La Del Soto Del Parral era una de las producciones que mas me apetecía de la presente temporada del Teatro De La Zarzuela, que amén de escasa, no es muy afortunada que digamos, ya que entre la poca zarzuela que se va a ver, y el escasísimo número de funciones por título, me aventuro a decir que o cambia la cosa en temporadas venideras, o la manifiesta crisis que el género está sufriendo se convertirá en agonía lenta y progresiva con fatal desenlace.
Este Soto es uno de los mas claros exponentes de lo que el público quiere, y de lo que se debe programar para llenar teatros y crear afición. No digo que solo se programen grandes títulos del gran repertorio, ojo, tiene que haber cabida para todo, pero si digo que se debe mantener, ya que es el mejor instrumento para acercar el género a los neófitos, y para que el aficionado acuda y deje sus dineros en taquilla, que nunca viene mal, por mucho que de teatro público estemos hablando.
El éxito que está teniendo (está practicamente todo vendido) esta producción es sintomático y muy notorio, en base a que lo que el Soto es y representa, practicamente ha desaparecido del Teatro De La Zarzuela, y eso señores no se puede consentir, la esencia de la zarzuela como género se encuentra en el repertorio mas habitual, es un género popular, y si se cercena esa condición prescindiendo de forma drástica de las obras mas conocidas, pues nos acabamos cargando el género. Creo que desde la temporada en la que se programaron Manojo y Verbena, no se había visto ninguno de los grandes títulos que son conocidos por lo que son, algo que el Señor Pinamonti ha llevado a gala durante su era, con nefastos resultados, y unos mínimos en cuanto a taquillaje realmente deprimentes tanto para el aficionado como para el profesional de nuestra lírica patria.
Ayer me acerqué al coliseo de la Calle Jovellanos, ávido de Zarzuela, así con mayúsculas, y no me equivoqué. Con un teatro hasta la bandera, varios niños presenciando la función, mas gente joven de lo habitual y un entregadísimo público que se moría por disfrutar con la zarzuela, tan poco querida ultimamente por las altas esferas.
La Del Soto Del Parral, denominada como Zarzuela en Dos Actos y Tres Cuadros de Luis Fernández De Sevilla y Anselmo C. Carreño y música de Reveriano Soutullo y Juan Vert, es con gran justicia uno de los títulos mas afamados y mas queridos de todos los que se han compuesto en nuestro país.
Estamos ante una obra redonda desde todo prisma, claro exponente de la zarzuela regionalista que tanta aceptación tuvo en los años 20 del siglo pasado, y una de las mejores composiciones de las que se hicieron durante el canto del cisne que supuso el segundo auge de la Zarzuela Grande.
Musicalmente es una de las cimas de nuestro repertorio, de fuertes inspiraciones veristas, especialmente en el Dúo Soprano- Tenor y en el Concertante, uno de los mas difíciles, efectistas y completos, de todos los que se han compuesto nunca para una zarzuela. Con una complicada partitura, que precisa de unos solistas y conjunto mas que solventes, una gloriosa orquestación de gran intensidad dramática y una partitura que en líneas generales recrea las atmósferas de lo ocurrido en escena con sorprendente solvencia. Nos encontramos sin duda ante un material de base de primerísimo nivel que merece ser representado en todo su esplendor y con los mejores medios posibles, para que se pueda disfrutar en toda su extensión.
El libro también es muy inspirado, con un interesante drama rural tan en boga en aquellos tiempos, y que combina muy sagazmente lo netamente cómico con el drama mas descarnado, siendo el resultado final muy redondo, y que por mucho que algunos digan lo contrario, sigue aguantando el tipo ante el paso del tiempo, mucho mejor que otras obras que también se encuentran dentro del repertorio habitual.
Como nota aclaratoria, me gustaría decir que el Soto, no tiene absolutamente nada que ver con La Malquerida de Benavente a no ser el nombre de la hacienda en la que se desarrolla el drama, es un error de bulto habitual que se debe aclarar ya que ni el asunto ni el tono, tienen nada que ver en ninguno de los dos títulos.
Vayamos con el elenco, en líneas generales mas que correcto, y muy disfrutable.
Juanma Cifuentes, actor-cantante, como el Tío Prudencio.
MA-RA-VI-LLO-SO, Cifuentes conoce el género hasta el tuétano y se nota, sabiendo perfectamente lo que el Tío Prudencio pide y como lo pide. Cifuentes consigue una mayúscula creación alejada de los clichés habituales y permite que nos caiga simpático el culpable del embrollo que casi deriva en tragedia. Impecable de tono, con su impagable presencia física, y su absoluto control del material que tiene entre manos, Juanma Cifuentes sirvió algunos de los mejores momentos a nivel actoral de la velada, con unos mutis de órdago y unas inflexiones con la voz interesantísimas. La organicidad de todo lo que dice y de todo lo que hace son su mayor baza.
Luis Álvarez, barítono, como el Tío Sabino.
Correctísimo, en una sentada y sobria interpretación que le va de perlas al sensato Tío Sabino. Álvarez viejo conocido para los aficionados aporta mucho oficio y también conocimiento del género en un personaje muy difícil y que no siempre luce como es debido. Sus escenas con Juanma Cifuentes están muy bien llevadas y es el contrapunto perfecto a la comicidad del imprudente Prudencio.
Vocalmente cumple mas que de sobra en el número de la consulta, resuelto sin el mas mínimo problema vocal, cantado con gran intención y con la justa comicidad, sin caer en lo chabacano, algo que por desgracia a veces ocurre con este pasaje.
Didier Otaola, tenor cómico y Aurora Frías, soprano, como Damián y Catalina.
Geniales, ambos, en un código naturalista que limpia de forma muy acertada la caspa con la que a veces los cómicos son tratados en nuestra zarzuela. Tienen momentos de gran lucimiento tanto actoral como musical. El dúo cómico está maravillosamente resuelto escenicamente y ambos intérpretes lo aprovechan al máximo, así como la escena con la que comienza el segundo acto, que es una de las mas bonitas de la función y que está ejecutada de forma ejemplar, con gran pulso tanto en el ritmo como en la intención. Frías como es habitual en ella brilla mucho en los momentos que tiene que bailar, es sabido que fue cocinera antes que fraile y se agradece infinito y está encantadora en lo actoral. Otaola luce pachorra y disfrute escénico desde que sale a escena siendo su interpretación muy agradecida y la mar de convincente.
Alejandro Roy, tenor, como Miguel.
Uno de los triunfadores de la noche, y mas que merecido sin duda. Roy sirvió una soberbia función de altos vuelos musicales, donde primó la belleza de la voz, la bravura en los momentos mas dramáticos, y la delicadeza en los mas líricos. Amplio de volumen, de brillante agudo, y perfecta dicción, Roy ofreció un trabajo de gran calidad, de exquisita belleza y férrea robustez vocal. La romanza que se añade en el Teatro de La Zarzuela, para darle mas entidad al tenor de la función, y que consiste en el famoso Bella Enamorada de El Último Romántico con la letra cambiada, fue uno de los mejores momentos de la noche y sin duda el mas ovacionado. Tenores como Roy engrandecen nuestro género, y ofrecen exactamente lo que la zarzuela pide. Actoralmente está correctísimo cumpliendo sin problema, pero aunque no fuera así, me daría igual, su interpretación musical justifica totalmente su inclusión en este Soto.
Javier Franco, barítono, como Germán.
Irregular, y de menos a mas. Ya en El Caserío que vi el año pasado en los Teatros Del Canal advertí de lo poco adecuado que era el papel para su voz, y aquí ocurre exactamente lo mismo, y con los mismos problemas. Sirvió una destemplada romanza inicial, que no estuvo a la altura de lo que una de las mas insignes páginas de nuestra zarzuela pide. Cierto que atacar en frío "Ya Mis Horas Felices" es un toro bravo, pero mas allá de estas disquisiciones, el problema estriba en que un barítono netamente lírico, cuando abarca un repertorio tan pesado como este se encuentra con serios problemas difíciles de solventar. Franco oscurece la voz de forma artificial y no acaba de encontrar la colocación idónea, siendo el resultado final poco satisfactorio, el vibrato empieza a asomar preocupantemente, el agudo se encuentra estrangulado y la zona grave se ve continuamente eclipsada por la tremenda orquestación de la obra. Si bien es cierto que a medida que fue avanzando la función se fue entonando, y que su dúo con la soprano fue notable, no acabó de rematar la función por lo que arriba describo. Elegir el repertorio de forma adecuada es primordial para un cantante, equivocaciones de este tipo a larga se pagan estoy completamente convencido. Actoralmente está estupendo, Franco es un gran artista, que no se si está mal aconsejado o está buscando su repertorio definitivo, algo que siempre es un momento delicado en la carrera de un cantante.
Saioa Hernández, soprano, como Aurora.
Hernández está magnífica, en uno de los mas difíciles papeles para soprano de nuestro repertorio y que le va como anillo al dedo. Hernández sirvió un sensible interpretación musical de imponente volumen, impactantes agudos, especialmente el que finalizó el concertante, y una inteligente lectura musical de impoluta técnica que no falla en ningún momento. La voz es grande, nada pesada y tiene "squillo" algo que vale su peso en oro. Destaco especialmente sus apartes en el dúo con el barítono en el que unas notas flotantes de gran impacto me atravesaron de punta a punta, notas cantadas con extrema sensibilidad y que definen muy bien el estudiado trabajo vocal que lleva a cabo. Otro momento de gran brillo, esta vez de bravura fue el dúo con el tenor donde se nos llevo al séptimo cielo en lo dramático, dado el nivel que Roy y Hernández nos dieron. Un diez por tanto para esta soprano que ya está dando mucho que hablar, y con gran justicia. Actoralmente está estupenda, dando a la perfección el adusto pero sensible carácter de esta doliente Aurora, cabal y real como la vida misma.
El Coro del Teatro De La Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró, magnífico como viene siendo habitual. Sirvieron una función muy cuidada en lo musical, y de gran empaste en todos los números, el comprometido concertante estuvo ajustadísimo en su caballo de batalla, que son los tiempos, y el ampuloso crescendo en el sonido dio el justo toque de grandiosidad que dicho momento requiere. Estupendo trabajo para variar el de el coro titular, y en total consonancia con la línea de trabajo en esta masa coral.
Ballet con coreografía de Amelia Ochandiano y Luis Romero muy atinado, y dotando de gran brillo a los números de conjunto, especialmente el cuadro de la boda, tan bellamente resuelto.
Martín Baeza-Rubio, dirige la OCM, con gran eficacia, dotando de mucho dramatismo al espectáculo, y de una belleza muy lírica a los dos intermedios que acontecen durante la función. Baeza-Rubio cuida mucho a los cantantes, no se pasa con los volúmenes, y sabe perfectamente con los cantantes que cuenta aunando sin ningún problema foso y escena en una inspiradísima lectura, quizás con tiempos un tanto apresurados en algún momento pero que no molesta en exceso, dado el trabajo global tan redondo que ofrece.
Vayamos ahora con la dirección escénica.
Amelia Ochandiano acierta con su visión del Soto, que no es del todo ortodoxa pero si respetuosa y atinada. Huyendo del folclore barato, Ochandiano lleva este Soto hacia el bucolismo, con una estética casi de cuento, preciosista y colorista que funciona en la mayoría de sus propuestas. Solo dos momentos no acaban de cuajar, la un tanto extremada ejecución de la Ronda De Enamorados ,con hoces sinuosamente castradoras incluidas, que lastra un poco la sensualidad del número, y el otro momento que no se entiende bien es la apertura de telón del segundo cuadro del segundo acto, donde las piernas de los bailarines recrea a unos otoñales árboles, la idea es magnífica, pero la primera imagen que se lleva el público no es la que pretende. El resto de la producción se ve con mucho agrado, haciéndose el espectáculo cortísimo, ya que el código de los actores, el ritmo conseguido y el tono de la función es perfecto, alejado de tipismos, y convencionalismos zarzueleros que no hacen mas que alejar al público del género.
Especialmente atinado toda la escena de la boda resuelta con gran belleza escénica y un empaque muy de agradecer.
Ochandiano sirve un espectáculo fiel al Soto, respetuoso y de brillante resolución escénica, estamos ante una visión sublimada y alejada del habitual tono duro que se le da al Soto, para conseguir un espectáculo amable, de gran dramatismo cuando la obra lo requiere y muy equilibrado en la parte actoral, algo que siempre es de agradecer, y que no defrauda al espectador habitual del género, que identifica perfectamente lo que ve.
En resumen una mas que recomendable propuesta de altos vuelos tanto en lo musical como en lo escénico, que es una muestra de como se pueden hacer las cosas de forma correcta, sin caer en lo manido, pero con respeto. Estamos ante zarzuela realizada con criterio, cariño, y sobre todo ejecutada con unos niveles de calidad mas que aceptables. que nos deja un sabroso regusto en el que se nos dice que no todo está perdido en nuestro género lírico.Ojalá veamos muchas mas producciones como este Soto, será bueno para la zarzuela, y será magnífico para el espectador y lo que es mas importante, es un montaje que puede crear afición en las futuras generaciones, que a fin de cuentas es lo que en este momento mas urge para que la zarzuela se mantenga en el lugar que merece estar por derecho propio. Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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