Tenía una ganas tremendas de ver una ópera en directo, desde enero que no iba al Real, ya que mi abono si bien es cierto que de títulos anda equilibrado, de fechas no tanto, así que en seis meses no he visto nada, cierto es que Parsifal me pilló de puente y tuve que devolver las entradas, la cuestión es que estaba ávido de lírica, y si encima lo que se avecinaba era nada menos que Puritani para que hablar, reconozco que a medida que voy madurando como espectador el Belcantismo va tomando terreno en mis preferencias personales. Puritani es uno de esos títulos que tienen tirón, y que encima no se representan tanto como se merecen, así que mi expectación era grande, y a medida que se acercaba la fecha todavía mas. Por abono me tocó segundo reparto, Camarena se me resiste en el Real, nunca me toca en mi turno, y Damrau desde que me canceló en La Scala en Lucia Di Lammermmor se me va escapando cada vez que tengo oportunidad de verla. Celso Albelo era el Arturo de mi reparto, lo cual no está nada mal y una desconocida para mi Venera Gimadieva la Elvira. Había leído bastantes buenas referencias de la producción así que ayer me acerqué al Teatro Real con el cuerpo disfrutón, y espectante ante la que prometía ser una gran noche operística. Antes de comenzar la crítica voy a decir que me lo pasé pipa, y si bien es cierto que puede haber sus mas y sus menos en el elenco, el nivel vocal de la producción es mas que aceptable, por no decir que excelente en algunos casos, y que realmente las voces han vuelto al Real, algo que en esta última temporada empieza a ser muy notorio.
I Puritani Di Scozia en su título original, aunque conocida como I Puritani (Los Puritanos), denominada como Ópera Seria En Tres Actos, con música de Vincenzo Bellini y libreto de Carlo Pepoli, fue estrenada en París en 1835. Considerada una de las cimas del Belcantismo, y uno de los títulos mas difíciles de todo el repertorio operístico, se sustenta en varias cosas para tener dicha fama. La insuperable orquestación de Bellini, una belleza en su conjunto realmente pocas veces igualada, y el nivel de exigencia para sus roles principales han forjado la leyenda de Los Puritanos, que precisan de un elenco de mucha altura en lo artístico para ser ejecutados como Bellini los planteó. Dramáticamente la obra, no está a la altura de la partitura siguiendo ferreamente los parámetros del Romanticismo, a ojos de hoy en día nos resulta un tanto inverosímil dado lo extremado y poco creíble del argumento. Siguiendo la estructura de la Grand Opéra francesa, no en vano se estrenó en París. El trasunto de la guerra civil inglesa entre los seguidores de los Estuardo y los Puritanos, es un mero vehículo para las desgracias amorosas de la inestable emocionalmente Elvira que como mandan los cánones de la época pierde la razón, rizando el rizo, no una si no dos veces, ante una supuesta infidelidad de su amado con una dama, a la que realmente trataba de salvar la vida, ya que se trataba de la Reina Enriqueta, viuda del ejecutado por los seguidores de Cromwell Carlos I.
Vayamos con el elenco:
Comprimarios correctos en líneas generales sin nada destacable, estimables en sus intervenciones y bastante cuidados.
Cassandre Berthon, soprano, como Enrichetta di Francia.
Insuficiente, dado lo poco adecuado para su tesitura del papel, con momentos en los que la orquesta literalmente se la comía, de voz no excesivamente grande y con problemas en la zona grave, no ofreció lo deseable en un papel poco extenso pero importante en el desarrollo de la trama, pasa completamente desapercibida en lo vocal, aunque si bien es cierto que en la parte actoral, lució empaque y buena presencia escénica.
George Petean, barítono, como Sir Riccardo Forth.
Correcto, de noble timbre y y gran volumen, sirvió un eficiente Riccardo de amplio agudo, pero en mi opinión excesivamente rutinario. Reconozco que desconecté varias veces durante sus intervenciones, ya que no me dijo nada, dada la escasez de matices, y ciertos problemas con el fiato en las agilidades que empañaron su por momentos (los mas para ser sinceros) eficiente interpretación. Ciertamente el papel es desagradecido, pero un poquito mas de visceralidad sería de agradecer, ya que no ofreció la entidad que el personaje requiere.
Roberto Tagliviani, bajo, como Sir Giorgio.
Uno de los triunfadores de la noche, y con gran justicia, de bello timbre e imponente volumen, sirvió una velada estupenda en la que los matices en el fraseo, los graves mas que respetables, y una expresividad encomiable fueron su fuerte. La voz de bajo puro, suena rotunda, perfectamente impostada, sin miedo a la tremenda orquestación de la obra y al excesivo volumen que imprimió Evelino Pidó a toda la función. Su escalofriante aria acompañada del coro hizo las delicias del respetable, que lo ovacionó mucho en los saludos finales.
Celso Albelo, tenor, como Lord Arturo Talbo.
Muy irregular en sus intervenciones, partiendo de la base que me parece un cantante de sobradas y probadas facultades, dio momentos muy interesantes en su primera salida, yendo a menos según avanzaba la representación. La voz es bellísima, sería absurdo negarlo, y el fraseo espectacular, así mismo el uso del legatto y del regulador en algunos momentos consiguieron que la interpretación fuera de altura, pero varios problemas muy notorios afearon la velada casi de forma estrepitosa a medida que llegaba el temido tercer acto. Problemas muy notorios para atacar los agudos, en los que pierde totalmente la línea de canto, casi deja de cantar y suelta unos pepinazos, no del todo afortunados, y de dudoso gusto dependiendo del momento. Para rematar se fue al Fa sobreagudo en el célebre "Credeasi, misera" de forma completamente insatisfactoria, destemplado,calante, y resuelto de forma abrupta y cercana al gallo. Opino que una nota no es una ópera, y si no se da no pasa nada, darla así si que es un problema, ya que echa a perder su por otra parte estimable interpretación de forma muy notoria. Otro problema es la colocación, excesivamente nasal en algunos momentos, que afean el sonido, y que denotan ciertos problemas técnicos, que serían facilmente solventables. Las comparaciones con Kraus son inevitables dado lo parecido de su voz con el excelso cantante, pero que no se nos olvidé que la personalísima técnica de don Alfredo no le sirve a todo el mundo, y un cantante debe buscar los caminos mas adecuados para su voz. Me faltó belcantismo y me sobró efectismo, intentando buscar el aplauso del público, que es evidente que le aprecia mucho, y así lo demostró tanto en sus intervenciones como en los saludos finales.
Venera Gimadieva, soprano, como Lady Elvira Valton.
Maravillosa, y sin duda la sorpresa de la noche. Nunca había escuchado a esta magnífica soprano rusa, que me dejó pasmado por varios motivos. De poderoso volumen, no se perdió ni una nota a lo largo de la extensa velada, bello timbre y una facilidad para el agudo realmente impecable, dio momentos de gran altura en sus partes mas comprometidas, donde las tremebundas coloraturas que la partitura exige fueron ejecutadas de forma mas que correcta, resultando algunas notas estratófericas por templadas, bien servidas y plenas hasta lo infinito. Con un uso del fraseo exquisito, y de gran espectacularidad en los concertantes, donde su voz sobresalía como un cuchillo ante la masa coral. Transmitió mucho cantando logrando que la difícil psicología de Elvira quede perfectamente plasmada en una creación cargada de sensibilidad y ternura, que en algunos momentos llegó a emocionarme. Gimadieva me parece a mi que va a dar mucho que hablar, y que resultará una de las futuras estrellas de la lírica internacional, dado el elevadísimo nivel que ofrece. A todo esto hay que añadir la estupenda presencia escénica que posee, y sus sobradas capacidades actorales.
Coro Intermezzo, absolutamente espectacular, en una de las mejores funciones que les he visto esta temporada, de empaste y volumen ensordecedor, ofrecieron una noche antológica, de gran espectacularidad en todas sus intervenciones. Los coros de Puritanos no son ninguna broma, y el coro titular del Teatro Real dirigido con gran maestría por parte de Andrés Máspero, fueron otra de las estrellas de la noche, donde un cuidadísimo trabajo, y una calidad musical indudable hicieron las delicias del respetable desde que empezó la función. El final del primer acto, fue literalmente escalofriante. Un diez para el Coro Intermezzo, uno de los mejores activos del Teatro Real, que esperemos lo siga siendo por mucho tiempo.
Evelino Pidó dirigió la OCM de forma caprichosa, no del todo afortunada en los tempi, y de ensordecedor volumen durante casi toda la función, escasa de matices y un poco chimpunera en algunos momentos. No me convenció mucho su lectura de la obra, excesivamente superficial en mi modesto entender, y cuidando bastante poco a sus intérpretes, obligados a cantar a pleno pulmón durante sus intervenciones. Por suerte voces no faltaron en esta producción. Otro elenco diferente habría dado muchas menos alegrías al público que las que este elenco dio.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Emilio Sagi dirige estos Puritanos en clave esteticista de principio a fin, de gran elegancia visual, apoyada en una funcional y bella escenografía de Daniel Bianco. La producción profundamente simbólica, aunque no todas las simbologías quedan claras, y tiene momentos de gran empaque dentro de la sencillez de la misma, destacando el final del primer acto, donde los dos mundos, los cortesanos y la demente Elvira, separados por una cortina de flecos, realmente es un gran acierto. Otro momento destacable es la epatante pasada de una espectral Elvira en un bosque iluminado por una luna digna de Gustavo Adolfo Bécquer durante el último acto, de un belleza irreal y de conseguidísima carga atmosférica. Problemas, Sagi no acaba de redondear la dirección actoral, ya que los intérpretes en algunos momentos parecen estar un poco perdidos en escena, y se pasa de momentos de un estático casi abrumador, a ciertos desafortunados movimientos no muy bien justificados y que no ayudan nada la labor de los cantantes. Especialmente notorio esto que comento, durante la interpretación de Arturo en el tercer acto, que se encuentra tirado en el suelo de forma poco justificada y nada elegante durante practicamente toda el aria.
La propuesta de belleza indudable, no molesta, es muy respetuosa con el material original, y sigue unos parámetros bastante convencionales, que no rancios en su ejecución. Mención aparte a las magníficas luces de Eduardo Bravo que encontré inspiradísimas de principio a fin.
En resumen, una propuesta altamente recomendable, que hará las delicias del aficionado al belcantismo, y que en Madrid siempre triunfa. El visonado de estos I Puritani es casi obligada para el aficionado, ya que no es una ópera fácil de ver, no se representan mucho, supongo que debido a las dificultades musicales que entraña, y es sin duda uno de los títulos mas queridos del repertorio. Yo disfruté muchísimo, ya que esta producción con sus luces y sus sombras es una mas que digna propuesta de esta ópera tan amada por mi. Todavía quedan entradas, advertidos estáis. Como nota aclaratoria decir que las fotos no se corresponden en su mayoría al elenco que esta crítica ocupa.
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