Algunas veces no somos conscientes de las consecuencias de nuestras acciones, y sobre todo como las perciben los demás, siendo el resultado en muchos casos el daño involuntario en las personas implicadas. Normalmente el agraviado actúa según su percepción del agravio y no según la verdadera intención de quien realiza la acción.
Las consecuencias de situaciones como esta son realmente impredecibles. Normalmente el agraviado lame las heridas en soledad, pero dependiendo de la personalidad de cada uno, algunos de estos "acreedores" se cobran su deuda en forma de venganza, fría y muchas veces desmedida, con respecto a la afrenta personal, siendo el resultado de consecuencias graves y sobre todo inesperadas.
Esto que planteo viene a colación de "Acreedores" que es como Strindberg calificó a las personas que se ven afectadas de forma colateral por nuestras decisiones, y que se está representando estos días en Nueve Norte, en la que se plantea una situación similar a la arriba narrada llevada hasta sus últimas consecuencias y con diversos matices realmente interesantes.
Calibán Teatro me dio una gratísima sorpresa hace unos meses con una estupenda versión de "La extraña pareja" de Neil Simon, que ha pasado del circuito "off" al "main" con éxito continuo en los dos teatros que ha estado, primero en el Lara y ahora en el Infanta Isabel. Ahora dicha compañía, con Andrés Rus a la cabeza ha llevado a escena la obra que esta crítica ocupa, y en cuanto me surgió la oportunidad asistí a verla, ya que me interesaba mucho el texto, y viendo lo resultados en la comedia de Simon, esperaba una función cuidada y una apuesta de calidad. No me equivoqué y el pasado viernes tuve la suerte de asistir a una velada de teatro sólido, y de indudable interés como iréis viendo.
"Acreedores" escrita en 1888 es un crudo drama naturalista en la línea de la primera etapa del autor sueco, de modélica estructura dramática, y espeluznante exposición de los mas oscuros rincones del alma humana. Tres personajes, dispares y psicológicamente muy ricos, se ven unidos en un drama de alto voltaje teatral en el que la palabra es el principal arma que desencadena el conflicto y que da desarrollo a las tres intensísimas, y largas, escenas de las que consta el texto.
Adolf, pueril y joven artista, casado con Tekla, una experimentada y liberal mujer, se ve tremendamente influido en su matrimonio por un misterioso personaje llamado Gustaf. La premisa aparentemente sencilla, esconde todo un tratado sobre las cuentas pendientes en nuestra vida, las mentes manipulables, y sobre todo la violencia psicológica, puntal de la obra, y de trágicas consecuencias.
La versión corre a cargo de Elda García-Posada, siendo muy fiel al material original, respetando el espacio de la misma, aunque si es cierto que convenientemente llevada a los tiempos actuales, pero escrupulosamente respetuosa con la obra de Strindberg. La obra planteada como pieza de cámara, resulta muy efectiva en cuanto a la dosificación de la trama, con una estructura férrea, conflictos realmente potentes, y unos vínculos y objetivos marcadísimos en los tres personajes. Strindberg-García Posadas, en comunión perfecta, sirven un texto bronco, directo, incómodo en la mayor parte del tiempo, desnudo de artificio, en el que el descarnado naturalismo, alejado de prejuicios y un tanto distanciador, sirve como catártico por su dureza e impecable progresión dramática. Nos encontramos ante un caso paradigmático de "presentación-nudo-desenlace" como estructura argumental, de gran efectividad y en el que las escenas fluctúan de forma impoluta, y un tanto engañosa, ya que cuando que parece que el conflicto se alivia, vuelve a aparecer más crudo todavía que cuando se nos había dado un (pequeño) respiro. Estos "Acreedores" a nivel literario funcionan a las mil maravillas, y nos dejan helados por momentos, y sobre todo nos hacen reflexionar sobre una serie de conductas que siguen estando de actualidad, y que posiblemente lo seguirán estando mientras la humanidad dure. Sorprende lo moderno de un texto que aguanta el tipo de forma asombrosa, con unos personajes magnificamente perfilados, y tremendamente creíbles.
La obra protagonizada por Elda García, Chema Coloma y José Emilio Vera no se puede plantear de otra manera que desde la perspectiva del trabajo en conjunto, con tres estilos de interpretación muy marcados, y que entrelazados entre si funcionan a la perfección.
Chema Coloma, como Adolf en un código más introspectivo que sus compañeros dadas las características del rol, se encuentra correcto en su creación, aunque en algunos momentos todavía no acaba de encontrar el sitio del personaje, resultando su trabajo mas hacia afuera de lo que se vislumbra que se ha pedido por parte de la dirección, si se interiorizase un poco más el resultado sería más adecuado, y sobre todo más equilibrado con respecto a sus compañeros. Esto que comento no es obstáculo para que sus monólogos, dificilísimos por cierto, así como la compleja psicología del personaje no se encuentren perfectamente perfilados en su trabajo, que a estos niveles resultan cristalinos en su planteamiento y muy definitorios con respecto a lo que Adolf representa.
Elda García, como Tekla, me pareció deslumbrante, en un trabajo alejadísimo de su composición en "La extraña pareja" y en el que su ductilidad como actriz me pareció mas que notable. García sirve una Tekla sensual, ya de vuelta en la vida, con gran personalidad, y que sabe mandar en sus escenas tal y como el texto pide. Encontré el trabajo de nuestra actriz valiente y arriesgado, algo que yo valoro mucho, y sobre todo muy bien pensado. Elda García juega y gana, no hay discusión. Encontré interesantísimo su trabajo con la voz, donde el tono grave resulta crucial como carta de presentación de una mujer con aires de femme fatale, dueña de sus actos, rabiosamente libre y que dicta sentencia cuando habla. El trabajo con el texto es magnífico, y sabe perfectamente donde poner el acento exacto en cada frase, incluso en aquellas en la que el lirismo se vislumbra brevemente, y que resulta bellamente expuesto y sin florituras. Los vínculos con sus antagonistas están marcadísimos y muy bien expuestos, algo que para ser sinceros, es la tónica en todos los integrantes del elenco. García impacta en un trabajo cargado de carisma, contención, más que efectivos resultados y espléndida presencia escénica. Resulta curiosa y muy interesante la dicotomía resultante, dado el físico aparentemente frágil de nuestra actriz, y la dureza que se desprende de su personaje.
José Emilio Vera como Gustaf, en un código mas arquetípico resulta más que satisfactorio. Templadísimo e impoluto de tono, inteligente, frío y muy manipulador. Vera para ello no abusa del histrionismo, sino mas bien todo lo contrario, y envuelve en socarronería su maldad, que por motivos obvios, se torna explosiva cuando el conflicto lo demanda. Gustaf nos resulta temible y despiadado, y sobre todo escalofriantemente creíble, especialmente en el momento en el que Tekla descubre sus verdaderas intenciones, siguiendo nuestro actor en su huida hacia adelante hasta sus últimas consecuencias. José Emilio Vera nos llega de forma muy directa con su trabajo y nos impacta en no pocos momentos, dotando a su personaje de muchos matices, y donde sus tácticas de manipulación se ven perfectamente reflejadas dependiendo del momento.
Andrés Rus, al frente del espectáculo, acierta de forma muy clara. Rus nos plantea la obra en un espacio aséptico, y en el que la tecnología actual solventa algunas de las situaciones escénicas de la obra original de forma ingeniosa e inteligente. Nuestro director va a la esencia de la composición de Strindberg de forma directa y sin enjuiciar a ninguno de los personajes, simplemente expone, ya que evidentemente el texto nos da el resto, poniendo mucho énfasis en los vínculos, objetivos, y la escucha, importantísima en una función de estas características. Realiza un gran trabajo en cuanto al ritmo se refiere, donde todo se desarrolla sin prisa pero sin pausa, y con efectiva progresión, tensando la cuerda y aflojándola a placer y de forma que todo adquiera el sentido que pide la función. Cada frase se encuentra justificada, y sobre todo cada exabrupto perfectamente medido, es decir, no nos encontramos en una función en la que los actores gritan sin ton ni son perdiéndose el efecto que se le supone a una escena violenta, sino que el momento llega cuando tiene que llegar de forma rotunda y explosiva, y consigue mantener nuestra atención en todo momento basando su trabajo en una intriga bien medida y de creciente interés.
Nos encontramos ante una sólida propuesta, de inteligente acabado, bien planteada, bien resuelta, y lo que es más importante, perfectamente explicada, donde el mensaje de Strindberg se encuentra perfectamente plasmado de forma respetuosa, y de gran interés teatral, con unas cotas de intensidad considerables y de gran dureza en su planteamiento. "Acreedores" no defrauda, exprime todo el jugo al difícil texto de August Strindberg y resulta de gran capacidad catártica en no pocos momentos. No os voy a engañar, la función no es un paseo por el campo una tarde de primavera, sino una sucesión de emociones fuertes bien dosificadas y una dura muestra de las miserias más profundas del ser humano. Sin duda nos encontramos ante una propuesta más que recomendable y altamente satisfactoria, en la que el teatro brilla por los cuatro costados, y en la que el texto se engrandece y refuerza de forma muy notable.
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