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lunes, 14 de septiembre de 2020

"Cantar Las 40", Mirando Hacia Atrás Sin Ira.

A medida que uno va peinando canas, la nostalgia se va convirtiendo en una compañera del viaje que me ha tocado en suerte a lo largo de mi existencia. Curiosamente la nostalgia no se traduce en recuerdos de momentos importantes de nuestra vida, normalmente es lo cotidiano, lo intrascendente, aquello que hace que la nostalgia aflore. Una canción popular, un olor, una golosina, o la cabecera de un programa de televisión que nos fascinaba de pequeños son muchas veces el detonante de un torrente de recuerdos que nos llega de forma muy vívida y por supuesto engañosa, ya que si bien las cosas, al menos en mi caso, no fueron exactamente como las recuerdo, si las recuerdo como hubiese querido que fueran, u omito aquello que no me resulta agradable. No nos engañemos, la nostalgia es idealizar lo vivido, quedarse con lo realmente importante, según nuestra memoria sentimental, y sobre todo un cúmulo de sensaciones arrinconadas en nuestro subconsciente que cuando menos te lo esperas afloran en un extraño ejercicio entre placentero y triste, y que nos sirve para armar nuestra vida, que no deja de ser un racimo de experiencias y recuerdos que nos hacen la persona que somos, con nuestras vivencias como aprendizaje, y como empuje para afrontar todo aquello que nos queda por vivir. 

El pasado viernes asistí en los Teatros Luchana a un ejercicio autobiográfico y nostálgico en forma de concierto teatralizado, el espectáculo en cuestión se titula "Cantar las 40", en el que su protagonista Manuel Ramos consiguió retroaterme a mi infancia y juventud con un puñado de canciones que a todos los cuarentones nos llegaron de forma muy directa. Recuerdo cuando era pequeño, que mis padres ponían sus canciones de juventud a todas horas, y a mi me parecía un auténtico coñazo, no entendía el motivo por el cual tenían esa necesidad de escuchar aquellas antiguallas, que ahora yo también escucho ya que también forman parte de mi vida, y ahora me encuentro haciendo exactamente lo mismo que ellos, con la misma sensación que creo que han tenido todos los seres humanos desde que la humanidad existe, y que es una realidad absoluta (al menos para el que lo piensa). MI GENERACIÓN FUE LA MEJOR DE TODA LA HISTORIA. 

Fue una velada emocionante, entretenida y de calidad, como iré contando, y sin duda un espectáculo muy apropiado para estos extraños tiempos casi distópicos que nos ha tocado vivir, en los que creo que el escapismo será una de las armas más importantes con la que saldremos de ellos. Hay que disfrutar el momento, y sobre todo aligerar los problemas que nos acucian a todos gracias a lo que todos sabemos. 


                                            

"Cantar las 40" de Manuel Ramos es un monólogo musical, en el que se incluyen 16 canciones muy emblemáticas de los últimos 40 años de este país, así como un repaso a la mayoría de los hechos históricos más importantes que hemos vivido durante este tiempo. Ramos desgrana su vida en un texto amable e intimista, contándonos sus experiencias como artista de musicales, y su vida personal, desde un punto de vista divertido y sensible, y también reivindicativo en cuanto a los derechos LGTBIQ+, siempre dentro de un tono festivo, deliciosamente queer, y por que no decirlo valiente, ya que desnudar el alma de esta manera ante un puñado  de desconocidos, no creo que sea fácil. El texto resulta muy equilibrado, y perfectamente elegido el repertorio de canciones, todas muy reconocibles y realmente acertadas para reflejar aquello que se nos quiere contar en cada momento. La función dividida en cuatro bloques, dedicado cada uno a una década, nos cuenta el desarrollo personal de su protagonista, teniendo como vehículo la fiesta del cuarenta cumpleaños del mismo, que poco a poco va revelando recuerdos y canciones, de forma desprejuiciada, divertida, enorme ternura, y su punto gamberro que nunca viene mal.


                                              

 Manuel Ramos protagonista del show, y acompañado al piano de Jaime Zelada, se entrega al máximo, ofreciendo todo aquello que tiene, y con un gran conocimiento del repertorio que mejor le va a su instrumento de timbre baritonal, aunque se defiende bastante bien en la zona aguda, teniendo un buen uso del falsete, y demás recursos estilísticos netamente musicaleros. La voz es bonita, y bien timbrada, dando momentos de gran expresividad especialmente en el tema principal de "La historia interminable" y un medley con temas de Mecano y Presuntos Implicados, en el que se supo lucir con gran intensidad. Muy disfrutón en lo actoral, se muestra muy desinhibido a la hora de contarnos su historia, de forma coloquial y muy directa, ofreciendo grandes dosis de ternura, comicidad, y bastante picardía. Ramos consigue que nos lo queramos llevar a casa, ya que la composición que realiza resulta tan fresca y deliciosa que nos cae simpático desde que pone el pie en el escenario. Personalísimo en su ejecución y carismático, se muestra como el gran artista que es, así como su sensibilidad a la hora de afrontar ciertos temas,no solo de su vida personal,  algo que sin duda nos llega muy directo, y de forma muy gratificante. Mención especial para Jaime Zelada que acompaña al piano de manera impoluta a nuestro artista, no quedándose en mero acompañamiento, ya que también interactúa en no pocas ocasiones, en el mismo tono desenfadado que su compañero en escena. 


                                

El espectáculo dirigido por el propio Manuel Ramos y Joan M. Segura, se encuentra dentro de los musicales de pequeño formato, que intuyo yo que serán abundantes hasta que se normalice la situación pandémica, y se rige por un tono íntimo, ligero y muy directo, en el que se hace partícipe al espectador en la mayoría de las canciones, siendo la rotura de la cuarta pared una de las señas de identidad del show. La obra ágil en su resolución, de ritmo frenético por momentos y cargada de buen rollo, se encuentra en su punto justo de equilibrio entre lo cómico y lo sensible sin caer en lo melífluo, resultando ciertamente emocionante por momentos, y desopilante en la mayoría de las ocasiones, donde sonrisa y carcajada se dan la mano de forma efectiva y muy bien medida. Nada sobra o falta en lo elegido, ni en las escenas habladas ni en los temas musicales, todo ello aderezado con un tono coloquial y muy asequible, que nos hace disfrutar de un entretenimiento sencillo, pero eficaz, y lo que es más importante rabiosamente divertido. Debo hacer mención al vestuario de Jara Venegas, fantasioso y colorido y muy en consonancia con cada situación escénica. 

En resumen, nos encontramos ante una propuesta modesta, pero muy cuidada en su acabado, tremendamente fresca, y en la más pura tradición de conciertos biográficos tan habituales en el mundo anglosajón, y que en nuestro país salvo honrosas excepciones, no han sido todavía lo suficientemente explotados. "Cantar Las 40" se me antoja una propuesta atractiva, y perfecta para pasar una agradable tarde de finales de verano. 


                           

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