Continúa la ambiciosa temporada del Teatro De La Zarzuela con un bombazo que es muy de agradecer, nada menos que La Villana de Amadeo Vives. Cuando me enteré de la inclusión de esta obra en este ciclo reconozco que me sentí enormemente complacido, y junto con Las Golondrinas es el título que mas me apetece de la equilibrada y estupenda programación 16-17.
Varias cosas me hacían este título tan atractivo, la primera sin duda la música, la segunda lo difícil (por no decir imposible) que resulta verla, y la tercera el magnífico plantel de cantantes que se presenta en ambos elencos, y que he de decir que aunque en esta crítica hable del primer elenco, es casi seguro que me vuelva a acercar al coliseo de la Calle Jovellanos a ver el segundo. Sin ninguna duda La Villana merece al menos ser escuchada en directo otra vez, para saborearla en todo su esplendor.
Noche de estreno en La Zarzuela, casi toda la lírica patria se encontraba presente, y sin duda la expectación causada por un título que no se ponía en pie desde el año 84 era muy notoria, añadiendo que está muy mitificado en el mundillo teatral dadas las enormes dificultades a todos los niveles que la caracteriza.
La Villana, denominada como Zarzuela en tres actos y siete cuadros, con libro de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, y música de Amadeo Vives, se estrenó en el Teatro de La Zarzuela el uno de octubre de 1927. La Villana es una de las cumbres de nuestro repertorio lírico, y ejemplo paradigmático de zarzuela grande.
Vives compuso una obra muy ambiciosa, de altísimos vuelos en lo musical y con gran altura de miras en lo literario, siendo el material de base elegido Peribáñez y el Comendador de Ocaña del ilustre Lope de Vega.
El respeto por la obra de Lope en el texto original es absoluto, llegando a reproducirse de forma muy fidedigna sus versos, incluso en los cantables, y si bien el drama tiene algunos cambios sustanciosos en cuanto a personajes, se mantiene completamente fiel al argumento original. Hay que decir que las adaptaciones de textos del Siglo de Oro eran habituales en Vives, la misma Doña Francisquita no es mas que una revisión de La discreta enamorada del propio Lope, siendo los resultados igual de satisfactorios que con la obra que esta crítica ocupa.
Musicalmente Vives compuso una obra de música aparentemente sencilla, pero que entraña un profundo estudio de la música castellana y renacentista, así como algunas pinceladas de Verismo en algunos momentos, y también ciertos ecos verdianos especialmente en el Dúo bajo-barítono y en el final de la obra, de durísima ejecución para el rol de Peribáñez.
Lo partitura requiere de cuatro cantantes de máxima solvencia, ya que la exigencia vocal de la obra es elevadísima, y gran orquesta. La obra tiene también grandes dificultades para el foso, y su orquestación se caracteriza por lo tremendamente descriptiva y atmosférica de la misma, apoyando perfectamente el drama que se desarrolla en escena.
Algunos consideran Doña Francisquita como la obra cumbre de Vives, pero en mi modesta opinión La Villana posiblemente sea la obra mas redonda del compositor, seguida por Maruxa, ganando la primera dada la enorme calidad literaria que posee, algo que en Maruxa desgraciadamente no ocurre. La verdad es que esto es una cuestión de gustos, pero eso si, la enjundia musical de La Villana es indiscutible se mire por donde se mire.
La versión que se representa en estos momentos, y que está sensiblemente recortada y adaptada, viene firmada por Natalia Menéndez, encargada también de la dirección escénica.
La versión no acaba de estar redondeada por varios problemas, se han anulado practicamente todos los diálogos, utilizando como recurso una especie de narrador que dice textos extraídos del Peribáñez original, en el primer acto, y luego algunas pequeñas escenas habladas para facilitar la comprensión del texto, ya que solo con los cantables sería imposible seguir la historia. Se ha potenciado el conflicto principal y anulado todos los secundarios, pero he de decir que hay algunas cosas que resultan confusas, especialmente como se fragua la entrada de Don Fadrique en casa de nuestros protagonistas, y la extraña aparición de Roque y Blasa, que en ningún momento se nos aclara quienes son (tíos de Casilda en el original) que aparecen de repente sin que se justifique quienes son. Del mismo modo, que las transiciones resultan abruptas y poco justificadas.
Soy partidario de los cortes, máxime en una obra como esta, que hoy en día no se si sería viable en su extensión original, pero siempre y cuando la dramaturgia se sostenga lo suficiente para que no nos encontremos con los problemas que estoy narrando.
Vayamos con el elenco:
Comprimarios (los llamaré así dado la visión netamente operística de la obra) correctos, destaco especialmente a Milagros Martín y Ricardo Muñiz como Juana Antonia y Miguel Angel respectivamente, que aportaron oficio y perfectas facultades a dos pequeños papeles, pero que no pasan desapercibidos. Y a los espléndidos Blasa y Roque de Sandra Ferrández y Manuel Mas, que me resultaron muy convincentes en el terceto con David.
Ruben Amoretti, bajo, como David y El Rey.
Amoretti es un gran conocido para el público de La Zarzuela, y ofreció una noche de gran calidad en lo musical, y un buen trabajo en lo actoral. Bello timbre, voz bien colocada y perfecta dicción, logró momentos de gran expresividad en la bella y difícil romanza que le ha tocado en suerte, y el dúo con Peribáñez de complicada ejecución, y ciertamente tirante.
Jorge de León, tenor, como Don Fadrique.
El tenor tinerfeño fue una de las estrellas de la noche con gran justicia. De Leon, es posiblemente el cantante español con mas proyección del momento, algo que no me sorprende en absoluto. El brillo y la fuerza que su voz destila es tremenda, y la perfecta colocación de todas las notas tienen como resultado un trabajo de gran impacto y realmente espectacular. Si por algo destacó fue por el fraseo tan hermoso con el que llevó a cabo la famosa Endecha con la que finaliza el primer acto, que realmente fue de grabación, los larguísimos y atronadores agudos durante todo el espectáculo, y el magnífico dúo del ultraje a Casilda, de gran expresividad y de gran intensidad verista.
Ángel Ódena, barítono, como Peribáñez.
Peribáñez conlleva unas dificultades canoras realmente terroríficas y Ódena llega al papel sin ningún problema, cantó con gran inteligencia y matizadísimo, especialmente en su brindis de entrada, el dúo de amor con Casilda y el complicado número final a modo de racconto, que fue cantado con mucha gallardía. Ódena sirvió un canto noble y de gran empaque durante toda la función, con un timbre mas que respetable y sin ningún problema con la tremenda orquestación que La Villana tiene. Reconozco que me ganó desde que cantó el brindis y que es uno de mis momentos favoritos de la partitura. Del mismo modo el espectacular Dúo con David que llegó a unas cotas de intensidad realmente estratosféricas.
Nicola Beller Carbone, soprano, como Casilda.
La soprano germano-española, no acabó de rematar la función por algunos problemas especialmente en las zonas grave y central, donde el volumen fue escaso, y cierto brillo metálico en la parte aguda, que si bien no molesta en exceso, si que afea un poco el sonido, estuvo también ligeramente destemplada en su famosa romanza que me pareció que le viene incómoda. Como contrapunto positivo hay que decir que sin duda tiene mucho gusto cantando, siendo el fraseo exquisito, y la voz es muy bonita, matices metálicos aparte. El personaje de Casilda requiere de una lírica de centro potente y gran volumen, y ahí estuvieron los caballos de batalla de Beller Carbone, que cumple pero se queda escasa.
El Coro Titular del Teatro de La Zarzuela dirigido por Antonio Fauró, se movió en los parámetros habituales de calidad, dotando de gran empaque y empaste a todas sus intervenciones, especialmente en el concertante del acto segundo de grandes complicaciones musicales. Escénicamente se encuentran excesivamente estáticos, algo que no es culpa de ellos como mas adelante explicaré.
Miguel Ángel Gómez Martínez dirigió la OCM con gran tino, aunque he de decir que el trabajo todavía no está del todo pulido y eché de menos un sonido menos disperso y mas compacto, tratándose de un estreno lo que planteo es entendible. Gómez Martínez llevó a cabo una representación de tiempos mas que estimables, controlados volúmenes y una efectista lectura que da mucho sabor teatral a la partitura. Hubo algunos problemas en los concertantes especialmente en el del segundo acto, donde el sonido en escena no parece muy compacto, dando la sensación que cada intérprete va un poco por libre, perdiendo homogeneidad el conjunto. Esto último que planteo supongo que sea una cuestión de representaciones. En general me gustó mucho el trabajo de Gómez Martínez con la orquesta, que brilló muchísimo en el cuadro segundo del segundo acto, con grandes dosis de espectacularidad, tal y como la partitura requiere.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Natalia Menéndez firma la producción con varios problemas, especialmente de movimiento escénico, y de intensidad dramática. Encontré muy poco cuidado el trabajo actoral quedándose la obra coja en ese sentido, y de un estatismo excesivo durante todo el espectáculo. Hay cierto aparatoso aire de Grand Opéra que no acaba de funcionar y que da un tono apolillado a la función que me chirrió bastante. El espectáculo a nivel estético si es cierto que funciona con unos cuadros de gran belleza, pero que encontré un tanto vacuos. La lectura me pareció superficial en líneas generales, y con problemas para rellenar los momentos musicales, algo que con unas acciones claras inidicadas a los artistas sin ninguna duda no hubiese sucedido. No es entendible que en 2017 el protagonista de la función se arrodille en el escenario se pare toda acción sobre las tablas y se espere a que el maestro de la entrada para cantar, como recurso ya no funciona. Son mus destacables las bellísimas luces de Juan Gómez-Cornejo, y encontré poco inspirados los figurines de María Araujo excesivamente convencionales y especialmente poco adecuados en el caso de Casilda, que no definen a un personaje austero y poco dado a sensualidades, me faltó el recio espíritu castellano que su personaje destila y que es primordial para el entendimiento de su carácter. Me gustaría hacer mención al magnífico trabajo del equipo de sastrería de La Zarzuela, absolutamente imprescindible en producciones de esta envergadura. El espectáculo se ve con agrado y la propuesta no molesta, pero un poco mas de riesgo no hubiese venido nada mal. En líneas generales me pareció poco inspirado y un tanto descafeinado.
En resumen, una propuesta de altísimos vuelos musicales, con peros en lo escénico, pero que sin duda va a gustar dado el elevado nivel musical de la obra y la enorme calidad de la partitura. Me parece imprescindible que todo aficionado a nuestro género lírico vea La Villana dado que es practicamente imposible verla en otros ámbitos a no ser en el Teatro de La Zarzuela, ya que las indudables complicaciones que la obra plantea, a nivel privado son imposibles de abarcar.
Quisera agradecer la inestimable ayuda de mi querido amigo Félix Portales para las labores de documentación, tan necesarias a la hora de realizar una crítica.
Quisera agradecer la inestimable ayuda de mi querido amigo Félix Portales para las labores de documentación, tan necesarias a la hora de realizar una crítica.
*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible.