lunes, 21 de marzo de 2016

La Plaza Del Diamante, Colometa Vuela Alto

Se me escapó ver La Plaza Del Diamante en el Teatro Español hace unos meses, el éxito fue arrollador y me quedé sin entrada por no sacarla a tiempo. Cuando me enteré que felizmente volvía a la cartelera madrileña, para instalarse en el Bellas Artes, no esperé ni un segundo para asistir al montaje que tanto caló el año pasado, y que no está precisamente falto de atractivos, por varios y mas que destacados motivos.
Ver a Lolita Flores en un papel de esta envergadura tiene su morbo, y si bien es cierto que ya ha demostrado con creces que es una actriz intuitiva mas que solvente, su mediática figura y su personalidad tan marcada, le dan mucho interés al espectáculo. Por otra parte, está el genial material en el que la función se basa, y que en mi caso particular me retrotrae a mi infancia gracias a la estupenda serie de TVE protagonizada por Silvia Munt, y que forma parte del subconsciente colectivo de forma muy marcada para aquellos que ya empezamos a peinar alguna cana que otra.
Recordaba poco de La Plaza Del Diamante, a no ser el nombre con el que llamaba a nuestra protagonista su enamorado, Colometa, y el drama tan tremendo que sufría nuestra heroína, testigo involuntario de importantes hechos históricos de nuestro país y víctima de los mismos hasta límites casi casi insoportables.
Estaba yo el domingo un poco tocado animicamente, una revisionado de La Decisión De Sophie me dejó blandito, y acabé el día emocionándome con este soberbio monólogo, que me sobrecogió en algún momento, y me dejó pegado a la butaca desde que comenzó.



La Plaza Del Diamante, es un monólogo basado en la novela homónima de Mercè Rodoreda, y que está considerada una de las obras mas influyentes de la literatura catalana. La obra nos cuenta la historia de Natalia, una mujer como tantas, viuda de la Guerra Civil  que tantas penurias pasaron en el convulso primer tercio del S.XX en nuestro país, y que refleja a la perfección  el carácter de estas abnegadas y sufridas mujeres. 
La adaptación, va a cargo de Joan Ollé, gran conocedor del texto, y que condensa a la perfección la novela, logrando que todo aquello por lo que La Plaza Del Diamante sea tan querida no pase desapercibido, y que además no pierda entidad literaria. Ollé cuenta los momentos mas relevantes de la vida de Natalia-Colometa, pero consigue que la obra tenga una solidez argumental apabullante, y que resulte escrupulosamente respetuosa con el texto original. Estamos ante un texto mayúsculo que ennoblece al adaptador, y que como homenaje y declaración de amor hacia la novela de Rodoreda funciona a las mil maravillas.



Lolita protagonista absoluta de la función me dejó sobrecogido. Su interpretación se basa en la contención y en la práctica inmovilidad de su cuerpo, un ejercicio dificílisimo para una actriz, máxime cuando además de seguir todas las directrices consigue llegarnos como Lolita nos llega, representando practicamente todo el espectáculo sentada en un banco de un parque, con las manos cruzadas sobre el regazo... el resto es pura magia. Su estupenda labor consigue que la creciente intensidad de su interpretación nos atrape de forma inevitable desde que abre la boca, con un medio tono templadísimo, bellísimo en su gravedad y tremendamente expresivo. Su Natalia es pausada, reflexiva, doliente y racial. Durante la primera parte del monólogo, literalmente en mi imaginación la veía bailar en las fiestas de La Plaza Del Diamante, algo que Lolita soberbia contadora de historias consigue gracias a su esforzado trabajo y su sensible creación que nos llega al corazón de forma implacablemente sincera. El astuto texto que empieza casi casi como una historia costumbrista va derivando de forma inclemente hacia la tragedia mas terrible a medida que se va acercando la Guerra Civil y la terrible Posguerra, llegando al paroxismo en el tremendo relato de la alucinación en la iglesia, donde una desesperada Natalia sobrepasada por los acontecimientos, hace una parada antes de ir a comprar el salfumán con el que pretende matar a sus hijos y después suicidarse, ya que la muerte por inanición parece inevitable. Lolita se abre en canal sobre el escenario de forma silenciosa (como su espeluznante grito) discreta y terriblemente humana, para dejarnos con el corazón en un puño hasta incluso después de acabado el espectáculo, en un mas que notable ejercicio interpretativo de una honestidad pasmosa, una enjundia psicológica tremebunda, y lo que es mas importante de todo, una sensibilidad y una verdad teatral que me conmovieron profundamente, su interpretación de gran calado y a la altura de las grandes trágicas actuales que  creo sinceramente que puede considerarse de referencia en nuestros escenarios. Chapeau por Lolita, la desaprovechada Lolita que una vez mas demuestra que es una artista como la copa de un pino en  todos los palos que toca.
Espero ver mas veces a esta insuperable actriz en nuestros escenarios, y que nunca antes había disfrutado en directo, desde ya tiene en mi un ferviente admirador.




Joan Ollé firma la producción, y lo hace de forma mas que atinada, sabiendo perfectamente el tono que quiere dar, y la forma de aprovechar a su actriz al máximo, para que huyendo del desmelene, se nos ofrezca mucha verdad y mucha contención, siendo el efecto final profundamente catártico y mas que eficaz a la hora de contarnos la historia que nos quiere contar.
Ollé con notoria mano de hierro ata en corto a esta Colometa, tanto en gestos como en movimientos, y estira el texto a base de un ritmo lento, que no premioso, de implacable y en ciertos momentos inclemente crescendo, que realmente deja al espectador dolorido ante la sobredosis de dureza sin adornos a la que se ve sometido.
La obra es dura, pero muy lírica a la vez, algo que se agradece ya que la belleza de algunos momentos se agradecen mucho, y si a esto le añadimos la prodigiosa voz de Lolita pues está todo dicho. Encontré correctísimo el trabajo de Ollé por claro, directo y limpio, sin duda sabe lo que se hace, y como hacerlo desde un prisma si bien es cierto que un tanto convencional, pero que no resulta rancio, de un mas que interesante resultado final de gran altura tanto literaria (no se nos olvide que el texto es suyo) como teatral.



En resumen, una propuesta diría que imprescindible para cualquier amante del teatro, que sirve como mayúsculo homenaje a tantas y tantas mujeres que sufrieron la historia de nuestro país de la forma mas terrible que nos podamos imaginar, y también como reivindicación de uno de los textos mas queridos de nuestra literatura mas reciente. Si esto no os parece poco, solo por ver la descomunal interpretación de su protagonista ya merece la pena acercarse al Bellas Artes a pasar una sobrebia velada de TEATRO así en mayúscula, que estoy seguro que tardaréis mucho tiempo en olvidar.


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