Los grandes espectáculos de magia al estilo estadounidense, en España no tienen mucha tradición, en nuestro país la magia gusta mucho, pero se concibe en un código mas modesto, casi como un entretenimiento de salón, que está muy bien, que duda cabe, pero que le resta posibilidades a un género fascinante y difícil en igual medida, y que siempre pasa de puntillas por nuestras carteleras, sin que se le de la importancia que se merece.
Hace unos años en un viaje a Las Vegas, en el que me hinché a ver teatro, ya que la Capital Del Vicio, tiene una cartelera que ya quisieran muchas ciudades del mundo, vi un magnífico show de un mago que en España no es muy conocido pero que en USA causa furor, Criss Angel. Aquel espectáculo me fascinó y me dejó pensando sobre las posibilidades escénicas de la magia, y lo poco que se aprovechaba en España.
La magia es teatro, otra forma de entenderlo, pero con una base idéntica, el mago debe hacer sus trucos con perfección casi quirúrgica, pero debe convencer al público de que lo que hace, lo hace de forma mágica y no es fruto de un arduo trabajo en el que la repetición y el entrenamiento son la base de un arte, comparable al de un bailarín o un cantante.
Por supuesto esto que cuento es un convencionalismo, igual que lo es cuando asimilamos como normal que alguien se ponga a cantar en una ópera cuando está muriendo de tuberculosis, o cuando un personaje de Lope de Vega habla con cantarín verso sobre lo divino y lo humano.
Por tanto la labor del mago amén de ser ilusionista, debe ser un vendedor de humo, un actor que juegue con su público y que consiga que el espectador entre en su juego sin entrar en el como de sus trucos, sino solo dejarse llevar, disfrutar y maravillarse con lo que el mago en cuestión es capaz de hacer.
Hace unos meses asistí a una función de Antonio Díaz, El Mago Pop, en el Teatro Rialto, y reconozco que salí impresionado, esperaba ver a un chico delante de un tapete verde, haciendo trucos de magia y poco mas, y resulta que no, me encontré un fabuloso espectáculo que me dejó con la boca abierta, así que cuando me enteré que volvía, esta vez al Calderón, y por mas tiempo, no pude resistirme a repetir, y volver a disfrutar de este espléndido espectáculo, que está arrasando en taquilla con gran justicia.
La Gran Ilusión, que así es como se llama el espectáculo que esta crítica ocupa, es sin duda un show de magia, pero con un poso muy teatral, no en vano en el colaboran Josep María Pou, Emma Vilarasau y Berto Romero, apoyando con su presencia, lo que Antonio Díaz ofrece, como en una declaración de principios, sobre lo que función plantea y el código en el que lo plantea. Magia y teatro se funden en gloriosa y gozosa conjunción, de forma muy fresca y divertida.
Antonio Díaz, reconozco que me ha ganado por la mano, encuentro delicioso el personaje que ha creado, tímido, tierno, con una pizca de mala baba, algo verderoncillo, y un poco adolescente, que resulta absolutamente irresistible. Se trata de un mago de gran nivel, que ofrece intimismo y espectacularidad en igual medida, en una acertada combinación, que funciona a las mil maravillas. Díaz sorprende por su seguridad, aplomo y maestría, en un ejercicio mágico-interpretativo, muy conseguido, creo que todo está estudiado, y todo está muy ensayado, siendo esa "la gran ilusión" del espectáculo, todo parece espontáneo, y realmente es fruto de un gran trabajo. Además de lo descrito, está la parte mas difícil, la interactuación con el público que el Mago Pop controla al milímetro, con ese toque guasón, sin nunca ofender, y rapidísimo en las respuestas, que me parece muy encomiable.
Como mago sorprende, y despliega múltiples trucos desde los mas clásicos hasta los mas modernos, consiguiendo llevarnos al respetable, exactamente al sitio que quiere que vayamos. Estamos sin duda ante una personalidad única y magnética que engancha desde que sale a escena, y que sabe medir muy bien los tiempos en escena y tiene un sentido de la teatralidad muy agudizado.
La producción dirigida por el propio Antonio Díaz, es un prodigio, aunando tecnología y magia, de una forma totalmente convincente, y muy dinámica. Estamos ante un show muy bien tramado, astutamente medido en sus tiempos, y perfectamente hilado en su continuidad. Nos encontramos ante una función que busca dignificar la magia, y convertirla en un gran espectáculo que sorprende y engancha en igual medida, utilizando los recursos que tiene de una forma ejemplar, muy resultona, y que en algunos momentos impacta al espectador, por su fuerza visual, y sentido de la espectacularidad.
Sin duda no se trata de un espectáculo de magia mas, sino de un espectáculo que desde un prisma muy novedoso en nuestras carteleras, da frescura y engrandece el arte del ilusionismo, con gran efectividad, entusiasmo y sabiduría teatral.
En resumen, un espectáculo para toda la familia absolutamente recomendable, en el que el carisma del protagonista, su impecable acabado formal y capacidad de asombrar, son sus bazas mas potentes, dentro de unos parámetros inusuales y sorprendentes.
El día que yo asistí estaba el Calderón a reventar, y al final la ovación fue generosa con un público en pie, que supo apreciar el gran trabajo del que fueron testigos.
Os recomiendo muchísimo esta producción que pienso que tendrá un antes y un después dentro del mundo del ilusionismo. No os vais a arrepentir!!
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