Los Cuentos de Hoffmann, es una ópera muy difícil, lo es por varios motivos, el primero, el elevado número de solistas que requiere, y que dificulta el hecho de que todos estén bien. Después está el tema del argumento, que requiere de gran pericia, y sobre todo de mucha imaginación para que la cosa funcione como debe funcionar. Por tanto Los Cuentos me gustan, pero cuando se hacen bien, sino mejor que no se hagan. Me acerqué el pasado día dieciocho con muy pocas ganas, debo decir que mas bien ninguna, a ver la producción de los mismos que se está representando en El Real, iba condicionado, es cierto, pero por una vez y sin que sirva de precedente cualquier parecido con lo imaginable fue pura coincidencia, el despropósito escénico, el pobre, mas bien paupérrimo plantel de los cantantes y la aburridísima producción que se nos sirvió, llegó incluso a hacerme plantear, si realmente a mi esto de la ópera me gusta, o soy un aficionado de baratillo. Reflexionando posteriormente sobre este asunto, llegué a la conclusión de que lo que me gusta es la Opera, asi con mayúsculas, y no lo que presencié en el Real, que amén de incomprensible, aburrido, pedante y cultureta, se pasa la esencia de lo que Offenbach y el mismísimo Hoffmann pretendían con su obra, por el mismísimo arco del triunfo. A lo mejor me tenía que haber quedado en casa, ponerme un cd con la música y tan feliz. Que vergüenza señores, que vergüenza.
Empezaré con el elenco, como es tan extenso iré a los mas importantes, porque esto sería eterno, y como me iría encendiendo cada vez mas, mejor así.
Tomeu Bibiloni como Herman. Correcto, bonita voz y uno de los que mas me gusto del elenco, lo poco que cantó lo hizo muy bien, se le escuchaba, perfecto de timbre y gusto cantando. Lástima que su papel pase tan desapercibido.
Gerardo López como Nathanaël. Imposible, no había por donde pillarlo, la voz mal colocada, sin hacer, y con un punto de corista aventajado, que sin ser despreciativo con nadie, no es de recibo en el Teatro Real. Tampoco el papel tiene tanta complicación en lo vocal, la verdad, he de decir que todas sus intervenciones me ponían de los nervios, calante y falto de técnica.
Graham Valentine como Spalanzani. Un despropósito, simplemente porque no es cantante, es un actor, que Christoph Marthaler el director de escena coló en el reparto, no entiendo yo muy bien porqué. Como actor perfecto, pero cada vez que abría la boca un angelito se pegaba un tiro en el cielo. Profundamente irritante e innecesario. Insisto no es culpa suya sino de quien lo ha puesto ahí. Las partituras están para respetarlas, no para destrozarlas.
Lani Poulson como la voz de la madre de Antonia. Estupenda, gran voz, muy matizada, muy bonita y con bastante peso. Agradecí infinitamente sus intervenciones, y dentro del sopor imperante durante toda la función, fue la única que me sacó de mi letargo salvo un par de cantantes mas. Estupenda en el Terceto, gran presencia escénica, y sin duda una artista interesante.
Measha Brueggergosman, como Antonia y Giulietta. Correcta sin duda, pero aburrida como ella sola. No encontré muchos matices en lo musical. La voz es grande bien templada, pero en el agudo chilla que se las pela, eso si, la mas esforzada en lo actoral, a pesar de todo esto, no se si por la dirección escénica o la musical, se me hizo eterna en sus intervenciones en el Acto de Antonia. En el Acto Veneciano me gustó mas, quizás porque estaba mas sensual, y mas matizada musicalmente. Buena voz de lírica con problema en el agudo, bastante desaprovechada tanto por su imponente físico, como por sus dotes de actriz.
Ana Durlovski como Olympia. Sin duda la estrella de la noche, no olvidemos que su aparición es mas de una hora después de empezar la función, y durante la sonora ovación que siguió a la celebre aria, mi compañero de butaca me dijo, ahora es cuando empieza la ópera, ja ja ja ja. Fue la única que de verdad dio lo que se esperaba. Bonita voz, grande, agudos perfectos, bellos armónicos y el mejor momento de toda la eterna velada, ya que la cosa con los descansos se quedó en cuatro horas y media. Un diez para Durlovski, que en otras ocasiones no estuvo tan atinada como en estos Cuentos de ya infausto recuerdo.
Vito Priante como Lindorf y Coppélius. No me dijo absolutamente nada. Voz corrientita, un tanto vulgarote en el canto y actoralmente bastante insulso. Intentó dar algo en su famosa aria, pero no hubo ni un miserable aplauso, Priante no llega al público, porque es muy frío cantando, y tampoco posee grandes aptitudes. Regular tirando a malo.
Hannah Esther Minutillo como La musa y Nicklausse. Mas de lo mismo, anodina, voz pequeña, incluso inaudible en algunos momentos, no tiene un timbre especialmente bonito, y encima en lo actoral está bastante sosa. Es decir mas sopor, otra cantante en su papel podría haber levantado la función, Minutillo acentuó las deficiencias del reparto, y ofreció uno de los prólogos mas coñazo a los que yo he asistido en mi vida.
Para finalizar la guinda del pastel, Jean-Noël Briend como Hoffmann. Lo peor de la función con diferencia, lo que ya es decir, de mal a peor según iba avanzando la función, llegó literalmente reventado al Último Acto, y los gallos que empezaron a asomar timidamente en el Segundo, en el Tercero camparon a sus anchas, Briend tiene el honor de ser el tenor que mas ha galleado en una función que yo haya visto jamas. Nefasta colocación nasal, cantando sin ganas, nulo fraseo y continuos problemas con el fiato, calante y encima ninguna presencia escénica, no se si se buscaba a un Hoffmann existencialista, pero se quedó en un Hoffmann sombrón que no pasaba de meterse y sacarse las manos del bolsillo. En el Último Acto, cuando la debacle vocal ya era total, se esforzó un poquito en el momento del asesinato. Pero claro, tanto derroche escénico ( léase con ironía ) no hizo mas que acentuar la descomposición de la voz.
El coro correcto, desaprovechadísimo en lo escénico, con un innecesario interno en el Prólogo y de caracterizaciones y movimiento imposibles.
La dirección musical a cargo de Till Drömann, planísima. Cierto es que la orquesta sonaba bien, pero ni un solo matiz para acentuar lo que ocurría en escena, solo encontré un pequeño atisbo de energía en el final del Primer Acto. El Acto de Antonia insufrible y plúmbeo como collar de sandías, y ya para rematar nos obsequió con una barcarola dirigida como si de la Marcha Radetzky se tratara, es decir cero sensualidad y métrica prusiana. En general un aburrimiento imperdonable, que me dejó mas frío que un polo de fresa.
Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Horrorosa sin paliativos. Christoph Marthaler nos ha tomado el pelo a todos los aficionados sin el menor sonrojo. Sin bien es cierto que la premisa era interesante, ambientar estos Cuentos en el Café del Bellas Artes. La ejecución de la misma ( nunca mejor dicho ) es nefasta. La obra empieza con un paseo del coro por el escenario que dura mas de cinco minutos, en los que un señor no dice nada mas que síganme, mientras les enseña la sosísima escenografía, yo me subía por la paredes, esperando a que Dröman levantara el palito, ese principio ya se carga la función desde el minuto uno, NO PASA ABSOLUTAMENTE NADA, y los bostezos empiezan a asomar.
No se entiende nada de lo que ocurre, nada está justificado y se busca la sensualidad de la música con un trasiego de señoritas en pelota picada durante todo el Primer Acto, que de sensual no tiene nada y de gratuito mucho. Todo esto está aderezado con inexplicables apariciones que pululan por escena sin ningún motivo aparente, especialmente curiosa me pareció una señora ataviada con una bata rosa que durante todo el Segundo Acto se paseaba por la parte derecha del escenario. Las coreografías son totalmente imposibles, espasmódicas y parecidas a un ataque epiléptico, que no tengo yo muy claro si buscaban la hilaridad o la perplejidad del espectador. Durante el Acto De Antonia, están hablando con ella a pesar de no encontrarse en escena, cuando dicen que coge un cuchillo y se mata, ni hay cuchillo ni se muere. En el coro entre otras raras figuras hay mujeres barbudas y asisten a todo el Acto Veneciano ataviados con unas gafas estereoscópicas como si en un cine en 3D antiguo se tratara, Olympia va vestida de Heidi pero en rubia y su personaje se dedica a meterse entre las piernas de los personajes como si fuera un gatito retozón e imbécil. No se cuantos despropósitos mas presencié, pero que no enumero porque estaría hasta mañana. Esta pequeña muestra, sirve para ilustrar el porqué de la fallida propuesta. Pero lo mas grave, lo mas imperdonable y lo que no tiene justificación ninguna, es que la esencia romántica y fantástica de Los Cuentos, no está por ningún lado. Todo ocurre porque si, no sabemos muy bien por que, y encima de la forma mas aburrida posible. Si al menos esta sarta de despropósitos divirtiera, tendría un mínimo de redención, pero el sopor, la falta de fuelle y la frialdad de todo lo que acontece en escena, convierte esta producción en un sinsentido totalmente injustificado e injustificable.
Marthaler ha hecho unos Cuentos Hoffmann para el, que solo entiende el y que solo le gustan a el. Parece ser que el público de ópera no pinta nada. Cuando un artista pretende plasmar algo, y no se entiende, estamos ante un trabajo fallido, y estos Cuentos lo son.
En resumen, una propuesta prescindible totalmente, innecesaria y casi bochornosa, que pasará a mi historia del Real como una de las mas nefastas propuestas que yo he presenciado en dicho teatro, solo igualada por el Don Giovanni que tuve el dudoso gusto de presenciar el año pasado. Abstenerse aficionados a la ópera, porque el nivel musical no es para tirar cohetes, y abstenerse también los aficionados a las artes escénicas, porque esta función no aporta otra cosa mas que decepción y aburrimiento.
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