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martes, 25 de junio de 2019

La Bruja, Dura Y Atmosférica Revisión De Caperucita Roja


Los cuentos infantiles clásicos, son un pozo sin fondo lleno de hallazgos de todo tipo, y que siempre me resultan interesantes cuando se les da la vuelta y se abordan desde el prisma adulto, o cuando una conveniente revisión de lo que en ellos se plantea nos ofrece matices que nos habían pasado desapercibidos hasta ese momento. Estas revisiones han gozado de gran fortuna en no pocos casos, siendo de gran influencia el celebrado libro de Bruno Bettelheim "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" leído por un servidor, hace unos cuantos años ya, y que me dejó honda impresión. La realidad sobre los cuentos de hadas, es que son un tratado sociológico y antropológico de muchísima más enjundia de la que nos pueda parecer, y cargados de una brutalidad, que si bien es cierto se ha ido dulcificando con el paso de los siglos sigue latente en estas sencillas historias, siempre aleccionadoras, y en las que los supuestos errores, y digo supuestos porque precisamente en la obra de la que hablaré se hacen varios interrogantes sobre este extremo, de los protagonistas del cuento tienen un precio altísimo y truculento en grado sumo.
"Caperucita Roja" de tradición oral, y escrito por Perrault a finales del S.XVII es el cuento que sirve de inspiración en "La Bruja" texto de Francisco J. de Los Ríos, que se está representando en La Usina, y que presencié la semana pasada, con gran placer por mi parte.
Teatro del Sótano, con De Los Ríos a la cabeza, siempre me sorprende, y me lleva por vericuetos oscuros, con propuestas que remueven conciencias, nada complacientes en sus planteamientos, y de gran capacidad catártica en la mayoría de los casos.



"La bruja" nos cuenta lo ocurrido después de la muerte de Caperucita y su abuela a manos del Lobo, y la venganza de la bruja que da título a la obra, en este caso la madre de Caperucita.
De Los Ríos, como bien explica antes de comenzar el espectáculo, utiliza esta historia, y la figura del asesino en serie real en el que se basó Perrault en el cuento original, para hablarnos sobre la violencia machista, y todo un alegato, oportunísimo por cierto, sobre los prejuicios hacia la mujer y la culpabilización de las víctimas.
El texto nos lleva en su estilo y fondo a los cuentos clásicos, con un poso ciertamente inquietante e indudablemente adulto, donde el sexo se encuentra muy patente, la violencia en el entorno familiar, y por supuesto la figura del maltratador. de Los Ríos tampoco escatima el lirismo a la hora de plantear su historia, siendo el resultado de la función francamente equilibrado y entretenido. La intriga bien tramada, nos va atrapando poco a poco, para ir creciendo en lo dramático y en lo terrorífico, hasta helarnos la sangre en un clímax durísimo y perfectamente perfilado por nuestro autor que nos deja literalmente desmadejados y en el que todo toma el sentido exacto de lo que se nos quiere contar, con escalofriante claridad y tremendo efecto. Es destacable también las profundas simbologías que emanan de cada uno de los personajes de la función, marcadísimas, preclara y muy bien explicadas por nuestro dramaturgo a lo largo de su texto.  



Vayamos con el elenco:
Podemos considerar la función como netamente coral, en la que los cinco personajes tiene su momento de lucimiento, y su importancia dentro de la historia, resultando todos los roles indispensables para el desarrollo de la trama.

Anna Rocío Rivas, como Nadine, resulta conmovedora en su truncada inocencia, y me pareció un acierto de elenco notable, ya que tanto su físico como sus aptitudes como actriz son las más idóneas para un personaje que mal tratado puede caer en lo melifluo, y que en el caso de Rivas resulta convincente en grado sumo, aportando grandes dosis de verdad a todo el desarrollo del personaje. Me impactó en un momento determinado de la función por su madurez actoral, algo que no está reñido con su juventud y reconozco que me dejó estremecido por su organicidad y recorrido, impolutos y de gran acabado.

Susana Patier, como Gisèle, dota de gran presencia a un personaje un tanto desagradecido, que resulta impecable en manos de nuestra actriz. Enérgica y con un buen uso de la voz, Patier dio lo mejor de si misma en todas sus escenas, con la necesaria dureza opresora, y un marcado aire de mujer machista, y cuya composición arquetípica, y naturalista resulta acertadísima y muy reconocible, aunque en este caso se encuentre llevada al extremo. Resulta interesante del mismo modo, el giro que se produce en su personaje en el cuarto final de la obra, donde es consciente de sus errores, y asume lo que se le viene encima de forma implacable. 

Salomé Peña, como Bernadette, magnífica en su composición, y con muchas aristas en el que quizás sea el personaje más rico del texto. Peña nos sirve una Bernadette soñadora, rebelde, optimista y de gran fondo, que guarda un secreto, que aflora en un momento dado, con gran sensibilidad y verdad. Me encanta ver la evolución de un actor, y en el caso de Peña, resulta especialmente gratificante, va ganando peso escénico y enjundia a medida que los montajes pasan, y su progresión como artista es ascendente y la adecuada a todas luces. Vi a nuestra actriz implicadísima en su papel, alejada de cualquier impostación, y sobre todo disfrutando de su trabajo en todas y cada una de las escenas que lleva a cabo. Su química con Anna Rocío Rivas en una bella escena es muy notoria, así como con Jennifer Baldoria con la que parece entenderse muy bien en todo momento. Un diez en este caso para Salomé Peña, por un trabajo honesto y muy bien entendido de principio a fin, donde todo nos queda clarísimo en cuanto a psicología y objetivos, de un personaje complicado y de difícil ejecución.

Salvador Siguero como Gaston, parece no acabar de encontrar su sito del todo, y afronta el papel con algunos problemas en cuanto al texto, que no se encuentra todavía dicho con toda la naturalidad necesaria. Un trabajo quizás mas interiorizado daría un resultado más satisfactorio, o quizás una comunión más lograda entre el cuerpo y la palabra, ya que si bien es cierto, el papel se encuentra perfectamente plasmado en lo corporal, cuando nuestro actor habla, cuerpo y voz parecen ir por lugares dispares, siendo crucial en este caso que se complementen a la perfección para que no nos chirríe en algunos momentos. La por otra parte lograda visión animalesca y torturada de Gaston definen bien el carácter del rol, siendo esa la línea a seguir para llegar a buen puerto en su creación. Siguero crecerá a medida que vayan transcurriendo las funciones, no me cabe la menor duda, lo que se vislumbra así me lo da a entender. 

Jennifer Baldoria, como Aradia. Baldoria en las cotas de excelencia habituales, lleva su papel al límite, resultando estremecedora en sus monólogos, y dotando de grandes dosis de sensualidad al rol, saliéndose del tópico de bruja maligna y avejentada. Baldoria apuesta por una mujer fuerte, decidida, y de gran sensibilidad, en la que se vislumbra una vida muy intensa y en la que los golpes de su propia existencia la han hecho estar de vuelta de todo. Nuestra actriz, con gran intuición y control de los tiempos escénicos, lleva a cabo una creación enigmática y cargada de carisma con la solidez a la que nos tiene acostumbrados. Baldoria se me antoja la musa de Francisco J. de Los Ríos, y como tal ejerce en "La Bruja".



Vayamos con la dirección del espectáculo, que corre a cargo del propio dramaturgo.
Francisco J. de Los Ríos, apuesta por una inspirada propuesta en lo visual, de atmosférico acabado, en la que se encuentra reflejado a la perfección el aire de cuento clásico que se le pretende al texto. Para lograr esa ilusión nuestro director se decanta por unas bien planteadas luces, y cierto aire de ensueño, desde el inicio de la obra, con un cuadro macbethiano muy bien resuelto, en el que el vestuario y las máscaras creación de Edna Brugat, tienen mucho que decir, y que se mantiene a lo largo de todo el espectaculo. La escena culminante de la función, y la más dura también, se encuentra realizada con poderosa fuerza, y resulta profundamente impactante en el respetable, sobre todo teniendo en cuenta los pocos medios con los que dispone la Usina, y que nos encontramos ante una propuesta de modesta factura. Además del esmerado trabajo en lo visual, es remarcable el gran trabajo con los actores que nuestro director realiza, partiendo de la naturalidad como premisa actoral. De Los Ríos controla cada escena a placer, subiendo y bajando el ritmo según pide el texto, sabe donde cargar las tintas, cuando se recrudece la historia, siendo el resultado un espectáculo dinámico, y entretenido en grado sumo, que se ve con mucho agrado, y que nos deja el suficiente poso como para que reflexionemos después en nuestra casa sobre lo visto.
 "La bruja" es sin duda una pieza singular dentro del panorama teatral madrileño, en la que se funden a la perfección el teatro de género, la denuncia social, y un mensaje marcadamente feminista de rabiosa actualidad, dando como resultado, todo esto que planteo un espectáculo realizado con rigor y respetable sentido de la tetralidad sin dejar de lado la reflexión.





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