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miércoles, 28 de octubre de 2020

"Chispis", Esas Heroínas Nuestras De Cada Día.

La heroicidad pasa por tantas cosas y tan importantes que resulta difícil plantearse en que consiste ser un héroe. Hablo de los héroes de verdad, no los de Marvel. El día a día está plagado de héroes anónimos, desinteresados, que sin pestañear detienen desahucios, reparten comida entre aquellos que peor lo están pasando, especialmente en estos días, o simplemente con un pequeño gesto, discretamente, son capaces de cambiar el transcurso de un conflicto. Pocas veces se habla de estas personas, aunque si es cierto que de vez en cuando aparece alguna noticia en prensa que nos emociona viendo hasta donde llegan los actos de generosidad de las personas, y su compromiso con algunas causas que nos parecen lejanas hasta que las tenemos en la puerta de nuestras casas, ya que hay situaciones de las que no estamos ninguno libres, por imposible que nos parezca llegar hasta ese punto.
Héroes de barrio, quizás con menos épica en sus andanzas que Batman, pero sin duda más importantes y necesarios que los que solo salvan a la humanidad en las páginas de los cómics. De esto precisamente habla "Chispis" obra de Ozkar Galán que tuve oportunidad de ver en el SURGE y que resultó ser una gratísima sorpresa, otra más, dentro del fecundo autor que reconozco que cada día me gusta más en sus textos.
El pasado viernes asistí virgen de toda información ante la nueva propuesta de Galán en el texto, y con Ricardo Cristóbal al mando de la función, y lo hice con toda la intención del mundo. Las obras de Galán hay que paladearlas sin información previa, es la mejor forma de descubrirlas, y sobre todo de exprimir todo el jugo a sus textos que si por algo se caracterizan son por la inteligencia, y el dejar al espectador a su aire para que vaya descubriendo el juego teatral en el que se ve inmerso, que una vez más no me dejó indiferente.




Sentía mucha curiosidad por saber de que iba "Chispis" de la que solo había escuchado un tema musical que bebía directamente de la cabecera de "Wonder Woman", y también visto alguna que otra foto en la que tres súper-heroínas con trajes setetenteros posaban con aires de "Los Ángeles de Charly". Con estos mimbres obviamente la cosa pintaba bien, aunque no tuviese ni la más remota idea de que me iban a contar, así que me acerqué a Carabanchel con buen ánimo y deseando emociones fuertes, o una película de Jackie Chan, que nunca se sabe a lo que uno se arriesga cuando va al teatro...



"Chispis" nos cuenta la historia de una heroína de barrio, Chispis Woman,  junto con su súper aliada  Star Girl, ambas en continua lucha con su archienemiga, Stablishment. Hasta aquí la premisa, aparentemente principal. Obviamente Galán nos cuenta otra cosa, pero desde un punto de vista francamente imaginativo, y enternecedor, en un texto que empieza como una comedia de humor absurdo, para ir derivando en el drama intimista, la denuncia social, y sobre todo el homenaje a una generación de mujeres de este país que vivieron la Guerra Civil, la Posguerra y el Franquismo más duro. Lucía Arozena, es el centro de la función, y en ella se va desgranando su vida, envuelta en tragedias cotidianas, errores irreparables, y actos de heroísmo, casi nunca reconocidos,  y enormes en su pequeñez circunscrita al barrio de Carabanchel. La función tiene truco, no lo desvelaré, pero sin duda es acertadísimo, consiguiendo llevarme de la risa al lagrimeo en cuestión de varias escenas, y lo que en un principio parece no tener sentido va cuadrando de forma milimétrica a medida que avanza la función, eso si, con pequeñas pistas que Galán nos va dejando en un rastro de miguitas de pan, que nos hacen ver que algo no cuadra en lo que nos están contando. Simbologías soterradas que van tomando forma según avanza la historia, un humor a ratos descarnado, y situaciones estrambóticas se suceden mientras sin que nos vayamos dando cuenta se nos esté desgranando una gran tragedia, envuelta en papel de celofán, que a medida que vamos desenvolviendo el regalito, nos va congelando la carcajada que se va transformando en ternura a pasos agigantados, con sorprendente eficacia, y lo más importante, indudable interés teatral. Reconozco que estuve descolocado un buen rato del espectáculo, hasta que sin querer me fui metiendo en lo que se me estaba contando, para quedar completamente enganchado por la historia, y el acabado de la pieza. Cada escena tiene un por qué, y cada escena se va justificando a medida que avanza el texto con una lógica pasmosa, y tremendamente sorpresiva, en la que el giro final, dota a una historia, que en principio pasa por el humor más cañí y social, de un empaque considerable, y de tremenda vigencia en estos tiempos. "Chispis" es un enorme canto de amor filial envuelto en aires de farsa, con su punto de acidez justo para no quedarse en un almibarado melodrama, que deja un regusto agridulce en el espectador, que asiste a un ejercicio teatral con más enjundia de la que a priori promete, y de indudable dificultad para su terna protagonista. 



Vayamos con el elenco:
Tres actrices, Laura García-Marín, Eva Bedmar y Marina Muñoz, dan vida a tres mujeres muy distintas, pero con un nexo de unión, Chispis-Arozena, y no hay otra manera de entender la obra que como un trabajo en conjunto, en el que cada interpretación se apoya en la otra para llegar al sitio deseado. 
Si algo hay que destacar del elenco es su ductilidad, especialmente en los papeles de García-Marín y Muñoz, que se definen por las diferentes composiciones que llevan a cabo, todas difíciles y muy opuestas en su psicología. Marina Muñoz resulta excelente en su recorrido, con gran facilidad para llegar a la emoción, y que ya marca un línea muy definitoria de su papel, en la primera escena de la función, cargada de empaque, y tremendamente sólida. Todo en su trabajo está justificado, y nada ocurre de forma abrupta, siendo el resultado muy medido y de gran inteligencia, viéndose perfectamente rematado el arco del personaje en el último cuarto de la función, quizás el de más lucimiento para nuestras actrices. Laura García-Marín deliciosa, y cargada de ingenuidad como Star Girl, aporta dosis de frescura en el personaje más joven de la función, en una creación tierna, y de variado registro según la escena que le toque en suerte. Impagable como locutora radiofónica, tremenda de tono,  y muy esclarecedora en las escenas con el médico, siendo su trabajo pulcro, y cristalino en su acabado formal, que tal y como ocurre con la función, va tomando forma a medida que avanza el texto de forma impecable y cargada de verdad. Eva Bedmar como Chispis, de imponente presencia escénica, ofrece un estupendo estudio del texto, en ella recaen la mayoría de los monólogos dramáticos de la función, y si algo destaca de su trabajo, es el sentido con el que todos los parlamentos son dichos, así como una notable vis cómica, con cierto aire distraído de regusto chejoviano, que una vez más toma sentido al final del espectáculo. Si algo caracteriza a nuestras tres actrices es la meticulosidad de un trabajo medido hasta la extenuación, de sutil acabado, en el que sin estridencias, todo se nos cuenta de manera diáfana, con gran naturalidad e indudable elegancia teatral. 


Vayamos con la propuesta escénica:
Ricardo Cristóbal firma la función, con gran acierto, llevándola exactamente al lugar que necesita en cada escena, sabiendo darle el aire de farsa frenética a las escenas más extremadas, mientras el ritmo fluctúa en las de corte más dramático de forma impecable. No hay ni un bache en todo el espectáculo que se ve con interés, de principio a fin, y en la que un pulcro acabado, y una inspiradas imágenes son la tónica, aprovechando muy bien el espacio escénico, así como el uso de las proyecciones, completamente justificadas en este caso, y que sirven como acento al marcado homenaje al barrio de Carabanchel que se aprecia en el texto. Cristóbal deja hacer a sus actrices, pero marca una directrices claras en las acciones para que cada una sepa el lugar hacia el que tienen que llegar, partiendo de una premisa naturalista, cuasi costumbrista diría yo en algunos personajes. Con un portentoso uso del lenguaje visual, nuestro director se sirve de algunas imágenes poderosas de lograda atmósfera, entiéndase por esto, las salidas de Chispis cantando una nana con ecos de canción de la Guerra Civil, en claroscuro, así como el estupendo tratamiento del monólogo principal de Marina Muñoz y todos los monólogos de Chispis, todos en primer término, con iluminación intimista y tratamiento brechtiano en no pocos momentos. 
Nos encontramos ante una propuesta sólida, muy trabajada, y que enriquece el material de Galán por su cuidado estudio del texto, así como por una visión actoral por parte de Ricardo Cristóbal en la que mima a sus actrices, que se ven tremendamente cómodas en su trabajo y que se me antojan perfectas para cada uno de los papeles. 


En resumen, Chispis es un claro ejemplo de teatro bien hecho, con claras aspiraciones de calidad, que no deja indiferente por lo novedoso de su planteamiento, atractivo y desenfadado, pero de gran enjundia, así como por una elegancia formal, y atractivo envoltorio, que sin duda la convierte en una de esas joyitas a descubrir que el circuito "off" nos ofrece de cuando en cuando. Por ahora solo se han hecho dos funciones dentro del SURGE, esperemos que sea el inicio de una larga andadura, sin duda el espectáculo se la merece.

  *Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible.

** Fotografías cedidas amablemente por Arles Iglesias.

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