lunes, 17 de diciembre de 2018

10 Críticas Más Leídas En 2018.


                               


2018 ha sido un año intenso teatralmente hablando. He asistido a muchos espectáculos de toda índole, y se vieron reflejados en mi blog en casi su totalidad, salvo algunos musicales que he visto en el extranjero, y algunos espectáculos de los que no suelo hacer crítica, dado que no se encuentran dentro de aquello que considero mi "especialidad". Basicamente todos los géneros se han visto reflejados en Desde La Platea, y como es habitual por estas fechas, me gusta hacer un ránking con las críticas que más visitas han tenido durante el año. Espero que os guste!!

En el puesto número 10, una obra que revolucionó el off madrileño. "Amor fati, o como llegué a operarme de glaucoma" .

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/04/amor-fati-o-como-llegue-operarme-de.html


                                               



En el puesto número 9, una ópera que se repuso en el Real después de 20 años de su estreno. "Aida" con dirección de Hugo de Ana.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/03/aida-la-opera-segun-cecil-b-demille.html


                                


En el puesto número 8, una desopilante comedia que se llevó a cabo en el Nuevo Alcalá, ¨Las chicas del Zapping".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/las-chicas-del-zapping-las-que-tienen.html


                                  



En el puesto número 7, la entrevista que tuve el honor de hacerle a nuestra estupenda mezzosoprano Cristina Faus.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/02/hablando-con-cristina-faus.html


                                            



En el puesto número 6, un fenómeno teatral que sigue en el Marquina cosechando un muy merecido éxito. " El curioso incidente del perro a medianoche".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/09/el-curioso-incidente-del-perro.html


                                              


En el puesto número 5, un gran logro artístico para el Teatro de La Zarzuela, "Katiuska", con Ainhoa Arteta a la cabeza.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/10/katiuska-noche-hermosa.html


                                             


En el puesto número 4, una discutida propuesta, no exenta de polémica, y con un gran nivel musical, "Maruxa".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/01/maruxa-telurica-revision-de-la-opera-de.htm

                                              



En el puesto número 3, un clásico de nuestro repertorio lírico, del que solo se pudieron ver unas pocas funciones debido a las huelga acontecida en el Teatro de La Zarzuela, "La tabernera del puerto".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/la-tabernera-del-puerto-pura-zarzuela.html


                               
                                             


En el puesto número 2 una celebrada revista del Maestro Alonso, que fue la primera producción del Teatro de La Zarzuela emitida vía Facebook, "24 horas mintiendo".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/06/24-horas-mintiendo-ahora-que-vamos.html


                                            

Y en el puesto número 1... un musical que está en el Nuevo Apolo maravillando al respetable, "El Médico, el musical" en este caso en su versión sinfónica.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/el-medico-el-musical-lo-que-esta-por.html


                             


Aquí finaliza el ránking, Espero que sea de vuestro agrado. Aprovecho para desearos unas felicísimas fiestas, y un 2019 plagado de teatrito del bueno. No se nos debe olvidar que lo mejor siempre está por venir.
Muchísimas gracias a todos por leerme, por comentar, y por vuestros ánimos y calurosas felicitaciones por el blog. Nunca pensé que llegara a tener la repercusión que está teniendo, y sin ninguna duda, vosotros sois los principales culpables de ello!!!.
                           

martes, 11 de diciembre de 2018

Turandot, Robert Wilson Congela La Ópera De Puccini.

Por fin llegó Turandot al Real, después de 20 años esperando a que se viera en Madrid una de las óperas mas queridas de todo el repertorio, y uno de los títulos mas importantes de toda la historia de la lírica. Reconozco que me moría  por ver el título de Puccini, aunque bien es cierto que las primeras imágenes que vi del montaje de Robert Wilson no me entusiasmaron.
Adoro Turandot, puede parecer un tópico, pero en mi caso es una pura verdad. Considero esta obra la cima de todo aquello por lo que amo la ópera, y mas allá de su discutido final compuesto por Alfano, y que si es cierto que no pega ni con cola con el resto de la historia, cuando escucho Turandot suelo tener una experiencia sensitiva que va más allá de lo musical. La disfruto, la paladeo, me emociono y siempre descubro cosas nuevas que hacen que cada vez la ame con más fuerza.
Por todo esto que planteo, el pasado domingo, asistí emocionado al Real para deleitarme con Turandot, en una velada que brilló más en lo musical que en lo escénico, y en la que disfruté mucho en no pocos momentos.



Turandot se estrenó el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán, con música de Giacomo Puccini, que al no poder finalizar la partitura, se vio concluida por Franco Alfano. El libreto de la ópera corrió a cargo de Giuseppe Adami.
Puccini ya alejado del verismo, plasmó una leyenda persa en una de sus partituras más afamadas, y posiblemente más populares. Nuestro autor escribió una ópera oscura, de inquietante música en no pocos momentos, en la que Puccini parece desprenderse de todo aquello que le caracterizó, para solo dejar constancia de su impronta verista en el personaje de Liù, sin duda el más lírico de la partitura y cuya sensibilidad conmueve al más pintado.
El osado Calaf dispuesto a perder la cabeza por la hierática y tiránica Turandot es el encargado de desencadenar el drama, para que se nos cuente aquello que Puccini quiso, es decir, plantearnos una historia en la que la arbitrariedad del poder y los diferentes tipos de amor existentes que son los que al final hacen que el mundo marche se encuentran muy patentes, y donde cada personaje desprende en su carácter la simbología pertinente.
Puccini llevó a cabo una composición imponente, de tremebunda orquestación, incluso ciertamente grandilocuente por momentos, en la que el coro funciona casi como narrador de lo ocurrido en escena, de forma realmente inusitada en el de Lucca, parco en coros habitualmente en sus óperas. Del verismo mas puro evolucionó hacia un simbolismo muy marcado, y una estructura musical muy diferente al de sus otras partituras. La partitura se caracteriza por unas atmósferas extremadamente conseguidas, y un lirismo realmente superlativo que hacen que sea una de las composiciones favoritas del gran público, y una de las óperas más representadas desde su estreno.



Vayamos con el elenco, segundo en este caso, y bastante atinado en líneas generales.

Destacables comprimarios, Especialmente el Mandarín de Gerardo Bullón y el Emperador Altoum de Raúl Gimenez, ambos adecuadísimos para dos papeles muy expuestos y de indudable dificultad. Giorgi Kirof me pareció un competente Timur aunque quizás un tanto rutinario.

Juan Martín Royo, Vicenç Esteve y Juan Antonio Sanabria, como Ping, Pang y Pong respectivamente. Correctos aunque con algunos problemas con el volumen en algunos pasajes. Las voces bien conjuntadas y parejas brillan en no pocos momentos resultando interesantísimo el trabajo de conjunto que sin duda debe ser resaltado. El trabajo actoral es uno de los más inspirados del espectáculo, en una función que se caracteriza por la nula dirección de los cantantes, y la escasa interacción entre los personajes.

Miren Urbieta-Vega, soprano, como Liù.
Urbieta- Vega planteó su Liù desde un lirismo muy marcado, y una sensibilidad extrema cantando, con un estimable uso del regulador, y un volumen considerable durante toda la función. La cantante donostiarra posee un bello timbre, una expresividad notable, y un buen uso del fraseo, siendo la única de la terna protagonista que insufló de verdadero sentimiento a su personaje, empresa realmente difícil dada la concepción del espectáculo.

Roberto Aronica, tenor, como Calaf.
Irregular, y reservón, Aronica sirvió una función en la que pareció estar mas preocupado por dar todos los agudos de la partitura, que si es cierto que tiene, que por mantener una línea adecuada y dar alguna dosis de emotividad a una interpretación un tanto anodina, y con problemas en el volumen. Desde mi situación en el teatro, la segunda parte del aria principal fue completamente inaudible, y en los números de conjunto la voz se perdió entre la masa coral siendo la tónica de su trabajo el prepararse para los momentos más comprometidos y no sacar partido a aquellos pasajes mas líricos. Aronica apuesta por un Calaf heroico y poco dado a sensiblerías, frío y poco involucrado.

Oksana Dyka, soprano, como Turandot.
Magnífica, en una Turandot amplia en volumen, de exquisita dicción, y que se ve perfectamente reflejada en la escena de los enigmas, ya que la voz de Dyka corta como un cuchillo el aire, y de impactante factura en su resolución. Me sorprendió muy gratamente la soprano ucraniana, que resulta adecuadísima para el papel, que solo se ve empañado ligeramente en la zona aguda, un tanto estridente y de color metálico, pero que no molesta en exceso dadas las características del personaje. Actoralmente fuciona mejor en la parte inicial del personaje, ya que el hielo pareció no romperse en ningún momento, algo que no me quedó muy claro si forma parte de la dirección de Wilson o de nuestra cantante. El giro actoral que debe dar Turandot no se encontró presente ni musical ni actoralmente, pero para ser sinceros no me importó ni lo más mínimo, ya que en líneas generales el trabajo en Turandot es de gran solvencia.



Coro Intermezzo, con Andrés Máspero a la cabeza, a un nivel estratosférico y ascendente en cuanto a calidad. Los coros de Turandot son difíciles, excesivos, y de vital importancia para el buen desarrollo de la función, siendo en este caso uno de los activos mas importantes del espctáculo. Atronadores especialmente al final de la ópera, muy empastados y matizados en grado sumo.

Nicola Luisotti al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real ofreció un trabajo de altura, en el que primó la espectacularidad del sonido, quizás un poco superficial, y mas verista que lo que Turandot pide, pero que resulta adecuada para el funcionamiento del espectáculo. Es decir, lo que perdemos por un lado lo ganamos por otro. Quizás nos encontremos ante un planteamiento musical un tanto excesivo, pero que personalmente agradecí mucho ante tanta frialdad escénica, y que me dejó un muy buen sabor de boca durante toda la función. Luisotti conciso y pulcro, llevó al paroxismo la partitura de Puccini, y me dejó anonadado en no pocos momentos, siendo el efectismo una de sus bazas más importantes, y aquello que definió la obra, todo ello dentro de un gran sentido de la teatralidad.




Vayamos con la dirección escénica.
Robert Wilson lleva a cabo las labores de regista, y hace uso y abuso de todo aquello que se supone que son sus señas de identidad, siendo el resultado un espectáculo que cansa, vacío de contenido, y en el que se le da mil vueltas a todo aquello que ya se ha expuesto en anteriores espectáculos del director estadounidense. 
La Turandot que Wilson plantea pasa por un exasperante estatismo cercano al oratorio, de ridículos movimientos por parte de solistas y coro, y nula composición de los personajes. A Wilson parece no interesarle los vínculos entre los diferentes componentes de la ópera, y cada uno parece salir a cantar su parte sin emoción ni organicidad ninguna, como si de robots se tratara, y con poco margen a la expresividad. Varias inconsistencias son muy evidentes entre el texto y las escasas acciones escénicas, y encima no se nos explican bien algunas cosas. El personaje de Timur no se plantea como ciego, o al menos no se clarifica, por tanto queda raro que no sepa que Liù está muerta. La escena de la muerte de Liù está francamente mal resuelta, y esa obsesión por evitar que los personajes se toquen que parece atenazar a Wilson va a la contra de lo que ocurre sobre el escenario. El final de la obra se encuentra farragoso y mal explicado, solo quedándome claro cierta simbología sexual en el rayo que parte la escena al final del espectáculo. 
La sensación que tengo es que esta Turandot se queda en una fría, más bien gélida,  exposición de aires posmodernos, esteticamente bella gracias a las luces del propio Wilson, pero vacía, y un tanto apolillada ya que parece salida de una película de ciencia ficción de los años 80. Nada sorprende,  nada emociona, y sobre todo esa frialdad se da de bruces con una ópera, que por muy excesiva que nos pueda parecer, en ese exceso se encuentra gran parte de su encanto. Uno no pide una Turandot acartonada y en la línea que se suele asociar a esta ópera, pero si que pide un espectáculo vivo, y que al menos, solo al menos, nos cuente algo más allá del despliegue de efectos de luces que se pueden ver en esta Turandot, que se pasa al otro extremo y que paradogicamente se encuentra igual de vacía de contenido que las mastodónticas producciones a las que estamos acostumbrados, y que un servidor no aprecia especialmente.





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lunes, 3 de diciembre de 2018

María Del Pilar, Recuperación De Un Gran Título De Gerónimo Giménez.

Una de las labores fundamentales del Teatro de La Zarzuela, estriba en la recuperación de títulos perdidos, algo que se me antoja casi siempre interesante, y muy importante si de ampliar repertorio se trata. Partiendo de esa base, no sé si el hecho de programar una obra en versión concierto solamente dos días se queda en lo anecdótico y si realmente se consigue afianzar dicho título en el repertorio. La iniciativa, siendo indudablemente buena, se queda un poco corta, y sería interesante que quedara testimonio de dicha partitura mediante grabación de alguna clase, ya que uno piensa que posiblemente por muy exitosa que haya sido, merecidamente, "María del Pilar" no va a ir mas allá de el recuerdo ya mitificado, de aquellos que tuvimos la suerte de escucharla, ya que la obra da para mucho como luego explicaré. Entiendo las dificultades que muchas zarzuelas a todos los nivelen entrañan, del mismo modo soy capaz de dilucidar los motivos por los que la obra de Giménez estrenada el pasado día 30, no se ha hecho en versión escénica, y no se ha programado con asiduidad en nuestros teatros, pero teniendo en cuenta la magnífica ocasión que se ha tenido para dejar testimonio de la misma, me da pena que una obra de semejante envergadura, se quede otra vez en el baúl de los recuerdos, hasta que en un momento dado se vuelva a desempolvar la partitura para revisarla de nuevo.
Dicho esto, felicitémonos ante un descubrimiento de altura, y ante un ejemplo claro de la cantidad ingente de títulos que se encuentran en nuestro patrimonio musical, y que sin duda merecen ser revisados con la calidad que se planteó en el momento de su composición. "María del Pilar" ha entrado por la puerta grande, ha triunfado, y sobre todo ha dejado muy claro que el público de zarzuela disfruta con estas recuperaciones, así que bienvenida sea, y es deseable que disfrutemos de muchas mas obras como esta, nuestro género lírico se lo merece y los espectadores también.
El pasado viernes me acerqué a la Calle Jovellanos expectante e ilusionado, el reparto prometía, la partitura se había promocionado como excelsa, y la noche no defraudó. Se notaba cierta emoción en el ambiente, y en los corrillos en el descanso los comentarios eran muy efusivos. Al finalizar la representación los parabienes fueron unánimes, y más de uno estaba emocionado por lo que había presenciado. Así que no se puede pedir más. El público de zarzuela ama al género de una forma muy vehemente, y el viernes quedó muy patente el amor hacia la zarzuela, y sobre todo hacia la calidad, ya que la obra en cuestión merece un estudio profundo por sus múltiples valores.



"María del Pilar" denominada como Zarzuela en 3 Actos, con partitura a cargo de Gerónimo Giménez, y libreto de Francisco Flores García y Gabriel Briones, tuvo su estreno en el Teatro Circo de Price el 17 de diciembre de 1902.
Englobada dentro de la zarzuela rural, de la que tantos ejemplos hay en nuestro género lírico, encuentra su lugar en la zarzuela grande al mas puro estilo de Chapí, con sus tres actos correspondientes, de grandes exigencias musicales y escénicas, y marcado carácter operístico. La obra está concebida para gran orquesta y coro, dos sopranos, bajo, barítono, tenor y tres cómicos de inusitada dificultad en lo musical para lo que es habitual en la zarzuela. La partitura consta de la nada desdeñable cantidad de 15 números musicales, todos ellos de gran dificultad, enorme lirismo en algunos pasajes, y densísima orquestación. La sombra de Wagner se encuentra muy presente, especialmente en el último acto de la obra, así como diversos números de inspiración verdiana, especialmente dos dúos, y también la sombra de Bizet se encuentra planeando sobre la partitura, no siendo esto que planteo obstáculo para que la inimitable impronta de Giménez se encuentre muy marcada, siendo un título personalísimo, influencias aparte, y sorprendentemente moderno para los parámetros de la época, en la que el Género chico ya estaba en franca decadencia, y nuevas vías eran exploradas por nuestros compositores.
Varios números son destacables; desde la bellísima romanza de bajo, hasta los intensísimos dúos, toda la partitura se mueve en un nivel musical elevadísimo, rematando Giménez su obra con unos números de conjunto realmente superlativos, especialmente el tremendo concertante con el que finaliza el primer acto, de impactante resolución y dificultad extrema.
No estoy muy seguro de si el libreto estará a la altura de la partitura, y en el concierto se nos planteó el drama de forma narrada por Mario Gas, en versión de María Velasco, quedándose en un eficiente esbozo, convenientemente actualizado, y en el que nos queda claro, que el melodrama con los celos entre dos hermanos por una mujer como nudo central de la obra en un pueblo de la provincia de Salamanca, no tiene mucha más enjundia que lo meramente anecdótico. 




Vayamos con el elenco:
Mario Gas, actor, como Almendrita.
Gas nos cuenta un cuento, bueno nos lo lee, con sabiduría, ciertas dotes de socarronería y gran poder evocador, rememorando unos hechos ocurridos en el pasado y extrapolables a cualquier época. Nuestro actor aporta oficio y solidez a un trabajo en el que la claridad en la exposición fueron la marca de la casa, y en el que su cometido, que no era otro que ponernos en antecedentes de lo ocurrido entre cantable y cantable en un tono entre didáctico, tierno, y  alejado de cualquier afectación, siendo su trabajo solvente y efectivo en igual medida. 

Marina Rodríguez Cusí, Jorge Rodríguez Norton y David Sánchez, como Señá Nieves, Almendrita y Tío Licurgo respectivamente.
Correctos los tres, en los cómicos de la función, con varios números ciertamente comprometidos, y que fueron resueltos de forma más que adecuada y cargada de intención, a este respecto es destacable el cuarteto del acto tercero que comparten con María del Pilar, magnificamente expuesto, tanto musicalmente como en expresividad.

Damián del Castillo, barítono, como Marcelino.
Del Castillo sirvió una estupenda creación, en la que la expresividad fue su fuerte, así como un bello timbre y una perfecta proyección que resultaron cruciales en su composición. Es destacable el intenso terceto, practicamente un dúo cantado con María del Pilar, al mas puro estilo de cantante clásico de zarzuela, elegante y de lírica composición. También se debe tener en cuenta el dúo con el bajo, netamente verdiano, y resuelto de forma impactante y de alto voltaje musical.

Ruben Amoretti, bajo, como Valentín.
De lo mejorcito de la noche, donde el volumen y la expresividad fueron su fuerte. Nuestro bajo, sirvió una composición cargada de sensibilidad, que llegó al paroxismo en una bellísima romanza, sencilla en la melodía pero de difícil ejecución, en la que el fraseo brilló mucho, y que resultó francamente conmovedora. Amoretti de bello timbre y noble canto sacó todo el partido posible a un papel que se ajusta a sus características vocales como un guante. No pasando en absoluto desapercibido en unos de los papeles mas agradecidos de la partitura. 

Andeka Gorrotxategi, tenor, como Rafael.
Rafael muerde, es un papel ciertamente difícil, y si bien es cierto nuestro tenor cumple, lo afrontó con algunos problemas, que no arruinaron su interpretación, pero si que la empañaron ligeramente.
A su favor se encuentra un bello timbre, y mucha sensibilidad cantando, pero cierto sonido estrangulado, y algunos problemas para atacar el agudo no acabaron de redondear su trabajo. Encontré un poco inseguro a Gorrotxategi en un papel que se las trae, y que en la romanza principal tuvo su principal caballo de batalla, donde algunos problemas con el apoyo hicieron peligrar la pieza, aunque finalmente no fue así, aunque es cierto que me hizo sufrir un par de veces, para ser sinceros. 

Iwona Sobotka, soprano, como Esperanza.
Aunque parezca paradójico, a nivel musical, podemos considerar a Esperanza como la protagonista de la obra, aunque el título lleve el nombre de María del Pilar. 
Sobotka comenzó ciertamente fría en su romanza de salida, francamente difícil, resultando un tanto destemplada y con algunos problemas en la línea de canto, yendo de menos a más a medida que avanzaba el concierto, logrando un nivel realmente alto en no pocas ocasiones. La voz grande y bien timbrada, sirvió unos agudos en punta realmente estimables, así como algunas frases de gran expresividad y marcado lirismo en un personaje de aire verista, y que en general se vio muy matizado en nuestra cantante. Fueron destacables los agudos en los concertantes que destacaron sobre el resto del conjunto de forma impactante y enormes en cuanto al volumen. 

Carmen Solís, soprano, como María del Pilar. 
Solís tuvo por delante un toro bravo, en un papel difícil y desagradecido, que se vio ejecutado de forma impecable. Solís cantante de hechuras clásicas, lució empaque de soprano de rompe y rasga al mas puro estilo de nuestra zarzuela. Nuestra cantante posee un robusto instrumento, que no pesa en la zona aguda, y que en el centro suena potente y bello, con un interesantísimo uso del regulador, y que ofrece un canto cargado de sensibilidad y que nos transmite mucho en sus intervenciones. Solís nos obsequió al respetable con unos cuantos pepinazos muy bien dosificados, y que resonaron en la sala de forma más que respetable, siendo el resultado de alto voltaje dramático y musical. Si algo caracterizó el trabajo de la cantante fue la solidez y la musicalidad, en una composición sin fisuras y muy templada de principio a fin.


Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, con Antonio Fauró a la cabeza matizadísimo, y muy empastado, sirvió una función realmente brillante, luciéndose en todos sus números y resultando tremendamente placentero el sonido que se extrae de su trabajo. Es destacable la ejecución de la jota con la que empezó el segundo acto, así como un concertante de espectacular factura y ajustadísimo con el resto del conjunto. 

Oliver Díaz al frente de la dirección musical saca todo el jugo posible a la OCM, dotando a toda la partitura de una profundidad en el sonido realmente superlativa, y donde primó un excelente trabajo de concertación, y en el que el cuidado de los cantantes fue la tónica. Se nota que Díaz ha trabajado la partitura a conciencia, y el resultado es francamente interesante. La lectura de Díaz es netamente operística, buscando un sonido ampuloso y matizado, de gran eficacia teatral y en absoluto superficial. Sirva como ejemplo definitorio el insuperable preludio al acto tercero, solo comparable en calidad al preludio de "Las Golondrinas" que Díaz dirigió en su momento con igual acierto. Oliver Díaz lleva siempre a la OCM a los mejores niveles posibles, y  "Maria del Pilar" es un claro ejemplo de ello.



En resumen, el pasado viernes salimos del Teatro de La Zarzuela con la sensación de haber vivido una noche histórica. La gran partitura de Giménez tuvo muchísimo que ver en ello, así como el equilibradísimo elenco que sin duda estuvo a la altura de las dificultades de la obra, a lo que se unió la inspirada dirección musical de Oliver Díaz, dándose la conjunción perfecta para que nuestra lírica brillara mucho y bien, en una noche que ya forma parte de mi bagaje como espectador y que recordaré por mucho tiempo. Ojalá "María del Pilar" haya venido para quedarse, sin duda es de justicia que así sea. 




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