Cuando un servidor se encontraba sobre las tablas y no frente a ellas, el verano en Madrid era sinónimo de zarzuela. Mi primera temporada de zarzuela, comenzó a finales de mayo y finalizó a primeros de septiembre. Con la posterior crisis económica, y la debacle de la zarzuela, se perdió esa costumbre, y no solo eso, sino que con honrosas excepciones, a nivel privado practicamente ha desaparecido de la cartelera madrileña. Hoy a cinco días seguidos en un teatro se le llama temporada, esa es la triste realidad de nuestro género lírico fuera del Teatro de la Zarzuela, que no deja de ser una ilusión sobre la salud del género, que si bien es cierto que genera debate y tiene relevancia, no pasa de ahí. Lo que ocurre en la Calle Jovellanos, se queda en la Calle Jovellanos.
Este verano hay zarzuela en Madrid, al menos dos teatros la van a hacer, y el Reina Victoria, ha apostado por una temporada de más de un mes, convirtiendo dicho teatro en una corrala madrileña, y centrándose en el género chico, que para los calores del verano que este año nos están apretando a base de bien, es el género más indicado, por ligero, fresquito, y entretenido.
En estos tiempos abordar nuestro género lírico desde el ámbito privado me parece una hazaña, así que reconozco mi admiración por las pocas compañías que se atreven con él, es meritorio y una declaración de amor al género incontestable.
De toda la temporada que se va a llevar a cabo, el título que más me llamó la atención fue "El Bateo" ya que no se representa mucho, y me parece que tiene una música realmente deliciosa, así que apurando uno de los últimos fines de semana libres antes de mis vacaciones me acerqué al Reina Victoria dispuesto a pasar un buen rato zarzuelero, castizo y finústico que se diría en el sainete.
"El bateo" estrenada en el Teatro de La Zarzuela en noviembre de 1901, fue denominada como "Sainete lirico en un acto". El libreto corrió a cargo de Antonio Domínguez y Antonio Paso, y la partitura fue compuesta por Federico Chueca.
"El bateo" puede considerarse uno de los últimos grandes éxitos de género chico, que por la fecha de su estreno ya estaba dando sus últimos coletazos, dado el agotamiento que la fórmula empezaba a acusar, y el cambio de gustos en el público.La obra de Chueca se puede considerar un exponente de manual del sainete lírico, de corta duración, costumbristas, de enfoque cómico, y en la que el tipismo madrileño es una de sus señas de identidad, y puntal de la obra. El argumento, muy simpático, es sencillo. Nos cuenta el accidentado bateo (bautizo) de un niño, en el que un ataque de cuernos mal gestionado casi lleva al desastre la celebración, acabando la cosa por poco en tiros y puñaladas. Ya sabemos que en nuestra zarzuela de sangre más bien poca, aunque coscorrones unos cuantos, y aquí, mucha bronca entre chulánganos, pero no llega la sangre al río, como es de prever. El libro, ligero, y bien tramado, si bien es leve, resulta muy divertido, y se encuentra acertadísimo en la composición de los personajes que pululaban por aquel Madrid casi finisecular, incluido un anarquista que bombas no pone, pero se gasta una verborrea que ni Cánovas del Castillo. Cargado de gracejo en los textos, ingeniosos y lapidarios, es un buen ejemplo del lenguaje de la época, y de impecable factura, siendo el resultado eficaz en lo cómico, y entretenido, que era lo que buscaban estas obras, sin más aspiraciones que hacer disfrutar al respetable.
La partitura de Chueca, de corte ecléctico, funde con mucho arte diferentes tipos de composición. Sevillanas, tango, gavota,polka, minué y el tan en boga "popurrí" en aquellos tiempos, se encuentran en la composición de Chueca de forma burbujeante y bien metidas en la trama, dotando a los cuadros de conjunto, la mayoría de la obra, de un acertado aire festivo, y en consonancia con la obra. Chueca una vez más hizo alarde de su maestría a la hora de componer música escénica, y dando al público exactamente lo que quería escuchar, es decir, melodías sencillas y pegadizas, para salir del teatro tarareándolas, y poder bailarlas después en la verbena de turno. La obra fue muy celebrada en su momento, y obtuvo una enorme popularidad, y la mayoría de los números todavía tienen gran presencia en la cultura popular. El Preludio de "El Bateo", sigue siendo una pieza clásica de concierto en nuestros tiempos, y su calidad musical resulta indudable, así como varios números de presencia habitual en antologías.
"El bateo" es una más que digna muestra de género chico, realizada con eficacia teatral y musical, que sigue haciendo las delicias del aficionado por su chispeante partitura, más recordada que el libreto, ya que como más arriba planteo se representa poco, y que, esto ya a título personal, forma parte de mi ramillete de obras favoritas de género chico.
Vayamos con el elenco:
"El bateo" es una obra plagada de partiquinos, siendo estos realizados en el espectáculo por diferentes miembros del coro, que cumplen perfectamente su cometido. Es destacable el fotógrafo de Rajiv Cerezo, bien templado en lo musical y de apreciable volumen en el instrumento.
María José Garrido y Natalia Jara, llevan a cabo dos papeles hablados, Nieves y Valeriana respectivamente. Ambas se encuentran correctas dentro del código de la función, resultando de gran solvencia y solidez Jara como la caractéristica del sainete, con gran presencia y buen manejo del texto. Garrido más extremada que el resto del elenco, lleva a cabo una buena interpretación cuyo mayor lucimiento se encuentra en su primera escena. Funciona como contrapunto ante sus compañeros, y consigue cierto aire de histerismo que le va muy bien al personaje. Garrido con un planteamiento muy físico se entrega al máximo en su trabajo, y desprende grandes dosis de energía, algo que siempre es de agradecer.
Alejandro Rull y Diego Pizarro, como Pamplinas y Lolo respectivamente. También nos encontramos ante dos papeles hablados, ya que no se nos debe olvidar que "El bateo" es una obra netamente de actores-cantantes, más de que cantantes líricos en si.
Los dos hombres en discordia del texto, se encuentran muy bien delimitados en su tipología y ambos actores cumplen a la perfección. Rull más estereotipado dentro del chulángano de toda la vida, impoluto de tono y desplante, resulta acertadísimo en sus intervenciones, de corte clásico y facilmente reconocible para el aficionado. Pizarro lleva a cabo un trabajo más enfocado hacia dentro, que me pareció muy acertado y en el que se vislumbran grandes dosis de verdad y sensibilidad, siendo el contrapunto perfecto a lo que Pamplinas es.
Mariana Isaza, soprano, como Visita y Víctor Trueba, tenor, como Virginio.
Isaza estupenda en lo vocal, sirvió un dúo muy bien cantado, de impecable gusto, y gran expresividad. El instrumento si bien es cierto no es muy grande, corre sin problemas y no tiene problemas a la hora de afrontar la partitura, atreviéndose con unos cuantos filados de muy buena factura y un muy bien servido agudo, quizás un poco más de carácter en la parte actoral no hubiese estado mal y habría apoyado a la perfección a la parte musical. Víctor Trueba acertadísimo en un código de tenor cómico puro, muy bien perfilado en lo actoral, con una composición matizada y cargada de detalles, que se vio perfectamente apoyada en la interpretación vocal, cargada de gracejo e igual de matizada que la parte actoral. La voz grande, y bien timbrada resulta adecuadísimo para Virginio, cursilito sin pasarse, es decir en su punto, y con gracejo a raudales.
Rafa Casette y José Luis Gago, como Antonio Machado y Wamba respectivamente.
Ambos acertadísimos, y muy contenidos, dando como resultado dos creaciones de gran credibilidad, en el que la naturalidad y el oficio fueron la tónica. Casette sobrio y con gran control del texto dota de gran presencia a un personaje que podría resultar árido en sus textos, pero que en voz y cuerpo de nuestro actor se torna entrañable y cercano en grado sumo. Impecable en la caracterización así como en el manejo del acento sevillano, resulta muy adecuado para dar vida a uno de nuestros poetas más queridos y reconocidos.
José luis Gago, siempre acertado como cómico, hilando muy fino con los chistes, carga de humanidad a uno de los personajes más bonitos escritos para una zarzuela, en el que los ideales revolucionarios se ve plasmados de una forma amable pero contundente, y lo mejor de todo, con un sentido del humor impecable. Nuestro actor alejado de cualquier afectación, deja de lado el término "zarzuelero" apostando por la verdad como arma rotunda y certera con la que defender el personaje, siendo el resultado de altura en lo interpretativo, y gran interés teatral.
Coro titular, estupendo, bien afinado y matizado en sus intervenciones, y sobre todo mostrando un entusiasmo escénico realmente encomiable. Hay una cosa que me gustaría destacar de este espectáculo, la juventud de la mayoría de sus integrantes, tanto en foso como en escena, algo que insufla de una frescura considerable a la función, y que resulta muy gratificante, ya que se ve que la pasión por la zarzuela está entre la gente joven, que viene con ganas y apuesta por el género como expresión artística.
La Orquesta Camerata Villa de Madrid, con Fran Fernández Benito a la batuta estuvo realmente acertadísima. Fernández Benito, jovencísimo también, cargó de gracejo los cantables de Chueca, y supo sacar una burbujeante lectura del material original, entendiendo muy bien la comunión foso-escenario, y apoyando la acción teatral a la perfección. Nos encontramos ante una orquesta de cámara que se ajusta perfectamente a las necesidades de un teatro como es el Reina Victoria, siendo el volumen más que suficiente para la sala y una obra de las características de "El Bateo".
Vayamos con la propuesta escénica.
José Luis Gago al frente del espectáculo, no se anda por las ramas, y aporta su conocimiento del género, para volcarse en un espectáculo bien pensado y muy bien hilado, en el que los códigos interpretativos de cada actor están perfectamente justificados y en consonancia con lo que se le supone al sainete. Sin cargar las tintas en los tipismos, excepto en algún personaje muy puntual, Gago apuesta por una propuesta naturalista, alejada de la estridencia, y de enorme eficacia a todos los niveles.
Se debe aclarar que se ha situado la acción a los primeros días de la Segunda República, con gran tino, y añadido el personaje de Antonio Machado, para que el espectador neófito entienda un poco mejor el contexto histórico y social de la época en la que se desarrolla la acción, resultando la versión acertada y muy respetuosa con la obra original, que se encuentra plenamente reflejada en el espectáculo.
Varias cosas son a tener en cuenta, la primera el enorme amor hacia el género que se plantea en la función, que deja un regusto muy entrañable en el espectador cuando sale del teatro, así como un afán, muy de agradecer por cierto, por quitarle cierta pátina de caspa a la zarzuela, que a veces en producciones a nivel privado dan al traste con el espectáculo, para en este caso plantear un trabajo actoral alejado del acartonamiento que hemos visto en otros trabajos de infausto recuerdo. Como apunte nostálgico que funciona muy bien, por cierto, está el hecho de que el dúo de Virginio y Visita se haga con vestuario de la época original en la que se estrenó el sainete, algo que me encantó, y en lo que los figurines de Mario Pera tuvieron mucho que ver, inspirados y de gran belleza.
José Luis Gago, opta por un versión ortodoxa de "El Bateo" convenientemente actualizada, y con los códigos del género bien plasmados, y muy reconocibles para el espectador. Ver este espectáculo nos hace entender a la perfección lo que es el género chico hasta sus últimas consecuencias.
Nos encontramos ante una propuesta modesta, no os voy a engañar, pero realizada con conocimiento y entusiasmo y un plantel artístico jovencísimo, con muchas ganas, y sobre todo que en los tiempos que corren debe ser reconocida como una auténtica hazaña y declaración de principios hacia la zarzuela, así que ya sabéis... todos a la corrala del Reina Victoria que os lo pasaréis muy bien.
Qué buenísima crítica. Es un placer tanto leerla como comprobar el inmenso -y merecido-amor que demuestras por un género maravilloso. Ojalá todos los "tiros" fuesen por ahí y no para masacrar con ególatras invenciones las obras. Felicidades a ti, felicidades a los factores del espectáculo. Que los jóvenes se ilusionen dentro y fuera del escenario, es fundamental. Dignidad, honestidad y respeto a la obra que, como tantas, es un excepcional documento de una época. Se puede actualizar con inteligencia y cariño, nunca con pretensiones egocéntricas y falaces. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Gracias en nombre de la Zarzuela! ¡Todos al Reina Victoria!
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