El Neoclásico, reconozco que no es uno de mis períodos favoritos, soy mas de tripa, tanta corrección me resulta soporífera, y la armonía en las formas y fondos, está muy bien, pero para un ratito. Soy persona que en lo artístico le gusta lo desmesurado, me encanta el Romanticismo, el Verismo, y todos los "ismos" que funcionen mas con el corazón que con el cerebro. Soy mediterráneo amiguitos, que le voy a hacer.
Esto no significa que desprecie las obras que se hayan llevado a cabo durante esta época, simplemente significa que me conmueven menos, cada uno es como es, y se identifica con aquello que mas le llega, soy visceral por naturaleza, y se nota en mis gustos, je, je, je.
A pesar de lo arriba narrado, me llamaba la atención Clementina, la única zarzuela compuesta por Luigi Boccherini, y que sin duda es una "rara avis" dentro de nuestro legado cultural, me apetecía escuchar como sonaba esta obra, de ecos afrancesados en su mensaje, y poco española en su concepción y estructura musical. Este repertorio se debe rescatar, ya que no solo de Soutullo y Vert vive el hombre, y no por poco habitual, se debe menospreciar. El legado musical español es muy extenso, bastante desconocido y poco valorado en líneas generales, esta vez toca dar la enhorabuena al Teatro de La Zarzuela, por la recuperación de este titulo practicamente ignoto. Esto si que es zarzuela, señores, y uno de los cometidos es recuperar obras y repertorios, otra cosa es sacar del baúl una opereta francesa, de poquito interés, como ya comenté en su momento.
Con ánimo curiosón, dispuesto a disfrutar de una velada tranquila, sosegada como el Neoclásico es, y achicharrado por el calor que estamos teniendo estos días, me acerqué al Teatro De La Zarzuela, deseando fervientemente que esta vez, si hubiera aire acondicionado. Lo hubo, je , je, je, y la tarde resulto la mar de refrescante en el mas amplio sentido de la palabra.
Clementina, denominada como Zarzuela en Dos Actos, de Luigi Boccherini, con letra de Ramón De La Cruz, es una mas que interesante propuesta, tanto en lo musical, como en lo literario, digna hija de su época. Dentro de un contexto netamente burgués se nos presenta una comedia de costumbres, al mas puro estilo de Moratín y su Sí De Las Niñas, que está pululando durante toda la obra, con un enredo ligeramente Mozartiano, y algo bucólico en su planteamiento. La obra es deliciosa, me enamoró el uso del lenguaje de Don Ramón De La Cruz, y la música de Boccherini, aparentemente sencilla, que nos va atrapando según avanza la función, para que finalmente nos subyugue , y nos deje impresionados, por las enormes dificultades que entraña, sobre todo vocales.
El asunto, es leve, un lío amoroso al estilo de la época, politicamente correcto según los cánones burgueses del momento, con final agridulce para los parámetros sociales que hoy en día nos rigen, pero que a pesar de lo leve de su historia, de lo ligeramente aleccionadora que es, y de lo complaciente con las clases acomodadas de la época, nos llega sin problema al espectador de hoy en día, por su altísima calidad. Escuchar su música y su texto es un placer para los sentidos, y el crescendo del enredo está muy bien tramado, siendo el resultado brillante e interesante a partes iguales.
Clementina es zarzuela de salón, ya que se compuso con ese propósito, mediante un encargo de la Condesa-Duquesa de Benavente, para que se representara en su palacio, pero esta denominación, no debe mermar las cualidades de una obra, que me ha sorprendido y agradado muchísimo.
Vayamos con el elenco, muy homogéneo, atinadísimo y de gran vuelo en lo musical.
Manuel Galiana, actor, como Don Clemente (papel hablado)
Galiana es un grande de nuestros escenarios y así lo demuestra, dotando de mucho oficio y profesionalidad, a un papel a priori desagradecido, pero que solventa con bastante empaque, soltura, y cierto aire de burgués mas bien molesto por los acontecimientos que vienen a interrumpir su cómoda vida, que encontré la mar de acertado. Da perfectamente el papel, y sirve un Clemente, que a los ojos de hoy en día nos parece muy poco clemente, valga la redundancia, pero que cae simpático, y al que entendemos perfectamente como un hombre de su tiempo, que simplemente se rige por los parámetros que marcaba la sociedad en su época.
Xavier Capdet, actor, como Marqués De La Ballesta (papel hablado)
Capdet, es una de las estrellas de la función, consiguiendo una creación mayúscula, de este poco refinado marqués, solterón, engreído, y borrachín, que hizo las delicias del respetable. De prodigiosa técnica actoral, imponente tono vocal y corporal, Capdet brilla mucho y con gran justicia en uno de los bombones de la función, que requiere de un actor de su envergadura para que sea llevado a buen puerto, Me fascinó su trabajo, lo reconozco, sólido como una roca, muy bien pensado, y muy bien movido. Este tipo de actor que juega, se la juega, y gana me resulta muy interesante, el secreto está en lo mucho que disfruta sobre el escenario, consiguiendo que disfrutemos con el los espectadores.
Toni Marsol, barítono, como Don Lázaro.
Marsol en el mas claro código de basso buffo, a la italiana, cumple en la parte musical de una forma mas que digna, con un bello timbre, gran intencionalidad cantando, y nos obsequió con una primera aria deliciosa. El personaje le pilla un poco fuera de tesitura y tiene algunos problemas de volumen, no muy notorios, la verdad, en las partes mas graves del papel. No importa lo mas mínimo, ya que en lineas generales, ofrece un trabajo con tanta calidad, tan bien enfocado en lo actoral, y tan bien entendido en lo escénico que el hecho de que se pierdan algunas notas, queda en algo meramente anecdótico. Disfruté mucho con sus intervenciones.
Juan Antonio Sanabria, tenor, como Don Urbano.
Soberbio, Sanabria tiene entre manos el papel mas endiablado de la función a nivel musical, especialmente su última aria, de dificilísima ejecución, tanto por tesitura como por su coloratura. Sanabria está perfecto, con una voz de hermoso timbre, pequeña y delicada, aunque corre sin problemas, como el papel requiere. Sirvió un sensible trabajo, donde prima el fraseo, la perfección técnica, cuidadísima lectura, y belleza del sonido. Actoralmente está un poco verde todavía, el papel dramaticamente hablando no tiene mucho lucimiento, pero un poquito mas de seguridad se hubiese agradecido, cuestión sin duda de tiempo, y rodaje. Lo que ofrece a nivel vocal es tan magnífico que aunque hubiese cantado sentado en un sofá durante toda la función, nos hubiese dado igual. Su aria final, reconozco que me fascinó.
Beatriz Díaz, soprano, como Cristeta.
Mas que correcta, de ella hay varias cosas que me gustaría resaltar sobre la voz. Tiene squillo, el paso de la voz precioso, y no le cambia el color en el agudo, características que me resultan muy atractivas, en líneas generales cantó con gran brillantez, perfecta en la suave coloratura de su personaje, y deliciosa en lo actoral, sirvió una estupenda función, interesantísima a nivel vocal, y mas que divertida en cuanto a la composición del personaje. Los papeles de criada siempre son muy lucidos, Díaz lleva al terreno de la frescachonería, naturalidad e inteligencia, un agradecido papel, que le va como anillo al dedo.
Carol García, mezzosoprano, como Doña Damiana.
García, sirvió una estupenda interpretación vocal, con una voz nada pesada, de perfecta emisión, grande y muy matizada en lo vocal. Actoralmente me gustó mucho, logrando que parezca realmente una señora mas mayor de lo que ella es, sin aspavientos, ni excentricidades. Simple presencia escénica, actitud y un bonito acento andaluz, que funciona como pequeña seña de identidad, de un personaje que no acaba de estar perfilado del todo en el texto.
Vanessa Goikoetxea, soprano, como Doña Narcisa.
Goikoetxea, ofreció momentos de gran altura especialmente en sus dos arias, siendo la primera la de mas difícil ejecución y que canta sin el mas mínimo problema, con gran gusto y un fraseo exquisito. Actoralmente está estupenda, especialmente en el Segundo Acto, donde su personaje tiene mas chicha y sale a la luz su verdadera naturaleza. Precisamente es ahí, en su segunda aria, donde Goikoetxea brilla mas en la parte actoral, perfectamente apoyada en lo musical, y nos da uno de los mejores momentos de la función.
Carmen Romeu, soprano, como Doña Clementina.
Romeu, que ya me fascinó en el Manojo que vimos el año pasado, no se anda a la zaga en esta Clementina de la que es protagonista. Con la voz grande y muy hecha, nos deleitó con su estupendo legato, magníficos filados, que ya recuerdo que me impresionaron en su Ascensión, y su gran efectismo cantando. Clementina es el papel mas dramático de la partitura, y Romeu lo sabe, dotando de mucho lirismo a su interpretación vocal. Brilló como una gran cantante, luciendo poderío en el agudo, y vendiendo todo el pescado, en una interpretación muy sólida. Actoralmente está muy correcta, elegante y sobria, dando perfectamente lo que esta Clementina, tan juiciosa, y responsable pide.
La dirección musical, corrió a cargo de Andrea Marconi, siendo ésta acertadísima bajo todo prisma. Marconi ofreció una lectura fresca y divertida de la partitura, aligerándola de una forma magistral, consiguiendo un divertimento perfecto, una lectura profunda, muy matizada en la parte vocal, y un control absoluto de la Orquesta De La Comunidad de Madrid, que desde que empezó la función, ya nos deleitó con la Sinfonía que abre la partitura. Sonido conciso, con las cuerdas en estado de gracia, esas cuerdas tan importantes en esta función, y que aquí brillan con gran justicia. Quizás y por rizar el rizo, un poquito menos de volumen en algunos momentos hubiese estado bien, pero no molesta y en general Marconi cuida mucho a sus cantantes. Me acordé mucho de Palumbo y de su "personalísima" Traviata en el Real, ya se sabe que comparaciones son odiosas, y en este caso, comparando Marconi gana por goleada.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Mario Gas, se ha lucido, si señor. Para llevar a cabo esta zarzuela, ha optado por una sencilla pero muy bien pensada ilusión, ver Clementina de la manera en que fue concebida, teatro de salón. De esta forma asistimos, como si fuéramos un selecto grupo de invitados de la Condesa-Duquesa de Benavente, a una representación de Clementina en su palacio, Para ello tenemos un sencillo pero elegante espacio escénico, muy bien aprovechado, que bien podría ser una estancia palaciega acondicionada para el evento, que con un simple cambio recrea dos ambientes distintos, bellos en su sencillez, y perfectamente funcionales.
Gas mueve a sus actores por la escena de forma magistral, huye del envaramiento, dota a la función de suave comicidad, y la va entonando a medida que avanza la función, con un sentido de la teatralidad, absolutamente magistral. Visualmente hay varios momentos de gran brillo, especialmente el Brindis con el que comienza el Segundo Acto y el Allegro-Concertante con el que finaliza el primero,
Mención aparte merece el estupendo trabajo que ha hecho con la figuración, perfectamente integrada en el espectáculo, y que Gas, hombre de teatro hasta el tuétano, mima con gran tino, ya que sabe que la figuración, remata muy bien o muy mal un espectáculo, dependiendo del uso que se haga de ella.
Luces de Paco Ariza, claras, elegantes y que dotan de cierto ambiente veraniego a la función, la mar de adecuado, dado lo ligero del enredo.
Tambien los bellísimos figurines de Antonio Belart deben ser tenidos en cuenta, detalladísimos, y muy en la linea del refinado espectáculo que se nos sirvió.
Decir como nota aclaratoria, que las fotos no se corresponden en su totalidad al elenco que yo vi.
En resumen, una muy grata sorpresa, de indudable interés artístico, que todo aficionado debería ver, ya que plantea una concepción distinta de nuestro género lírico desde un punto de vista musical, y un refinado espectáculo a todos los niveles, que estoy seguro que hará las delicias de los aficionados no solo a la zarzuela, sino a la lírica y a la música en general.
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