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lunes, 18 de abril de 2016

La Verdad De Los Domingos, Una Verdad Incómoda

El fin de semana pasado me surgió la oportunidad de asistir al estreno en el Teatro Galileo de la La Verdad De Los Domingos, monólogo llevado a cabo por el polifacético Juan Bey, que lo mismo nos hace la Bernadette  de Priscilla que nos escribe y protagoniza un monólogo.
Reconozco que iba virgen, puro y casto al evento, ya que desconocía de que iba la historia, aunque si sabía que era comedia, que se había estrenado en México, y que autor y protagonista eran el mismo.
Me gusta el monólogo teatral, el televisivo menos, y normalmente me suele resultar interesante, ya que es el instrumento perfecto para que el actor/actriz de turno, deje patentes sus mútiples registros, ya que esa es una de las cosas que caracteriza un buen monólogo. Para que un monólogo tenga chicha, debe llevar a su protagonista por los diferentes vericuetos de su personaje, buscando el equilibrio entre comedia y drama, y manteniendo la atención del espectador durante todo el rato, algo que si no se tiene un actor lo suficientemente solvente, es realmente difícil de conseguir. Por tanto el monólogo es uno de los mas complejos géneros teatrales, y ahí si que no hay artificios. El actor debe dar todo lo que tiene, saber dosificarse, y sobre todo controlar muy bien lo que tiene entre manos para que se lleve a buen puerto.
Soy reacio a ver monólogos lo reconozco, ya que mal ejecutados son un tostón digno de mejor causa, pero eso si cuando la cosa sale bien, son una maravilla.
Así que con buen ánimo, y esperando pasármelo divinamente que diría Luis Escobar, me acerqué al Teatro Galileo para disfrutar de La Verdad De Los Domingos, y valga la redundancia, la verdad es que me lo pasé fenomenal como iré contando en esta crítica.

La Verdad De Los Domingos, plantea una serie de dilemas un tanto espinosos y la mar de interesantes. Juan Bey, se inspiró para escribirlo cuando vio a una pareja cenando juntos y no se dirigieron la palabra en todo el rato, de lo que dedujo que esa pareja estaba muerta y finiquitada, pero a pesar de ello seguían juntos. La Verdad De Los Domingos, habla sobre la mentira a calzón quitado, sin juzgar ni exagerar ni un ápice sobre ella. Si queréis saber cual es la verdad de los domingos debéis ir a que os la cuente Juan Bey, ya que yo no voy a soltar prenda, je je je. Pero os puedo asegurar que es una verdad verdadosa, que a lo mejor no os gusta, pero no por falsa, sino por incómoda. El texto es soberbio, y plantea una serie de cuestiones que hoy en día, en la que  podríamos llamar la era del postureo, están de mas vigencia que nunca. Para ello Bey, se sirve de un inteligente entramado que nos sumerge en un juego escénico muy jugoso, mezclando datos científicos y experiencias humanas en un maravilloso equilibrio cómico y profundo que me dejó realmente impresionado. Sin ningún ánimo de hipocresía Bey nos desmenuza las pequeñas miserias humanas, desde un prisma muy atinado, ágil y divertidísimo. La cosa trata de un escritor, Héctor Sinisterra (Bey) que va a presentar su libro, en la presentación lo que nos cuenta no es el libro que va a presentar,ya que nos habla de el que no le dejaron publicar, y ahí señores empieza el festival, en el que con mucha retranca, ironía a raudales y una frescura inusitada se nos saca los colores al respetable, para que hagamos acto de contrición, nos miremos criticamente el ombligo, y nos planteemos muchas cosas que damos por sentadas con cierta hipocritona indulgencia, pero que sin duda están ahí. Bey con un perspicaz ojo observador, nos disecciona y disecciona a su Héctor despiadada y deliciosamente, siendo el resultado final del texto, mordaz y brillante a partes iguales. Ha sido una sorpresa mayúscula la enorme calidad del texto, ya que me esperaba encontrar una comedia ligera, y me he encontrado una comedia divertídisima, pero muy inteligente también, algo muy de agradecer, ya que si ir al teatro a reír es genial, ir a reír y a pensar es glorioso.



Juan Bey, interpreta con gran soltura a este Héctor Sinisterra que se define a si mismo como polémico y un tanto sensacionalista. Para ello Bey se sirve de una naturalidad encomiable, y un control del espacio teatral y de los tiempos prodigiosos. A ello hay que añadirle que interactúa continuamente con el público, con un capacidad de reacción mas que notable, algo que dado las características del espectáculo, la cercanía del respetable y las dificultades que esto conlleva, todavía mejoran el acabado de un trabajo muy estimable desde todo ángulo.
Juan Bey dota de gran energía a su personaje consiguiendo atraparnos desde practicamente el minuto uno, sirviéndose para ello de gestos grandes cuando es menester, y unas miradas que traspasan al mas pintado en los momentos mas intimistas, dejándose la piel en todo momento y consiguiendo que nos quedemos embelesados escuchándole sin apenas pestañear. En un código de conferenciante ameno, muy seguro de si mismo y desenfadado, nos va llevando por los vericuetos de las mentiras nuestras de cada día, los tabúes absurdos alrededor del sexo y de la pareja, y de nuestras relaciones personales en general, con un lenguaje desprejuiciado, felizmente procaz, y tremendamente revulsivo según para quien, pero sin molestar a nadie, y lo que es mas importante, haciéndonos reflexionar. Para ello es necesaria la dosis de comunicación tan bien medida que Juan Bey aporta, y sobre todo la capacidad de integración del público en el espectáculo, de forma natural, nada forzada y perfectamente incorporada en el texto, esto no sería posible si no fuera por la honesta, esforzada y directa interpretación que se nos ofreció, y que es a todas luces de campanillas.

Sara Pérez firma la producción con gran tino, llevando a sus actor por unos mas que acertados vericuetos, sin ningún asomo de afectación, controlando muy bien los tiempos, algo tan importante en un espectáculo de estas características, y logrando que la naturalidad sea la gran baza de la función. El espectáculo funciona muy bien en cuanto a las subidas y bajadas, controlando al público a su antojo, y posee unos cuantos juegos escénicos la mar de jugosos, la cervecita compartida, la integración de los espectadores dentro del escenario, la luz que tan bien define la atmósfera de lo que estamos viendo, y el un tanto desconcertante ( y dificilísimo para Bey)  principio, que posteriormente, una vez conocido a nuestro protagonista y su forma de hacer, entendemos a la perfección.
Un diez para Pérez, por la atinada apuesta que es igual de honesta y acertada que el trabajo actoral de la función. Sin duda estos dos artistas saben muy bien lo que tienen entre manos, y conocen el teatro hasta los cimientos.




En resumen, un propuesta imprescindible para los amantes del teatro, una agradabilísima sorpresa, y un texto mayúsculo que no debe pasar desapercibido, ya que cuenta verdades como puños, incómodas que duda cabe, necesarias en estos tiempos. Si os queréis reír, ruborizar un poquito, y salir conociendoos mas, ésta sin duda es vuestra función. ¡Avisados estáis!

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