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lunes, 13 de mayo de 2019

El Hombre De La Mancha, Recordando A Brel, y Revisando El Clásico

Cuando se publicó la programación del Teatro Español de la presente temporada, una actividad de tres días me llamó la atención, se trataba de L´homme de La Mancha, sobre la traducción y adaptación de Jacques Brel. Empecé a buscar información sobre el espectáculo que se presentaba como una coproducción entre el teatro de La Monnaie de Bruselas, el KVS y el Théâtre de Liège, y el resultado de mi investigación a nivel visual no pudo ser más decepcionante, y no corrí más detrás de este espectáculo, que decidí no ir a ver, ya que no me interesaba en absoluto. Muchas personas de mi entorno iban a ver la función, mientras yo me mantenía en mis trece, diciendo que me daba mucha pereza, que la pinta era malísima, y que conmigo que no contaran. Para variar me equivoqué, y después de algunos comentarios que me llegaron al finalizar la primera función me animé a sacar entradas, algo reticente, pero ahora con ánimo curioso, y todavía escéptico. Cuando acabó el espectáculo me tuve que tragar todas y cada una de mis palabras, ya que la calidad musical, y los aciertos escénicos, de esta peculiar visión de El Hombre de La Mancha, están bastante por encima de muchos espectáculos de esta índole vistos en nuestro país, y me dejaron muy claro, que si bien es cierto me tengo por espectador desprejuiciado, tengo más prejuicios de los que me creo. Entono el mea culpa, y prometo dos cosas, juzgar menos un espectáculo antes de verlo, y sobre todo no ofrecer mi opinión en público tan a la ligera, sin conocimiento de causa. El teatro es un continuo aprendizaje, para el que lo hace y para el que lo ve, un arte cuyo lenguaje está en continuo movimiento, y que debe ser abordado siempre con la mente abierta, porque las sorpresas, buenas y malas, surgen en el momento más inesperado.


El Hombre de La Mancha, con música de Mich Leigh, libreto de Dale Wasserman y letra de Joe Darion, tuvo su estreno en el "off Broadway" en noviembre de 1965. Pasó al circuito principal de Nueva York un par de años después, dado el éxito de la producción original, prolongándose su estancia en cartel hasta 1972. Este musical fue galardonado con cinco premios Tony en la edición de 1966.
El Hombre de La Mancha es uno de los grande éxitos del viejo Broadway, y un clásico en toda regla, representado en todo el mundo, en múltiples idiomas y diferentes adaptaciones, siendo un título muy popular, especialmente el tema principal de Don Quijote, el celebérrimo " Sueño Imposible".


Leigh compuso una partitura vibrante y de fuerte inspiración española, tremendamente pegadiza, y gran expresividad, en la que se refleja a la perfección los diferentes momentos que transcurren en escena. La orquestación de la obra resulta peculiar, dada la ausencia de cuerdas a excepción de un contrabajo y guitarra española, dotando a todo el musical de un sonido muy particular, y muy identificable como de la obra en cuestión, y siempre al servicio del drama.
El argumento gira en torno a la reclusión de Cervantes por parte de La a Inquisición Española, llevando a cabo el autor una representación de El Quijote siendo los protagonistas los presos de la cárcel, para defenderse ante sus denunciantes, explicando su magna obra.
Varias cosas hicieron que El hombre de La Mancha supusiera un antes y un después, especialmente su carácter minimalista, que abrió una nueva línea en cuanto a la concepción de los espectáculos musicales, habitualmente de gran formato, así como una trama de final triste, y muy adulta en su línea argumental, con lenguaje duro y directo. Es destacable también el gran valor literario del libreto de Wasserman, donde El Quijote se ve sintetizado de forma poética, y con gran fuerza en algunos momentos.
De El Hombre de La Mancha se pueden sustraer muchos mensajes, especialmente la importancia de perseguir los sueños de cada uno, así como el no olvidar la poesía y la imaginación como motores de nuestra vida. Casualmente, en este musical, el "loco" es el más sensible, el más soñador, y sin duda el más honesto de todos los personajes que pululan por el texto, algo que nadie le puede perdonar. El poso que deja de El Hombre de La Mancha resulta conmovedor, y muy esclarecedor, siendo el resultado el de un título apreciable, de inolvidable factura, y uno de los más queridos del repertorio clásico, que yo mismo tengo entre mi terna de musicales favoritos.
Como más arriba planteo, en el espectáculo se representa la celebrada versión de Jacques Brel, todo un icono en el mundo franco parlante, y de gran belleza en su traducción.


Vayamos con el elenco:
Nos encontramos ante un elenco de altísimo nivel, en el que todos cumplen con los diferentes papeles que se llevan a cabo, por motivos obvios iré a los principales.

Es destacable el trío formado por Gwendoline Blondeel, Geoffrey Degives y Raphaële Green, como Ama de Llaves, Padre y Antonia Carrasco. El terceto fue servido con gran maestría y musicalidad, encontrándonos con tres voces claramente líricas, y de perfecto ensamblaje entre ellas. La zona aguda fue ampliamente superada, la intención, tan importante en esta obra, una de las grandes bazas de la interpretación de nuestros intérpretes. También se debe hacer mención a Degives como Barbero, que resulta impagable en su interpretación, y más que correcto en sus intervenciones. Degives resulta uno de los mejores intérpretes de la noche, destacando como tenor de impecable gusto cantando, y gran belleza en el instrumento.

Christophe Herrada como Sansón Carrasco, resultó muy sólido en sus intervenciones, especialmente como el Caballero de los Espejos, donde por motivos obvios más se lució en lo vocal, llevando a cabo una interpretación que recordaba, en su estilo, a la de ciertas óperas rock, o a El Fantasma de El Paraíso de Brian De Palma. La voz está bien timbrada y sin fisuras, es robusta, con buena técnica, y muy resolutiva, dando como resultado un trabajo eficiente en líneas generales, y más que satisfactorio.

Junior Akwety, como Sancho Panza, me pareció más acertado musical que actoralmente, ya que unas dosis de ingenuidad más marcada, y un carácter más apegado a la tierra, serían de agradecer, la diferencia con Don Quijote hubiese sido más clara, y su vínculo estaría mejor definido. Musicalmente se encuentra acertadísimo, dotando al personaje de un delicioso sabor étnico y con unos ecos de cantante soul, que le vienen muy bien a Sancho, resultando peculiarísimo en la lectura de la partitura, y de personalísima ejecución.

Ana Naque, como Dulcínea, me pareció la mejor intérprete de la noche a nivel musical, con una imponente voz, de técnica lírica pura, que me dejó asombrado por sus matices oscuros, de sensualísimo centro, y agudo poderoso. Naque de amplia tesitura, impresiona en su ejecución musical, por la facilidad con la que parece abordar el papel, así como por los espectaculares resultados que ofrece. Encontré a nuestra cantante adecuadísima a lo que el papel pide, papel por cierto, de grandes dificultades canoras, y de difícil demarcación en cuanto a tesitura. Actoralmente soberbia, en una Aldonza-Dulcinea de aires poligoneros, que cuadra con el personaje a las mil maravillas, y cuya rotunda presencia nos deja fascinados desde su primera intervención, afortunadísima por cierto.

Filip Jordens, Como Don Quijote. Jordens parece ser un reputado intérprete del repertorio de Brel, al que yo no conocía, he de confesarlo. Nuestro actor canta como Brel, con sus mismas inflexiones, sus famosas "erres" así como en la imitación de esa voz, casi áfona y sin armónicos, que Brel poseía y que me parecía inimitable hasta la función del otro día, ya que Filip Jordens lo clava, y lo que es mejor todavía, le saca todo el partido posible a nivel musical y dramático. Ciertamente tiene el nivel vocal más bajo de la función, pero juzgando su trabajo en conjunto no me molestó. Actoralmente resulta prodigioso, entregadísimo, y conmovedor en no pocos momentos, dotando a su personaje de una verdad realmente superlativa. Nos creemos todo lo que hace y todo lo que dice, y nos sobrecogemos cada poco ante la enormidad de lo que se plantea en su composición. Cuando Aldonza le está recriminando todo lo que ha hecho por ella, y le cuenta con toda su crudeza quien es ella realmente, la desesperación que nuestro actor muestra, mientras se lleva las manos a la cabeza, es uno de los momentos mas inspirados, y más brutales que he visto sobre un escenario en mucho tiempo.

Me gustaría hacer una mención especial a François Beukelaers, que viene acreditado como Capitán de La Inquisición, y que tiene un papel no del todo definido en la función, ya que está durante todo el espectáculo observando lo que ocurre en escena sin apenas hablar, a excepción de un añadido de texto, que no supe saber muy bien de donde había salido. Lo entendí como una alter ego de Brel, rememorando un amor de juventud. Donde realmente Beukelaers resulta conmovedor, es en la muerte de El Quijote, en un ejercicio de verdad encomiable, y de efecto profundamente catártico.



La Orquesta de La Monnaie, con Bassem Akiki a la batuta, sonó realmente bien, con una lectura muy teatral de la partitura, y perfectamente ajustada a las necesidades de la obra, con un sonido compacto y homogéneo durante todo el espectáculo, acompañando a la perfección el drama. Quizás, y esto es una cuestión de gustos, encontré un poco pausados los tiempos en los temas de Aldonza, algo que dadas las estupendas facultades de la soprano titular del rol, me pareció que enriquecía la interpretación, y estaba perfectamente premeditado. En líneas generales, nos encontramos con una obra muy cuidada en su lectura musical, y en la que se ve a la legua el profundo trabajo con la partitura y los cantantes de Bassem Akiki, que dota a la función de la grandeza con la que fue concebida, quedándose no en un mero ejercicio de espectacularidad, sino de exquisitos matices, y elaborado acabado. 


Vayamos con la dirección escénica.
La función viene firmada por Michael De Cock y Junior Mthombeni, siendo el resultado más ortodoxo de lo que nos puede parecer a simple vista, pero que arañando en el fondo del asunto, nos damos cuenta que se parte de un respeto absoluto hacia el musical original.
La idea de un concierto semi escenificado pulula en el montaje al principio de la función, pero a medida que va avanzando el espectáculo, nos damos cuenta que no es así, sino que se trata de una función cargada de simbologías, y cercana al "konzept" operístico, que busca la esencia de la función de una forma muy palmaria, y extremadamente afortunada en casi toda la representación. La idea de un teatro desnudo con pocos elementos, y mucha imaginación, tan cercana a la obra original, se encuentra continuamente en el espectáculo, huyendo de los espectáculos acartonados, que a veces se asocian a este musical, siendo la verdad en las interpretaciones, y la parquedad en los elementos, como más arriba planteo, las señas de identidad, de un espectáculo elegante e imaginativo a partes iguales. Hay algunos peros, especialmente en algunas simbologías no explicadas de forma correcta, y que nos cuesta entender, así como algunas proyecciones que tampoco me parecieron especialmente afortunadas, pero también es cierto, que esto que planteo imprime a todo el espectáculo una extraña atmósfera muy sugestiva y de interesante acabado. Si se nos hubieran contado mejor algunos pequeños detalles la función sería menos irregular en su totalidad, aunque si es cierto que el espectador se deja llevar por lo que va viendo, metiéndose en ese peculiar mundo que se nos plantea, ciertamente sórdido, y profundamente teatral. La dirección de los actores es superlativa, con unas líneas muy claras en cuanto a las psicologías, así como las múltiples pinceladas con las que se enriquece a cada rol de la función. Impagable el Ama de llaves, rijosa y ataviada de unos castradores guantes de boxeo, en uno de los números mejor resueltos del espectáculo, el terceto del Ama, Antonia y el Cura. La función dotada de un sobrado empaque escénico y actoral, resulta impactante por momentos, tanto por su dureza, como por su capacidad para conmovernos en los momentos más dramáticos, y lo que es más importante, en el que toda la poesía que se desprende de la mente de El Caballero De La Triste Figura, está muy patente, siendo el resultado el de una canto a la imaginación y a la busqueda de los sueños de cada uno muy notoria, y magnificamente plasmada. Reconozco que este Hombre de La Mancha, ha sido una sorpresa mayúscula, inesperada y gratificante a partes iguales, en la que se demuestra una vez más, que el envoltorio es lo de menos, cuando la obra se encuentra plasmada en el escenario, algo que sin duda así ocurre en esta función, que destila ironía y verdad por los cuatro costados, y en la que durante gran parte de ella, no podía dejar de pensar que si los autores la hubiesen podido ver, sería quizás una de las más cercanas al concepto original de todas las que se han hecho.  No hay gigantes, pero si está la imaginación de Don Quijote, exactamente aquello que nos contó Cervantes, y el ejercicio de metateatro que se nos quiso contar un día de un lejano 1965 en el que se hizo historia en el teatro musical, ya no estadounidense, sino mundial.

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