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martes, 18 de septiembre de 2018

Proyecto Edipo, El Mito Vestido De Luces.


La semana pasada fue trágica, si, trágica, no por motivos personales por suerte, sino porque dos tragedias fueron las que vi. Una la versión de Edipo que ésta crítica ocupa, y la otra Fedra, que tendrá su reseña lo mas pronto posible. 
Ya lo he dicho muchas veces, me gusta mucho el teatro griego, y la tragedia cuando se hace bien, sigue manteniendo su poder catártico, y sobre todo nos sigue llevando a la reflexión sobre cuestiones de gran calado que ya preocuparon al ser humano hace mas de veinte siglos, y que nos siguen preocupando en la actualidad.
Los griegos no se andaban con chiquitas, llevaban todo al extremo y en la tragedia, la truculencia y los mas espeluznantes sucesos acontecen en escena de forma directa y brutal. Mi interés por los clásicos viene precisamente por eso, ya que la esencia del ser humano en su forma mas primigenea y sus motivaciones mas primarias se encuentran reflejadas a cara de perro en unos textos que siguen impresionando con la misma fuerza que lo hicieron en el momento que se escribieron.
Tuve la ocasión de asistir al estreno de "Proyecto Edipo" en el Fernán Gómez y no me lo pensé dos veces, máxime cuando toda la información sobre la función que encontré antes de su estreno, prometía emociones fuertes, algo que sin duda "Proyecto Edipo" ofrece y con creces. 




La primera tragedia griega que leí fue Edipo Rey, no solo fue la primera, sino la que mas me impresionó, no se cuanto tuvo que ver mi estreno con los mitos griegos en ello. La cuestión es que varias cosas me alucinaron del mas complejo (psicológicamente hablando) personaje que los griegos pusieron sobre las tablas. La primera, la modernidad del texto, que me dejó mas que claro que poco se ha inventado en cuanto a estructura en el teatro desde los tiempos de Sófocles, y la segunda, sin lugar a dudas la tremenda tragedia que se cierne sobre Edipo y Yocasta, desgraciados héroes de esta historia mas grande que la propia vida, plagada de monstruosidades y que tan bien refleja la naturaleza humana en su vertiente mas primigenia. Los mayores tabúes del ser humano, sus mayores miedos, la confirmación de los errores y finalmente la asunción de los mismos de la forma mas salvaje posible, para que de una forma bastante traumática nos adentremos en el verdadero yo de cada uno, se pueden ver en esta tremenda historia. Entendemos a Edipo, entendemos sus motivaciones, y comprendemos que a pesar de acostarse con su madre sin saber la verdadera identidad de esta, cuando lo descubre, no es capaz de soportarlo, y decide en un acto menos piadoso que el suicidio arrancarse los ojos y cargar con su pecado toda la vida.



La versión libre de la obra de Sófocles firmada por el propio Olivares, funciona en dos planos diferentes pero entrelazados entre si, por un lado un futuro distópico con una España en la que los toros están prohibidos y en el que se nos cuenta una historia que recuerda vagamente a "Equus" de Peter Shaffer, no exenta de suspense y en la que los paralelismos con el Edipo original son mas que notorios. Por otro lado nos encontramos con la obra original que se ve introducida de forma muy inspirada dentro de la anterior historia y que resulta muy esclarecedora sobre cuanto bebe una de la otra y sobre lo que nos quiere contar Olivares.
El texto de Olivares nos descoloca al principio, incluso nos chirría, pero a medida que va avanzando nos va atrapando para que finalmente nos deje pegados al asiento para ver cómo termina el asunto, y lo mas importante, cómo se entrecruzan las dos historias.
La visión de Olivares de Edipo no puede pasar por otra vertiente que la psicológica, y en la parte futurista de la función que la mayoría de las escenas transcurran en un psiquiátrico no es en absoluto gratuito. Del mismo modo la alusión al toreo como expresión artística primaria, resulta muy adecuada para enlazar con lo que la tragedia griega simboliza y buscando un nexo de unión entre Grecia y España con el mito de Minotauro por medio, algo mas que justificado y acertado como premisa de la obra. 
Olivares presenta una versión de Edipo salvaje, en la que se busca epatar al espectador tal y como lo buscaban los griegos, de forma dura y directa y sin asomo de mojigatería, y que cómo ejercicio catártico funciona sin el mas mínimo problema, partiendo de la base que el espectador del S.XXI no es el mismo que el de hace mas de dos mil años, según para que cosas. 



Ocho actores en un trabajo netamente coral sustentan la función, en un trabajo muy medido, durísimo fisicamente, y muy meticuloso en su acabado.
Dentro del elenco y de los múltiples papeles que se representan en la función son destacables el Edipo de Asier Iturriaga, con momentos de gran altura en lo dramático, y una composición interior del personaje mas que interesante. Del mismo modo Carol Verano (remedo de Yocasta en la versión futurista) resulta muy interesante en su trabajo a nivel corporal y en los recursos de la voz, ya que gracias a ello nos creemos el arquetipo a nivel físico que lleva a cabo, no quedándose solo en eso, ya que el trabajo con el texto también resulta tremendamente satisfactorio. Alba Loureiro como Yocasta adecuadísima, especialmente en la parte de la obra original, ya que en la fábula distópica empezó mas bien destemplada en su primera intervención. El trabajo de Loureiro va en progresión emocional e interpretativa finalizando el espectáculo de manera mas que satisfactoria y no exenta de la interiorización del drama que el personaje requiere. Javier Martín como Doctor Márquez da un contrapunto ácido y ligeramente cómico que viene muy bien dentro del espectáculo, y ofrece un trabajo sólido con gran oficio cómo viene siendo habitual en él. Guillermo Sanjuán cómo Criseida no acaba de encontrarse cómodo en un difícil papel, cuya almodovariana identidad no se ve plasmada en su vertiente mas interior, sino que haciendo uso de unos recursos físicos, en mi entender equivocados, y de una superficial visión del texto, no consigue llegarnos de la forma que se vislumbra en el texto, simplemente no me lo creí, y lo encontré mas preocupado por encajar los chistes que en explorar el personaje. Por último David DeGea cómo Jacinto, suerte de Edipo matador de toros, cuyo trabajo impacta por su valentía (algo extensible a todo el elenco, ojo) y por la cantidad de matices con los que dota su dificilísimo personaje. DeGea juega con el texto, juega con sus compañeros en escena, se arriesga y gana, mostrándose dúctil y entregado en todo momento. A esto debo añadir la impresionante presencia física de nuestro actor, que calca la pose típica de los toreros, y no sólo eso, sino que consigue engrandecer algunas escenas dada la expresividad de su cuerpo. Trabajo mayúsculo el de DeGea y que merece ser reconocido. 






Gabriel Olivares se encuentra al timón del espectáculo donde dos premisas son fundamentales. Primero  la estética de la función, impactante y muy conseguida, y segundo, el trabajo netamente conjunto de todo el elenco, basándose en una propuesta física muy dura, dinámica y en la que los actores son practicamente parte de la escenografía como es la tónica en el estilo de Olivares. Nuestro director lleva a sus actores al límite en no pocos momentos, pero sabe recogerlos hacia la intimidad cuando resulta necesario, siendo el resultado de la función equilibrado y bastante fluido en su acabado.
"Proyecto Edipo"  es un espectáculo duro, de violenta factura a ratos, rozando la performance por momentos y de extremado planteamiento visual y actoral, pero eso si, todo lo que vemos en escena, y que ya aviso que no es precisamente un paseo en el campo un día de primavera, está justificado. Nada es gratuito o pasa por el escándalo innecesario, no, se trata de un trabajo bien pensado, claro en su exposición, y que resulta muy importante dentro de la propuesta de la dirección de la que se podrá decir ante todo que de complaciente no tiene nada.

Los dos espacios temporales en los que se mueve la obra están claramente diferenciados, aunque por motivos obvios donde mas brilla el gran trabajo escenográfico de Felype de Lima es en el ámbito futurista, en el que la magia surge en no pocos momentos, y todo se encuentra resuelto con gran imaginativa e interés teatral. Nos encontramos ante un espacio incómodo, y de fría estética que casa perfectamente con el duro tono del espectáculo que Gabriel Olivares ha buscado. Esta frialdad que planteo no está reñida con una innegable belleza estética en no pocos momentos, y un poderoso tratamiento visual perfectamente apoyado en las luces de Carlos Alzueta que dotan de gran empaque a la escena.
No debo terminar la crítica sin resaltar el admirable uso que se hace de un escenario tan complicado cómo es el Fernán Gómez, y un consejo... la microfonación de los actores en este caso estaría mas que justificada, dado que las voces se van al peine, de forma inclemente, obligándolos a realizar un esfuerzo ímprobo para que se les escuche, especialmente en un texto de la agresividad de éste.



En resumen "Proyecto Edipo" es una sorprendente revisión del mito, impactante en algunos momentos, y de enorme valentía en su acabado formal, ofreciendo una velada de teatro sólido, de fuerte espíritu vanguardista, y que ante todo busca revolver al espectador y hacerle reflexionar sobre lo que ha visto. 






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