viernes, 28 de enero de 2022

Entre Sevilla y Triana, O La Importancia De Conocer El Género.


De todos los títulos de esta temporada en el Teatro de La Zarzuela, el que más me interesaba ver era el que ayer tuvo su estreno. Entre Sevilla y Triana. La ignota al menos en la actualidad, obra de Pablo Sorozábal, desconocida por el gran público, y que felizmente se ha visto recuperada. Este montaje me dejó un estupendo sabor de boca, que tuvo su presentación hace ocho años llevándose a Bilbao, Oviedo y Sevilla. Cuando la disfruté en su momento en el Campoamor, ya me planteé en aquel lejano 2014 que la pieza debería verse en Madrid.  Aunque ha tardado, por fin ha llegado y se ha estrenado donde ya hace muchos que debería haberse hecho. La pieza lo merecía, y Sorozábal también. 

Hay títulos que no han pasado al  repertorio de manera muy injusta, y sin duda este es uno de ellos, ya que la virtudes musicales y literarias de la pieza, la hacen a mi entender imprescindible para el aficionado, que merece descubrir las joyas que nuestro patrimonio musical ha dejado atrás, y sobre todo entender que la recuperación es un camino más en el intento de ampliar el juicio del espectador a la hora de ampliar sus conocimientos sobre nuestra zarzuela, y hacerse una composición mental más ajustada del repertorio que muchas veces no pasa del "sota, caballo y rey".

Ayer fue una noche especial, casi se podría decir que histórica por lo que simboliza que Entre Sevilla y Triana se estrene en La Zarzuela, y el espíritu de Don Pablo estuvo muy presente durante toda la velada. Estoy seguro que allá donde esté disfrutó de lo lindo pensando que su sainete lírico sigue aguantando el tipo de manera admirable, y sobre todo, que posiblemente sea mejor entendido por el público en 2022 que en 1950. Nuestra sociedad ha cambiado mucho, y en esta obra tan adelantada para su tiempo, lo que se plantea en ella, especialmente en los personajes femeninos, sin duda tiene gran vigor en estos momentos. No tengo yo muy claro que ni Sorozábal ni Luis Fernández de Sevilla y Luis Tejedor supieran que es eso de lo que tanto se habla ahora, y que es el empoderamiento de la mujer. Pero lo que si que tengo claro es que toda la obra es eso, un canto a las mujeres fuertes, independientes, y sobre todo que luchan por tomar las riendas de su vida más allá de unas convenciones sociales muy marcadas en la época de su estreno, y que todavía colean en pleno S. XXI.

 


Entre Sevilla y Triana, Sainte Lírico en Dos Actos, con música de Pablo Sorozábal y libreto de Luis Fernández de Sevilla y Luis Tejedor, tuvo su estreno triunfante en el Teatro-Circo Price de Madrid el ocho de abril de 1950. 

Podemos considerar la obra una "zarzuela de manual" en su estructura, tanto musical como escénica, pero que no se queda en la mera factura formal habitual en nuestro género lírico, en el que a veces las composiciones tenían tendencia a componerse como churros, en formulas revisadas y agotadas hasta la saciedad. Aquí nos encontramos a los roles típicos de nuestra zarzuela, si, pero que se ven arropados en un entorno musical y escénico de gran frescura, y de sorprendente acabado.

La música de Sorozábal pasa sin duda por lo andaluz, y su tipismo, pero sin duda hay más, mucho más, ya que esas atmósferas tan bien creadas por el compositor donostiarra sirven para reforzar las psicologías de los personajes y muy especialmente su entorno. No se puede considerar al sainete como zarzuela regionalista, o al menos yo no la entiendo así, pero si como una pieza en la que la música popular andaluza sirve para describir el carácter de Sevilla y los sevillanos de manera muy clara, y francamente inspirada. 

La obra, como es habitual en Sorozábal tiene un ecléctico acabado en lo musical, y ya desde el quinteto inicial el sello de Don Pablo se encuentra muy marcado, en las pequeñas intervenciones de los actores-cantantes, que quizá llevo al paroxismo en Don Manolito, y que sin duda aquí se encuentra muy bien reflejada en dicho número. La orquestación ampulosa y de gran lirismo en los números serios, se torna en ligera y chispeante en los cómicos, pasando del aire netamente operístico de la romanza de Reyes con la que finaliza el primer acto, a unas sevillanas y zorongo con las que inicia el segundo de enorme empaque y arrolladora inspiración. Si algo caracteriza a la función es el equilibrio, ya que lirismo y ligereza se funden de manera prodigiosa, con gran sentido de la teatralidad y espectacular acabado, siempre al servicio de la trama y nunca gratuito, y si de gran efectividad. 

Además de los dos números arriba señalados, destaca la romanza de salida del barítono, de indudables complicaciones, así como el dúo barítono-soprano, de gran belleza y sensible acabado, y por supuesto la célebre romanza de tenor, inmortalizada por Alfredo Kraus, y que Tamayo resucitó en su Antología de la Zarzuela Andaluza, siendo actualmente la pieza más conocida del sainete. 

En cuanto a los números cómicos, la farruca de salida de Micaela, cargada de retranca, en la que se tira de ironía para criticar los clichés de género y tradición mal entendida, y muy especialmente el inspirado pasodoble "Me caso en la mar salada" de sutil doble sentido, y ligeramente arrevistado, sirven para hacernos entender que cuando se habla de números cómicos en zarzuela no hay que tirar de ramplonería, como en algunos casos sucede, y que la calidad no está reñida con lo ligero. 

Se puede plantear la partitura de la obra como enormemente coherente, cargada de sabiduría teatral, y de indudable belleza, difícil en su ejecución, y lo que es más importante, de una calidad notable de principio a fin.

 


 

Mención aparte merece el espléndido libreto, inspiradísimo en lo cómico, bien desarrollado en su argumento, y si bien es cierto, el personaje de Reyes se va desdibujando a medida que avanza la trama, lo que subyace de él se encuentra muy latente de principio a fin. Tan equilibrado como la partitura, rompedor en su discurso, para los parámetros de la época, y trufado por unos secundarios gloriosos, resulta delicioso en su desarrollo, ágil y cargado de ingenio. El tipismo está garantizado, pero eso si, con un trasfondo de retranca, que no acaba de tomarse en serio, muy felizmente, los tópicos andaluces que tanto daño han hecho y que tan lejos de la realidad pueden estar. ¿Hay un torero?, si, pero un torero que no pasa de cómica caricatura. ¿Señoritas sevillanas?, si, pero que se muestran fuertes y nada complacientes con su entorno. ¿Flamenco, cante y baile?, si, pero en un contexto en el que se nos antoja perfectamente natural, y sin necesidad de ensalzar los valores del folclore andaluz. Están de manera natural, como lo hacen las cosas de verdad.

Todo esto que planteo, y que llevó en su momento a que la obra fuera galardonada con un Premio Nacional de Teatro, sin duda sorprende al espectador contemporáneo, y me lleva a la reflexión en cuanto a los motivos por los que la obra tuvo tanto éxito en su estreno, y que deja muy claro que el gran público en cuestiones morales o sociales, siempre va un paso por delante de los mandatarios, ya que creo que la obra fue una adelantada en su tiempo, y eso precisamente, es lo que a nivel institucional nunca se le perdonó, condenándola al olvido en pocos años.

 

 


Vayamos con el elenco:

Enorme en su extensión, y muy acertado en la parte actoral. Destaca y mucho, el templadísimo Señor Mariano de Antonio MM, cargado de verdad, rotunda presencia, y en un código perfecto dentro de lo que el papel pide. También es destacable la Señá Patro de Gurutze Beitia, en clave de característica, lapidaria y cargada de empaque como marcan los cánones. Dos menciones especiales son menester, un solidísimo Manuel de Andrés como Glosopeda, ahí es nada el nombrecito, y el Míster Olden de Joseba Pinela, sustitución de última hora, algo siempre a valorar, y que fue interpretado de manera impecable. Muy apreciable Lara Chaves como Esperanza, de estupendo desplante escénico en un papel que no pasa en absoluto desapercibido.

Ángel Ruiz como Angelillo y Anna Gomà como Micaela.

Ruiz enorme en su composición, las da todas sin fisuras, dejando claro que nos encontramos ante un artista multidisciplinar, que se mueve como pez en el agua en este tipo de personajes que tan bien le van tanto por físico como por voz. Bien timbrado en lo musical, la voz corre sin problema, afinadísimo y matizado cumple con facilidad en un papel que tiene algún que otro momento comprometido y que se ve solventado a la perfección por nuestro artista. Arrollador en la parte actoral, cargado de gracejo, y pulcrísimo en su creación, me pareció uno de los artistas que más brilla en la función, y no solo por el bomboncito que le ha tocado en suerte, ya que el nivel de lo que ofrece es sin duda elevadísimo. Gomà brilla menos en lo musical, y una voz con mayor entidad sería de agradecer para un personaje de las características de Micaela, que se balancea peligrosamente entre lo lírico y lo popular, viéndose tapada por la orquesta en no pocos momentos, especialmente en las partes más graves de la partitura. En lo actoral se encuentra deliciosa, muy sentada, y con un control de la comicidad muy medido. 

Alejandro del Cerro, tenor, como José María.

Irregular en lo vocal, no acabó de rematar la función, ya que el momento de lucimiento del papel, que es la romanza "Tú que sabes del cariño", no estuvo en el nivel deseado. Escaso de volumen, con poco arrojo, y quizás un poco atenazado por la partitura, no consiguió imprimir a la pieza el dramatismo que se le presupone, siendo el resultado bastante frío en líneas generales. Es cierto que el fraseo resulta hermoso, la voz es bonita, y el agudo bien colocado, pero una voz más poderosa sería la idónea para la exigente romanza con la que Sorozábal trufó un personaje que en el resto de sus intervenciones no tiene grandes momentos. En la parte actoral se encuentra más que correcto, sobrio, y con buen manejo del texto.

Javier Franco, barítono, como Fernando. 

De menos a más, ligeramente inseguro en su romanza de salida "Dios te salve Sevilla" , que no acabó de cuadrar con la orquesta de la manera adecuada, y vacilante en la afinación. Si que se vio crecido en el dúo y su segunda romanza "Una más", menos comprometida que la anterior y en la que sin duda se encuentra más cómodo. La voz alarmantemente atrás, excesivamente tenoril, estrangula el agudo, y se acerca peligrosamente a la garganta. Hay que destacar que la línea de canto tuvo momentos apreciables, así como el fiato, generoso en los finales de romanza, tal y como escribió Sorozábal. Envarado en lo actoral, pasa un tanto desapercibido ante sus compañeros, algo que en un papel como el suyo, el que más canta en la función, no debería ocurrir. 

Berna Perles, soprano, como Reyes. 

La mejor de la noche a nivel vocal a todas luces, y eso que el papel le viene ligeramente grave en algunos pasajes. Dotada de un poderoso instrumento, gran caudal, especialmente en el agudo, grande y redondo, carnosidad sonora, bonita voz, y enorme expresividad. Resulta conmovedora en sus momentos más dramáticos, que se vieron solventados con eficacia y gran belleza. Imponente resultó el final del primer acto, muy emotivo e impecablemente cantado, con aparente facilidad, y solidez. Demostró grandes dosis de lirismo en el dúo, y remató la noche con su intervención final, igual de conmovedora que en la romanza. Berna Perles me ha parecido una cantante sólida, de corte indudablemente operístico, y capacitada para llevar a cabo los grandes roles del género. Era la primera vez que la veía en directo, y reconozco que me ha sorprendido muy gratamente. Correcta en lo actoral, lleva a buen puerto esta mujer que  demuestra llevar hasta sus últimas consecuencias la frase que parece definirla...  "Que soy como La Giralda/firme sobre mis cimientos". 

Mención especial para el cantaor Jesús Mendez, que llenó de empaque flamenco a los momentos en los que se hizo necesaria su intervención. Y también se debe destacar el magnífico trabajo del cuerpo de baile coreografiado por Antonio Perea, de vital importancia en una producción de estas características, logrando momentos de infarto, y  que no solo se limitan a vestir el espectáculo, ya que se encuentran perfectamente integrados en el mismo, de manera eficaz y con espectaculares resultados.

Coro Titular, con Antonio Fauró a la cabeza, correctísimo, como es habitual, y reducido una vez más por motivos pandémicos. Espléndidos en la bellísima habanera, sensual y pegadiza, lucieron empaste y matices a partes iguales, y espectaculares en las Sevillanas, uno de los mejores momentos del espectáculo a todos los niveles.

 


 

Guillermo García Calvo, al frente  de la Orquesta de la Comunidad De Madrid, de menos a más, con un primer acto un tanto apagado, en una lectura que adolece de poca teatralidad y cierta morosidad en los tiempos. A partir del segundo acto se fue entonando, consiguiendo darle el carácter adecuado que pide la partitura a los diferentes números. Dónde más luce la labor de García Calvo es en las partes mas líricas de la función, con una lectura verista muy acertada, mientras que en los números cómicos me faltó chispa. En líneas generales entiendo que el trabajo de García Calvo irá creciendo a medida que transcurran las funciones, que a mi entender todavía necesita algo más de rodaje en cuanto a la lectura musical.

 


 

Vayamos con la propuesta escénica:

Curro Carreres firma el espectáculo acertando de plano. Carreres demuestra un conocimiento del género admirable, manejando todos los resortes de la zarzuela a la perfección. Nos encontramos en una función con un excelente trabajo actoral, que nuestro director lleva al mejor de los puertos posibles, en la que se da vital importancia al detalle, siendo el resultado un cuidado ejercicio de arquitectura teatral, de vibrante ritmo,  que se nos pasa en un suspiro, y hasta se nos hace corto, ya que al final de la función nos apetece un poquito más de este sainete, entretenidísimo y bien ensamblado. Si el trabajo con los actores esclarece el libreto de manera harto convincente, y se le da la importancia que en la zarzuela se debe tener, como es en este caso, ya se puede entender que el resto viene por añadidura, ya que los cimientos de la función se han armado de la mejor manera posible, aprovechando el jugoso material literario con el que se cuenta. 

La propuesta estética es de relumbrón, Carreres dota a todo el espectáculo de unas atmósferas muy conseguidas, en las que el gran espectáculo, léase inicio del segundo cuadro del primer acto, imponente en su resolución, y los momentos más intimistas, se funden en perfecta comunión, siempre con gran sentido de la teatralidad, y cuadros de evocadora belleza. Otro punto a tener en cuenta son las transiciones, perfectamente medidas en toda la función, con una excepción, la mutación que antecede a la romanza del tenor, que si es cierto que lastra un poquito un espectáculo en el que todo fluye a las mil maravillas hasta ese momento. Entiendo que la cuestión técnica en este asunto tiene mucho que ver, y resolver dicho cambio no debe de ser fácil, pero quizás si se hiciera con un poco más de ligereza, el efecto sería muy superior, ante la bella estampa que se nos va a presentar. 

Es absolutamente imprescindible hacer mención a la monumental escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, no me imagino a nadie mejor para un empeño así, que en vez de apuntar al realismo, tira por lo evocador, en una Sevilla de postal, nunca mejor dicho, en la que todos sus emblemas como ciudad se ven reflejados en los diferentes cuadros de la obra. 

          Mención especial para el vestuario de Jesús Ruiz, muy en consonancia con la época, y gran                      vistosidad. 

Esta producción de Entre Sevilla y Triana se puede considerar a nivel escénico un ejemplo clarísimo de zarzuela bien hecha, desde el conocimiento, el amor y el respeto, en la que se puede vislumbrar de forma cristalina todo aquello que el género puede ofrecer. Belleza, gran espectáculo, y enjundia teatral, todo ello dentro de una visión ortodoxa, que no rancia, entendiendo todo aquello que hizo que la zarzuela fuera un espectáculo de masas no hace tanto tiempo, y que como acercamiento a nuevos públicos puede funcionar sin el menor problema. 

Entre Sevilla y Triana de la mano de Curro Carreres se me antoja imprescindible esta temporada... un servidor por supuesto piensa repetir con el primer elenco el próximo día cuatro, la ocasión sin duda lo merece. 

 




4 comentarios:

  1. Hola! En el Arriaga se representó ben 2012, hace casi 10 años, por lo tanto. Revisa el cartel que te envié. Saludos.

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  2. Hola! si, se estrenó primero en Bilbao. Revisando apuntes, yo la vi en el 14 en Oviedo, pero si en Bilbao se hizo en el 12. Un abrazo!

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    1. Allí estuviste, sí señor, recuerdo perfectamente la fiesta que nos ofreció el coro después de la función...siempre tan encantadores. ¡Qué espléndido anfitrión es el coliseo asturiano! Me alegra tanto leerte siempre y que hayas podido disfrutar de nuevo esa belleza. Pena no haber coincidido entonces con Ángel, la vida nos debe una... Besos infinitos

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  3. Ayer tuve la oportunidad de disfrutarla.
    Me encantó y no pude evitar pensar en cuantas joyas de nuestro Género Lírico están en los cajones.
    Preciosa música y libreto estupendo, que en sus partes de "chispa" me recordaba a Los Claveles.
    Gracias por tu exposición Jonathan.

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