Se inició la temporada en La Zarzuela en la vertiente escénica, ya que "Circe" dio el pistoletazo, y con muy bien pie por cierto, en versión concierto el pasado mes de septiembre. Para abrir temporada se ha elegido uno de los pesos pesados del repertorio "Los Gavilanes", obra puntal del género, en cuanto a popularidad y éxito del título, y con lo que parece ser un gran elenco, de gran solvencia en ambos repartos, y en el primero, que es el que esta crítica ocupa con grandes atractivos en sus componentes. Me apetecía mucho ver la función, ya que hace la friolera de 20 años desde la última vez que se puso en pie en La Zarzuela, y ya iba siendo hora de volver a programarla, aunque como siempre ocurre en estos casos, las dudas surgen, ya que con el gran repertorio no es fácil dar con la tecla adecuada que ponga al título en su lugar, se aporte algo no aportado ya, o se le de el giro acertado a lo que tantas veces se ha hecho y se ha visto. Mario Gas me parecía una apuesta segura en lo tocante a la dirección de escena, máxime cuando de una obra con problemas de libro como es esta se trata, y la verdad es que esta vez como iré contando no me pareció que ha estado tan inspirado como de costumbre. La velada tuvo sus más y sus menos, y en general salí un tanto decepcionado de estos Gavilanes, que se quedan a medio Gas, más en lo escénico que en lo musical, pero que en líneas generales, no me dejaron con el sabor de boca que yo esperaba.
Desde la platea, os cuento lo que mis ojos ven, mis oídos escuchan y mi alma siente.En este espacio encontraréis un poco de crítica teatral, una pizca de nostalgia, y un mucho de amor a las artes escénicas. Si os gusta el teatro estáis en vuestra casa
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lunes, 11 de octubre de 2021
"Los Gavilanes", Zarzuela A Medio Gas.
martes, 5 de octubre de 2021
"Grease" Revisando El Clásico.
"Grease" ha vuelto a nuestras carteleras, es quizás el título más recurrente de todos del repertorio de musicales en nuestro país, y posiblemente el que más veces se ha representado. La primera vez que vi "Grease" en teatro fue en la producción de Luis Ramírez del 98 (aparatosa, carísima y aburridísima), y a pesar del enorme fracaso que supuso aquel proyecto, los empresarios teatrales siempre han tenido fe en la obra y sobre todo sus posibilidades comerciales, poniéndose en pie tantas veces después de aquel fiasco, que un servidor ya ha perdido la cuenta del número de veces que he visto este musical. "Grease" forma parte de nuestra vida, los que la vieron en su momento porque los llevaba directamente a su adolescencia, y los que posteriormente la volvimos a ver, que si bien en los años 50 no habíamos nacido, si que en los 90 tuvimos la oportunidad de introducirla en nuestra nostalgia colectiva.
El público cuando ve este musical se sabe las canciones de memoria, se sabe los diálogos de memoria, y lleva a sus hijos a verlo para que descubran una obra que para ellos (nosotros) fue mítica, esperando que también lo sea para las futuras generaciones, algo que posiblemente ocurra, ya que sus canciones siguen sonando y me da a mi que lo seguirán haciendo.
Cuando se planteó que se iba a hacer de nuevo, reconozco que me dio pereza, por la de veces que la he visto y la de veces que se ha hecho, pero a medida que se fueron avanzando detalles de la producción me fue picando la curiosidad. Lo primero que se planteó es que iba a ser la primera vez que se iba a representar con actores en la edad que se les supone a los protagonistas, después una revisión estética completa en la que se huiría del referente principal que es la película, y por último el volver a hacerla en gran producción ya que después de la del 98, siempre se había puesto en pie en medio formato, sin grandes alardes escénicos, a esto hay que añadir una revisión del texto original en la que se pondera la figura de la mujer, de forma más acorde con los tiempos que corren. Visto todo esto y vistas las primeras imágenes del montaje, decidí que no me la podía perder, así que ayer me acerqué al Nuevo Alcalá dispuesto a pasármelo bien y sobre todo dejarme sorprender... la cosa funciona a medias como iré desgranando en la siguiente crítica.
El caso de "Grease" es curioso, el musical se ha visto fagocitado de manera inclemente por la icónica película de Randall Kleiser, que difiere bastante de la obra original de 1971, manteniéndose como versión standard la del film, con sus canciones añadidas, sus cambios con respecto al libreto original, y con su estética tan marcada como referencial. La versión original de "Grease" se estrenó en Chicago, y fue producto de una compañía de teatro independiente, para llevar a cabo el musical, Jim Jacobs y Warren Casey se basaron en sus experiencias de juventud en un instituto de Chicago durante los años 50 del siglo pasado. El éxito de la obra fue brutal, y de ahí el salto a Broadway era solo cuestión de tiempo, donde se mantuvo en cartel durante ocho años, llevándose varios premios en su momento. Después vino la película... y el resto es historia.
La adaptación que se está representando viene firmada por David Serrano, y aquí es donde empiezan los problemas. El secreto de "Grease" no está en su libreto, no es "El rey Lear" precisamente, ni en una partitura de altos vuelos, el secreto es el tono paródico que destila, la mala baba nada soterrada que se vislumbra, la burla a los estereotipos de los años 50 en cuanto a roles sexuales se refiere, y a la forma de ver la vida en aquella época. Todo eso se ha esfumado, o sacrificado por dar valor a los personajes femeninos, y por aquello de lo politicamente correcto, yendo completamente a la contra de la esencia de la obra. Cierto es que hay conductas en el material original que nos pueden chocar, el baboseo continuo de Vince Fontaine, la aparente falta de carácter de Sandy, el machismo tan exacerbado de los T-Birds, o la frivolidad de las Pink Ladies, pero amigos, la forma de cambiar eso no está en quitarlo del texto, está en mostrarlo de forma que se vea que aunque antes era así, no está bien, y que los tiempos que corren condenan esas conductas. Hay una cosa que no se nos debe olvidar, en el "Grease" original, al final la que se sale con la suya es Sandy, Rizzo se muestra como una mujer fuerte y valiente y los personajes masculinos son caricaturizados hasta el ridículo. Todo eso ha desaparecido, el recorrido de Sandy se pierde por el camino, ya que desde el principio se nos presenta como una chica de carácter y en general toda la mala baba se ha suavizado, siendo el resultado una función ambientada en los años 50 con unos adolescentes que se comportan como lo hacen los de 2021. Por tanto se ha empobrecido el material original, en aquello que precisamente destacaba, y se ha convertido en una mera historia de amor con pinceladas de humor, que no acaban de cuajar, perdiendo gran parte del encanto de la obra original. La infantilización de "Grease" con el paso de los años es un hecho, llegando al paroxismo en esta nueva versión, algo que yo entiendo desde el punto de vista comercial por aquello de ampliar el espectro de público potencial, pero que a mi personalmente me apenó bastante ya que se han limitado mucho las posibilidades de la obra tanto a nivel dramático como actoral. "Grease" nunca se planteó como una comedia de humor blanco, y si como una revisión adulta de los tics de una época y sus convenciones sociales, desde un punto de vista ligero, que duda cabe, pero con sus retazos de ironía que sin duda es lo que le dan chicha a la función. Así que si vais a ver este "Grease" pensad que es otro punto de vista de la función, a mi entender descafeinado, y eso si... para todos los públicos.
El elenco, numerosísimo se sostiene en su mayor parte por alumnos de la escuela de musicales que SOM Produce ha puesto en pie el año pasado y que apunta maneras en cuanto a cantera de nuevos artistas del género se refiere. Hay que destacar la juventud y entusiasmo de todo el reparto, que si bien es cierto, se entrega a tope en el espectáculo, en algunos casos todavía se encuentran un tanto verde a la hora de afrontar un musical de esta envergadura. Todo el elenco tiene un elevadísimo nivel en la disciplina de danza, y aportan un tremendo empaque al espectáculo, que llenan con su energía el escenario del Nuevo Alcalá, muy especialmente en la escena del concurso de baile.
Dentro del gran número de pequeños personajes que tiene la función destaca la Marty de Mia Lander, impagable en sus momentos con Vince Fontaine, repitiendo todo lo que su ídolo dice, fue una de las actrices que más gracia me hizo, así como por su número musical, bien servido y muy bien movido. También destaca Sonia Vall como Frenchy, muy alejada del estereotipo del personaje pero sin duda le funciona, con grandes dosis de verdad y ternura. Entre los chicos se desdibuja un poco la cosa, ya que no se encuentra bien definida la personalidad de cada uno, aunque el Doodye de Lucas Miramón me gustó con algunas frases muy bien encajadas entre las escenas de conjunto.
La pareja formada por Ana de Alva y Jan Buxaderas, como Rizzo y Kenickie respectivamente, funciona, aunque a de Alva le falta todavía peso escénico para llegar al carácter de Rizzo. Donde mejor se aprecia el personaje es en su número musical, y posterior escena con Sandy, ya que logra crear una atmósfera muy particular y acertada de ese momento. La voz de especial timbre, resulta adecuada para el papel, y no está mal manejada. Jan Buxaderas si que brilla y mucho en todas las disciplinas, cantando su número principal cargado de energía y gran control del instrumento. Buxaderas me pareció el más sólido del elenco joven, y reconozco que me encantaría verlo como Danny, sin duda está preparado para el papel.
Victor Massan como Vince Fontaine, me resultó irregular en lo actoral, y estupendo en lo vocal. No parece cogerle el aire al papel, que debe mandar en sus escenas, faltándome presencia y carisma, aunque si es cierto que en momentos puntuales, especialmente cuando apela a la nostalgia y al amor de juventud, si que hay cierto peso actoral. Pasa bastante desapercibido durante la función, cuando debe de ser una de las estrellas, y su número, deslucido en los escénico no salva las carencias de su trabajo, que yo creo que se encuentra mal enfocado desde la dirección. Posiblemente unas directrices más claras sobre el personaje le hubiesen ayudado a encontrar su sitio, ya que en general parece descolgado del resto del elenco, sin encontrar su sitio en la función. La voz bien timbrada, resolutiva en el agudo y con buenos final de frase si que se adecúa al personaje sin el menor problema.
Lucía Pemán y Quique González, como Sandy y Danny respectivamente, también acusan cierta falta de carácter, no tan marcada como en otros personajes, pero si que me faltó peso escénico, algo que es una tónica en la función. Pemán convincente y menos sosa de lo que suele presentarse el personaje, tiene una voz muy bonita que se ajusta a la vocalidad de Sandy, donde más flojea es en el número final, ya que no vi a la Sandy "dura" que cambia para sorprender a su chico, es la misma Sandy de toda la función, solo que vestida de manera diferente. González, con buena presencia salva los trastos en lo actoral, aunque un poco más de comicidad no le vendría mal, en un personaje muy bien controlado en lo corporal, quizás un poco justo de carisma, y que funciona más como héroe romántico que como parodia de chuleta de tres al cuarto, algo que quizás no sea culpa suya, si no del tratamiento actoral de todos los personajes. En lo vocal un tanto irregular, no acabó de rematar satisfactoriamente su famoso Sandy, si bien es cierto que la voz apunta maneras, todavía no está madura para afrontar según que momentos. Me gustaría remarcar una cosa que se extiende a la mayoría del elenco joven con números en solitario, el manejo de la voz en general no es el adecuado, y creo necesaria una revisión con un coach que les marque las directrices vocales de cada número, ya que ninguno acaba de ser rematado del todo por cierto descontrol de los instrumentos de cada artista.
Hay que destacar la estupenda lectura musical por parte de Joan Miquel Pérez, que dirige la orquesta con gran pulso, un sonido espectacular, de gran impacto teatral, y que acompaña perfectamente no solo los números musicales, si no también la acción dramática. Muy pendiente de los artistas durante toda la función, sin duda, su trabajo pasa por un mimo y un cuidado exquisito del material original.
El espectáculo viene firmado por David Serrano, y hay que diferenciar muy claramente la propuesta escénica y visual, con el tratamiento actoral, ya que nos encontramos ante un espectáculo de impactante acabado, gran formato, sorpresiva resolución de cada escena (en casi todos los casos), y una función con un pobre planteamiento actoral que no acaba de pillarle el punto al material original.
El mayor acierto de este "Grease", recae sin duda en el concepto visual, completamente alejado de la película, responsabilidad en parte de la monumental e inspirada, aunque un tanto limitadora, escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda. A este respecto destaca la escena del baile, muy imaginativa y de espectacular acabado. También resulta acertado el vestuario de Ana Llena colorido y bien adaptado para las múltiples coreografías que trufan el espectáculo. Los problemas surgen en el enfoque que se le ha dado a la función, se han limado, en exceso para mi gusto, los estereotipos que "Grease" plantea, quedando en general todas las interpretaciones un tanto planas. Me faltó chulería en líneas generales, y ciertos personajes que en la trama se deben plantear como más extremados pasan muy desapercibidos diluyéndose el carácter de los mismos. Los chistes no acaban de funcionar, y en las escenas en las que muchos personajes hablan juntos, hay cierta tendencia a ralentizar el texto, con pausas entre los bocadillos que lastran el ritmo de la función. El resultado el de un espectáculo un tanto apagado, que si es cierto, se suple con la entrega y energía del elenco, pero falta chicha actoral en general. Otro problema que nos encontramos son las transiciones, sorprendentemente torpes para un espectáculo de esta envergadura, ya que no parecen fluir lo suficiente, restándole agilidad a la función. Se abusa del oscuro en los cambios, y quizás las mutaciones vistas hubiesen sido un mejor recurso para aligerar la función. Hay dos momentos en la función que me sorprendieron por su falta de fuerza, el número del Ángel, a mi entender un "Viva Cartagena" en toda regla, no llega a la expectativas, y no se encuentra arropado ni en el aparataje escénico ni en la coreografía, así como el mítico "You´re the one what I want", sorprendentemente desangelado, y poco espectacular como final de obra. Mejor resuelto a todas luces se encuentra el número principal de Rizzo y la escena posterior, así como toda la escena de la fiesta de pijamas. Otro de los aciertos se encuentra en el entrenamiento de Danny Zuko, único momento de la función en el que se sentí que el espíritu de "Grease" se encontraba muy presente. David Serrano no le pilla el punto a la función, y su intento de actualizar el humor de la función no acaba de cuajar, y los chistes parecen lavados, blanqueados y centrifugados, quedándose en una bonita dosis de chapa y pintura, aséptica e inmaculada, y con poquísima chicha teatral. Quizás "Grease" no necesita que se la tome tan en serio, y en vez de envolverla en cierta pátina de didáctica moralina, debería dejarse como lo que es, una comedieta con su puntita de mala baba, mucha retranca, y ligereza festiva. El resto del trabajo ya lo puede hacer el espectador por su cuenta, que sin duda es capaz de discernir que los comportamientos no son los mismos ahora que en los años 50. Si esto se hubiera planteado así, la función hubiera ganado unos cuantos enteros, y teniendo en cuenta la infraestructura del espectáculo, quizás nos podríamos haber encontrado con la producción definitiva del musical en nuestro de país. Dado el enfoque nos hemos quedado en un espectáculo monumental en lo visual, y un tanto olvidable en lo demás, que no deja huella, aunque se disfruta de forma agradable, leve y más intranscendental de lo que la obra en si ya lo es.
Mención especial para la coreografías de Toni Espinosa, que si bien es cierto pecan de repetitivas, están tan bien resueltas, y desprenden tanta fuerza que son uno de los grandes activos de la función, así como para las luces de Juanjo Llorens, que visten a la perfección el espectáculo en todos los cuadros que se presentan.
Este "Grease" de impecable factura, se puede disfrutar como la gran producción que es, la verdad es que da gusto ver ese escenario tan lleno de artistas, después de este periplo de espectáculos de medio o pequeño formato, y si de pasar la tarde se trata, sin duda el cometido está logrado. Pero... se ha perdido la oportunidad de realizar el "Grease" definitivo, o aquel que deje una huella indeleble en el que lo vea, una pena, porque esto que planteo se puede subsanar con un par de retoques que refuercen y sobre todo carguen de chicha al espectáculo.
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domingo, 3 de octubre de 2021
Cada Átomo De Mi Cuerpo Es Un Vibrocospio, El Milagro De Helen Keller.
Si hay una historia de superación personal, esa sin duda, es la de Helen Keller. La historia de la niña, que a los siete años, comenzó un duro aprendizaje con su maestra Anne Sullivan, y que consiguió ser la primera persona sordociega en conseguir una licenciatura, teniendo grandes logros en su vida, como escritora, conferenciante, activista y lingüista, considerándose todo un hito en su momento, y que todavía en la actualidad nos sigue impresionando, como ejemplo de tenacidad, fortaleza, y superación.
La historia de Keller, ya a mediados del siglo pasado, fue plasmada en la estupenda pieza de teatro de William Gibson, y en la posterior y legendaria película "El milagro de Ana Sullivan" dirigida por Arthur Penn, convirtiéndose su figura en una heroína popular, que sin duda abrió muchísimas puertas a las personas con discapacidad, así como en su lucha como activista de las causas sociales y feministas. Si bien es cierto que la obra de teatro y la película aumentaron su notoriedad, ya a mediados de los años 50 su figura era muy reconocida a nivel mundial, y que aquellos que no fuimos coetáneos suyos, sin duda la conocimos a través del cine. Mi interés por Helen Keller se remite a mi infancia, que fue el momento en el que vi el film, impresionándome profundamente, quedando en mi retina algunas de las imágenes de la película, que nunca olvidaré, y que hizo que ya de mayor me interesase por su figura, siendo consciente del calado de la misma, así como todo lo que había detrás de su historia.
Helen Keller ha vuelto a estar de actualidad, gracias a una obra de teatro que se estrenó hace dos semanas en La Abadía, y que se ha convertido en un "must" instantáneo de nuestra cartelera, algo muy significativo, y que al menos una cosa deja bien clara, su historia y su figura siguen suscitando interés.
La novedad de "Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio", que es como se llama la pieza, radica en que si bien hasta ahora la historia se había contado, autobiografía aparte, centrándose más en la figura de su maestra que en la de ella misma, por motivos obvios, ya que como observadora del proceso de aprendizaje de la niña, facilitaba el proceso narrativo, en este caso se centra más en Keller y en su experiencia vital.
"Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio", con idea original de Eva Rufo, y dramaturgia de Rakel Camacho y David Testal, se presenta como una experiencia inmersiva, recuerda vagamente a las funciones del desparecido Tomaz Pandur, y en la función se nos plantean retazos de la vida de Keller, aderezados con ciertos pensamientos filosóficos que nos acercan la experiencia vital de nuestra heroína, para que podamos entender lo que supuso para ella, con la gran ayuda de Anne Sullivan, conseguir todos sus logros, con las enormes limitaciones que se le suponen a una persona sordociega. La primera parte de la función, podemos entenderla en términos más convencionales, y es en la que se nos expone el proceso de aprendizaje de Keller, desde su primer contacto con Sullivan en el que esa niña semi-salvaje va entendiendo el lenguaje que le plantea su mentora, siendo esta parte del espectáculo quizás la que menos me interesó, ya que ahí no se nos cuenta nada que no se nos haya contado antes de similar forma. Es en el momento en el que Keller comienza a hablarnos después de entender, de forma muy poética, es cierto, el significado de la palabra "agua", cuando la obra empieza a despegar en su mensaje, y en lo que nos quiere contar. A partir de ahí la cosa va tomado forma, más allá de la artillería pesada actoral, para hacernos entender la visión vitalista y esforzada del personaje que se nos quiere transmitir. Quizás, y esto solo es una apreciación mía, a la función le falta cierta profundidad, ya que cierta filosofía de "andar por casa", trufa un texto que no acaba de estar rematado de forma idónea y que parece divagar en exceso sin ser capaz de ponernos en el sitio justo al que nos quiere llevar. Huyo de las funciones en las que se nos da todo masticado, pero si que cierta enjundia más allá de tanta reflexión en algunos casos, un tanto vacua y errante a ratos, me hubiera convencido más, para que el resultado fuera menos leve de lo que es. Esto que planteo no obstaculiza el interés de la pieza, indudable a todas luces, así como lo arriesgado en su exposición, que quizás se centra más en lo estético que en lo literario, propuesta por otro lado perfectamente válida.
La función se sustenta en dos actrices, en completo estado de gracia, Eva Rufo como Helen Keller y Esther Ortega como Anne Sullivan, que resultan más que convincentes en su respectivas creaciones, Ortega didáctica y dulce con su alumna, y Rufo vitalista y esforzada. Ambas interpretaciones se acoplan perfectamente la una a la otra, viéndose todo esto reforzado en un mayúsculo planteamiento corporal, que sin duda dota de gran empaque y plasticidad a sus respectivos trabajos. Al principio de la función, impresiona la compenetración entre las dos actrices, no se nos debe pasar por alto que Rufo durante el primer cuarto de la obra, está realmente ciega y sorda gracias a unos parches oculares y unos cascos, siendo sus ojos y su escucha Esther Ortega. Todo funciona al milímetro en el aspecto corporal durante ese tramo de la función, Rufo arisca y agresiva, Ortega templada y amorosa, siendo una suerte de dos personajes en uno, unidos por una plasticidad y expresividad en los movimientos pasmosa. Una vez superada esta fase comienza el duelo dialéctico, igual de afortunado, bien planteado, y sobre todo clarificado, en un texto que puedes resultar árido por momentos, y que nuestras actrices hacen suyo con naturalidad, y lo que es más importante concisión y cierta emotividad muy difícil de plantear dadas as características en algunos momentos del texto, en los que definiciones científicas y filosóficas aparecen por doquier.
La compenetración a todos los niveles de nuestras actrices, así como su química en escena son realmente notorias, y un vínculo muy especial se crea entre ambas en el escenario, que posiblemente se acerque mucho al que realmente existió entre los personajes reales que se nos están exponiendo. Todo esto que planteo hace que sintamos que la entrega, es total, y sobre todo el amor que se siente hacia lo que están haciendo sea el motor que empuja la función en su faceta interpretativa, más allá de las cuestiones técnicas que más arriba planteo, y que en un espectáculo de estas características son absolutamente imprescindibles. En "Cada átomo de mi cuerpo" vemos a dos actrices entregadas hasta las últimas consecuencias, que juegan, arriesgan y sobre todo nos arrastran en su juego escénico e interpretativo con resultados de alto voltaje teatral.
Rakel Camacho al frente del espectáculo, ofrece una función de gran impacto visual, en la que los sugerentes juegos escénicos que se nos plantean se encuentra muy bien servidos, y en la que se mezcla la espectacularidad de lo audiovisual con otros efectos quizás menos aparatosos pero si más interesantes. A ratos parece divagar un poco en cuanto la dirección que toma el espectáculo, diluyéndose la trama principal en la ambiciosa propuesta escénica, aunque sus actrices sacan adelante con oficio las carencias que se vislumbran en cuanto al tratamiento actoral, llegando a buen puerto en líneas generales, aunque no me quedó muy claro hacia dónde nos quiere llevar Camacho en ciertos momentos. Pareciese que se abren muchos caminos a lo largo del espectáculo, que no nos llevan a ninguna parte, para volver de nuevo a planteamientos iniciales más afortunados, y que son los que realmente resuelven el espectáculo de forma satisfactoria pero no del todo redonda. Sin duda nos encontramos ante una apuesta arriesgada, que no deja indiferente, pero que con una dirección menos errática hubiese resultado más completa en su resolución, ya que parece que la estética, a todas luces afortunada, se traga lo profundo del tema que se trata. Es indudable que el espectáculo llega al respetable, que premia sin duda el esfuerzo que supone una función de estas características con sonoras ovaciones al final, y que sin duda consigue remover, quizás no conciencias pero si emociones primarias de forma resolutiva y con indudable, a ratos, impacto teatral. "Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio" es una apuesta sólida en la mayoría de sus planteamientos, especialmente en el visual y actoral, y aunque peque de cierta superficialidad en su acabado formal, es una de las apuestas más interesantes que se puede ver en estos momentos en cuanto a propuestas contemporáneas se refiere. Hay que verla para juzgarla, y que cada uno saque sus propias conclusiones, que sin duda da para ello, invitándonos a reflexionar sobre ciertos temas que nos pueden resultar ajenos, especialmente porque no somos conscientes de la suerte que tenemos a la hora de afrontar situaciones completamente naturales e inherentes al ser humanos, y que para Helen Keller sin duda eran de extrema dificultad.
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