias. A eso hay que añadirle un poético sentido de la realidad, donde el lirismo mas delicado se junta con el mas brutal de los naturalismos en una increíble combinación que modestamente creo que nadie ha igualado. El teatro de Williams me parece de gran atractivo, con sus indudables aportaciones personales. Su hermana  vivió internada en su psiquiátrico toda la vida y seguro que tuvo mucho que ver en las neuróticas heroínas que plagan sus escritos, y la homosexualidad planteada de una forma provocadoramente abierta (para su época) de nuestro autor, son dos pilares fundamentales a la hora de entender a Williams y a la complicada psicología de sus personajes, casi siempre acorralados, engañándose a si mismos, y a menudo al borde de un ataque de nervios. A todo esto debemos añadir las conseguidas atmósferas que nuestro autor casi siempre plantea, en el que el calor y las tormentas tanto tienen que ver en la acción dramática.
Se acaba de estrenar en el Reina Victoria una nueva producción de La gata, y la verdad es que cuando me enteré me apresuré a sacar las entradas, quería verla bien cerquita y disfrutarla, la verdad es que me quedé mas bien frío, ya que esta gata de caliente tiene muy poquito como iré contando.



La gata sobre el tejado de zinc caliente, estrenada en 1955, es posiblemente el mejor texto de Williams. En el se nos cuenta la historia de una familia de hacendados sureños, cuyo patriarca se encuentra enfermo de cáncer, y en el que futuro de la plantación que poseen esta en el aire dada la complicada situación por la que está pasando el matrimonio del hijo favorito, donde el alcohol y la ausencia de descendencia, con la consabida falta de futuros sucesores que conlleva,  son los problemas que mas marcan la relación. La acción se desarrolla durante una calurosa jornada de verano, y todas las miserias familiares, viciadas hasta lo indecible y agravadas por la enfermedad del padre, se desbordan sin remisión y de forma bastante cruda, y no exenta de una hiriente ironía que la mayoría de los personajes destilan. La gata es un texto de gran solidez a todos los niveles, donde sus personajes están definidos de una forma magistral, y las complicadísimas psicologías que transitan por el escenario, realmente se reflejan en una disección casi quirúrgica. Williams escribió una obra punzante, donde las cuchilladas verbales vuelan entre sus personajes, y donde los vínculos entre cada uno de ellos está marcadísimo. La obra está rematada con una sensualidad arrebatadora que está flotando en el aire todo el rato, no en vano Maggie La Gata, se siente "como si estuviera sobre un tejado de zinc caliente" ya que su insatisfacción sexual es uno de los grandes conflictos de la trama, máxime cuando su marido se supone que es un bello atleta en sus horas mas bajas que parece ser que en cuestiones de alcoba se maneja igual de bien que en los campos de rugby. La gata es teatro de primera, férreo en su estructura, entretenidísimo cuando se hace bien, complicado de ejecutar, y de una profundidad que va mas allá del mero entretenimiento, ya que en ella se habla de poderosos sentimientos que son inherentes a la naturaleza del ser humano y que nos llegan a día de hoy igual que en la fecha de su estreno hace 62 años.



Vayamos con el elenco:
Marta Molina y José Luis Patiño como Mae y Gooper.
Mucho mejor Patiño que Molina, con mas entidad a todos los niveles y mejor tratado en la versión que se está llevando a cabo, donde ambos personajes transitan por la escena con poco protagonismo, y en un excesivamente discreto segundo plano. Eché de menos unas interpretaciones mas carismáticas, y con mas verdad, en el caso de Marta Molina, que no me convenció en ningún momento.

Ana Marzoa como Madre:
Magnífica de tono y presencia escénica. Marzoa se encuentra muy inspirada en un rol que huye de la histérica anciana que otras veces se plantea, para definir al personaje. He de decir que en líneas generales la visión de los personajes es excesivamente plana y falta de fuelle, fallo de dirección y no actoral, y eso es exactamente lo que ocurre con Marzoa, que está impoluta pero falta "algo" que defina al personaje. Es como si la actriz saliera  hablase, y ya está. Tiene momentos estupendos, ya que su solvencia es indiscutible, sobre todo su primera escena, y en la que le cuentan la verdad sobre el estado de salud de su marido que desencadena en los planes de Gooper sobre la herencia y el odio de su augusta esposa por Maggie. Tristemente Ana Marzoa está muy desaprovechada y se podría haber sacado mucho mas de su papel.

Juan Diego como Padre:
Correcto, aunque nos encontramos con el poco fuelle que se desprende del espectáculo, consigue momentos de gran altura, y una visión muy rica de este padre de gran carácter, pero muy cariñoso y comprensivo con su hijo Brick. Diego ofrece un personaje cargado de matices, y de humanidad, cuyo resultado es un rol tierno y profundo que no pasa en absoluto desapercibido. Su trabajo va de menos a mas, siendo la larguísima escena con Brick que transcurre a la mitad de la función, el mejor momento del espectáculo, y cuando realmente empecé a sentir interés por lo que estaba ocurriendo en escena. Juan Diego aporta oficio y robustez actoral a un complicado papel, que reconozco que me llegó en sus momentos mas comprometidos, y que me dejó muy buen sabor de boca.

Eloy Azorín como Brick:
Azorín cumple, en un complicado papel que requiere de un trabajo interior bastante arduo, ya que Brick durante gran parte del espectáculo nos tiene que contar muchas cosas, sin decir absolutamente nada. Su interpretación se ve perfectamente apoyada en una voz de ecos baritonianos que le va de perlas al personaje y a su presencia escénica realmente carismática. Azorín consigue darle ese aire torturado al papel tal y como lo necesita. Me sorprendió muy gratamente en su trabajo, que se ve resuelto de forma eficiente y si el menor problema a nivel técnico.

Begoña Maestre como Maggie:
Francamente floja ya que Maggie La Gata se las trae, es una mezcla de sensualidad, carácter, ironía y explosión emocional, que nuestra actriz vislumbra a veces, pero ni por asomo redondea. Fría y monocorde, no me transmitió nada, especialmente en su dificilísima primera escena, con un monólogo de presentación del personaje que se hace largo y falto de pulso. Hay varios problemas, el mas importante de todos es el trabajo excesivamente exterior que lleva a cabo, Maestre habla y habla... pero por dentro no pasa nada, no me creí su vínculo con Brick, y le falta sensualidad. Maggie ronronea a los pies de Brick para que le de lo que tanto quiere, y que Brick le niega de forma hiriente durante toda la función, pero Maestre no consigue desprender esa sexualidad soterrada que se debe desprender de sus gestos. Se pone crema, y se pone crema, no provoca a Brick, se seca el sudor y parece que acaba de salir del gimnasio. Todos esos detalles que hacen que Maggie La Gata sea lo que es, no están. Tampoco aprovecha el sarcasmo tan duro que el personaje desprende en algunos momentos , y desaprovecha sus mejores frases de forma inclemente. El resultado en general es plano y poco profundo dejándome francamente frío. Acaban de estrenar y creo que se ha incorporado hace poco a la producción por tanto me imagino que irá creciendo a medida que se desarrolle el número de funciones.



Vayamos con la propuesta escénica:
Amelia Ochandiano firma el espectáculo, y lo hace de forma irregular. La obra funciona a ratos, algunas escenas están muy conseguidas mientras que otras se van cayendo en picado, especialmente al principio de la obra, donde todo aparece desangelado, y excesivamente distante. Un problema añadido es la visión de los personajes, tan natural, que se quedan planos en líneas generales, siendo el resultado una función poco cargada en las atmósferas, precisamente todo lo contrario que necesita Tennessee Williams, que si caracteriza por algo es por lo atmosférico de sus textos. Aciertos hay, el primero y mas rotundo, la sensible visión del personaje de Juan Diego, y por supuesto la propuesta estética de la función, que realmente si que da en el clavo. Partimos de la base de un espectáculo completamente ortodoxo en su concepción, de gran belleza visual y conseguidas luces de Felipe Ramos y bella escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, con algunos elementos que funcionan muy bien como son las enormes cortinas que tanto juego dan durante el espectáculo, y la magnificamente resuelta escena de la tormenta. El resultado final, lo encontré un tanto rutinario y vacuo, esta es mi cuarta Gata en directo, y reconozco que no me acabó de llegar tal y como el texto debe llegar. Uno sale con la sensación de haber visto una propuesta agradable, tibia y olvidable, y eso tratándose de la función que se trata no se puede perdonar. A veces hay destellos de lo que La gata sobre el tejado de zinc caliente es, pero cuando uno menos se lo espera... esos destellos desaparecen y nos dejamos llevar mecidos entre el sopor sureño que tan bien supo retratar Tennessee Williams.




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lunes, 27 de marzo de 2017

Château Margaux y La Viejecita, Pura Elegancia Escénica

Los que amamos la zarzuela, sentimos cierta debilidad por el género chico, tan conciso, completo y a menudo mas redondo que el grande en su planteamiento, y cuyas partituras son ciertamente insuperables. La ligereza argumental que caracteriza a la mayoría de sus piezas no implica que la música sea de menor calidad que la de la zarzuela grande. Baste para ilustrar este razonamiento un ramillete de títulos que creo que hablan (o mas bien suenan) por si solos, La revoltosa, Gigantes y cabezudos, Bohemios o La verbena de la Paloma. Todas esta obras que planteo, amén del libreto mas o menos afortunado, se caracterizan por una partitura logradísima y que no pueden condensar de mejor forma una historia perfectamente hilada, con sus personajes impecablemente plasmados y con la espectacularidad que se le sobreentiende a la lírica como género escénico. El género chico si se quiere hacer bien es complicado, ya que lo compacto de su formato conlleva dificultades de dirección mas que notables, y precisa normalmente de cantantes que a la vez tengan muchas dotes actorales ya que las exigencias son muchas en todas las disciplinas. Todo esto que cuento, hace que el género chico sea grande cuando se representa con los mimbres necesarios, y que haga las delicias del público, incluso no aficionado a la zarzuela, ya que se trata de un entretenimiento de primera, que aunque ligero en su fondo, tiene una solidez teatral que a día de hoy sigue sorprendiendo por su efectividad y lo inspirado de muchas de sus obras.



Château Margaux y La viejecita son los dos títulos que componen el programa doble que se está llevando a cabo en el Teatro de La Zarzuela y que se estrenaron, con gran éxito por cierto, el pasado sábado 25. Las dos obras tienen como nexo de unión a Manuel Fernández Caballero compositor de ambas partituras. Fernández Caballero puede ser considerado uno de los padres del género chico, y uno de los creadores de música escénica mas importante de su tiempo. La obra de Fernández Caballero es extensa y no se dedicó exclusivamente al género chico, siendo sus incursiones en la zarzuela grande muy notables. Los sobrinos del Capitán Grant quizás sea la obra grande mas recordada de nuestro compositor, pero amiguitos cuando nos vamos a las piezas cortas es cuando el genio de Fernández Caballero brilla mas. El dúo de La Africana, los dos títulos que esta crítica ocupan y muy especialmente el que se puede considerar su título mas emblemático y sin duda el mas popular, Gigantes y cabezudos que tantos ánimos levantara en nuestro país tras el Desastre del 98, son posiblemente sus obras mas conocidas y mas recordadas.
La música de Fernández Caballero se caracteriza por su inspiradísima orquestación, siempre elegante y descriptiva, y la frescura y sensibilidad de los cantables, que sin duda imprimen un estilo único a sus composiciones y muy reconocible. Fernández Caballero tiene "algo" inimitable que nos hace identificarlo en cuanto escuchamos una pieza suya.



Las dos obras que esta crítica ocupan se presentan en versión libre de Lluís Pasqual son dos ejemplos paradigmáticos de lo que era la zarzuela cómica de finales del S. XIX, y especialmente La viejecita un título icónico durante muchos años que por motivos que no soy capaz de entender, desapareció del repertorio hace relativamente poco tiempo. 

Château Margaux denominado como Juguete cómico-lírico en un acto, con libro del prolífico José Jackson Veyán, es una obra eminentemente paródica en lo musical, donde se remedan diferentes estilos folclóricos españoles, desde el flamenco mas redicho mezclado con una cómica muñeira en el "Capricho" que Manuel canta, hasta el famoso número "Javeras y panaderos" donde estos dos palos de flamenco se juntan en deliciosa fusión, la paleta musical de la obra aunque no amplia si que es interesante. Pero sin duda la pieza que ha pasado a la historia de este título es el Vals de Angelita, o Vals de la borrachera, pieza clásica de concierto de nuestro repertorio y una de las mas inspiradas creaciones de Fernández Caballero. El argumento de la obra gira en torno a una herencia y la invitación de la protagonista de la función, Angelita, a unos parientes aristócratas para gestionar el dinero heredado. La visita da lugar a múltiples equívocos ya que nuestra protagonista se pone achispada con el vino que da título a la función, para finalmente todo quedar resuelto de forma feliz como mandan los cánones.



La viejecita con libro de Miguel de Echegaray denominada como Zarzuela cómica en un acto, es uno de los títulos mas exitosos de compositor y libretista. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela el 30 de abril de 1897 y es famoso que los autores debieron salir a saludar 17 veces al finalizar la función. La obra es una revisión del famoso vodevil inglés La tía de Carlos, y  en ella se nos cuenta la historia de Carlos oficial español en la época de la Guerra de la Independencia, que está locamente enamorado de Luisa una bella marquesita, cuyo padre prohíbe su relación. Para consumar su amor, Carlos decide disfrazarse de anciana tía de uno de sus compañeros y presentarse en casa de Luisa en una fiesta, para de esta forma ganar una apuesta y quedarse con su enamorada. 
La viejecita se puede considerar una opereta dado el estilo de su partitura y los salones de alta sociedad donde se desarrolla la acción. La música de Fernández Caballero se caracteriza por su elegancia y sensibilidad, especialmente en el bellísimo dúo de Luisa y Carlos, una de mis piezas favoritas de todo el repertorio, y unas burbujeantes melodías especialmente en los números de conjunto, siendo como resultado de ello uno de los mejores títulos de género chico, y uno de los mas apreciados por el público, ya que la belleza de la música y lo redondo del libro la convierten en una deliciosa filigrana completamente irresistible.



En la versión que se está llevando a cabo, ambos títulos están muy retocados, especialmente el de Château de cuyo argumento no queda nada, aunque su partitura está practicamente completa. La Viejecita mejor versionada que Château también se encuentra completa en sus números musicales y el libro aunque explicado y cortado se entiende sin problema en su desarrollo.
Hablemos de versiones libres... La función que esta crítica ocupa es un gran espectáculo, que duda cabe, pero Château Margaux no está muy bien tratada a nivel literario, siendo mero acompañamiento musical de la obra principal, bien integrado en la historia principal que es el concurso radiofónico en el que transcurre la función para que negarlo, pero me faltó saber de que iba Château Margaux, ya que es un título que no se ve habitualmente, y se ha desaprovechado la ocasión de poder disfrutarlo tal y como se concibió. Quizás el recurso de radiarlo como se hace con La viejecita, hubiese bastado, pero no, se ha decidido hacer un espectáculo cortito y cómodo, aunque para ello haya que sacrificar uno de los dos títulos y dejar a medias el otro. No quiero que parezca que no me ha gustado la función porque no es cierto, me ha gustado mucho, pero si que creo que ambos títulos se merecen un trato parecido, y un desarrollo mayor dentro de la trama argumental.



Vayamos con el elenco:
Lander Iglesias, actor, como Sargento Rafael Pontejos y Marqués Aguilar:
Iglesias sirvió una completa función, resultando sus creaciones a nivel actoral impecables. Le encontré un pelín inseguro en lo musical, pero no debería ser así, ya que su voz es afinada y estoy convencido que podría dar mas, especialmente en cuanto a volumen. Hay que tener en cuenta que era el estreno, y estoy seguro que poco a poco irá encontrándose mas cómodo en las partes cantadas.

Antonio Torres y Miguel Sola, barítonos, como Teniente Luis Mª Fdez. Cancedo y Fernando, Conrado Salvatierra y Sir Jorge respectivamente.
Magníficos tanto en lo actoral como en lo musical. Resultan completamente deliciosos como cantantes de jingles, rememorando los anuncios mas emblemáticos de la historia de la radio, en un cuidado tratamiento vocal, donde todos los giros musicales de los anuncios radiofónicos funcionan a la perfección y que denotan el gran trabajo que se ha realizado en cuanto al estilo se refiere. Ambos cantantes están atinadísimos en sus respectivas creaciones, y resultan dos pinceladitas imprescindibles para el desarrollo de la función, que se disfrutan muchísimo, enriqueciendo de forma muy grata el espectáculo.

Emilio Sánchez, tenor, como Capitan Esteban Martín y Manuel Fariñas.
Sánchez impoluto en lo vocal, también estuvo muy atinado en lo actoral, especialmente en Château Margaux, donde sirvió una impagable muñeira aflamencada en una difícil composición de un papel que requiere una disociación a nivel musical ciertamente complicada y que Sánchez literalmente borda. Impoluto de volumen y con un bello timbre de color abaritonado, cantó con sumo gusto todas sus intervenciones y resulta sobradísimo de recursos para los papeles que le han tocado en suerte. Sánchez de gran comicidad en la parte actoral me resultó magnífico en la primera parte del espctáculo, y muy sólido a todos los niveles.

Ruth Iniesta, soprano, como Luisa y Angelita.
Me encanta Iniesta, reconozco que me parece una cantante magnífica, muy dotada a todos los niveles. Su interpretación se caracterizó por el buen gusto cantando, un bellísimo timbre y unos agudos de gran volumen, perfectamente colocados y resueltos de forma muy brillante. Iniesta transmite muchísimo con la voz y una interpretación cargada de gracejo en Château Margaux se ve redondeada con la mas lírica creación que lleva a cabo en La viejecita. A esto hay que añadir que se le entiende absolutamente todo lo que canta, algo que en las sopranos es un bien escaso, para ser sinceros. En la parte actoral está perfecta, con un desplante escénico de mucho empaque, muy graciosa en los momentos que así se requiere y con gran sensibilidad en el dúo con Borja Quiza, uno de los mejores momentos a nivel musical de la función.

Borja Quiza, barítono, como Carlos y Don Francisco de Borja Talvez.
Quiza debuta en el Teatro de La Zarzuela, y sin duda lo hace por la puerta grande. Varias cosas son a tener en cuenta en su creación como La viejecita. Su timbre de barítono lírico, muy bonito y de gran solidez con unos agudos enormes, larguísimos y de gran impacto. Sirvió un magnífico brindis, realmente comprometido, que Quiza lleva a cabo sin aparente esfuerzo y con soberbios resultados. Estuvo igual de inspirado en una impoluta romanza de salida de la viejecita, donde el fraseo y la intención fueron la marca de la casa. Muy matizado en líneas generales, aborda el papel desde la inteligencia llevándolo a su terreno logrando una composición musical equilibrada, de altura y de gran química con Ruth Iniesta,  siendo muy agradable el sonido resultante de la unión de las dos voces. A nivel actoral todo un prodigio, con un doble registro de chulesco militar e impagable viejecita, siendo el resultado uno de los trabajos mas completos que he visto en el Teatro de La Zarzuela en los últimos tiempos. Borja Quiza  cumple en todos los palos de forma rotunda y acertada en un papel de grandísimas complicaciones a todos los niveles, y que en este caso fluyen sin aparente esfuerzo y con arrolladora frescura. El trabajo que se vislumbra detrás es descomunal, e Intuyo que le veremos mas veces en este teatro... tiempo al tiempo.

Jesús Castejón, actor-cantante, como Locutor Ricardo Gracián y Don Manuel.
Castejón lleva practicamente todo el peso de la obra, como narrador-locutor de la historia, y resulta de una solidez pasmosa. Castejón es un gran actor, buen conocedor de la lírica española, algo que en esta producción queda muy patente. Jesús consigue que parezca fácil un trabajo cargadísimo de matices, y muy de verdad. Alejado de cualquier afectación y con un control prodigioso de los tiempos escénicos, nuestro actor hila muy fino en una composición redonda, cargada de fina ironía, y lo que es mas importante, un componente nostálgico que retrata a la perfección a un personaje mimado hasta la extenuación. Como Don Manuel se encuentra cargado de empaque escénico y suave comicidad en una elegante composición en el que el amaneramiento del personaje resulta delicioso y muy medido. Por cierto... que bien que mueve el abanico Jesús Castejón  y cuanto partido le saca!!!. No puedo menos que quitarme el sombrero ante semejante actor, y ante semejante trabajo.



Coro Titular del Teatro de La Zarzuela, con dirección de Antonio Fauró, estupendo, especialmente en la parte masculina que brilló mucho en el principio de La viejecita. Se ve que se lo pasan muy bien llevando a cabo el espectáculo y eso revierte en el resultado final, cargado de bravura y de gran vistosidad en los números de conjunto.

Miquel Ortega dirige la Orquesta de la Comunidad de Madrid de forma muy destacable y con varias cosas dignas de mencionar. El Maestro Ortega sirve un cudadísima lectura de la partitura, cargada de elegancia y sabiduría escénica, donde el cuidado por los cantantes fue exquisito y los matices fueron la tónica. De correctos volúmenes en todo momento y atinadísimo en los tiempos, siempre a favor del espectáculo y de los intérpretes. Miquel Ortega lleva a cabo un trabajo fresco que da a todo el espectáculo un aire muy disfrutable, ligero y en total consonancia con la función. Miquel Ortega saca lo mejor de la OCM siendo el resultado sólido, compacto, y lo que es mas importante divertidísimo.


 

Vayamos ahora con la propuesta escénica. 
Lluís Pasqual dirige la función con gran acierto. La propuesta pasa por una elegancia visual muy notoria, donde con un sencillo primer espacio escénico se pasa a una segunda parte muy bien presentada con rotundos aires de opereta, de grandiosa resolución visual, y una notable prestancia a todos los niveles. Pasqual sabe perfectamente el tono que le quiere dar a la función, suavemente paródico, especialmente durante el  cuadro de la radio, donde los vicios "zarzueleros" están muy presentes y convenientemente criticados algo que entroca perfectamente con la intención de Château Margaux cuya esencia es precisamente la parodia, para posteriormente pasar a la alta comedia suntuosa e impecablemente presentada en el último cuadro de la función, donde brilla y mucho, la espectacular escenografía de Paco Azorín arrebatadoramente opulenta. La entrada de la viejecita y toda la difícil escena del baile son una genialidad a nivel teatral, de impecable resolución y de una belleza visual arrolladora, a la que se debe añadir la comicidad que se destila que realmente hizo las delicias del respetable. Pasqual sirve una función delicada y realizada como mucho amor hacia el género, que si bien es cierto no es la ortodoxia pura en su planteamiento si que  respeta nuestro género lírico, y los resortes del mismo.
Mención especial a los bellos figurines del desaparecido Isidro Prunés, supervisados en este caso por Isabel Cámara de forma perfecta, que visten magnificamente al espectáculo, así como las luces del propio regista de la producción que acentúan a la perfección todo lo que ocurre sobre las tablas.



Sin ninguna duda nos encontramos ante una propuesta de relumbrón que hace grande al género chico y que es perfecta para acercarlo a aquellos que no lo conocen, ya que la función es moderna, dinámica y sobre todo terriblemente entretenida. Ojalá veamos mas títulos tan bien presentados y siguiendo esta línea de repertorio que tan poco se prodiga en nuestros escenarios. Yo no me perdería esta producción, que contenta a puristas y no tan puristas dadas sus múltiples virtudes escénicas y musicales.




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viernes, 24 de marzo de 2017

Otelo, La Cruda Violencia Shakesperiana

Se lleva representando en La Puerta Estrecha desde hace casi seis meses una versión de Otelo que por poco se me escapa, la verdad es que entre la cantidad de espectáculos que veo, y que entre semana me resulta difícil ir al teatro me pierdo mas cosas de las que debiera. El hecho de que se programen funciones solo un día a la semana también complica la cosa, así que después de tres intentos ayer finalmente conseguí acercarme hasta la Calle Amparo para disfrutar de esta producción que prometía una versión arriesgada del clásico dramón shakesperiano ya que el material gráfico de la obra así lo dejaba ver. Soy espectador desprejuiciado, y no me cierro a ninguna propuesta y la verdad es que tenía curiosidad por ver este montaje que está siendo bastante exitoso dentro del circuito "off" y del que había oído hablar bastante. Atreverse con este repertorio desde un prisma alternativo, como en este caso se trata, es necesario, y salas como La Puerta estrecha, que por cierto tiene mucho encanto, son cruciales en esta labor de investigación y revisión de unos textos que se envuelvan como se envuelvan siguen con fuerza, vigencia y sobre todo con interés que es lo mas importante.



Otelo: El moro de Venecia, tragedia de William Shakespeare escrita en 1603, es una de las obras mas profundas de El Bardo, tanto por su magnífico uso de la palabra, como por su carga dramática. Varias cosas son a tener en cuenta en este título, la primera la visión de Otelo, que se aleja de cualquier estereotipo racista de la época, convirtiendo en héroe trágico del espectáculo a un moro, algo impensable en aquellos tiempos, la segunda el que a mi modo de ver es el auténtico protagonista de la función, el malvado Yago, uno de los mas grandes roles de toda la historia del teatro, cuyo cinismo descarnado y maldad intrínseca son una auténtica tesis doctoral sobre el lado oscuro de la psique humana. A todo esto hay que añadir, como es habitual en Shakespeare el marcado sentido de la teatralidad en un texto arrollador y subyugante que nos atrapa desde su primera escena y no nos suelta hasta su epatante final.



La versión de Otelo que esta crítica ocupa, viene firmada por Paco Montes, sensiblemente recortada y con algunos cambios de importancia (especialmente al final de la obra). La adaptación va a la esencia del texto original de forma bastante afortunada y ágil entendiéndose perfectamente toda la historia, y con un desarrollo dramático impecable, algo muy de agradecer dadas las escabechinas que he visto ultimamente con los grandes textos del repertorio universal. Se ha reducido el número de personajes a seis, y se han quitado las escenas superfluas de forma muy acertada, siendo el resultado final un espectáculo de 90 minutos exactos, perfectamente estructurado y entretenidísimo. El cambio en el final, está muy justificado dentro del enfoque de la producción, y va en consonancia con los tiempos de hoy en día, donde nos cuesta entender el concepto de mujer florero tan habitual en el teatro isabelino, y especialmente en esta obra donde la pasividad de Desdémona ante su destino queda muy bien justificada, y donde la vuelta de tuerca en la muerte de Otelo se me antoja de gran vigencia y una suerte de justicia poética que incluso alivia al espectador.


Vayamos con el elenco:
Los seis actores que dan vida a los personajes de este Otelo son cumplidores y muy esforzados, en un trabajo en el que una brutal implicación física es la tónica, y una visión poco acomodaticia del trabajo actoral que en algunos momentos impacta por la dureza de las composiciones corporales y la violencia que se destila en escena.

Oscar Valera da vida a Rodrigo desde una visión del personaje paródica y acertada, siendo el resultado una interesante mezcla de pueril bruto y bastante corto de luces, que funciona a la perfección como esbirro de Yago, irreflexivo y muy adecuado para hacerle el trabajo sucio al malvado de la función.

Iñaki Díez sirvió un Casio impoluto, tanto en la dicción como en la expresión corporal, resultando su escena mas lograda aquella en la que Yago le emborracha. Casio es un personaje que destila mucho patetismo, ya que le van cayendo las bofetadas sin saber ni como ni por donde, ese aire de pobre hombre Díez lo imprime a su personaje perfectamente. Todas sus frases tienen gran sentido y denota un trabajo sobre el texto mas que notable.

María Herrero como Emilia, está francamente magnífica, muy templada y de interesante voz, se luce mucho en el último cuarto de la función, donde resulta perfecta en la forma de llegar a la emoción, y con un logradísimo recorrido del personaje. Su última escena con Yago, en el que se ve a esa mujer al lado del sátrapa completamente destrozada, es de impresión, y su cara resume totalmente el calvario por el que ha pasado y el que le espera en el futuro.

Yaldá Peñas ofrece una Desdémona de manual, dulce sumisa y enamorada de Otelo hasta las trancas. La química con su amado es muy notoria. Desdémona es un papel muy ingrato y que hoy en día nos cuesta entender y al que Peñas imprime la dosis justa de naturalidad para que nada nos chirríe y que en el momento en el que se pone la hiyab como declaración de principios y aceptación de su destino nos resulte ciertamente conmovedor.  

Antonio Alcalde como Yago es sin duda la estrella de la función. De gran calado, muy sólido y con unos recursos mas que interesantes. Su Yago no transita por el histrión sino que se reduce a una aparentemente sencilla frialdad, solo aparentemente ya que una cosa es lo que dice, y otra cosa lo que le pasa por dentro. La escena en la que empieza a envenenar a Otelo con el fantasma de los celos rebosa tensión y subtexto, sus objetivos están definidísimos y no solo por lo que escribió Shakespeare sino por todo lo que Alcalde nos cuenta sin decirnos nada. Su crueldad es algo inherente a un personaje capaz de ordenar un asesinato sin pestañear. La cobardía del que manda asesinar pero nunca se mancha las manos de sangre está perfectamente plasmada en la interpretación de nuestro actor que demuestra que sin estridencias ni desmelenes se puede transmitir la dureza de un personaje hasta sus últimas consecuencias. Antonio Alcalde dice sus frases mas duras a media voz, y eso amiguitos hiela la sangre al mas pintado, creo que con esto resumo una interpretación redonda y acertadísima. 

Iván Calderón ofrece un rotundo Otelo apoyado en su imponente físico que va a la perfección con la ferocidad del personaje. Calderón enfoca a su Otelo desde la bravura y con un excelente uso de su cuerpo y voz. Otelo nos resulta temible y amenazador, dándonos la sensación de ser una olla a punto de estallar en cualquier momento, cuyo carácter solo lo amansa su adorada Desdémona. Calderón aporta un profundo estudio psicológico del personaje y va mostrando todos los difíciles estados emocionales por los que pasa de forma perfecta. Su Otelo es primario y brutal,  resultando conmovedor en su anagnórisis, llevando a cabo un composición llena de matices y muy acertada. Llega sin problema al complicado clímax final y vemos como la tragedia se va fraguando de forma inclemente a medida que el personaje se va cargando para explosionar de forma impactante en las dos últimas escenas.



Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Paco Montes y Lucas Smint firman la producción, y lo hacen en un acertado código extremado, con momentos visuales de gran potencia, y atinadísimos juegos escénicos. El uso de un espacio ciertamente complicado como es La Puerta Estrecha, es prodigioso, siendo el resultado muy dinámico e impactante. Montes y Smint sirven una función frenética de cierta estética Pandur, en la que no da un respiro ni a los actores ni a los espectadores y que se hace muy corta.
La dirección de actores se encuentra muy equilibrada, haciendo un uso estupendo del gesto pequeño, algo que dada la sala en la que se representa es un acierto total. En este Otelo las miradas son importantísimas y la conexión con el público es continua, que se ve muy integrado en la acción ya que los actores buscan la complicidad del respetable en no pocos momentos resultando perfecto para el tono de la función que pretende incomodar y dejar poso para la reflexión.
Nuestros directores envuelven este Otelo en una salvaje atmósfera, que refleja muy bien lo que Shakespeare planteaba en sus tragedias, en un desasosegante entorno militarizado de brutal sexualidad y con figuras ciertamente inquietantes de estética sadomasoquista y en total consonancia con la brutalidad de los personajes que pululan por la escena. Hay un guiño final con el triunfo de la vulgaridad y el arribismo (tan habitual en la España de nuestros días)  que me llevó a Macbeth, no se si de forma intencionada o no. Ver a Yago y a Emilia con trazas de dictadores bananeros me recordó al encantador matrimonio Macbeth que tanta afición a la sangre tenía y que llegaron al poder de forma parecida en la remota Escocia que Shakespeare plasmó en su inmortal obra.
Paco Montes y Lucas Smint ofrecen un espectáculo muy bien pensado y muy interesante que sin lugar a dudas no deja indiferente, por su valiente y arriesgada factura, así como por su sorprendente puesta en escena.



jueves, 23 de marzo de 2017

Venecia, Sentido Y Sensibilidad

El costumbrismo hoy en día está muy denostado, se le considera algo pasado de moda, y que no interesa. La cuestión estriba en que el costumbrismo no solo habla de señores con boina y alpargatas, (que también). Esta tendencia artística, como su propio nombre indica, nos habla de las costumbres de un lugar o de un grupo social. Esto no pasa necesariamente por lo folclórico como algunos se creen, hay muchos tipos de costumbrismo con argumentos desarrollados en las mas variopintas esferas sociales, aunque eso si, casi siempre con una visión amable de la realidad, un tanto dulcificada, pero a fin de cuentas desde un punto de vista realista y desde el retrato basicamente humanista de un microcosmos específico y con arquetipos marcados y muy reconocibles.
Esta disertación sobre el costumbrismo viene a colación de  Venecia, texto que no conocía y fuertemente costumbrista en su planteamiento, y que me surgió la oportunidad de presenciar hace unos días en el Teatro del Arte, y la verdad es que fui un poco a la aventura sin saber exactamente que iba a ver, aunque si con algunas referencias sobre la obra y su autor que resultaban prometedoras e interesantes, y que colmaron mis expectativas con creces tal y como iré narrando.





Venecia es una pieza corta, de una hora de duración, escrita por el dramaturgo argentino Jorge Accane, y que ha sido muy premiado en diferentes certámenes. La versión que ésta crítica ocupa está convenientemente retocada para acercarla al público español ambientándola en la Serranía de Ronda, siendo un acierto sin duda el cambio geográfico. La obra nos cuenta la historia de tres prostitutas de muy diferente carácter con una cosa en común, el burdel en el que viven y trabajan, regentado por una madame anciana y casi ciega, que solo tiene un sueño, viajar a Venecia a reencontrarse con un amor de juventud con el que tiene una cuenta pendiente. Las tres pupilas se las ingenian para cumplir el sueño de su jefa aunque no tengan medios económicos para hacerlo, llevando a cabo una maravillosa farsa en la que hacen creer a la anciana que están en Venecia. El texto es absolutamente delicioso, donde la psicología humana desde un punto de vista tierno y sensible está muy presente, y donde una conflicto aparentemente leve consigue sacar lo mejor de nosotros mismos, ya que después de ver el espectáculo, uno tiene la sensación  de que el Mundo es un lugar mas bonito, y sobre todo que se debe creer en el ser humano, ya que con los pequeños gestos que en Venecia se nos narran, se vislumbran como aquello por lo que merece la pena vivir.



La función se sustenta con seis actores, siendo muy coral en su concepto. No podemos hablar de protagonistas en el sentido estricto de la palabra, ya que todos los papeles tienen aproximadamente la misma extensión, a excepción del Giacomo de Iñigo Asiain, casi testimonial pero muy necesario a la hora del desarrollo de la trama. Asiain cumple en un código de galán latino de profunda y seductora voz y sus pequeñas intervenciones resultan la mar de gratificantes. Juan Ortega como uno de los clientes del burdel que ayuda a nuestras heroínas en su aventura veneciana, cumple sin problemas en un papel muy bonito, de un chico un tanto simple, que por un rato de sexo sin amor es capaz de embarcarse en una góndola y todo. Ortega carga de sensibilidad su papel, resultándonos muy tierno y cercano, y consiguiendo un vínculo estupendo con sus compañeras en escena que se me antoja muy creíble.
María Zarate, Merche Magro y Raka López dan vida a las tres prostitutas con gran equilibrio. Los tres personajes son muy distintos y los tres se complementan, desde la enigmática e introspectiva Zarate, hasta la pragmática Raka López, pasando por el torbellino de carácter que es Merche Magro, la paleta de caracteres es muy amplia, así como la diversidad de recursos de cada actriz, que brillan mucho en sus respectivos momentos de lucimiento. Cada una de nuestras actrices sabe perfectamente lo que hace y estar en el sitio que el texto les otorga. Zarate pura elegancia casi sobrenatural, López templada y comedida y Magro mas extremada que sus compañeras y con el punto justo de frescachonería que el personaje requiere. Para finalizar, Marga Escudero como la anciana dueña del burdel me resultó tremendamente entrañable, y emotiva, resultando su trabajo de gran enjundia, con una composición corporal muy interesante, y un delicado sentido de la ternura que en ningún momento cae en lo melifluo, algo que es muy de agradecer.



Sara Pérez dirige la producción, y lo hace con varias premisas interesantes, la primera es la propuesta estética, suave,  tranquila y muy poética, como el propio texto es. El principio de la función resulta sorprendente con los actores realizando acciones definitorias de cada personaje, siendo un cuadro de gran belleza y que ayuda a que nos vayamos metiendo en la historia, algo en lo que supongo que Marchu Lorente siendo la  encargada del movimiento escénico tenga mucho que ver en la efectividad de ese momento, que sin duda ya nos plantea por donde va el aire de la función. Sara Pérez busca unas interpretaciones profundamente naturalistas y alejadas de cualquier estridencia, siendo el resultado muy acertado, ya que la función precisa ese tono, sosegado y suavemente cómico que va en progresión a medida que va transcurriendo la historia. Cada carácter está perfectamente definido, los objetivos de cada personaje, y sobre todo las acciones acompañan a la palabra sin el mas mínimo problema están llevadas a cabo de forma clara y precisa, siendo el resultado ágil y entretenido, y transcurriendo el espectáculo de forma muy fluida con atinados tiempos y profundamente enternecedor.



Venecia es un chute de buen rollo, que me hizo sentirme mejor persona cuando salí de la función, y que me vino estupendamente bien en un duro día de trabajo que empezó fatal, pero que el espectáculo arregló para dejarme con la sonrisa puesta en la cara hasta que me acosté. Funciones como Venecia son muy necesarias en estos oscuros tiempos que nos han tocado en suerte, y sin duda su visión naif de la realidad me parece una genialidad que debemos aplicar con mas asiduidad en nuestro día a día. Estoy seguro que seríamos mas felices, ya que Venecia hace que nos sintamos así, y ahí amiguitos es donde estriba el mayor acierto y el encanto de la producción, vivir es maravilloso y Venecia así lo atestigua.

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viernes, 17 de marzo de 2017

Eva Ha Muerto, No Es Bueno Que El Hombre Esté Solo

Eva ha muerto, que se está llevando a cabo en Nave 73, es una vieja conocida de los aficionados al teatro en Madrid. Anda por nuestras carteleras temporada si y temporada también desde hace tiempo y es de esos títulos que siempre me llaman la atención, pero que no había logrado ver. Me podía la curiosidad, sabía que la obra planteaba conflictos fuertes, y una impactante puesta en escena, pero poco mas conocía de la producción, así que esta vez me dije a mi mismo que no se me iba a escapar, y el pasado miércoles me surgió la oportunidad de asistir a una de las representaciones que se están llevando a cabo y ni me lo planteé. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el adagio popular, y sin duda Eva ha muerto es una dicha muy buena, epata y emociona a partes iguales, y sobre todo es una experiencia sensorial que no deberíamos perdernos. El teatro cuando se hace bien es una de las experiencias mas intensas que existen, y sin duda la noche del pasado miércoles cumplió con creces las expectativas que tenía puestas en la función.





Eva ha muerto con texto de César Augusto Cair, es un lírico monólogo, en el que Adán sobre la tumba de Eva nos cuenta la historia de amor vivida con su compañera, y la muerte de ésta. Para ello Cair se sirve de un lenguaje ciertamente elevado y profundamente poético, siendo el resultado bellísimo y duro a la vez, ya que el tremendo dolor que sufre Adán por la pérdida de su amada nos conmueve profundamente. Nuestro autor se sirve del amor, como sentimiento universal, para mostrarnos que realmente es lo que nos hace humanos, y el motor del hombre en su existencia. El Adán que Cair nos describe, va evolucionando desde el simiesco homínido que se nos plantea en un principio, hasta el ser completamente racional con el que se cierra el arco del personaje. Durante esta evolución nuestro protagonista cuestiona a Dios (un Dios planteado por Cair como implacable y castigador), se cuestiona a si mismo, clama contra la injusticia, y en definitiva nos plantea al respetable muchas dudas sobre nuestra existencia, que están plasmadas de forma magnífica en el texto, y en el que subyace la idea de que las vivencias que dan forma a nuestra vida, las buenas y las malas, nos hacen mas humanos, reflexivos y sobre todo mas profundos a la hora de interrogarnos a nosotros mismos sobre nuestra existencia. Eva ha muerto es un texto profundamente humanista, de tratamiento universal y con ecos de tragedia griega en su forma y contenido, que sin ninguna duda resulta muy revelador en muchos aspectos y de gran calado.





Nuestro Adán particular está llevado a cabo por Iván Hermés, desnudo de cuerpo y alma, en una valiente interpretación de grandes dificultades a todos los niveles, y que funciona sin problema en todos los códigos que plantea. Hermés basa su trabajo en una acertadísima composición corporal, con un personaje luchando continuamente con su tendencia a no andar erguido, pero que a medida que va evolucionando consigue dominar la querencia a lo simiesco. Esta definición corporal del personaje es crucial para la comprensión del mismo y del mensaje de la propia obra, Hermés consigue que lo entendamos perfectamente, algo que es mérito también de Andoni Larrabeiti, encargado del movimiento escénico, que sirve un trabajo milimétrico y un estudio muy profundo de los resortes expresivos del cuerpo humano.
Iván Hermés con una implicación emocional tremenda, y una esforzadísima entrega física, consigue que nos creamos a su Adán, que pasa por múltiples y difíciles estados de ánimo sin el mas mínimo problema, y con un recorrido emocional impoluto y muy de verdad, haciendo una magnífico uso de todos los recursos que posee, desde un interesante uso de la voz hasta una mirada que taladra al mas pintado y que nos deja clavados en el asiento, la sinfonía actoral con la que Hermés nos obsequia es interminable. El estudio del texto es mayúsculo, con un trabajo en el que prima la claridad de exposición y el sentido de todo lo que dice, no perdiéndose absolutamente nada de aquello que se nos plantea en Eva ha muerto. A esto hay que añadir una gran organicidad en todo lo que se dice, yendo en total consonancia la palabra con el cuerpo y con las acciones que se desarrollan en escena.
Iván Hermés se abre en canal para llevar a cabo un trabajo que no deja indiferente a nadie, apasionado y de gran profundidad, en el que se engloba todo aquello que hace que el teatro sea el arte mas vivo que existe. Hermés es pura Vida, entregado, fiero e impactante, y sin duda su labor es de primera se mire por donde se mire.





Vayamos ahora con la propuesta escénica:
César Augusto Cair además de firmar el texto firma la producción, y lo hace con gran acierto. El espectáculo tiene varias premisas interesantes. Me sorprendió el olor a manzanas según se entra en el teatro, algo que ya nos deja claro por donde van los tiros. Eva ha muerto es una experiencia sensorial,  muy bien planteada, elegantemente resuelta y de gran impacto desde todo ángulo. Cair hace auténticas maravillas en un escenario practicamente vacío, donde un montón de tierra es el único elemento escénico, logrando una función de gran fuerza visual y momentos de gran belleza. Las luces de Ángel Salamanca dotan de gran empaque al espectáculo y nutren de un atmosférico sentido de la teatralidad a la función, siendo el resultado a nivel visual muy estimulante e interesante.
César Augusto Cair dirige a su actor en un código extremado algo completamente lógico ya que nuestro Adán no puede plantearse desde otro ángulo, dada la gravedad de los conflictos que plantea, pero a su vez consigue que el personaje fluctúe por aguas mas calmadas cuando de los momentos mas líricos del texto se trata, logrando que el ritmo vaya por los derroteros exactos en cada momento, y consiguiendo dar el respiro justo al espectador para después continuar con la tragedia. Encontré la función con el pulso muy medido, y se nota que Cair ha escrito el texto, ya que todo se entiende a la perfección sin el mas mínimo problema, y todo se encuentra prefectamente justificado con precisión casi quirúrgica. Nos encontramos ante un espectáculo en el que se vislumbra un trabajo previo abrumador, y que me hubiese encantado ver en su proceso creativo. Eva ha muerto es una muestra clarísima de teatro sólido, bien hecho y mimado hasta la extenuación.




En resumen, una propuesta arriesgada y valiente, que va mas allá de lo meramente teatral, para adentrarnos en los vericuetos de la esencia del ser humano, todo ello desde un prisma cuidado y de tremenda efectividad teatral, consiguiendo sorprendernos, estremecernos y también emocionarnos de forma dura y directa, y sobre todo tremendamente honesta. Animaros a ver Eva ha muerto, os aseguro que no os dejará indiferentes!




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sábado, 4 de marzo de 2017

Un Chico De Revista, Por La Puerta Grande

La revista ha retornado a Madrid y a uno de sus recintos mas emblemáticos, La Latina. Soy un apasionado del teatro frívolo, que tanto éxitos cosechó en nuestros escenarios,  y fue uno de los supragéneros teatrales con mas arraigo popular en nuestro país, desgraciadamente cayó en desgracia a raíz de su excesiva vulgarización y la decadencia en cuanto a calidad en las producciones que se fueron llevado a cabo a medida que iba pasando el tiempo. Hoy en día, la revista musical española, se encuentra en un punto difícil, ya que pocas se ponen en pie, y gracias a algún que otro romántico empresario que mantiene con gran voluntad nuestra comedia musical por antonomasia, todavía se puede ver en algunos teatros.



Somos muchos los que reivindicamos la revista, y los que seguimos escuchando revista, otra cosa es que se nos haga caso, y se le vuelva a dar el lustre que se merece, algo que parece que ultimamente empieza a tomar forma. Amén de Luis Pardos que sigue al pie del cañón, el Teatro de La Zarzuela tiene interés en retomar nuestra comedia musical, algo que empezó a cristalizar con Luna de miel en el Cairo hace un par de temporadas, y mas recientemente con el excelente espectáculo La Celia, con Ivanna Rossi y dirección de Emilio Sagi, y ahora con Un chico de revista, producción que se acaba de estrenar, y que sin duda tiene muchísimo interés a todos los niveles, y que me ha emocionado en su visionado por varios motivos que iré desgranando.
Antes de hablar de Un chico de revista, voy a plantear el porqué de mi amor hacia este género (que me perdonen los entendidos si no es correcto el término) y los motivos por los que pienso que no debe caer en el olvido, algo que si no se enmienda de forma urgente, acabará ocurriendo de forma irremisible.



Nuestra revista, la revista musical española, es un fenómeno a mi ver ciertamente único por su estructura teatral, ya que combina varios subgéneros, que llevados por separado funcionan (vodevil cómico, variedades y también burlesque) y que cuando se juntan resultan gloriosamente deliciosos, chispeantes y sobre todo divertidos, que es lo que tiene que ser la revista. Burbujeante evasión, glamour, risas, chicas y chicos guapos, carcajadas,  magia teatral, y espectáculo mucho espectáculo. La revista es un género difícil, extremadamente difícil si se quiere hacer bien, tanto de dirigir como de interpretar, ya que requiere una entrega enorme a todos los niveles, para que funcione en toda su extensión, y un durísimo trabajo para sus integrantes, donde se debe cantar, bailar, interpretar, amén de la enorme cantidad de cambios escénicos, de vestuario y coreográficos que conlleva. La revista montada a lo grande es un gran espectáculo de primer nivel que arrastra al espectador en su inmensa liviandad, ya que de un divertimento se trata, pero ojo, complicadísimo a todos los niveles.
Si no se mantiene en vigor se perdería la "forma de hacer" tan particular que tiene per se, y que me parecería imperdonable, ya que es muy nuestra, y tan poco valorada que la única forma de conseguir que perdure es volver a ponerla en su sitio al nivel que se merece, que es muy alto no nos engañemos, pero que estoy completamente convencido que bien llevada a cabo, sigue manteniendo interés y posee los suficientes mimbres como para que siga sobre nuestros escenarios con sus señas de identidad tan queridas para los que tenemos el veneno del teatro en las venas.



Un chico de revista se ha puesto en pie gracias al empeño de un enamorado del género, Juan Andrés Araque Pérez, que ha puesto mucho de su parte (a todos los niveles) para que este espectáculo se haya llevado a cabo.
Araque es el encargado del libreto de la función, todo un prodigio en líneas generales, en el que se junta una deliciosa comedia, liviana, fresca, nada vulgar, y muy bien tramada, en la que todos los arquetipos del género se encuentran felizmente integrados de forma muy fluida y equilibrada pasándose la función en un suspiro. Todo aquello que engrandece a la revista se encuentra plasmado, arrolladora comicidad, mutis de órdago, sensualidad no explícita pero si notable, alejada de prejuicios y actualidad aunque se desarrolle en los años 60 del siglo pasado,
La historia es sencilla, la subida al estrellato de un chico "de provincias" que viene a Madrid para triunfar en lo que le gusta, que es la revista. No falta en el libreto la malvada vedette venida a menos, los cómicos de fuste de frases lapidarias y gloriosa frescachonería, primera y segunda vedette de gran belleza y estupendas facultades, galanes maduros, vicetiples y boys con sus momentos de lucimiento tal y como mandan los cánones revisteriles.
La obra tiene como acompañamiento musical muchos de los números mas emblemáticos del género, desde el Viva Madrid de El águila de fuego que hizo inolvidable la gran Celia Gámez hasta el mítico Gracias por venir,  mascarón de proa de Lina Morgan, una retahíla de afortunadísimos e inolvidables números se pasean por el escenario con perfecta coherencia dentro de la historia y que infunden al espectáculo un sabor clásico absolutamente delicioso y entrañable en grado sumo.



Vayamos con el elenco:
Gran nivel en los cómicos, empezando por Amelia Font, absolutamente soberbia en un papel que tiene ciertos ecos de Rafaela Aparicio, dando vida a la abuela de nuestro protagonista con empaque, gracejo, y la solidez actoral que solo los bien curtidos sobre las tablas poseen con la calidad que Font aporta. María Vidal da vida a la madre del artista de forma correcta, en un código menos extremado que el resto del elenco pero cumplidora, y sirvió un nena con aires flamencos ciertamente conmovedor. Muy destacable el personaje llevado a cabo por parte de Andreu Castro, cuya homosexualidad está plasmada con gran cariño, y que se encuentra deliciosamente cómico y sensible, con una acertadísima interpretación de Es mi hombre, absolutamente impagable. Pepa Rus soberbia a todos los niveles, resultando una de las estrellas de la función. Rus es un torbellino, rotunda, lapidaria y tremendamente divertida, con los mejores mutis que he visto sobre un escenario en años, y una composición actoral electrizante que se lleva el público de calle en cuanto pisa el escenario, además se atreve a cantar, no diré que, para no destripar la sorpresa, uno de los números estrella de la función.
Ángel Pardo aporta mucho oficio y prestancia a su papel, llevando a cabo un trabajo cargado de sensibilidad y presencia, siendo idóneo para un personaje que aprovecha al máximo y que en otro actor pasaría mas desapercibido pero que Pardo dota de la suficiente entidad como para que resulte un engranaje perfecto en la trama.

Como segunda y tercera vedette nos encontramos a Graciela Monterde y Marchu Lorente. Monterde sirvió un bonito número musical, cargado de sensualidad, y con bonita voz y gran presencia escénica. Actoralmente se encuentra correcta en el típico papel de dama joven que lleva a cabo sin complicaciones, y grandes dotes de naturalidad. Lorente correctísima en su número musical, encontrándose en la justa sazón de picardía que la revista requiere, y de atinada ejecución en líneas generales.

Edu Morlans, da vida al primo de nuestro protagonista, y acierta a todos los niveles. Lleva a cabo un fresco trabajo, muy medido en líneas generales y con grandes dotes en todas las disciplinas que le han tocado en suerte. Baila estupendamente, canta sus partes mas aflamencadas con sumo gusto, y bonita voz, y a nivel actoral no hay ni un reproche, se le ve muy seguro y disfrutón algo que se transmite en su trabajo a la perfección.

Cayetano Fernández, da vida a nuestro chico de revista y resulta un acierto de casting realmente grande. Fernández me gusta mucho, esta es la tercera producción en la que le veo, y me parece uno de los artistas mas completos del panorama teatral actual. Su interpretación estuvo cargada de gracejo en la parte actoral, resultando ligero en su composición, mesurado y templado. Pero amiguitos, cuando se pone revistero la cosa llega a la estratosfera, con un bello timbre de barítono que carga de sensualidad sus dos numerazos mas importantes, Pobrecita yo (en este caso pobrecito), y La pícara ingenua. Fernández brilla en un trabajo cargado de atractivo, insinuación e intención, sin pasarse, perfectamente medido y que poseen unas miras artísticas muy elevadas. Baila con mucho estilo en unas coreografías elaboradas que ejecuta con precisión y gran plasticidad de movimientos. Espero que Cayetano Fernández siga muchos años en nuestros escenarios, se lo merece por derecho propio, y sus elevadísimas aptitudes le hacen idóneo para el género musical, que con buena lógica es en el que mas se prodiga.

Rosa Valenty como una vedette en sus horas mas bajas, que vive engañada pensándose que sigue en el candelero, y que como no podía ser de otra manera ejerce de villana del espectáculo, aunque tiene su corazoncito para ser justos. Valenty sirvió una sensible función, entregadísima y muy emocionada desde que inició el espectáculo. Da todo de si misma, y en sus números musicales resulta en el código perfecto de la revista. El gesto grande de los brazos, la bajada de escalera, la elegancia y complicidad con el público, fueron la tónica de un trabajo que no es fácil ver en nuestros escenarios y que demuestra que Valenty conoce la revista y sus códigos al dedillo. Ver a nuestra estrella en escena, haciendo revista y a este nivel, me resultó tremendamente emotivo y entrañable, la noche de ayer la guardo en mi corazoncito para siempre, resultando el momento en el que la Valenty señaló el palco de Lina Morgan  dedicándole unas palabras, el mas tierno de la función, en una jornada cargada de emoción y amor al género.



Conjunto perfecto, formado por cinco vicetiples y cinco boys que trabajan de lo lindo en una dura función que practicamente no les da respiro, y en la que brilla mucho el trabajo coreográfico de Luis Santamaría cuya labor es espectacular, llevando a cabo unos números de difícil ejecución y cuidados en extremo. No solo en el conjunto sino en los números de solista que están impecablemente servidos.

Cesar Belda dirige la función en lo musical de forma perfecta, con unos cuidados arreglos, modernos pero que respetan al máximo las partituras originales, y que casan a la perfección con el tono general del espectáculo, demostrando Belda una vez mas que sabe perfectamente lo que hace.



Vayamos con la propuesta escénica.
Juan Luís Iborra firma el espectáculo, y lo hace con gran sabiduría escénica. Todos los códigos del género (a excepción de la pasarela) se encuentran en la función, los telones en las mutaciones, los mutis briosos, la ligereza en el desarrollo de la función, y la dinámica dirección de los actores. Iborra está acertadísimo en su trabajo, llevando a cabo un espectáculo que es pura revista a todos los niveles. De ritmo trepidante, divertidísima y ligera como el género requiere. Escenicamente nos encontramos con un espectáculo de gran elegancia visual, cuidadísimo y que aprovecha al máximo las lógicas limitaciones del escenario de La Latina y en el que se aprovechan también al máximo los elementos que la producción tiene. Las luces de Juanjo Llorens se mueven en los parámetros de excelencia en nuestro iluminador, que sabe perfectamente lo que tiene entre manos planteando unas atmósferas muy conseguidas, y algunos momentos de inspiración Fosse realmente destacables. Todo el espectáculo se mueve a un nivel alto, y sin ninguna duda dignifica el género y lo lleva a nuestros días de forma mas que acertada y estimable, dándome la sensación de que este es el camino que la revista debe seguir para volver y quedarse. El respeto hacia el género es total, y el amor hacia la revista que en esta producción se vislumbra es mayúsculo. Siendo el resultado de la misma redondo, apreciable y realmente emocionante. Sin duda la revista ha vuelto a Madrid por la puerta grande !Viva la revista!




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