domingo, 3 de octubre de 2021

Cada Átomo De Mi Cuerpo Es Un Vibrocospio, El Milagro De Helen Keller.


Si hay una historia de superación personal, esa sin duda, es la de Helen Keller. La historia de la niña, que a los siete años, comenzó un duro aprendizaje con su maestra Anne Sullivan, y que consiguió ser la primera persona sordociega en conseguir una licenciatura, teniendo grandes logros en su vida, como escritora, conferenciante, activista y lingüista, considerándose todo un hito en su momento, y que todavía en la actualidad nos sigue impresionando, como ejemplo de tenacidad, fortaleza, y superación.

La historia de Keller, ya a mediados del siglo pasado, fue plasmada en la estupenda pieza de teatro de William Gibson, y en la posterior y legendaria película "El milagro de Ana Sullivan" dirigida por Arthur Penn, convirtiéndose su figura en una heroína popular, que sin duda abrió muchísimas puertas a las personas con discapacidad, así como en su lucha como activista de las causas sociales y feministas. Si bien es cierto que la obra de teatro y la película aumentaron su notoriedad, ya a mediados de los años 50 su figura era muy reconocida a nivel mundial, y que aquellos que no fuimos coetáneos suyos, sin duda la conocimos a través del cine. Mi interés por Helen Keller se remite a mi infancia, que fue el momento en el que vi el film, impresionándome profundamente, quedando en mi retina algunas de las imágenes de la película, que nunca olvidaré, y que hizo que ya de mayor me interesase por su figura, siendo consciente del calado de la misma, así como todo lo que había detrás de su historia.



 

Helen Keller ha vuelto a estar de actualidad, gracias a una obra de teatro que se estrenó hace dos semanas en La Abadía, y que se ha convertido en un "must" instantáneo de nuestra cartelera, algo muy significativo, y que al menos una cosa deja bien clara, su historia y su figura siguen suscitando interés. 

La novedad de "Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio", que es como se llama la pieza, radica en que si bien hasta ahora la historia se había contado, autobiografía aparte, centrándose más en la figura de su maestra que en la de ella misma, por motivos obvios, ya que como observadora del proceso de aprendizaje de la niña, facilitaba el proceso narrativo, en este caso se centra más en Keller y en su experiencia vital.



 

"Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio", con idea original de Eva Rufo, y dramaturgia de Rakel Camacho y David Testal, se presenta como una experiencia inmersiva, recuerda vagamente a las funciones del desparecido Tomaz Pandur, y en la función se nos plantean retazos de la vida de Keller, aderezados con ciertos pensamientos filosóficos que nos acercan la experiencia vital de nuestra heroína, para que podamos entender lo que supuso para ella, con la gran ayuda de Anne Sullivan, conseguir todos sus logros, con las enormes limitaciones que se le suponen a una persona sordociega. La primera parte de la función, podemos entenderla en términos más convencionales, y es en la que se nos expone el proceso de aprendizaje de Keller, desde su primer contacto con Sullivan en el que esa niña semi-salvaje va entendiendo el lenguaje que le plantea su mentora, siendo esta parte del espectáculo quizás la que menos me interesó, ya que ahí no se nos cuenta nada que no se nos haya contado antes de similar forma. Es en el momento en el que Keller comienza a hablarnos después de entender, de forma muy poética, es cierto, el significado de la palabra "agua", cuando la obra empieza a despegar en su mensaje, y en lo que nos quiere contar. A partir de ahí la cosa va tomado forma, más allá de la artillería pesada actoral, para hacernos entender la visión vitalista y esforzada del personaje que se nos quiere transmitir. Quizás, y esto solo es una apreciación mía, a la función le falta cierta profundidad, ya que cierta filosofía de "andar por casa", trufa un texto que no acaba de estar rematado de forma idónea y que parece divagar en exceso sin ser capaz de ponernos en el sitio justo al que nos quiere llevar. Huyo de las funciones en las que se nos da todo masticado, pero si que cierta enjundia más allá de tanta reflexión en algunos casos, un tanto vacua y errante a ratos, me hubiera convencido más, para que el resultado fuera menos leve de lo que es. Esto que planteo no obstaculiza el interés de la pieza, indudable a todas luces, así como lo arriesgado en su exposición, que quizás se centra más en lo estético que en lo literario, propuesta por otro lado perfectamente válida.


 

La función se sustenta en dos actrices, en completo estado de gracia, Eva Rufo como Helen Keller y Esther Ortega como Anne Sullivan, que resultan más que convincentes en su respectivas creaciones, Ortega didáctica y dulce con su alumna, y Rufo vitalista y esforzada. Ambas interpretaciones se acoplan perfectamente la una a la otra, viéndose todo esto reforzado en un mayúsculo planteamiento corporal, que sin duda dota de gran empaque y plasticidad a sus respectivos trabajos. Al principio de la función, impresiona la compenetración entre las dos actrices, no se nos debe pasar por alto que Rufo durante el primer cuarto de la obra, está realmente ciega y sorda gracias a unos parches oculares y unos cascos, siendo sus ojos y su escucha Esther Ortega. Todo funciona al milímetro en el aspecto corporal durante ese tramo de la función, Rufo arisca y agresiva, Ortega templada y amorosa, siendo una suerte de dos personajes en uno, unidos por una plasticidad y expresividad en los movimientos pasmosa. Una vez superada esta fase comienza el duelo dialéctico, igual de afortunado, bien planteado, y sobre todo clarificado, en un texto que puedes resultar árido por momentos, y que nuestras actrices hacen suyo con naturalidad, y lo que es más importante concisión y cierta emotividad muy difícil de plantear dadas as características en algunos momentos del texto, en los que definiciones científicas y filosóficas aparecen por doquier.


 

La compenetración a todos los niveles de nuestras actrices, así como su química en escena son realmente notorias, y un vínculo muy especial se crea entre ambas en el escenario, que posiblemente se acerque mucho al que realmente existió entre los personajes reales que se nos están exponiendo. Todo esto que planteo hace que sintamos que la entrega, es total, y sobre todo el amor que se siente hacia lo que están haciendo sea el motor que empuja la función en su faceta interpretativa, más allá de las cuestiones técnicas que más arriba planteo, y que en un espectáculo de estas características son absolutamente imprescindibles. En "Cada átomo de mi cuerpo" vemos a dos actrices entregadas hasta las últimas consecuencias, que juegan, arriesgan y sobre todo nos arrastran en su juego escénico e interpretativo con resultados de alto voltaje teatral.



Rakel Camacho al frente del espectáculo, ofrece una función de gran impacto visual, en la que los sugerentes juegos escénicos que se nos plantean se encuentra muy bien servidos, y en la que se mezcla la espectacularidad de lo audiovisual con otros efectos quizás menos aparatosos pero si más interesantes. A ratos parece divagar un poco en cuanto la dirección que toma el espectáculo, diluyéndose la trama principal en la ambiciosa propuesta escénica, aunque sus actrices sacan adelante con oficio las carencias que se vislumbran en cuanto al tratamiento actoral, llegando a buen puerto en líneas generales, aunque no me quedó muy claro hacia dónde nos quiere llevar Camacho en ciertos momentos. Pareciese que se abren muchos caminos a lo largo del espectáculo, que no nos llevan a ninguna parte, para volver de nuevo a planteamientos iniciales más afortunados, y que son los que realmente resuelven el espectáculo de forma satisfactoria pero no del todo redonda. Sin duda nos encontramos ante una apuesta arriesgada, que no deja indiferente, pero que con una dirección menos errática hubiese resultado más completa en su resolución, ya que parece que la estética, a todas luces afortunada, se traga lo profundo del tema que se trata. Es indudable que el espectáculo llega al respetable, que premia sin duda el esfuerzo que supone una función de estas características con sonoras ovaciones al final, y que sin duda consigue remover, quizás no conciencias pero si emociones primarias de forma resolutiva y con indudable, a ratos, impacto teatral. "Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio" es una apuesta sólida en la mayoría de sus planteamientos, especialmente en el visual y actoral, y aunque peque de cierta superficialidad en su acabado formal, es una de las apuestas más interesantes que se puede ver en estos momentos en cuanto a propuestas contemporáneas se refiere. Hay que verla para juzgarla, y que cada uno saque sus propias conclusiones, que sin duda da para ello, invitándonos a reflexionar sobre ciertos temas que nos pueden resultar ajenos, especialmente porque no somos conscientes de la suerte que tenemos a la hora de afrontar situaciones completamente naturales e inherentes al ser humanos, y que para Helen Keller sin duda eran de extrema dificultad. 



 

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