Todos hemos oído nombrar a María Moliner y a su célebre diccionario, pero pocos saben algo sobre esta tozuda mujer, y su empeño en hacer un diccionario pequeño y manejable, que terminase en dos años, ya que el DRAE era notoriamente deficiente. La cuestión es que la realización del libro se prolongó durante mas de quince años, siendo referencial en nuestro uso, y el mas famoso de todos los diccionarios que se han escrito en nuestro país. La creación del diccionario se convirtió practicamente en una obsesión para María Moliner, absorbiendo gran parte de su vida, labor que no fue justamente recompensada en su momento debido al machismo de la sociedad de la época, y que parece que poco a poco se va resarciendo muy justamente. Personalmente la figura de María es muy interesante, aunque ella dijera lo contrario, depurada durante El Franquismo por sus ideas izquierdistas, y con una tenacidad a prueba de bombas, sin duda fue una víctima de su tiempo, y de los acontecimientos históricos que le tocaron en suerte. Cuando me enteré de la ópera que se iba a llevar a cabo en el Teatro De La Zarzuela sobre su figura reconozco mi escepticismo. Me interesaba la figura de Moliner, pero otro "estreno absoluto" después de la Era Mortier en El Real, ya me cansaba un poco. Según se iba desgranando la producción, la curiosidad fue en aumento. Así que con buen ánimo me acerqué a mi Teatrito de La Zarzuela del alma el pasado jueves para disfrutar de María Moliner.
María Moliner, denominada como Ópera documental en dos actos y diez escenas con libreto de Lucía Vilanova y música de Antoni Parera Fons, tiene un problema grandísimo. No posee ningún interés dramático. La música de Parera Fons de atmosférica intensidad, casi casi incidental y muy cinematográfica en su acabado, conjuga a la perfección varios géneros, rozando el musical en la escena VIII, ciertos apuntes a lo popular con la inclusión un tanto socarrona de un pasodoble de irónica aparición y algún que otro vals que nos recuerda a la opereta. Todo este trabajo, se ve empañadísimo por el nefasto libreto que plaga de escenas triviales la partitura, con insufribles diálogos que rozan lo risible, y métrica imposible con rimas de mas que dudoso gusto, entre "esa Teresa" y "¿me pones el colirio? Claro cariño " el número de versos nefastos es interminable. Las arias se ven masacradas por la repetición continua de palabras y frases que extenúan al espectador y que no le llegan a enganchar en ningún momento, ya que enfatizar no es subrayar o machacar al respetable como si no fuera capaz de entender lo que está viendo. La obsesión de María Moliner por su diccionario, no se plasma en escena mediante el recurso de repetir en su aria inicial "voy a hacer un diccionario piramidal" mas de treinta veces. Se debe plasmar en la psicología del personaje. Si a esto le añadimos que la letra va por un lado y la música por otro, pues apaga y vámonos. Me explico, uno no puede estar escuchando un momento orquestal apabullante para que el cantante diga "buenos días" pongo por caso. Lo que ocurre en escena poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en el foso, y el espectador se tira media ópera pensando que el término ópera, sobra en este texto, y la otra media esperando que se termine, y que con ella finalice el máster que se ha hecho sobre el santoral cristiano ya que que con machacona insistencia (como todo en la obra) cada escena es prologada por una especie de Calendario Zaragozano donde se nos cuenta el martirologio correspondiente al día en el que transcurre la escena ¿motivo? ¡que mas da! queda muy culto señores.
Encontré insufrible el libreto, pedante y pretencioso, estoy seguro que una mujer como María Moliner lo hubiese aborrecido. Y lo que es mas importante, me dejó bien claro que la importancia del libreto en una ópera es vital. El trabajo de Parera Fons, se volatiliza irremediablemente y se ve hundido, por culpa del atroz material literario, que irrita y aburre al espectador de principio a fin.
Vayamos ahora con el elenco:
Comprimarios perfectos, especialmente Gerardo López, David Oller, y Tony Marsol, como el almanaque mas arriba nombrado. Los tres poseen bonitas y timbradas voces, de amplia proyección y mas que clara dicción. Los secundarios cuidados, siempre se agradecen.
Lola Casariego, María José Suárez y Celia Alcedo, como Gertrudis Gómez De Avellaneda, Isidra De Guzmán y De La Cerda y Emilia Pardo Bazán, las tres estupendas, en una de las mejores escenas de la obra, que es el café (imaginario) que se toma María Moliner con los grandes referentes femeninos de las letras hispánicas.
Las tres cantantes aportan oficio y sabiduría escénica, a tres papeles bastante graciosos, y que describen perfectamente la situación por la que nuestra heroína está pasando. Muy empastadas y con grandes voces, me supieron a gloria, dentro del equilibrado elenco a nivel musical de la función. La verdad es que es un lujo tener comprimarios de este nivel.
Sandra Ferrández como Inspectora del SEU y Carmen Conde. Ferrández brilla especialmente en su primer papel, donde unos templados y difíciles agudos, nos traspasan como cuchillos, en un personaje complicado, que está, y sin que sirva de precendente, muy bien plasmado tanto a nivel musical como literario. La voz de Ferrández es la ideal para este papel, que nos rompe un poco los esquemas de la función, cuyas intervenciones son bastante espectaculares, y muy en la tónica fascista del personaje. Por algunos momentos la sombra de Berg pululó por la partitura, con gran fuerza resolutiva por parte de Sandra Ferrández.
En un código completamente opuesto pero igual de acertado, sirvió el difícil dúo con María José Montiel, de la escena X. Menos extremada en lo vocal, mas sosegada en lo musical dadas las características de su Carmen Conde, e igual de eficiente que en su anterior personaje, nos ofreció una interesante velada, que reconozco que me sorprendió muy gratamente. Desconocía a Sandra Ferrández, y creo que la veremos mas a menudo por la Zarzuela.
En un código completamente opuesto pero igual de acertado, sirvió el difícil dúo con María José Montiel, de la escena X. Menos extremada en lo vocal, mas sosegada en lo musical dadas las características de su Carmen Conde, e igual de eficiente que en su anterior personaje, nos ofreció una interesante velada, que reconozco que me sorprendió muy gratamente. Desconocía a Sandra Ferrández, y creo que la veremos mas a menudo por la Zarzuela.
Juan Pons, como la Silla B de la RAE.
Magnífico, como era de esperar, y haciendo gala de aquello de que "el que tuvo retuvo". Ha sido muy entrañable ver a Pons en escena, que duda cabe, pero verle en tan buena forma, luciendo gracejo y tan disfrutón, es todo un lujo. Pons en una interpretación mas que digna, con poderío vocal, perfecta dicción, y mas que apabullante presencia, cantó un bomboncito de poco interés musical, no por el sino por la música, y muchito interés escénico, llevado a lo estratosférico en la propuesta de Paco Azorín. La voz de nuestro insigne barítono sigue siendo inimitable y reconocible, poderosa, y muy redonda. Elegir lo que se canta es muy importante, Joan Pons ha elegido bien, y además sale victorioso.
José Julián Frontal, como Fernando Ramón y Ferrando.
Reconozco sentir cierta debilidad por Frontal, que siempre me gusta en sus intervenciones. en María Moliner, le ha tocado un papel deslucido, el de marido de nuestra protagonista. Frontal conocedor del lenguaje escénico, se mantiene en el correcto segundo plano que la partitura pide, y las da todas sin fallar. Su evolución actoral es interesantísima, yendo en perfecta consonancia con el trabajo vocal. De bello timbre, largo y eficiente agudo, pasa desapercibido, no por poca calidad en lo que ofrece, sino por la concepción del personaje. Un diez para Frontal, que una vez mas demuestra que tiene mucho que contar en nuestro panorama musical.
María José Montiel, como María Moliner.
Maravillosa es poco. Montiel una gran cantante que no deja indiferente a nadie, nos sirvió una velada estupenda donde varios puntos fueron su fuerte. La voz sanísima en su emisión, suena perfecta, con una carnosidad muy disfrutable, y de una belleza indudable, si a ello hay que añadir un fastuoso uso la misma, mejor que mejor. Su primer aria fue impecable, con un electrizante regulador, y un mas que respetable volumen.Toda su actuación se basó en un canto muy refinado y de mucha calidad, de inteligente lectura de la partitura, y que supo llevar a su terreno de forma impecable. A esto se le debe añadir una esforzada interpretación actoral, que consigue sacar de donde no hay momentos muy interesantes, especialmente en el cuarto final del espectáculo, nada que ver con aquella Carmen en la que Ana Zamora no supo sacar absolutamente nada de ella, no siendo el caso de Paco Azorín, que la exprime hasta el final, con espectaculares resultados. María José Montiel brilló mucho, y fue muy braveada, dadas las dificultades de su personaje, la sabia lectura del mismo y el impecable acabado musical de su trabajo.
Coro Titular del Teatro De La Zarzuela, impecable de principio a fin, en una obra muy alejada de su repertorio habitual, pero perfectamente ejecutada, siendo a destacar el final de obra, de mucha intensidad y brillante resolución, así como la escena de la quema de libros y la difícil escena del linotipista, por cierto, resuelto por parte de Sebastiá Peris de forma impoluta.
La Orquesta De La Comunidad de Madrid, dirigida por Víctor Pablo Pérez, dio lo mejor de si misma, en una concisa lectura, de ajustadísimos tiempos y volúmenes. Pérez cuidó muchísimo a los cantantes, y no perdió el pulso de la función en ningún momento, cierto es, que el viento-metal se fue de madre un poco, nada que empañase el acabado final de la función, que a nivel musical no tiene ningún pero.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Paco Azorín firma la producción, y sin ninguna duda acierta, consiguiendo un espectáculo de poderosas imágenes, con unos cuadros muy efectistas, que Pedro Yagüe viste perfectamente gracias a su estupendo trabajo con las luces. Azorín nos presenta una función de relumbrón, muy por encima de las posibilidades dramáticas de la misma, y consiguiendo lo imposible, que los personajes tengan entidad a pesar de lo endeble del armazón. A ese nivel el trabajo de Azorín es titánico, sacando lo mejor de cada uno de sus artistas, que luchan como leones, para que la función salga para arriba. Azorín consigue un espectáculo con gran empaque y momentos de un lirismo muy conseguido en el que los destellos de genialidad que su trabajo destila, a ratos nos hacen olvidarnos de la mediocridad del libreto del espectáculo.
En resumen, una propuesta fallida por los problemas que cuento en esta crítica, pero de impoluto acabado formal. La Era Pinamonti, practicamente finaliza con este montaje, y una vez mas, el controvertido ex-director de La Zarzuela, se equivocó programando una propuesta mas digna del Teatro Real que del coliseo de la Calle Jovellanos, no es una cuestión de categorías, si no de géneros, que nadie se me vaya a soliviantar. Sin duda lo mejor de la función es el trabajazo de María José Montiel y el de Paco Azorín, sin los cuales María Moliner no se sostendría por si sola.
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Nunca he estado tan de acuerdo con una crítica. Tuve que irme en el descanso.
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