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viernes, 2 de enero de 2015

Casi Fastuoso Fausto

No soy experto en Fausto, si dijera lo contrario mentiría, es decir no he leído el larguísimo poema de Goethe en toda su extensión, aunque conozco la historia y básicamente lo que simboliza tan excelso texto, que a mi se me indigesta bastante, y encuentro ciertamente árido, decir lo contrario sería una pedantería por mi parte, ya que pienso que algunos escritos me quedan grandes, y reconocerlo no es ninguna deshonra. Mis acercamientos a Fausto es en versiones bastante masticaditas y accesibles, porque uno aunque limitadas, tiene ciertas inquietudes. Por eso cuando me enteré de que Tomaz Pandur lo iba a llevar a cabo en el CDN se me hizo la boca agua.
 Admito que Pandur me fascina, su especial concepción del teatro, sus juegos escénicos y sus impresionantes propuestas me pueden. Pandur es polémico, y sin ser yo precisamente lo que se dice un iconoclasta, reconozco que el lenguaje teatral y las revisiones de los clásicos del director esloveno me pasman, sorprenden e interesan en igual medida.
Con un reparto de campanillas liderado por mi admirado Roberto Enríquez, esta era para mí la PROPUESTA del CDN de esta temporada, así que el primer día del 2015 lo empecé en el teatro acercándome al Valle Inclán, dispuesto a sorprenderme y pasar una tarde intensa, la cosa estuvo a la altura, pero... siempre hay un pero, el espectáculo no acaba de ser redondo como mas adelante explicaré, y a pesar de la indudable calidad de lo que ví, la sensación final fue agridulce.



Este Fausto en versión del propio Pandur y su hermana, está dividido en dos partes que obviamente resumen el extenso material original, quedándose la función en dos horas y media largas. La versión que aquí nos ocupa tiene una soberbia primera parte, centrada en los dilemas internos de Fausto y los trágicos amores con Margarita, concluyendo con la muerte de la amada de nuestro héroe, finalizando el espectáculo en una segunda parte bastante menos conseguida y que cierra la historia con la muerte de Fausto y el triunfo del bien sobre el mal. Si la primera parte está brillantemente resuelta, tanto en su desarrollo como en la exposición de forma clara de tan difícil composición, en su segunda parte, prima la confusión, donde nada queda claro, en la que yo saqué la idea del triunfo de Fausto ante Mefistófeles porque se que la cosa termina así, mi acompañante no entendió nada y yo muy poco, para ser sinceros. No logré comprender como un texto tan bien desarrollado hasta el intermedio del espectáculo, divaga tanto y se queda ciertamente cultureta por no decir pedante en su conclusión, y que parece pensado para profundos estudiosos de Goethe o para  los Pandur directamente y sus aspiraciones literarias. Craso error. Primero, un espectáculo debe estar enfocado a que todo el mundo lo comprenda aunque tenga diferentes niveles de lectura, segundo, yo como espectador medio, no tengo que ir a ver Fausto con el texto leído, y tercero, si el texto, en su resolución no llega al respetable, se puede considerar fallido. Ahí radican los mayores problemas de esta irregular adaptación, que lastra la función en su último cuarto de forma estrepitosa.



Vayamos con el elenco, atinadísimo, muy sólido y homogéneo.

Emilio Gavira da vida a un lírico personaje que parece ser una entelequia espiritual que tan pronto va vestido de mandarín chino, como de sacerdote ataviado con traje talar, se supone que es Wagner, y que a mi entender, está ahí como uno de los mas grandes exponentes del Romanticismo Alemán, junto con Goethe, fundador del movimiento.
Las apariciones de Gavira son muy poderosas, transmiten mucha solidez y sus partes cantadas son de gran belleza, mención aparte merece la interpretación del Vals de La Viuda Alegre que ya después de La Caída De Los Dioses, asocio de forma inevitable a Gavira, que tiene efecto hipnótico en todas sus intervenciones, con momentos de altura y muy inquietantes. Un diez para Gavira que es sin duda uno de nuestros actores con mas personalidad sobre el escenario.

Pablo Rivero, como Valentín, hijo de Mefistófeles. Estupendo sin ninguna duda. Rivero ofrece un papel muy apoyado en lo físico y muy bien perfilado en su suave comicidad. Este niño que repite y envía noticias de su papá y su mamá muy acertadamente ataviado como Hermes, no pasa desapercibido, su estulticia es una de las formas de la maldad y Pablo Rivero así lo refleja. Turbador, extraña y morbosamente sexual, y muy pero que muy inquietante, nos ofreció una particular creación que encontré muy interesante.

Marina Salas, como Margarita, hija de Mefistófeles, muy correcta a pesar de la desafortunadísima visión del personaje que se da en la obra. Cuesta mucho entender que Fausto se enamore de esta Margarita vulgar y mucho menos inocente de lo que cabría pensar en tan cándido personaje. Salas cumple su cometido dotando de gran fuerza muchos momentos, saliendo especialmente airosa en su escena mas comprometida que es la de la locura, dentro del poco efectista juego escénico que le ha tocado en suerte, Salas hace lo que le piden y nos obsequió con un mutis que me heló la sangre. La visión de una Margarita marioneta de Mefistófeles, a priori resulta interesante, pero la grotesca forma en la que se lleva a cabo, le resta fuerza y credibilidad. Un clarísimo problema de dirección y de enfoque del personaje, pero no de la interpretación, que Salas solventa con su buen hacer.

Ana Wagener como la Sra. Mefistófeles, todo un prodigio, sin ninguna duda. De imponente presencia, arrolladora frescachonería y múltiples matices, Wagener ofrece una interpretación de aúpa, auténtica robaescenas, con aires de gran diva decadente, fue una de las estrellas de la función. Wagener saca todo el partido a su papel y así se refleja en su trabajo. Reconozco que me fascinó, tanto por su ductilidad para transmitir diferentes estados de ánimo, como por la personalísima y un tanto surrealista composición que realiza.

Victor Clavijo como Mefistófeles, una agradabilísima sorpresa. Sobrio, de tintes realistas y un tanto influenciado por Robert De Niro en El Corazón del Angel ( huevo duro incluido ). Clavijo da vida a un Mefistófeles encantador, con mucho charme, contenido, pero terrible en  su fondo que solo nos deja entrever su verdadera naturaleza cuando sale a relucir un inquietante tartamudeo en ciertas reveladoras palabras. Victor Clavijo dota de mucho empaque su composición, apoyado en una estupenda voz que modula de forma interesantísima durante toda la función. Contenidísimo todo el rato hasta su escena final, nos sirvió una cerebral interpretación alejada de cualquier amaneramiento y poco acomodaticia en líneas generales. Un diez para Clavijo, dado el complicado papel que le ha tocado en suerte.

Roberto Enríquez soberbio como Fausto, sobre todo en su gran monólogo que da comienzo a la obra. Su difícil texto fluye perfectamente entendiéndose todo lo que plantea sin el mas mínimo problema, Enríquez ofreció un sentado Fausto, introspectivo, muy matizado, de imponente presencia, y muy acertado en líneas generales. Lástima que su papel se vaya diluyendo en la adaptación a medida que la función avanza, Enríquez es una de las bazas de la producción dando momentos superlativos a lo largo de la misma.



Vayamos con la propuesta escénica:
Pandur ofrece un espectáculo de relumbrón, de gran fuerza visual, enrarecidas y conseguidísimas atmósferas, digamos que se trata de una experiencia sensorial muy lograda, gracias a las magníficas proyecciones, sorprendentes luces, mas que espectacular escenografía y muy bien elegidas músicas.
No solo se trata de un alarde tecnológico, sino que hay grandes aciertos en los distintos juegos escénicos, como es la frenética carrera para salvar a Margarita y las inquietantes imágenes familiares de "Los Mefistófeles". Uno de los grandes aciertos de la producción, estriba precisamente en plantear el núcleo familiar como esencia del mal. También son destacables el tratamiento que se le da al texto en algunos parlamentos, y en general el tono operístico estéticamente hablando que tiene la producción.
Lástima del desafortunado último cuarto de la función, en el que todo lo anteriormente expuesto se diluye, y parece que ha sido resuelto de forma excesivamente apresurada con respecto a la cuidadísima visión de la primera parte del espectáculo.



En resumen una propuesta imprescindible tanto por lo que plantea como, por la forma en que lo plantea, a pesar de sus desaciertos, el balance en general es positivo, y no deja indiferente a nadie. Producciones de esta envergadura solo se pueden abarcar en teatros públicos, y con sus luces y sus sombras, es un espectáculo realmente apabullante, que sin ser del todo redondo, no deja de ser interesantísimo en su fondo y forma, y cualquier aficionado al teatro debería disfrutar, para después sacar sus propias conclusiones, positivas o negativas.

FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS Y FELIZ TEATRO!!!!



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