viernes, 11 de mayo de 2018

La Tabernera Del Puerto, Zarzuela En Estado Puro.

Se viven tiempos muy convulsos en el Teatro de La Zarzuela, con un crudísimo conflicto laboral, un vergonzoso decreto de fusión con oscuros intereses detrás, y una completa indiferencia y falta de sensibilidad por parte del ministerio, que han llevado al coliseo de la Calle Jovellanos a una situación francamente insostenible con dos principales perjudicados, trabajadores y espectadores. Los paros del personal de INAEM están teniendo en general bastante apoyo popular, y se entiende las motivaciones que los suscitan, pero sin ninguna duda los responsables de cultura deben tomar nota de lo que está ocurriendo, y empezar algún tipo de diálogo que al menos suavice el conflicto. Toda esta situación me produce una tristeza infinita, y desgasta todavía mas nuestro género lírico, que creo que está ya tocando fondo, y que dado el absoluto desprecio que demuestra nuestro Gobierno por él, no puedo menos que pensar que los peores vaticinios ante la privatización encubierta de La Zarzuela salieron a la palestra están mas que fundamentados y tristemente son una realidad. No soy nada optimista ante lo que va a ocurrir con este tema que me tiene completamente indignado, y en el que los discursos megalomaníacos por parte de la directiva de la otra cara de la fusión (Teatro Real) resultan profundamente ofensivos, y un insulto a nuestra inteligencia en toda regla, que dejan muy clara la actitud ante este tema, que los que lo han perpetrado ya dan por finiquitado sin el mas mínimo empacho.
Todo esto que comento ha conllevado que de las doce funciones programadas de "La tabernera del puerto" solo se representen dos, resultando gravemente perjudicada una de las producciones mas esperadas de la temporada, y por ende el público, ya que no se nos debe olvidar que estaban vendidas practicamente todas las localidades. Después de tres intentos, ya que dos funciones que se iban a llevar a cabo y a las que yo iba asistir fueron canceladas, finalmente ayer asistí a ver esta Tabernera que se me antojaba imprescindible y muy atractiva, asistiendo con sentimientos encontrados, ya que por un lado me sentí afortunado por ser uno de los pocos que ha logrado verla, y por otro, profundamente apenado por todo aquello que la rodea y el complicado panorama que se avecina.




"La tabernera del puerto" se estrenó el 6 de abril de 1936 en el Teatro Tívoli de Barcelona. Fue denominada como "Romance Marinero en tres actos", siendo el libro de Federico Romero y Guillermo Fernandez-Shaw y la música de Pablo de Sorozábal. Esta zarzuela es en mi humilde opinión el último gran estreno de nuestro género lírico, antes de la Guerra Civil, que cortó la producción de forma estrepitosa, no volviendo nunca mas a ser la zarzuela lo que se consiguió en su segundo resurgir, siendo ese glorioso período un auténtico canto del cisne que no hacía presagiar lo que le esperaba a nuestro género lírico.
"La tabernera" tiene muchos factores a su favor, y se encuentra dentro de mis títulos mas apreciados por diversos motivos. Su libreto escrito en verso, resulta lo suficientemente atractivo como para mantenerse con vigor ante los ojos del espectador actual, y su dureza se aleja de los parámetros, habitualmente mas amables, en los argumentos de nuestras zarzuela, y que dota de inusitada madurez a un texto que rezuma lirisimo poético, y en el que se mezcla a la perfección cierto bucolismo, un marcado verismo, en el que temas como la violencia de género, el contrabando de cocaína y la rudeza de la gente de mar se encuentran muy patentes. Los trágicos amores de Leandro y Marola sirven de catalizador de una historia en la que los malos no son tan malos como parecen, y en el que el personaje de Juan de Eguía se perfila psicologicamente con gran entidad y solidez dramática. En "La tabernera" nada es lo que parece, y la relación de Marola con su padre resulta de gran complejidad e interés teatral. Siendo el resultado global del texto, el de un melodrama muy bien tramado, con sus gotas de suspense, y momento de espectacularidad en la escena del naufragio, siempre peligrosamente difícil de poner en pie, viéndose la zarzuela perfectamente rematada en su conmovedor final, de gran impacto escénico, y no pocas dificultades musicales.



Sorozábal compuso una de sus obras mas inspiradas, y de personalísima factura, donde una orquestación tremendamente atmosférica refleja a la perfección lo que acontece en el escenario. Quizás se le puede achacar cierto desequilibrio en el segundo acto en el que las romanzas se encuentran excesivamente seguidas una de otra, siendo el cuadro de la taberna mas parecido a un concierto de los cuatro solistas principales que a una obra escénica. Toda la partitura es bellísima y de evocadora música en la que destacan el Terceto-Habanera del primer acto, el Dúo soprano-tenor de dicho acto, Romanza de bajo del segundo acto, y el celebérrimo "No puede ser" que siempre arranca el aplauso del espectador. La partitura se ve rematada de forma espectacular con la romanza final del barítono, de difícil ejecución y gran impacto dramático, a todo esto hay que añadir el famoso "Eres blanca y hermosa" de inspiración popular y conocido por todos aquellos que somos del norte como es mi caso.
Sorozábal sirvió una partitura de inspiración wagneriana en no pocos pasajes y de fuerte componente dramático, no siendo en líneas generales el de una zarzuela al uso, primando una música seria y de elaborado acabado, gran riqueza melódica y de enorme capacidad descriptiva, como ya se vislumbra en su breve preludio, en el que los ecos del Mar Cantábrico se ven plasmados de forma magistral.
"La tabernera" es una obra muy querida por mi, la he hecho muchas veces, y su ambientación, viniendo como vengo de familia marinera, me resulta muy familiar y emotiva, siendo de esas obras que me tocan la fibra de forma muy directa.





Vayamos con el elenco:
Correctas las pequeñas partes, Didier Otaola como Senén, Carlos Martos como Fulgen, y Abel García como Verdier, cumplen sin problema en su cometido, resultando de gran presencia los dos primeros, y solvente en el su terceto García. Momento un tanto empañado por la dirección musical del espectáculo, poco afortunada como luego explicaré, siendo ello algo de lo que nuestro bajo no tiene ninguna culpa, para ser justos.

Vicky Peña y Pep Molina como Antigua y Chinchorro respectivamente. Ambos se encuentran en perfecto tono corporal, y enfocan su trabajo desde la verdad, alejados de amaneramientos, en una visión de los personajes completamente naturalista y en absoluta consonancia con lo escrito por Romero y Fernández-Shaw. En la parte musical cumplen sin problemas dentro del código actor-cantante en el que se mueven los dos papeles, las dos voces pasan la orquesta de largo, y dotaron de gran entidad a su famoso dúo dicho con mucho sentido, suavemente cómico, y con un poso muy entrañable.

Ángel Ruiz, tenor, como Ripalda:
Ruiz en una concepción arquetípica del personaje, de ecos "chaplinianos" como manda la tradición, lleva a cabo una creación peculiar en lo corporal, contenido, y de una ejecución técnica impoluta, son muy destacables unos mutis realmente inspirados, así como la bella voz, marca de la casa, con la que nos obsequió en el terceto con Marola y Abel.

Ruth González, soprano, como Abel.
Volviendo al concepto clásico, tal y como Sorozábal escribió el papel, Abel lo interpreta una soprano, y resulta un acierto, ya que la dulzura que la voz femenina aporta resulta muy sugestiva, y en los números de conjunto se agradece mucho. González se encuentra muy acertada en la parte actoral, resultando enternecedora no en pocos momentos, y muy creíble como jovencito un tanto pueril, enamorado de Marola, y cargado de sueños ante la vida que le queda por delante. Vocalmente va sobrada en un papel de no excesivas complicaciones musicales para una cantante de las características de González.

Ruben Amoretti, bajo, como Simpson.
Amoretti cantante al que admiro mucho, sabe que tiene un bombocito entre las manos, y con no poco oficio, y unas espléndidas condiciones vocales, se lleva el gato al agua en todos los aspectos. Su romanza fue cantada de forma admirable, con un caudal impresionante, timbradísimo y unos graves de espectacular factura. La voz es muy bella y suena sana, corre mucho y se entiende absolutamente cada nota que canta. En la parte actoral se mueve como pez en el agua, brillando mucho en la escena con Leandro del segundo acto. Amoretti conoce los resortes de Simpson al dedillo, y lleva a cabo un personaje delicioso, entrañable y de noble trasfondo.

Antonio Gandía, tenor, como Leandro.
Gandía resultó el mejor cantante de la noche, y el triunfador de la velada. La línea de canto es insuperable, así como el fraseo de gran capacidad expresiva, a esto se le une una espectacular ejecución de la zona aguda donde la voz suena grande, redonda y sin cambio de color. Gandía sirvió una función de calidad, afrontando el papel de forma valiente, y con una enorme facilidad en todos los momentos, mas allá del celebérrimo "No puede ser" que fue el momento de la noche, braveadísimo y con insistente petición de bis, que nuestro tenor no tuvo a bien ofrecer, pero que estoy seguro que hubiera sido muy agradecido. 

Ángel Ódena, barítono, como Juan de Eguía.
Encontré a Ódena en un delicado momento vocal, en el que se acusa cierto desgaste del instrumento, en exceso oscilante, y problemas de afinación, dando la sensación de encontrarse incómodo en el papel, especialmente en el "Chiviri, chiviri" que para ser justos rompe completamente la vocalidad del personaje, y es un incordio para el intérprete de turno. La voz sigue siendo enorme, bella y de gran capacidad expresiva, aunque algunas frases cantadas de forma poco refinada empañaron el trabajo de Ódena. Actoralmente funciona muy bien en aquellas escenas en las que se vislumbra la verdadera naturaleza de Juan de Eguía y no tanto en las que se muestra como un rudo fanfarrón, aunque se puede afirmar que resulta creíble, y muy tierno por momentos.

Sabina Puértolas, soprano, como Marola.
Tengo la sensación de que a Puértolas le está cambiando la voz, perdiendo frescura, y sonando excesivamente dura en no pocos momentos, algo que no le va nada bien a un personaje como Marola, que precisa de no poca dulzura en muchos pasajes. La tesitura de Marola es complicada, y normalmente la que llega por arriba no llega por abajo y viceversa, y Puértolas para afrontar el papel parece oscurecer la voz de forma artificial, lo que resiente la dicción, y la forma de atacar y resolver el agudo, especialmente durante el dúo del primer acto y la romanza del segundo, que resultó destemplada y  poco inspirada en su final, en el que un agudo cortado de forma poco refinada acabó por estropear uno de los momentos mas populares de la obra. Eché de menos una visión mas meliflua a nivel musical del personaje, y mas apasionada, ya que resulta fría en no pocas intervenciones.




Coro Titular del Teatro de La Zarzuela con Antonio Fauró, sorprendentemente desaprovechado en escena, ya que si bien es cierto no tienen muchas intervenciones, en el principio de la obra pasan muy desapercibidos. Correctos como siempre, en una función en la que el lucimiento de la masa coral es pequeño.

Josep Caballé-Domenech lleva la batuta de OCM, de forma excesivamente caprichosa con los tiempos, en el que algunos números se ven arruinados dado los poco matices que se pudieron extraer de ellos, siendo especialmente desafortunados el terceto-habanera, dúo soprano-tenor del primer acto, y principio del segundo acto. A partir de la romanza de Simpson la función empezó a coger mas vuelo, y se pudo disfrutar mucho mas, pero en general, la visión de Caballé-Domenech peca de poco teatral, carente de emoción, y algunos cantantes se las ven y se las desean para seguirle ante la velocidad de algunos pasajes. Reconozco que salvo algunos momentos puntuales, la visión de nuestro director me dejó completamente frío dada la poquísima chispa que tiene y el poco pulso dramático que imprime a la partitura.





Vayamos con la propuesta escénica.
Mario Gas, se decanta por una visión completamente ortodoxa de "La Tabernera" que funciona en progresión ascendente, resultando gélido el primer acto, no siendo tan acusada la frialdad a partir del segundo. La obra se representa con su texto íntegro, y se agradece infinito, ya que las escabechinas que nos encontramos otras veces y la falta de coherencia dramática aquí no se encuentran por ningún lado, y se disfruta de la solidez del libreto en todo su esplendor. Gas se adentra en una visión verista, con unos personajes muy de carne y hueso, cuyos vínculos se van perfilando de forma ascendente y bien medida. No deja nuestro director mucho lugar para el lirismo en un montaje oscurantista y de aire apagado que va en consonancia con el tono de la función y que tiene momentos de inspirada resolución. El cuadro de la taberna resulta muy acertado y da un poco de calidez dentro de ese gris que parece inundarlo todo. Gas sabe lo que nos quiere contar y cómo nos lo quiere contar, y así se lo transmite al respetable. Resulta ligeramente decepcionante la escena de la tormenta, por poco inspirada, ya que si bien es cierto que con mas presupuesto, y unas maravillosas proyecciones de Alvaro Luna, no vi nada que no haya visto en ninguna otra Tabernera, y tratándose del Teatro de La Zarzuela me esperaba algo un poco diferente. Encontré adecuados los figurines de Franca Squarciapino que definen muy bien el aire sobrio que se le quiere dar a la función. Unas planas y frías luces, de Vinicio Cheli, deslucen, la magnífica escenografía Ezio Frigerio excesivamente difuminada a ratos, y con menos protagonismo del que se merece.
Mario Gas plantea una zarzuela en su vertiente mas pura, sin aditivos de ningún tipo, y sin sorpresas. Va directamente al corazón de la obra de Sorozábal y nos la cuenta sin rodeos, alejada de cualquier impostación, y la verdad es que el espectáculo gusta mucho, saliendo el respetable encantado, aunque a mi me ha dado la sensación que el enrarecido ambiente en el que se ha desarrollado esta función ha resentido el trabajo final, y que uno de los efectos secundarios de ello, ha sido esa frialdad que pulula por Cantabreda desde el comienzo de la zarzuela, y que define a la perfección el desangelado futuro que se le viene encima al Teatro de La Zarzuela. 





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