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lunes, 11 de mayo de 2015

Inconmesurable y Eterna Medea

La primera tragedia griega que vi en directo, fue Medea, la terrible, vengativa y doliente Medea. Aquella producción, bastante modesta a nivel artístico, me dio mucho que pensar, lo primero por la pobre lectura de tan tremebundo texto que vi, y la asombrosa psicología de un personaje tan complicado como es Medea. 
La estupenda propuesta Teatro De La Ciudad, nos trae a Madrid, tres grandes tragedias clásicas, con reparto de campanillas, Medea, Antígona y Edipo Rey. Antígona me voy a quedar sin verla, ya que las entradas han volado, Edipo espero verla en breve y Medea, la pude disfrutar en directo hace unos días con gran entusiasmo.
Me gusta Aitana Sánchez-Gijón, desde que la vi hace mucho tiempo en una Gata Sobre El Tejado De Zinc Caliente, en la que se merendaba sin piedad a un Tony Cantó no muy afortunado. Me pareció un animal escénico, y no la había vuelto a ver sobre las tablas, así que esta propuesta de Andrés Lima, se me hacía la mar de apetitosa. Conozco el trabajo de Lima, nada complaciente, casi siempre sorprendente, y muy pensado, así que me saqué las entradas raudo y veloz, dispuesto a pasar una velada de emociones fuertes en el Teatro de La Abadía.
La cosa funcionó como esperaba, saliendo profundamente impresionado, de una de las mas grandes tragedias jamás escritas. Sin duda Medea, es un texto que nunca está de mas revisar, por todo aquello que plantea y como lo plantea. 




Si hay un mito femenino por antonomasia es Medea, todas las frustraciones que la sociedad machista promueve. Todos los conflictos que las mujeres no pueden, por las normas sociales, afrontar como hombres, y en definitiva, todo aquello que durante siglos, y aún a día de hoy, pesan sobre el sexo femenino como un yugo, ya estaban presentes en la época de Séneca. 

Medea de Eurípides dice en cierto momento, lo siguiente:

"De todo lo que tiene la vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo".

Nadie le pregunta a Medea sobre su destino, nadie piensa, y a nadie le importa, que su ultraje, puede tener consecuencias tremendas para la propia Medea, y nadie calibra, el poder de las mujeres, aunque tengan que utilizarlo con subterfugios, para que finalmente, aquellos que piensan por ella, de forma irremediable, se vean abocados al desastre, incluida la propia Medea, que ante la imposibilidad de tomar las riendas de su propia vida, se toma dolorosa venganza, cebándose en aquello que mas le duele a Jasón, su esposo, y a ella misma. Sus propios hijos, que se convierten en mártires de los sucios juegos de los adultos, para horror de todos los testigos de semejante drama, y desolación de la propia Medea, cuando se da cuenta de la salvajada que ha cometido.




La versión que esta crítica ocupa, es del propio Andrés Lima, que aúna distintos autores que utilizaron el mito de Medea en sus propios textos. Lima de forma muy inteligente coge lo mejor de cada uno, lo hilvana a la perfección y crea un espectáculo muy redondo en cuanto a la dramaturgia se refiere, que explica perfectamente lo que el mito es, y simboliza.



Vayamos con el elenco.

Juana Gomilla, como Corifea.
Gomilla, está perfecta en sus intervenciones, casi en su totalidad cantadas, logrando con su voz crear unas atmósferas tremendamente inquietantes, que refuerzan maravillosamente la acción dramática, de privilegiada voz, tanto en la zona aguda como en la zona grave, ofrece interpretaciones de gran dificultad vocal, que no dejan indiferente a nadie, se ayuda de un contrabajo un tanto desvencijado, de peculiar sonoridad, que incrementa todavía mas el dramatismo de lo que acontece en escena. Todo un acierto la elección de Juana Gomilla, para tan simbólico papel, etéreo en algunos momentos, y atroz en otros.

Laura Galán, como Nodriza.
Estupenda, en su rotundidad, maternal, y cruel a partes iguales, doliente como Medea, en la mas pura linea de madre nutricia y arropadora. Ver a Galán moverse por el escenario con medida agitación, de espasmódicos  movimientos, siempre atenta, siempre escuchando y siempre sirviendo a Medea-Aitana, es un lujo. Galán sirve una interpretación muy bien ajustada en lo físico, perfectamente apoyada en la voz, de gran fuerza escénica, y mucha inteligencia en la composición  del personaje, visceral y tremebunda a partes iguales, ofreció momentos de gran altura dramática.

Andrés Lima, como Corifeo, Creonte y Jasón.
Flojo, la verdad. Intuyo que se buscaba, como en una especie de ensayo, que el director diese la réplica a su actriz, pero el recurso no acaba de funcionar del todo, ya que si bien es cierto que Lima sirve perfectamente las frases a Aitana Sánchez -Gijón, su discreto distanciamiento de lo que ocurre en escena, le resta un poco de fuerza a la acción dramática. Entiendo que se planteaba el efecto de neutralidad, para que resaltase mas la interpretación principal, pero no acaba de ser del todo efectivo, y no pude dejar de ver a Andrés Lima soltando texto, y no a ninguno de los personajes que lleva a cabo, para que la pobre Medea, en un trabajo muy destacable buscara la emoción, mas en ella misma que en lo que Lima ofrece.

Aitana Sánchez-Gijón, como Medea.
Inconmensurable. Sánchez-Gijón se deja la piel en el escenario, en una esforzadísima interpretación de gran calado, tanto psicológico, como dramático. Desde que la vemos aparecer en escena, sabemos que su personajes está completamente sobrepasado por el dolor y la impotencia, ante los acontecimientos, que la convierten en marioneta del destino.
Su uso de la voz es fascinante, como maneja el texto a su antojo, y como consigue que cada vez que nombra a Jasón, un cuchillo nos atraviese de parte a parte. Su interpretación impacta, con momentos ciertamente apabullantes, como puede ser el ritual de hechicería, primitivo y oscuro, en el que literalmente se sumerge en un hipnótico trance que a mi personalmente me puso los pelos de punta. La Medea que Sánchez-Gijón ha creado, es vengativa, dulce, terrorífica, frágil, estable e inestable emocionalmente dependiendo del momento, en un festival de emociones, en las que el espectador se sumerge como si de una montaña rusa se tratara. Nos sentimos identificados con ella, comprendemos lo que hace y por que lo hace, nos horrorizamos cuando lo hace, y nos conmovemos con ella, cuando es consciente del parricidio, que sirve como catártico ante el espectador, y ante la propia enajenación de Medea, que cegada por sus instintos, no calibra lo que ha hecho, y como se ha cebado en dos pobres inocentes de la forma mas cruel que podamos imaginar.
Sin lugar a dudas, Aitana Sánchez-Gijón ha puesto toda la carne en el asador, y triunfa rotundamente, en una salvaje interpretación, que no deja indiferente a nadie. Valiente, arriesgada y jugando con la función de principio a fin, merece ser reconocida como una Medea de altura, revulsiva, dramática, visceral y acertadísima desde todos los ángulos.



Vayamos con la propuesta escénica.
Andrés Lima, sirve una portentosa producción de gran empaque, minimalista y conceptual, con un sentido de la estética muy operístico, que ofrece unas inquietantes y enrarecidas atmósferas, marca Lima, muy acertadas. El luto domina la escena, elegante y desasosegador, llegando al paroxismo en la evocadora de escena del asesinato, de simple y desgarradora eficacia. El uso de las músicas es imponente, llegando a incomodar al espectador en los momentos culminantes, siendo el ritual de hechicería su punto álgido, plasticamente hablando de la producción. Resulta imposible quedarse indiferente ante las impactantes imágenes que se nos ofrecen, tanto por su lirismo como por su particular y atroz belleza. La función es elegantísima, de principio a fin, todo se desarrolla en un espacio indefinido, negro como el alma de los personajes, hostil, incómodo y macabro.
La dirección actoral es prodigiosa, con un control absoluto de los tiempos, en los que el ritmo sube y baja de forma impecable, en un tira y afloja dramático de gran efectividad, que hace que el espectador se deje llevar desde el minuto uno, por este torrente emocional que es Medea.



En resumen, una propuesta de altura, imprescindible, y necesaria, que ningún aficionado al teatro se debería perder. Honestamente pienso que estamos ante un acontecimiento teatral, que no debe pasar desapercibido, tanto por su altísimo nivel artístico, como por la interesantísima propuesta escénica que Lima ofrece. Me puedo aventurar a decir, que es uno de los mejores espectáculos que he visto esta temporada que está a punto de finalizar. Yo no me la perdería, estamos hablando de TEATRO con mayúsculas, catártico, y de gran intensidad.


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