jueves, 23 de marzo de 2017

Venecia, Sentido Y Sensibilidad

El costumbrismo hoy en día está muy denostado, se le considera algo pasado de moda, y que no interesa. La cuestión estriba en que el costumbrismo no solo habla de señores con boina y alpargatas, (que también). Esta tendencia artística, como su propio nombre indica, nos habla de las costumbres de un lugar o de un grupo social. Esto no pasa necesariamente por lo folclórico como algunos se creen, hay muchos tipos de costumbrismo con argumentos desarrollados en las mas variopintas esferas sociales, aunque eso si, casi siempre con una visión amable de la realidad, un tanto dulcificada, pero a fin de cuentas desde un punto de vista realista y desde el retrato basicamente humanista de un microcosmos específico y con arquetipos marcados y muy reconocibles.
Esta disertación sobre el costumbrismo viene a colación de  Venecia, texto que no conocía y fuertemente costumbrista en su planteamiento, y que me surgió la oportunidad de presenciar hace unos días en el Teatro del Arte, y la verdad es que fui un poco a la aventura sin saber exactamente que iba a ver, aunque si con algunas referencias sobre la obra y su autor que resultaban prometedoras e interesantes, y que colmaron mis expectativas con creces tal y como iré narrando.





Venecia es una pieza corta, de una hora de duración, escrita por el dramaturgo argentino Jorge Accane, y que ha sido muy premiado en diferentes certámenes. La versión que ésta crítica ocupa está convenientemente retocada para acercarla al público español ambientándola en la Serranía de Ronda, siendo un acierto sin duda el cambio geográfico. La obra nos cuenta la historia de tres prostitutas de muy diferente carácter con una cosa en común, el burdel en el que viven y trabajan, regentado por una madame anciana y casi ciega, que solo tiene un sueño, viajar a Venecia a reencontrarse con un amor de juventud con el que tiene una cuenta pendiente. Las tres pupilas se las ingenian para cumplir el sueño de su jefa aunque no tengan medios económicos para hacerlo, llevando a cabo una maravillosa farsa en la que hacen creer a la anciana que están en Venecia. El texto es absolutamente delicioso, donde la psicología humana desde un punto de vista tierno y sensible está muy presente, y donde una conflicto aparentemente leve consigue sacar lo mejor de nosotros mismos, ya que después de ver el espectáculo, uno tiene la sensación  de que el Mundo es un lugar mas bonito, y sobre todo que se debe creer en el ser humano, ya que con los pequeños gestos que en Venecia se nos narran, se vislumbran como aquello por lo que merece la pena vivir.



La función se sustenta con seis actores, siendo muy coral en su concepto. No podemos hablar de protagonistas en el sentido estricto de la palabra, ya que todos los papeles tienen aproximadamente la misma extensión, a excepción del Giacomo de Iñigo Asiain, casi testimonial pero muy necesario a la hora del desarrollo de la trama. Asiain cumple en un código de galán latino de profunda y seductora voz y sus pequeñas intervenciones resultan la mar de gratificantes. Juan Ortega como uno de los clientes del burdel que ayuda a nuestras heroínas en su aventura veneciana, cumple sin problemas en un papel muy bonito, de un chico un tanto simple, que por un rato de sexo sin amor es capaz de embarcarse en una góndola y todo. Ortega carga de sensibilidad su papel, resultándonos muy tierno y cercano, y consiguiendo un vínculo estupendo con sus compañeras en escena que se me antoja muy creíble.
María Zarate, Merche Magro y Raka López dan vida a las tres prostitutas con gran equilibrio. Los tres personajes son muy distintos y los tres se complementan, desde la enigmática e introspectiva Zarate, hasta la pragmática Raka López, pasando por el torbellino de carácter que es Merche Magro, la paleta de caracteres es muy amplia, así como la diversidad de recursos de cada actriz, que brillan mucho en sus respectivos momentos de lucimiento. Cada una de nuestras actrices sabe perfectamente lo que hace y estar en el sitio que el texto les otorga. Zarate pura elegancia casi sobrenatural, López templada y comedida y Magro mas extremada que sus compañeras y con el punto justo de frescachonería que el personaje requiere. Para finalizar, Marga Escudero como la anciana dueña del burdel me resultó tremendamente entrañable, y emotiva, resultando su trabajo de gran enjundia, con una composición corporal muy interesante, y un delicado sentido de la ternura que en ningún momento cae en lo melifluo, algo que es muy de agradecer.



Sara Pérez dirige la producción, y lo hace con varias premisas interesantes, la primera es la propuesta estética, suave,  tranquila y muy poética, como el propio texto es. El principio de la función resulta sorprendente con los actores realizando acciones definitorias de cada personaje, siendo un cuadro de gran belleza y que ayuda a que nos vayamos metiendo en la historia, algo en lo que supongo que Marchu Lorente siendo la  encargada del movimiento escénico tenga mucho que ver en la efectividad de ese momento, que sin duda ya nos plantea por donde va el aire de la función. Sara Pérez busca unas interpretaciones profundamente naturalistas y alejadas de cualquier estridencia, siendo el resultado muy acertado, ya que la función precisa ese tono, sosegado y suavemente cómico que va en progresión a medida que va transcurriendo la historia. Cada carácter está perfectamente definido, los objetivos de cada personaje, y sobre todo las acciones acompañan a la palabra sin el mas mínimo problema están llevadas a cabo de forma clara y precisa, siendo el resultado ágil y entretenido, y transcurriendo el espectáculo de forma muy fluida con atinados tiempos y profundamente enternecedor.



Venecia es un chute de buen rollo, que me hizo sentirme mejor persona cuando salí de la función, y que me vino estupendamente bien en un duro día de trabajo que empezó fatal, pero que el espectáculo arregló para dejarme con la sonrisa puesta en la cara hasta que me acosté. Funciones como Venecia son muy necesarias en estos oscuros tiempos que nos han tocado en suerte, y sin duda su visión naif de la realidad me parece una genialidad que debemos aplicar con mas asiduidad en nuestro día a día. Estoy seguro que seríamos mas felices, ya que Venecia hace que nos sintamos así, y ahí amiguitos es donde estriba el mayor acierto y el encanto de la producción, vivir es maravilloso y Venecia así lo atestigua.

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