Me cuesta animarme con el verso. Me resulta plomizo, lo reconozco. No es que tenga nada en contra de nuestros clásicos, y mucho menos de nuestro Siglo De Oro. Lo que me ocurre es que enseguida desconecto, y me pongo a pensar en los garbanzos que tengo que comprar para el cocido dominical. Esto lo achaco normalmente a la falta de pericia del actor a la hora de interpretar en verso, y no a mi estulticia como espectador (cosa mas que probable, por otra parte, aunque me cueste reconocerlo). Pero esta vez , si que me apetecía ver algo de nuestro repertorio clásico. Todo debido a la histórica representación de La Vida Es Sueño, que disfrutamos el año pasado, con una Blanca Portillo sobrenatural. Así que muertos de curiosidad, por ver como se las ingeniaba Helena Pimenta, para al menos estar a la altura de su exitosa anterior propuesta escénica. Nos dirigimos mi Santo y yo, al Pavón para ver La Verdad Sospechosa.
La Verdad Sospechosa, es una comedia, ligeramente amarga, Que Pimenta convierte en nostálgica desde el minuto uno, con una evocación-ambientación mas que notable hacia el Modernismo, y gran sensibilidad en el tratamiento del texto. El montaje recuerda un poco al antiguo cinematógrafo, en el que las imágenes mudas se acompañaban con un pianista. Aquí hay pianista también, y una estupenda selección de temas musicales, que no hacen mas que acentuar la melancolía de lo que ocurre en escena. Esto no le resta ni un ápice de comicidad, ojo, los tiempos están muy medidos, y cuando hay que reírse se ríe....pero el trasfondo amargo está ahí, inherente a las jocosas situaciones que van pasando por nuestros ojos.
Vayamos al elenco, extenso, como ocurre casi siempre en el repertorio clásico. TODO el elenco está perfecto, así como en La Vida Es Sueño, lo encontré irregular, aquí la uniformidad es la regla. Destaco el Don Beltrán de Joaquín Notario, que sabe dotar al personaje de una gran humanidad y ternura. La Jacinta de Nuria Gallardo, desenvuelta y frescachona, con momentos de gran comicidad, que da una visión distinta de la típica dama joven del Siglo De Oro. Superlativo es el Don Juan De Sosa de David Lorente, dando vida a una creación desternillante de un personaje bastante extremado, que sirve de contrapunto al espectáculo. Juan Meseguer delicioso en sus intervenciones. El Tristán de Fernando Sansegundo tiene momentos que rozan la genialidad, siendo brillantísimo su primer monólogo. Tiene el papel muy pillado, es el Sancho de este mentiroso Don García, el espectador se encariña con el desde el primer momento, ya que Sansegundo moldea un escultura asequible, amable y con una presencia escénica apabullante. Por último el Don García de Rafa Castejón. Absolutamente soberbio, sin fisuras de principio a fin. Castejón dota al personaje de gran profundidad, algo muy de agradecer en roles de estas características, que en una lectura mas superficial se podría quedar en un mero caricato, sin mas pretensiones. Da momentos de gran lirismo al verso, y la escena en la que le canta los versos a su amada es de una belleza exquisita. El personaje nunca deja de parecernos simpático a pesar de sus tropelías, y eso sin duda es mérito del actor. El resto del elenco genial, ante la extensión del mismo entended que no pueda ir uno por uno. Pero solo decir, que sin duda están a la altura de los arriba expuestos.
La dirección escénica es magnífica. Pimenta lleva esta comedia por los derroteros que ella desea, sin el mas mínimo problema. La función está tratada de una forma muy delicada, incluso diría que con gran mimo. La belleza plástica de algunos momentos apabulla, consiguiendo crear atmósferas realmente exquisitas, que cualquiera con un mínimo de sensibilidad sabrá apreciar. Mención especial tienen la luces de Juan Gómez Cornejo, dotando todo de un engañoso color verde esperanza, si veis la función me entenderéis. También es mas que destacable el diseño de vestuario de Angel Domingo y María Calderon.
Para finalizar hablar del interesantísmo tratamiento del verso que se hace en el espectáculo. Labor entiendo que se debe achacar a Vicente Fuentes y a los propios actores, que de forma inteligentísima rompen el verso, consiguiendo que el espectador se olvide de el propio verso. Suena natural, lejos de cualquier amaneramiento, se entiende a la perfección, y por supuesto sin asomo de cualquier soniquete. Ese que a mi tanto me aburre y me hace pensar en los garbanzos del día siguiente.
Una velada de teatro clásico, totalmente fuera de rancios convencionalismos. Belleza y lirismo a partes iguales. os lo recomiendo muchísimo. Estoy seguro de que vais a disfrutar, si no os gusta, siempre me podéis correr a gorrazos, Cascorro arriba, Cascorro abajo
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Habrá que verla, desde luego Pimenta es una directora excepcional...
ResponderEliminarEstá muy bien....yo trabajé con ella hace muchisimos años, en La Dama Boba, montaje que me recordó bastante esta función, el equipo creativo es el mismo, y se nota. Teatro de altura sin duda
ResponderEliminarGracias, después de leer tu crítica me apetece verla mas todavía.
ResponderEliminarJe, je je. Ya me contarás que te ha parecido!!
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