martes, 18 de febrero de 2020

"Farinelli", Feliz Recuperación De Una Obra Perdida De Tomás Bretón.

Me encanta que se recuperen títulos olvidados de nuestro repertorio, labor imprescindible y de desiguales resultados, ya que a veces se recuperan partituras de poco interés, siguiendo en el limbo aquellas que realmente merecen la pena. El Teatro de La Zarzuela, hay que reconocer que está haciendo una labor encomiable a este respecto, y si ya en la feliz recuperación "María Del Pilar" de Giménez, nos quedó claro que obras por desempolvar, de calidad tenemos muchas, ayer se volvió a confirmar lo que planteo en el concierto de la ópera "Farinelli" olvidada y desconocida a partes iguales.
Siempre resulta agradable conocer títulos nuevos, y además nos sirve para contextualizar tanto la historia de nuestro teatro lírico, así como la evolución de nuestros compositores, siendo el resultado de estas recuperaciones una visión más amplia de nuestro patrimonio musical y escénico, uno de los más abundantes de todo el mundo, que no se nos olvide.
Bretón cuando se pone serio, reconozco que se me atasca. En mi memoria está una representación de una de sus obras más importantes, "Los amantes de Teruel" que vi cuando era muy joven, que se me hizo muy cuesta arriba, así como "La Dolores", obra de difícil digestión incluso para espectadores avezados, Gran Jota aparte. Todos recordamos a Bretón por "La verbena de La Paloma", y nos olvidamos que el que posiblemente sea el emblema del género chico era una obra a la que el compositor salmantino no le tenía mucho aprecio, para ser sinceros.
Bretón sin duda fue uno de los principales impulsores del intento fallido de implantar una ópera española, y posiblemente ese intento sea la obsesión que lo persiguió durante toda su vida, sin llegar a conseguirlo.
Me podía la curiosidad, y a la vez me daba un poco de miedo encontrarme una partitura indigesta, pero ganó la curiosidad, y la verdad es que me alegro de ello, ya que me encontré un obra francamente estimable, y lo que es más importante, disfrutable en grado sumo, siendo la noche de ayer para recordar, y sobre todo para afianzar la opinión sobre la necesidad de recuperación de ciertos títulos, algo que sin duda revitaliza nuestro género lírico.



"Farinelli" denominada como "Ópera en un prólogo y tres actos", con música de Tomás Bretón y libreto de Juan Antonio Cavestany, tuvo su estreno en el desaparecido Teatro Lírico de Madrid el 14 de mayo de 1902, representándose durante muy poco tiempo en el momento del estreno, y pasando al olvido casi de forma instantánea.
"Farinelli" es una ópera curiosa, de ecléctico acabado, y en la que varias cosas son destacables. Por un lado es de justicia reconocer la modernidad de la obra, realmente sorprendente dentro de los parámetros que sigue la historia de nuestro repertorio lírico. Por otro lado, también hay que destacar que si bien Bretón y Wagner siempre parecen ir unidos, en esta obra a partir del segundo acto la presencia del compositor alemán, parece de obligado tránsito, especialmente en los pasajes orquestales, así como cierto aire verista en no pocos momentos, que imprimen de un marcado lirismo a la ópera, y un regusto clasicista en algunos personajes muy acentuado. Este cóctel que así descrito parece un pastiche mal resuelto, tiene un acabado impecable y de creciente interés a medida que los actos de la función van avanzando, para culminar en un final de campanillas, que me dejó un magnífico sabor de boca, y con la sensación de ser una obra que posiblemente si hubiese sido compuesta fuera de nuestro país hubiese pasado al repertorio. 
La ópera precisa de gran orquesta, dos mezzos, un tenor, dos barítonos y un bajo, siendo también curiosa la elección de dos mezzos como heroínas de la obra, algo en nuestro repertorio francamente inusual.
Dramaticamente la obra no tiene practicamente ninguna base histórica sobre Farinelli, más allá de los apuntes conocidos en cuanto a su relación con la corte española durante los reinados de Felipe V y Fernando VI. El trasfondo histórico no sirve más que de mera pinturita para localizar una suerte de melodrama sentimental aderezado con ciertos momentos bufos, mezclándose en el argumento el drama y la comedia de forma eficaz y equilibrada. Obviamente no nos encontramos ante una joya literaria, ya que la más que improbable historia de amor de Farinelli con su (gritos de espanto) medio hermana Beatriz, no pasa de anécdota, aunque si es cierto que se encuentra plasmada con eficacia teatral y lírica intensidad en los momentos precisos. El asunto del incesto, desconocido y supuestamente no consumado, y la melancolía que en Farinelli producen las desdichas amorosas, son los dos puntales dramáticos de la historia, que se ve con agrado y que resulta francamente entretenida, especialmente si la tomamos en su vertiente más verista. 



Vayamos con el elenco, en este caso acertadísimo, y practicamente sin ningún pero en su totalidad.

Manuel  Fuentes, bajo, como El director de orquesta. 
Voz interesante, bien timbrada y con amplitud en el volumen, que resultó adecuadísima para el papel que le ha tocado en suerte. Resultó de gran musicalidad y muy ajustado con la orquesta en sus intervenciones. El papel es breve, pero no pasa en absoluto desapercibido, dada la calidad del instrumento de nuestro intérprete.

Leonardo Sánchez, tenor, como Alberto.
Sánchez me ha parecido un cantante interesante, que a pesar de su juventud, creo que puede dar mucho que hablar. El timbre es bellísimo, y cantó con muchísima sensibilidad su papel, bastante comprometido, especialmente en su aria principal, hermosa en su acabado musical, y que nuestro cantante llevó a cabo de forma exquisita demostrando una buena técnica donde el agudo brilló mucho tanto en ataque como en resolución. Leonardo Sánchez resulta muy expresivo cantando, siendo su instrumento adecuadísimo para los roles belcantistas. La voz si bien es cierto no es excesivamente grande, corre sin problemas, y resulta gratísima al oído.         

David Menéndez, barítono, como El doctor.
Una de las estrellas de la noche, ya que amén de sus dotes canoras, fue el que mas involucrado se encontraba en su personaje, en código bufo, y que hizo las delicias del respetable en sus intervenciones. Menéndez se recreó a placer en su papel, sobradísimo de volumen, con una dicción perfecta, y el bello timbre al que nos tiene acostumbrados. Su voz resonó en la sala de forma muy notoria en todas sus intervenciones, de forma matizadísima y cargada de intención, en un trabajo muy completo a todos los niveles y de impecable factura de principio a fin. 

Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano, como Beatriz.
Magnífica como es habitual en ella, Herrera sirvió una sólida interpretación marcada por el buen gusto cantando y la sensualidad en el timbre, que ya es marca de la casa. Nuestra cantante sabe muy bien lo que hace, y ofreció una velada cargada de oficio, en la que supo dar exactamente a cada momento lo que la partitura pide. Los agudos de excelente factura, unidos a una línea de canto realmente espectacular fueron las dos grandes bazas de su interpretación, a lo que debemos unir su estupendo desplante escénico, que acompañó a la perfección al personaje, ya que se supone que Beatriz es una diva del canto, algo que le va de perlas a la estupenda presencia de la cantante hispano-venezolana. 

Rodrigo Esteves, barítono, como Jorge. 
Correcto aunque quizás un tanto forzado en la zona aguda, en la que el sonido no parece liberado, resultando un tanto duro y no del todo proyectado. Por motivos obvios su papel donde más se luce es en las partes más dramáticas, especialmente el dúo final con Nancy Fabiola Herrera, donde dio lo mejor de si mismo, en una interpretación que no acabó de llegarme en toda su extensión, y en la que me faltó un poco más de implicación y matices. Esteves cumple, salva los trastos, pero... se me quedó un tanto atrás con respecto al resto del elenco.

Maite Beaumont, mezzosoprano, como Farinelli.
De agudo fácil, limpio y muy bien emitido, brilló muchísimo por las alturas, en un papel de altísimas exigencias vocales, y que nuestra cantante afrontó desde la valentía y la sensibilidad. De instrumento moldeable y bien formado, su voz se ajusta a la perfección a la vocalidad del personaje, resultando insuperable en la expresividad, así como en la musicalidad. Filados, agudos, legato y demás recursos fueron utilizados a placer y con gran gusto, para que engañarnos, en un interpretación realmente notable, y cargada de inteligencia, que reconozco que me impresionó en toda su extensión. Beaumont sabe imprimir a su Farinelli el carácter preciso en cada momento, entregadísima, esforzada y de indudable calidad musical.

Es menester una mención especial a Emilio Gutiérrez Caba en su labor de narrador, que supo introducir al respetable, con gran sabiduría actoral, en cada acto de la ópera, clarificando de forma impoluta las diferentes situaciones escénicas e históricas, que se ven reflejadas de forma más que convincente en la adaptación de María Velasco.



Coro titular con Antonio Fauró al frente, absolutamente magnífico en una obra en la que tienen gran protagonismo, resultando perfectos en los concertantes de la función, así como en los múltiples pasajes en los que cantan solos. Ligeramente amplificados, algo que se agradeció dado que la orquesta en vez del foso se encontraba en el escenario, y que como ya he comentado más de una vez, en este tipo de conciertos no me parece lo más adecuado, ya que descompensa el sonido y entorpece la labor de los cantantes. Aun y con esas, nuestro coro titular, las dio todas con gran empaste y un sonido espectacular en aquellos momentos que así fue requerido. Para la posteridad quedó la impactante Salve con la que finaliza la ópera que realmente resultó brillantísima.



Guillermo García Calvo, flamante director musical del teatro, estuvo al frente de la OCM, de forma efectiva, y bien compenetrado con los cantantes, aunque si es cierto que el sonido en algunos momentos se dispersó, creo que más por la colocación de la orquesta que por la mano de García Calvo. Nuestro director sirvió una lectura bien medida, de cuidado crescendo, musical y dramático, y dotando de gran espectacularidad a todos los finales de acto y concertantes, siendo el resultado francamente disfrutable y efectivo en lo teatral, aun cuando de un concierto se trataba.

Sin duda la velada de ayer fue interesante a todos lo niveles, ya que la calidad de los intérpretes, así como la de la ópera de Bretón, justificaron por si solos la recuperación, en este caso feliz, de una ópera injustamente olvidada, y que creo que se puede abarcar escénicamente sin muchos problemas. Habría que ver como es la obra completa para dilucidar hasta donde se puede aprovechar el material original, pero visto y escuchado el concierto, intuyo que una representación escénica de la obra no sería nada descabellado. Ayer disfruté de lo lindo, esa es la verdad, y creo que todos los presentes también. Solo me queda una duda... ¿Cuantas obras como este Farinelli se han perdido, y jamás se volverán a escuchar? imposible calibrarlo, reconozco que me da una pena enorme pensar en el inmenso patrimonio musical que tenemos en España, y del que solo conocemos una parte minúscula. 





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