Uno de los platos fuertes de esta temporada en La Zarzuela es sin duda "El Manojo" con Carlos Álvarez al frente, en la misma producción que lo encumbró hace treinta años, que ya se puede considerar referencial y un clásico indiscutible que aguanta el tipo admirablemente desde aquel lejano 1990 en el que levantó el telón por primera vez en Jovellanos 4. La obra de Sorozábal es sin duda un puntal importantísimo del repertorio, y una de las obras más queridas por el público, que siempre celebra su reposición acudiendo en tropel a ver los amores de Ascensión y Joaquín, el gracejo de Espasa, y sobre todo la arrolladora partitura que sigue igual de fresca que hace 86 años, ahí es nada, desde que se estrenó.Para mí la de hoy ha sido una velada muy especial, El Manojo es una obra que amo profundamente, ya que he tenido el placer de hacerla en innumerables ocasiones, uniéndose al lógico interés que me suscitaba el primer elenco de la reposición, un componente sentimental que temía que me limitara el juicio a la hora de valorar la obra. La verdad es que me he emocionado mucho viendo la función, que ya es la tercera vez que veo en diferentes reposiciones, pero amigos, hay que reconocer que el nivel esta vez ha sido tan elevado, especialmente en su pareja protagonista, que cuando comenzó el "Dúo-pasodoble" y escuché por donde iban los tiros me arrellané en mi butaca y me dije... hoy la vas a gozar, como así fue.
Hay que remarcar, tras lo vivido hoy en La Zarzuela, lo oportuno de la reposición de este título, que parece funcionar como un bálsamo entre el público, dentro de estos tiempos que vivimos. De ahí el título de la crónica. Precisamente este Manojo viene de perlas para sacarnos de la pesadilla constante, y llevarnos a la belleza, la lírica, y la emotividad. El respetable hoy, como parece ser que está siendo la tónica en todas las funciones, se rindió a los pies del Manojo, emocionado hasta el tuétano, y con unas ganas enormes de disfrutar del espectáculo, algo muy significativo, sobre lo que nos apetece y lo que nos merecemos, y que creo que bien ganado nos los tenemos.
Hace unos días hice un análisis de la obra que rescato para la crítica, ya que creo que resulta oportuno, y que me gustaría que sirviese como homenaje al título.
Antes de empezar a hablar de la obra quiero que recordéis esto...
"La de los claveles dobles,
la del manojo de rosas,
la de la falda de céfiro,
y el pañuelo de crespón;
la que iría a la verbena
cogidita de mi brazo...
¡eres tú!... ¡porque te quiero
chula de mi corazón!"
Si, una de las partes de Felipe en el Dúo de "La Revoltosa", obra que aunque nos parezca alejadísima del título de Sorozábal, no lo está tanto por algunos factores interesantes de comentar.
"La del manojo de rosas" denominada como "Sainete Lírico en Dos Actos" tuvo su estreno en el Teatro Fuencarral de Madrid, el 13 de noviembre de 1934. La partitura corrió a cargo de Pablo Sorozábal y el libreto fue escrito por Francisco Ramos de Castro y Anselmo C. Carreño.
Nadie daba un duro por la obra, que se estrenó para estar tan solo unas semanas en el Fuencarral, que iba a cerrar en poco tiempo, siendo el éxito de la obra tan mayúsculo que se llegó a representar en varios teatros a la vez en Madrid, llegando a doblar el precio de su entrada cuando se estrenó en el Teatro de La Zarzuela, auténtica consagración del título.
La inspiración de Sorozábal, y aquí es cuando vuelvo a "La Revoltosa", pasó por el volver al sainete lírico, tan propio del Género Chico, y que en el segundo resurgir de la zarzuela, estaba ya practicamente olvidado. No es gratuito el título de la zarzuela que hace alusión directa al Dúo de la inmortal obra de Chapí, como tampoco es gratuito que en el primer cantable se haga alusión a "El Señor Joaquín", otro sainete lírico, esta vez de Fernández Caballero, así como a una zarzuela grande, de nuevo de Chapí, "El rey que rabió".
Sorozábal dejaba clara su declaración de intenciones, ya que compuso un sainete al estilo del Género Chico, siguiendo la estructura de la Zarzuela Grande, con ánimo claro de engrandecer el supragénero que tantas noches de gloria dio a nuestra lírica, con afán modernizador, y sobre todo adaptándolo a los nuevos tiempos, musicales, escénicos y muy especialmente a los cambios sociales propiciados por la Segunda República. La obra de aspiraciones claramente populares y al más puro estilo de nuestra zarzuela, siempre con el pueblo llano como telón de fondo, y fuente principal de espectadores del género, se rige dentro de los parámetros costumbristas, y el melodrama amoroso.
La alusión a Chapí y su Revoltosa no es baladí, y ciertos elementos musicales en los que el sainete de 1897 fue pionero, se encuentran sublimados en la partitura de Sorozábal. Las diferentes acciones escénicas apoyadas por el foso, que en la obra de Sorozábal llega al sumun estilístico en no pocas ocasiones, son una de las señas de identidad de ambas obras, en claro homenaje de Sorozábal, y que fueron una tónica en muchas de sus composiciones posteriores.
La partitura de Sorozábal de corte ecléctico, se puede considerar pionera en cuanto a lo moderno de su composición, en la que el concepto de "comedia musical" estadounidense se encuentra muy patente, siendo destacable el uso del saxofón en la orquesta, algo realmente inaudito en una zarzuela en aquellos tiempos, así como la inclusión de un Fox-Trot y diferentes ritmos modernos, y aquí llega lo que más me interesa de la partitura, que cuadran a la perfección con los ritmos tan propios de nuestra zarzuela como son los pasodobles, habaneras y farrucas. Sorozábal consiguió una comunión perfecta entre la música de marcada raigambre española y los nuevos ritmos que venían de Estados Unidos, siendo el resultado una de las obras más redondas, peculiares y queridas de todo el repertorio, que significó un antes y un después tras su estreno, y que fue copiada no pocas veces, pero nunca superada.
Musicalmente equilibradísima, lo cómico nunca zafio, y lo lírico, brillan en cada momento, con un uso modélico de la melodía en una música de marcadas aspiraciones escénicas, que solo llega en todo su esplendor cuando se ve representada. Romazas, dúos, duetos y concertantes se van sucediendo por la partitura con gran coherencia y sobre todo con un delicioso sabor teatral que hacen que la obra pueda considerarse la que para mi es la "zarzuela total", algo en lo que el inspiradísimo libreto, uno de los mejores del repertorio, sin duda tiene mucho que ver.
"La del manojo de rosas" es un enorme canto a Madrid y a sus gentes, con un ligero trasfondo de lucha de clases, que se puede considerar como uno de los mejores exponentes de todas las esperanzas puestas en la Segunda República, y sobre todo un fresco vividísimo de lo que fue una España que como dicen en la partitura "Que pronto se fue, para ya en la vida jamás volver".
El Manojo es una obra que miró con nostalgia al pasado pensando en el futuro, lástima que no se siguió por la misma línea, si así hubiese sido, otro gallo le hubiese cantado a nuestra zarzuela.
Vayamos con el elenco:
Primero decir que todos los partiquinos fueron servidos con solvencia por los miembros del Coro Titular del teatro. Tanto Daniel Huerta como Alberto Ríos en los parroquianos, como Francisco José Pardo en El del mantecao, cumplen con creces en sus cometidos, con musicalidad, y belleza en las voces.
Dentro de los secundarios destacan Eduardo Carranza como El Inglés, muy templado, magnífica presencia y socarrona comicidad. El Don Daniel de Enrique Baquerizo, impecable en los cantables y de rotundísimo porte, dio una lección de oficio manteniendo aquello de "quien tuvo retuvo" hasta sus últimas consecuencias. También hay que mencionar a Milagros Martín, Ascensión de referencia, que demuestra que como actriz las da todas, en una creación sensible y bien templada, con su chispita de retranca que enriquece mucho un papel a priori desagradecido, y que como guiño sentimental a la historia de esta producción funciona a las mil maravillas.
Ángel Ruiz, como Espasa:
Correcto, aunque he de decir que me faltó una creación más personal del personaje. Encontré a Ruiz muy influenciado por Luis Varela, viéndose un tanto empañado su genio actoral, de sobra conocido por todos, y que aquí no aparece. Si Ruiz hubiera hecho su Espasa me hubiese gustado más, tendría más interés, y sin duda lo hubiese abordado desde su personalísima forma de hacer con mucha chispa. Esto que planteo no es un obstáculo, ya que su personaje sin duda resulta eficiente, y el público entra a todas sin problema. Destaca especialmente en los mutis y apartes, y sus camelos suenan deliciosos. Pero donde más brilla es en las pinceladitas que aporta al personaje que se ve que son realmente suyas, y que a mi personalmente fueron lo que más me interesaron de su trabajo. Perfecto en lo musical, y muy entregado como es habitual en él, sin duda triunfó ante el público, que lo premió de forma muy notoria en los saludos finales.
Silvia Parejo y David Pérez Bayona como Clarita y Capó respectivamente:
Lo primero que hay que decir es que las características vocales de ambos artistas no se adecúan a sus papeles. Voz de musical con problemas para pasar la orquesta, de poco cuerpo, y fuera de estilo. Parejo superior a su compañero, posee un bonito timbre y la voz impostada en la zona aguda se acerca lejanamente a lo que la partitura pide. En lo actoral, con el papel equivocado, algo de lo que no es culpable ya que en otras ocasiones la visión de Sagi del personaje fue la misma, en la que además de pasada de histerismo, resulta excesivamente superficial. Clarita no es una alocada que habla atropelladamente y con grititos, es una mujer moderna, trabajadora, con carácter, y adelantada a su época. Esto no está por ningún lado en este Manojo, quedándose casi en una caricatura de lo que debería ser. El Capó de Bayona se queda corto en lo vocal, pareciéndome que el papel le va grave, la zona central es inaudible, la proyección mínima, y en líneas generales en los cantables queda muy deslucido. En la parte actoral sombrón y con carencias de dirección muy notorias. Me faltó gracia, presencia y entusiasmo para que Capó me llegara como debe ser. Hay que decir que ambos artistas brillan mucho en las coreografías, muy importantes en el espectáculo, y es de vital importancia remarcar que es necesario empezar a plantearse que los cómicos en la zarzuela deben tener una base lírica para poder afrontar los roles con solvencia, esto no significa que cantar musicales sea peor que cantar zarzuela, simplemente que son estilos y técnicas diferentes. Si Parejo y Pérez Bayona estuviesen microfonados, la cosa hubiese sido muy distinta, pero obviamente en este caso no ha lugar.
Vicenç Esteve, tenor, como Ricardo:
Steve me pareció muy entregado en lo actoral, y aseado en lo musical, dando sin problemas todo lo que la partitura pide en un papel, que si bien es cierto, no es muy lucido, cuando no se ejecuta de forma correcta canta por soleares. Buena dicción, bonita voz, y correcta colocación fueron la tónica, junto con unas cuantas dosis de oficio, con las que quedó claro que el tenor catalán conoce el repertorio al dedillo, y sin duda sabe lo que tiene entre manos.
Carlos Álvarez, barítono, como Joaquín:
Inconmensurable, no hay discusión. Álvarez manda por derecho propio en lo musical, siendo su interpretación realmente notable. Impecable en el fraseo, belleza exquisita en el timbre, atronador volumen, dicción perfecta, de noble acabado y poderosísimo resultado musical. Si algo caracteriza al que posiblemente sea nuestro barítono más importante de los últimos años, son sus hechuras de cantante clásico, donde el poderío vocal se junta con una perfección técnica encomiable, y un trabajo en el que la solidez, el gusto cantando, y la facilidad con que se aborda el papel resultan asombrosas. Hay que decir que Álvarez y su pareja en escena Ruth Iniesta pusieron varias veces el teatro patas arriba, ante la calidad de lo ofrecido. Recordaremos por muchos años este Joaquín que nos ha regalado Carlos Álvarez en un momento de madurez profesional muy notorio, que lleva a la estratosfera uno de los papeles más queridos del repertorio. El público madrileño adora al barítono malagueño y el se entrega sin concesiones dando absolutamente todo lo que tiene, que no es precisamente poco. Actoralmente derrocha galanura y elegancia en un papel que le va como anillo al dedo en todos los sentidos, y que parece que haya sido escrito para él.
Ruth Iniesta, soprano, como Ascensión:
He de reconocer que a priori Iniesta no me parecía la elección más adecuada para el personaje, ya que nunca la había escuchado en un rol de las características vocales de Ascensión, pero una vez más me equivoqué. Iniesta llevó a cabo una sensible interpretación musical, en la que primó la expresividad, y la inteligencia. Para enmarcar fue sin duda su romanza, habitualmente desagradecida, y que me conmovió profundamente gracias al espléndido uso de los pianos, y el brillante ataque del agudo, grande y pleno, resonando en toda la sala de forma realmente emocionante. Si algo es destacable es la musicalidad de nuestra cantante, de indudable gusto, con un estudio concienzudo de la partitura, diciendo todo con gran sentido, y llevando a cabo una Ascensión de personal acabado, alejada de referentes y de indudable calidad. Entregadísima en lo actoral, Iniesta brilla mucho en todas las facetas psicológicas de Ascensión, con un excelente giro dramático, dando a la vez el carácter de "rompe y rasga" que se le presupone al personaje sin problemas. Carismática, alejada de la estridencia y del excesivo madrileñismo una tanto maniqueo con el que a veces se aborda el personaje, reconozco que me ganó por la mano desde que salió a escena.
Coro del Teatro de La Zarzuela, espléndido en lo escénico, en una función en la que el conjunto es importantísimo dadas las características del espectáculo, bien movidos, cada uno con su personaje, implicados al máximo en la función y con enorme presencia durante todo el desarrollo de la obra. Más que correctos en lo musical, en una obra que si bien no se caracteriza por las intervenciones del coro, aquí toma otra dimensión como auténticos soportes de la propuesta escénica.
Hay que hacer sin duda, una mención especial al trabajo del ballet-figuración, en una obra de enorme complejidad, y que se ve excepcionalmente resuelta por nuestros artistas.
Guillermo García Calvo, al frente de una mermadísima Orquesta de la Comunidad de Madrid, por culpa de los protocolos de seguridad de la pandemia, hace auténticas maravillas con los 23 músicos que tiene, notándose la merma especialmente en las cuerdas, algo de lo que indudablemente nadie es culpable. No importa, el sonido es sorprendentemente grande, empastado y teatral como para superar con creces las adversidades. Buen trabajo en las dinámicas, estupendo con los cantantes, y ajustadísimo en los tiempos. García Calvo mima al Manojo, lo trata con un cuidado exquisito, y logra una función realmente emocionante y de notable acabado. Muy pendiente de los cantantes, sin duda supo imprimir a cada número el aire acertado, algo que en una función tan ecléctica en lo musical como es el Manojo, no es precisamente fácil.
Vayamos con la propuesta escénica:
Poco se puede decir ya que no se haya dicho antes, pero antes de empezar creo que es de justicia hacer mención al desaparecido Goyo Montero, uno de los principales responsables del éxito del espectáculo, cuyo dinamismo en las coreografías y transiciones, sin duda han sido y son las señas de identidad de la producción. La inspiración para el espectáculo se encuentra claramente en los musicales de Broadway, algo que casa perfectamente con el tono de la obra, siendo un acierto total, y que sigue funcionando con la misma frescura que lo hizo en su momento, y que dota de un empaque tremendo al espectáculo y que sin duda deja profunda huella en el espectador. Nuria Castejón encargada de la reposición de la coreografía, una vez más demuestra su solvencia realizando un trabajo espléndido, no hay discusión.
Emilio Sagi, firma la producción, de altos vuelos en la estética, con un buen uso del cuadro plástico y momentos de gran belleza. La escena del Dúo-Habanera posiblemente sea la más inspirada de toda la función, de gran poder evocador y que se ajusta como un guante al momento musical tan íntimo y nostálgico que se nos presenta. Todo funciona a la perfección en el espectáculo, tanto a nivel técnico como visual, aunque es de justicia decir, que la dirección de actores se queda un tanto pobre, siendo el resultado que algunos personajes se queden en la epidermis. Deberían pulirse algunos tics un tanto impostados en ciertos personajes, y apostar por unas interpretaciones más de verdad y menos "zarzueleras" eso sin duda haría crecer unos cuantos enteros el acabado formal de la función. Se trata de pulir cuatro cositas que chirrían un poco, y que tienen que ver con cierta forma de entender los textos en la zarzuela, que entiendo que ya no deben pasar por ahí, especialmente en los hablados en los cantables que en algunos momentos suenan ciertamente falsos, siendo más interesante una apuesta por la verdad actoral, más que por la tradición impuesta.
Esto que planteo no quita calidad al espectáculo, pero si que lo enriquecería y lo haría estar más en consonancia con los tiempos actuales.
Por lo demás poco se puede decir ya que el espectáculo ha sido ampliamente criticado y llevado a escena en múltiples ocasiones. Sin duda nos encontramos ante una apuesta de calidad, de belleza arrebatadora, emocionante en su acabado y que deja bien claro que la zarzuela es un género que cuando se representa como se merece es un espectáculo total en el que todas las disciplinas tienen cabida.
Me gustaría remarcar que en el teatro había mucho público joven, y que disfrutó muchísimo de la función, algo que me ha reconfortado enormemente, y que me hace pensar que no todo está perdido con nuestro género lírico. Sin duda el genio de Sorozábal tiene mucho que ver en esto... hoy vi que la zarzuela está viva, quizás sea un espejismo, pero reconozco que emocionó profundamente.
Maravillosa crítica. Leyéndola me ha transportado a la platea de la Zarzuela. Gracias.
ResponderEliminarFantástica y acertadisima critica.
ResponderEliminarMe he senté a verla y la disfruté, tanto como tú.
Muchísimas gracias.