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martes, 19 de diciembre de 2017

La Bohème, O El Caos Hecho Ópera

Ayer me tocaba la tercera función de mi abono del Real de la temporada 17-18, siendo el título La Bohème, en segundo reparto, y muy atinadamente en plena semana navideña. Ya sé que es un tópico lo de ver la enorme obra de Puccini en estas fiestas, pero como un servidor nunca antes había tenido la oportunidad de ver La Bohème en navidades, pues me hacía ilusión, para que engañaros. Las imágenes que había visto por las redes de la producción me resultaron muy sugestivas, e incrementaron mis ganas por ver una de mis óperas favoritas de todas las escritas jamás, y aunque algunos comentarios surgidos poco después del estreno enfriaron mis expectativas, ni por asomo me esperaba que se pudiera convertir La Bohème en una ópera gélida, desangelada y sin ningún atisbo de personalidad, con tanta saña y poco sentido de la teatralidad, como se ha hecho en esta producción, y que mas adelante desgranaré de forma mas minuciosa.
La noche fue decepcionante, y se me fue agriando a medida que avanzaba el espectáculo, y donde había cosas salvables empecé a encontrar que no se salvaban, para finalmente irme a mi casa sintiendo que no había visto nada digno de ser recordado, o que me hubiese dejado alguna huella. Esto que planteo tratándose de La Bohème es imperdonable, así que ayer salí enfadado del Real, porque me fastidiaron la que podría haber sido una noche memorable, con mucho empeño por parte de la dirección del espectáculo, entre otros múltiples factores.



La Bohème, ópera en cuatro actos, con música de Giacomo Puccini y libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, se estrenó en Turín en febrero de 1896. El estreno de La Bohème fue bastante frío, y la obra muy duramente criticada en su momento. Fue tildada de facilona, ligera, y forzadamente lacrimógena. Pero como no podía ser de otra forma, la ópera en muy poco tiempo se hizo tremendamente popular, y se representó en los teatros mas importantes del mundo a velocidad de vértigo, para que finalmente, hoy se considere uno de los títulos mas afamados y queridos del gran repertorio, así como uno de las mas representados de cuantos se han escrito.
La realidad es que Puccini compuso una obra arrebatadoramente lírica, tremendamente moderna en su concepción musical, logrando una peculiar forma de entender el canto, en unos personajes que parecen estar declamando mas que cantando, y de frenético desarrollo musical. La Bohème está basada en la novela por entregas "Escenas de la vida bohemia" de Henry Murger, material dificil de llevar a escena dado el carácter inconexo de la novela, y que si es cierto que esto lastra  la ópera. La acción se desarrolla de forma precipitada, y los personajes practicamente no evolucionan a lo largo de los cuatro actos en los que se nos narran los trágicos amores de Rodolfo y Mimì. No hay mas que rascar, La Bohème es el clásico "chico conoce chica" de toda la vida, con final trágico y poco más se puede añadir a nivel dramático. Tampoco es necesario, la obra tal y como está planteada, emociona y resulta de una belleza abrumadora por momentos, así que no le debemos pedir más a un título que realmente entra en el corazón, se escucha con una facilidad pasmosa, y acaba por emocionarnos de forma muy directa, en mi caso hasta unos límites de incontinencia lagrimal que se encuentran cerca de lo bochornoso, siempre y cuando se represente al nivel necesario para que la cosa esté a la altura.



Vayamos con el elenco:

Roberto Accurso como Alcindoro y José Manuel Zapata como Benoît, cumplen sin mayor problema, en dos personajes que tienen mas de actores que de cantantes, y que realmente no pueden lucirse mucho en sus intervenciones.

Fernando Radó, bajobarítono, como Colline y Manel Esteve, barítono, como Colline y Schaunard respectivamente.
Ambos mas que correctos en sus roles. Esteve sobrado de volumen, y espectaculares graves, sirvió una estupenda creación actoral que no estuvo reñida con un canto de calidad, expresivo, y grato al oído. Radó, pasa quizás mas desapercibido que su compañero durante practicamente toda la función, pero cuando lle llegó su momento en el último acto de la ópera, supo llevar su pequeña aria al terreno perfecto de la emotividad y la ternura, mientras se separaba de su adorado abrigo.

Carmen Romeu, soprano, como Musetta.
Romeu sirvió una irregular interpretación vocal y una magnífica interpretación actoral, que no pasa en absoluto desapercibida. Muy destemplada en su vals, resulta problemática en la zona aguda, donde la voz suena excesivamente chillada y de sonido agrio y punzante, que en algunos momentos llega a molestar por su estridencia. Falta calidez en el instrumento, y su timbre se me antoja excesivamente duro para Musetta y su melifluo vals, en el que la dulzura brilló por su ausencia. A medida que la ópera fue avanzando la cosa mejoró, siendo en el último acto, con un registro ya más dramático donde la voz suena mejor, más colocada y sin estridencias. Romeu crea una Musetta muy divertida, de atractiva presencia escénica, sensualota, y muy carismática que se agradece enormemente, dentro de una producción en la que los matices actorales no fueron precisamente la tónica.

Alessandro Luongo, barítono, como Marcello.
Luongo sirvió lo mejor de la noche a todos los niveles, y me resultó gratísimo en todas sus intervenciones. Luongo posee un bello timbre de lírico puro que resulta adecuadísimo para el personaje de Marcello, siendo muy interesante el fraseo y la gran expresividad que transmite. Nuestro barítono sirvió un canto de gran gusto y solidez, que agradecí muchísimo dentro del irregular elenco que conforma el espectáculo. Actoralmente también se encuentra muy acertado, en un código galanesco de gran presencia escénica, e igual de elegante que su interpretación vocal.

Piero Pretti, tenor como Rodolfo.
Anodino y rutinario, Pretti no logró emocionarme con su Rodolfo a excepción del tercer acto, en el que estuvo bastante mas acertado. El volumen se presenta escaso, y resulta inaudible en la zona central, el agudo suena estrangulado y forzado, y por momentos parece que no va a llegar, algo que para ser justos nunca ocurrió, pero que me tuvo sufriendo en no pocos momentos de la función. La voz es bonita pero carece del cuerpo necesario para que Rodolfo nos llegue en su romántico lirismo tal y como Puccini lo concibió.

Yolanda Auyanet, soprano, como Mimì.
Auyanet estuvo correcta en su interpretación, resultando de gran sensibilidad en sus intervenciones, de hecho su "Si, mi chiamano Mimì" fue uno de los momentos mas emotivos de la función, así como la escena final, que siempre funciona gracias al astuto Puccini y su facilidad para manejar la sensibilidad de las plateas de medio mundo. La voz es grande, llega sin problemas a la zona aguda, y resulta muy solvente en la zona central, siendo su instrumento muy adecuado para el rol que le ha tocado en suerte. Auyanet resulta expresiva en grado sumo, y sobresale de forma inclemente ante el insuficiente Rodolfo de Piero Pretti.



Coro Titular Del Teatro Real dirigido por Andrés Máspero en los niveles habituales de excelencia, en una ópera especialmente complicada para la masa coral, que necesita de una atención extrema en las entradas, en un acto como es el segundo, en el que la parte musical se puede ir de las manos por menos de nada. Luchan contra los elementos y los movimientos de forma admirable, consiguiendo un empaste, afinación y precisión digna de admiración. 

Paolo Carignani dirige la Orquesta Titular Del Teatro Real de forma bastante vulgar, poco matizada, y con unos volúmenes excesivos, en donde el forte y el fortissimo fueron la tónica, algo que en el caso de algunos cantantes fue un problema de graves consecuencias, y en otros se ve claramente que luchan por pasar la orquesta a base de pepinazos en lugares innecesarios, y que restan calidad musical al espectáculo. Carignani no imprime a la función de la sensibilidad que caracteriza la partitura bajo ningún ángulo, y todo suena absolutamente igual, siendo el resultado poco homogéneo, e igual de caótico que el resultado escénico como luego contaré. La falta de matices anula todo el sentido del dramatismo de la partitura y no nos atrapa en ningún momento. Tampoco hubo una gran cohesión entre foso y escena, y por momentos parece que los cantantes van por un sitio y la orquesta por otro, arruinando el trabajo de matización de los cantantes siendo el resultado una especie de totum revolutum desconcertante y estridente a partes iguales.



Richard Jones lleva a cabo las labores de regista, y el patinazo es enorme. La producción en el profuso programa habitual en el Real es defendida por Matabosch de forma encomiable, pero que si leemos entre líneas, tiene cierto aire de excusatio non petita, acusatio manifesta, la mar de revelador. Jones ofrece una producción con todos los cambios vistos, donde todo el montaje queda a la vista del espectador, en un ejercicio escénico que realizado de otra manera podría comprar, pero que tal y como se plantea en el espectáculo no aporta absolutamente nada a la producción y la lastra de forma estrepitosa. Los cambios de acto son un soberano despropósito, en el que el parón de la orquesta y la visión de un batallón de maquinistas moviendo la escenografía no hace mas que sacarnos del espectáculo, quitándole todo atisbo de magia teatral, y restando continuidad a la historia de manera inclemente. Ningún recurso funciona, y algunos caen en lo risible, como la absurda casa huidiza durante el tercer acto que no hace otra cosa mas que distraer y arruinar el cuarteto de manera irritante además de gratuita. El segundo acto es especialmente desastroso, donde tres carras enormes son movidas por los técnicos mientras los artistas están en escena, siendo el efecto francamente desconcertante. Ver a una corista vestida de grissette, mientras detrás de ella nos encontramos a un señor de negro con un martillo en el bolsillo moviendo la escenografía, se me antoja una de las imágenes mas anti-teatrales que he visto jamás. A esto hay que añadir el caos que acontece en escena durante dicho acto, donde todo está sucio, los personajes se mueven sin sentido y nada de lo que ocurre en escena se entiende mas que como una mancha embarrada donde pasan cosas que no están ni explicadas ni justificadas. Todo tiene tal aire de improvisación, y si se me apura de ensayo general desastroso, que no pude menos que no salir de mi asombro ante lo pedestre de la propuesta, y lo mal resuelto que está todo. Platos y cubiertos que se caen por el suelo con el consiguiente estruendo, sillas atronadoras en un Cafe Momus que mas bien parece el camarote de los Hermanos Marx, y para rematar, el paso del desfile se ve ensombrecido por los pobres técnicos que bregan con los actores mientras realizan su trabajo de la mejor forma que pueden. La función tal y como se plantea pide telones en los finales de acto a gritos, e incluso el final de la obra está tan mal resuelto escenicamente, con un abrazo eterno entre Rodolfo y Mimì completamente anticlimax, que consigue que uno de los momentos mas estremecedores de la historia de la ópera pase sin pena ni gloria. Como apunte decir que sería todo un detalle que el equipo técnico del Real saliese en los saludos finales dado el enorme protagonismo que tiene en la función, y que estoy seguro que no les hace ni las mas mínima gracia tener dicha responsabilidad en la producción. La propuesta escénica se me antoja insuficiente a todas luces, gratuita, y vacía de contenido, quedándose en un experimento sin sentido, nulo valor escénico y estético, y que va continuamente a la contra de la obra y de los artistas, en estos casos la máxima que dice que "los experimentos con gaseosa" viene como anillo al dedo ante las desastrosas consecuencias de lo presenciado ayer. El Real no se puede permitir descalabros a nivel técnico y visual de este calibre, máxime cuando las condiciones del teatro son insuperables y todo se podría solventar con mucha mas creatividad, y sobre todo de forma que ayudase a la producción en vez de arruinarla.





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lunes, 18 de diciembre de 2017

Casi Normales, Conviviendo Con La Tragedia.

Hace unos meses se estrenó en Barcelona Casi Normales. Todo el mundo hablaba de lo buenísima que era la producción, y lo bien que se había plasmado el concepto de la obra original, así que reconozco que estaba esperando como agua de mayo a que llegase a Madrid. La producción ya está aquí, por tiempo muy limitado, en el Teatro La Latina, y no pude esperar mucho a verla ya que el ansia me pudo.
Me gustaría plantear algo antes de empezar la crítica, desde ciertos sectores teatrales se desprecia al musical de forma bastante inclemente y uno ya está un poco harto de ello. El musical es un género muy difícil de llevar a cabo, los actores de teatro musical deben tener una formación mas completa que un actor al uso, ya que se debe interpretar, cantar y bailar con aceptable soltura, y encima cuando un musical se pone en pie, normalmente resulta un negocio arriesgado para la empresa ya que de espectáculos caros, en casi todos los casos, estamos hablando. La mayoría de las críticas se basan en la supuesta frivolidad del género que lleva como sello, y el afán comercial de la mayoría de las producciones. Lo primero es un prejuicio ridículo, en el que tildar de frívolo a los musicales es como tildar de frívolo al teatro de texto, ya que el género es tan ecléctico que hay temas y enfoques como para dar y tomar. En cuanto al afán comercial, el teatro es un negocio, y que se quiera ganar dinero con una apuesta, es lógico y lícito, no veo el problema por ningún lado, la verdad.
¿A que viene todo esto? pues muy sencillo, Casi Normales es un musical con gran enjundia a todos los niveles, nos cuenta una historia dura, de una forma nada edulcorada, y lleva al espectador a reflexionar sobre muchas cosas. Es decir, todo lo contrario a lo que los críticos esgrimen como argumentos en contra el musical. La realidad es que el teatro, el musical también, está principalmente para contarnos historias, si eso se consigue, la apuesta es válida, independientemente del género en el que se encuentre la función. Yo amo los musicales profundamente, los ligeros, los trascendentales, y los de historia anecdótica pero música gloriosa, siempre defenderé el género, pero ante todo, siempre defenderé el musical como contador de historias de interés sirviéndose de la música como catalizador emocional del drama, algo que sin duda en Casi Normales sucede, así como en tantas y tantas obras que a pesar del prejuicio de algunos, cuentan con el favor del gran público que al final es el que manda.



Casi Normales, se estrenó en enero de 2008 en el Off-Broadway para un año después pasar al primer circuito neoyorkino. La obra que ha cosechado grandes éxitos en los numerosos países en los que ha sido estrenado, tiene en un su haber tres premios Tony y un Pulitzer de teatro. La música de la obra es de Tom Kitt y letras y libreto de Brian Yorkey.
Casi Normales nos cuenta la historia de una familia en la que la madre sufre un grave trastorno bipolar. En en el texto se nos habla de las consecuencias para los miembros de dicha familia la enfermedad de la madre, el proceso de la enfermedad, y lo que conlleva un tratamiento de electroshock, tratamiento que sinceramente, yo pensaba que ya no se utilizaba.
La obra está escrita con gran sensibilidad, plagada de unos personajes muy de carne y hueso, que nos son muy reconocibles, y con los que nos identificamos en todo momento. Todo esto que planteo no está exento de una dureza descarnada, nada afectada y que resulta desoladora por momentos, ante unos personajes cuyo drama viven de forma solitaria y aislados del resto de la humanidad, siendo cada uno de los componentes del núcleo familiar tres tragedias independientes pero perfectamente interrelacionadas entre si. La obra no renuncia a la magia teatral con un soberbio recurso escénico que no desvelaré, y que se centra en el personaje del hijo, de forma impactante, inteligente y absolutamente magistral como catalizador del drama. El texto plantea unos personajes profundamente atormentados, con unos conflictos acusadísimos y expuestos de forma admirable en el desarrollo de la función, así como unos vínculos realmente notables y cargados de verdad que enriquecen la historia hasta lo indecible.
La música, aparentemente sencilla (solo aparentemente), contiene una riqueza instrumental y vocal realmente muy a tener en cuenta, en la que el ensamblaje de las voces es importantísimo, y en el que la dificultad es extrema en algunos pasajes y personajes. No nos encontramos ante una partitura llena de grandes fuegos de artificio, sino con una música que llega directamente al alma, siempre al servicio de la historia y con el mismo tono sobrio y directo que el texto posee, resultando perfecta la comunión texto-música, olvidando el espectador que está viendo un espectáculo musical a los diez minutos de empezar la función.
Nos encontramos ante un texto mayúsculo, de gran calado en lo que plantea, rompedor de esquemas y prejuicios,  de una grandeza teatral realmente notable y de visionado casi obligatorio.



Vayamos con el elenco, en completo estado de gracia de principio a fin.

Fabio Arrante como Henry y Roger Berruezo como Dr. Madden.
Arrante y Berruezo llevan a cabo dos personajes un tanto desagradecidos, pero que deben ser ejecutados con solvencia, y no están exentos de dificultad. Ambos intérpretes se encuentran en perfecto tono tanto actoral como vocal, y sus dos personajes están perfectamente plasmados sobre el escenario, siendo el resultado muy completo y convincente.

Guido Balzaretti, como Gabriel.
Maravilloso desde todo ángulo. Balzaretti afronta desde la bravura en lo musical uno de los personajes mas comprometidos de la función, en el que las exigencias vocales son ciertamente grandes, así como un personaje en el que el tono físico también es importante. Nuestro actor las da todas resultando afinadísimo en todo momento, muy expresivo y de espectaculares resultados musicales. Actoralmente impecable, consigue transmitirnos perfectamente lo que se nos quiere contar con su personaje, así como lo que Gabriel es y simboliza. Balzaretti resulta una de las estrellas de la noche y triunfa de forma rotunda en un trabajo inquietante por momentos pero cargado de emoción.

Joana Gómez como Natalie.
Gómez dota de mucha entidad a la complicada psicología de esta adolescente al borde del abismo, que no ha recibido la suficiente atención por parte de unos padres sobrepasados por un complicado día a día completamente copado por la enfermedad materna. Nuestra actriz sabe perfectamente que resortes tocar para que entendamos sus motivaciones, su forma de afrontar la vida, y su actitud ante lo que ocurre, siendo el resultado de gran altura dramática, y musical, en un trabajo muy bien pensado y de una claridad de exposición muy apreciable.

Nando González como Dan.
De gran presencia escénica, y mucha solidez en líneas generales, sirve una interpretación cargada de matices, en la que su Dan aparece con muchas aristas, y muy enriquecedoras. Su personaje es extremadamente complicado, y González consigue dotarlo de una carga de verdad muy marcada, y que como es la tónica de la función, entendemos en sus acciones, aunque no siempre las compartamos. Esta dualidad del personaje, lo hace tremendamente humano, y su naturaleza contradictoria se encuentra perfectamente plasmada en el espléndido trabajo de Nando González que remata con una interpretación vocal de altura, que no desentona en absoluto con el magnífico trabajo actoral.

Nina como Diana.
Nina con una mas que notable implicación emocional, lleva a cabo uno de esos personajes "mas grandes que la vida" que se dice en Estados Unidos, y lo hace sin estridencias, con una sobriedad alucinante, y alejada del desmelene en su acabado formal, para de esta forma conseguir dejar desarmado al espectador ante lo tremendamente convincente que resulta su creación, partiéndole el alma en algunos momentos, divirtiéndole en otros, y abrumándolo continuamente ante la enormidad de su trabajo. Nina dota a su personaje de cierto aire desvalido durante gran parte de la función que resulta muy palpable, y todo lo que dice, hace, y canta, resulta orgánico y muy de verdad. La evolución del personaje está perfectamente resuelta y su trabajo se encuentra cargado de carisma, sensibilidad y de una ejemplar ejecución técnica, que asombra al mas pintado. En un código fuera de cualquier afectación, Nina, ofrece una Diana que está fuera de cualquier convencionalismo escénico sobre las enfermedades mentales, que nos llega directo, como un derechazo duro, implacable, y que hace que nuestra impresión sobre las enfermedades mentales se tambalee hasta los cimientos, para luego removerla y que salgamos del espectáculo con muchas preguntas, muchas respuestas, y algún que otro reproche hacia nosotros mismos, por el desconocimiento y el simplismo con el que tratamos ciertos temas que no tenemos cerca, pero que si se encuentran en nuestra sociedad. Nina hace magia sobre las tablas de La Latina, y lleva a cabo una de las mejores interpretaciones que un servidor ha visto hace tiempo, tanto por su ejecución técnica como por su tremebundo trabajo a nivel emocional.



La orquesta se sustenta con ocho músicos que suenan de maravilla bajo la dirección musical de Abel Garriga, siendo la lectura musical muy acertada, y perfecta como acompañamiento a la historia que transcurre en escena.



Vayamos con la dirección escénica.
Luis Romero firma el espectáculo de una forma absolutamente magistral. La función tal y como la plantea Romero fluctúa ante un ritmo pausado en consonancia con la historia, de medido dramatismo, y con una fluidez escénica muy conseguida. Todo transcurre de forma natural, nada chirría, y no hay ni un solo momento de parón, siendo las transiciones entre escena y escena realmente ejemplares. Nuestro director ofrece una función de gran emotividad, donde lo pequeño tiene mas importancia que lo grande, donde los detalles redondean las interpretaciones, y en el que los vínculos entre los personajes están perfecatmente definidos, algo que en este espectáculo es absolutamente crucial para el entendimiento de los múltiples conflictos que se plantean. Romero lleva por donde quiere al espectador, con el que juega sin problema cuando el texto lo requiere, y dota a todos los personajes de una carga de verdad muy marcada,  que es donde estriba la mayor baza de la función. Todo lo que ocurre en escena nos lo creemos, y es mas,  creemos que nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Ese aire de tragedia cotidiana está perfectamente plasmado, y nos resulta tremendamente cercano en su planteamiento. Romero sabe perfectamente donde se encuentran los momentos cruciales del texto, y todo parece conducirnos hacia esos momentos de forma lógica y natural. A este nivel funciona de una manera muy directa y emotiva la escena del cumpleaños de Gabriel y la última escena de Diana con Natalie, que me llevaron a las lágrimas ante la intensidad que plantean, siempre desde un prisma contenido y de gran empaque actoral. Todo el espectáculo es de una pulcritud casi quirúrgica, donde los movimientos y las acciones quedan perfectamente definidos y delimitados en el espacio escénico, siendo el resultado de una elegancia muy destacable, y que no debe pasar desapercibida. También es de interés el pretendido aire atemporal de los personajes así como del espacio escénico, que no hacen mas que potenciar el carácter universal de lo que se plantea en la función, que sin duda es inherente a un texto de una solidez manifiesta. Luis Romero perfectamente consciente de todo esto, literalmente borda la función, hilando muy fino y consiguiendo una de las apuestas mas logradas de los últimos tiempos, cargada de profundidad, muy bien pensada, y de una claridad cristalina en su exposición.




Casi Normales se me antoja imprescindible esta temporada, seas o no amante del teatro musical, ya que lo que en esta función subyace es tan enorme, que entiendo que su interés se encuentra mas allá del género en el que se mueve. Casi Normales habla del ser humano, de sus grandezas y de sus miserias, y sobre todo nos dice unas cuantas cosas a cara de perro al respetable para que salgamos del teatro un poquito diferentes a cuando entramos.Yo no me la perdería, avisados estáis. Sólida como una roca, emotiva y de un elevado nivel artístico, Casi Normales es sin duda una de las grandes apuestas de la temporada. Lástima que esté tan poco tiempo en nuestra cartelera, el recorrido de esta producción merece ser largo y triunfante.




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jueves, 30 de noviembre de 2017

Artículos Mas Leídos En 2017

Se acerca el final del año 2017, momento de recapitular como ha ido dicho año para de esta forma saber que es lo que os gusta mas, cuales fueron los títulos que mas os han llamado la atención, y en que tipo de crítica valoráis mas mi trabajo. La verdad es que donde mas visitas, comentarios y debate se ha formado es en el teatro musical en cualquiera de sus vertientes, siendo la zarzuela el género que mas seguís, quizás por varios motivos que me gustaría comentaros. No hay muchos blogs especializados en zarzuela, y mucho menos en crítica de la misma. En ópera la oferta es abrumadora, pero en zarzuela no, y creo que el aficionado ha encontrado en Desde La Platea un rinconcito en el que se habla de nuestro género lírico desde el respeto, el cariño, y en el que intento que no solo se hable de los cantantes y su actuación, sino que se sepa un poco mas de nuestra zarzuela, sus compositores, y diferentes estilos, seguiré por esa línea ya que para mi es un auténtico placer ver zarzuela y luego comentarla, je je je. El teatro musical también tiene importancia dentro de vuestros gustos, en el que ocurre algo parecido que con la zarzuela, con una salvedad, yo siempre intento hacer un análisis no solo desde el punto de vista teatral, sino también musical, que a veces se descuida un tanto en el género musical, aunque poco a poco nos vamos poniendo las pilas y el nivel va subiendo a pasos agigantados, especialmente en un año como el 2017, especialmente importante para la industria de los musicales donde ha habido muchos e importantes estrenos. Ahora mismo en Madrid hay al menos cuatro musicales de primer nivel en cartel y hasta donde yo se, todos con muy buena salud en cuanto al taquillaje, una clara muestra de que cada vez los musicales están mas asentados en el gusto de los espectadores patrios. Otra sorpresa han sido las entrevistas, que empecé a finales del año pasado, y que sin ninguna duda os interesan, al tenor del número de visitas y especialmente de comentarios que suscitan. Las entrevistas son laboriosas de hacer, lo reconozco pero el resultado merece la pena, y son un testimonio de primera mano sobre la situación que viven nuestras artes escénicas vista desde dentro. Nuestros artistas tienen muchas ganas de hablar, así que aquí seguirán teniendo su voz, para expresarse y decir cuanto deseen. Por cierto, en la sección de entrevistas nos espera unas cuantas sorpresas muy jugosas en el próximo ciclo que ya iréis descubriendo.

    


El año que se va he publicado casi 40 críticas, y he visto mas de 50 espectáculos de toda índole, ya que no hablo de todo lo que veo, lo primero porque si considero que no conozco lo suficiente sobre lo que voy a hablar prefiero no hacerlo, y segundo porque realmente a veces me resulta imposible escribir cada vez que voy al teatro. En 2017 he visto teatro, musicales, ópera, opereta, zarzuela, revista, danza, conciertos, recitales, circo y practicamente todos los géneros que conforman las artes escénicas, y si los he visto es basicamente por dos motivos, disfrutar y aprender. No os imagináis lo que se aprende viendo y documentándose sobre los espectáculos, y tampoco os imagináis lo adictivo que es. Cada vez quiero saber mas, y sobre todo cada vez soy mas consciente de lo poco que sé, y lo mucho que me queda por aprender.
Muchísimas gracias por el seguimiento que me hacéis, nunca pensé tener tantas visitas como tengo, y espero seguir en la misma línea, ya que parece ser que es lo que os gusta. Venga no me enrollo mas que parezco una persiana y vayamos con el listado en cuestión.

      




-En el puesto número diez, un musical que está teniendo una estupenda acogida y que sin duda ha sido una de las sorpresas de la temporada, La Familia Addams.

                                               



-En el puesto número nueve,  la entrevista que le hice el pasado mes de julio al barítono Luis Cansino. Luis habló sin pelos en la lengua y parece ser que eso os gustó.


                                                




-En el puesto número ocho, El Cantor de México.  Una opereta que arrasó en el Teatro de La Zarzuela, por la que yo siento un cariño muy especial, y que ha dejado bien claro que este repertorio interesa y que se debe ser revisado con mas asiduidad.

                                                  




-En el puesto número siete, Mi Última Noche Con Sara. Musical de pequeño formato con una interesante premisa en el que se nos cuenta a grandes rasgos la vida de "Saritísima" Montiel.


                                                         




-En el puesto número seis, Château Margaux y La Viejecita. Un acertado programa doble de Género Chico en versión libre de Lluis Pasqual.

                                              





- En el puesto número cinco,  el clásico de Tennessee Williams Una Gata Sobre Un Tejado De Zinc Caliente, en una producción que si bien es cierto tuvo una irregular factura, os interesó mucho en su momento. 

                                    




-En el puesto número cuatro, Mayumaná Rumba, la novedosa y adrenalítica nueva producción de esta formación que rompe la taquilla allá por donde pasa.


                       



-En el puesto número tres, La Villana, uno de los grandes títulos de Vives, representado esta vez  de forma muy operística, y que no resultó todo lo satisfactoria que debería haber sido.


                                




-En el puesto número dos, Billy Elliot, posiblemente la apuesta mas ambiciosa de la cartelera del momento, y con una acabado de altura.

                                



- Y en el puesto número uno... tachán, tachán.... Un Chico De Revista. Una apuesta muy estimable que los aficionados al género frívolo agradecimos infinitamente, y que esperemos que no se quede en solo un oasis en el desierto revisteril que son nuestros teatros. 

                      




Espero que el año que viene mis apreciaciones os resulten igual de interesantes, por mi parte seguiré al pie del cañón intentando contaros "lo que mis ojos ven, mis oídos escuchan, y mi alma siente". Ese es el propósito del blog desde que lo inauguré y seguiré manteniéndolo espero que por mucho tiempo. Muchas gracias a tod@s! 

viernes, 24 de noviembre de 2017

El Gato Montés, Los Clarines Del Miedo.

Ayer asistí al estreno de la segunda función de la temporada 17-18 del Teatro de La Zarzuela, El Gato Montés, reposición de la misma producción que se llevó a cabo cinco años atrás y que ya me fascinó en su momento. Reponer este título y  el montaje de Plaza, me parece un acierto que solo tiene un pero, las pocas funciones que se van a llevar a cabo. El Gato Montés sin duda es un título de interés que no se ve habitualmente, y que tiene el favor del público, que se siente muy atraído por una obra de gran fuerza dramática y que tras muchos años en el olvido, fue rescatada por Miguel Roa para ser devuelta al lugar que se merece con gran justicia.
Tenía un tanto difusa la producción, no en vano ha pasado un tiempo considerable, y reconozco que me apetecía mucho volver a verla, así que bastante animado me acerqué a la Zarzuela, dispuesto a pasármelo bien y sobre todo disfrutar, algo que sin ninguna duda hice, ya que la noche fue exitosa en grado sumo. El público fue muy favorable en el estreno tanto a lo escénico como a lo musical, y la producción muy aplaudida, con gran justicia, para ser sinceros.



El Gato Montés, denominada como " Ópera Popular Española En Tres Actos y Cinco Cuadros" con música y libreto de Manuel Penella, se estrenó en Valencia en febrero de 1917, para posteriormente ser estrenada en Madrid, llegando incluso hasta Nueva York , siempre con éxito arrollador allá donde fue presentada. Cuentan las crónicas de la época que el Maestro Penella la noche del estreno en el Principal de Valencia fue llevado a hombros desde el teatro hasta la puerta de su casa por un público entusiasmado por lo que acababa de presenciar. El éxito de El Gato Montés fue uno de los mas grandes de su época y se mantuvo en vigor hasta mas o menos los años 30, para posteriormente pasar al mas estrepitoso de los olvidos, solo quedando para la posteridad el famoso pasodoble torero, quizás el mas representativo de la música taurina de todos los escritos, pero que el gran público durante muchos años no asoció ni por asomo a una obra lírica.
Manuel Penella compuso una partitura muy inspirada y de ecléctica factura, de tintes veristas en su concepción y de profunda raíz española en su música, especialmente en cuanto al folclore andaluz se refiere, sin restarle profundidad en la concepción de los personajes a nivel musical, ni por supuesto un efectismo escénico mas que considerable. La obra se escucha con facilidad y agrado, aunque bien es cierto, no busca mas que entretener al público y dar aquello que exactamente le pide a una obra que algunos tildan de ligera y que yo encuentro francamente notable, tanto en su estructura, impoluta desde todo prisma, y que sin renunciar a la melodía fácil por momentos, no deja de tener muchísimos pasajes de gran enjundia musical, profundidad dramática y fuertemente descriptiva. Sirva como ejemplo de lo que planteo el insuperable cuadro de la corrida, en la que las distintas variaciones sobre el pasodoble central, sirven de catalizador del drama de forma absolutamente soberbia y cargada de categórica sabiduría teatral. La obra de enormes exigencias para su terceto protagonista, requiere de voces sólidas y rotundas para poder ser llevada a cabo al nivel deseado, siendo un auténtico desafío vocal que resulta impactante en aquellos momentos en los que Penella saca la artillería pesada dejando boquiabierto al respetable por su fuerza y dificultad. En cuanto al material literario, que ha sido muy criticado por su exacerbado tipismo yo voy a romper una lanza, ya que sin ninguna duda funciona, y a todas luces su crescendo dramático resulta muy gratificante  en su conjunto. A este nivel el acto mejor resuelto es el segundo de gran empaque escénico, siendo el tercero el mas flojo dramaticamente que no en su concepción musical. El Gato Montés cuenta una trágica historia con unos personajes quizás muy manidos, pero que nos llegan en su visceralidad y en su aire de tragedia desmelenada, excesiva, y que resume a la perfección lo que el género operístico ofrece como sublimación de las pasiones humanas.



Vayamos con el elenco, superlativo en líneas generales, como iré desgranando.

Gerardo Bullón como Hormigón, Miguel Sola como Padre Antón y Milagros Martín como Gitana, se encuentran realmente inspirados en sus roles, dotando de gran presencia escénica a sus creaciones, especialmente Martín que triunfa en su pequeño pero importante papel, dotando de gran fuerza dramática al rol que le ha tocado en suerte. Sola y Bullón brillan en los personajes mas cómicos de la función ofreciendo una trabajo musical de altura, y mas que logrado a nivel escénico.

Itxaro Mentxaka, mezzo-soprano, como Frasquita.
Reconozco que no conocía a Mentxaka, y ha sido una grata sorpresa. Cantante de peculiares técnica y presencia escénica, me pareció adecuadísima para el papel a todos los niveles, resultando muy solvente en lo vocal, con voz de mezzo pura, de interesantes graves y sin problemas en los volúmenes. La encontré magnífica en lo escénico, especialmente durante el tercer acto, en el  que lleva a cabo un encomiable trabajo de implicación emocional cargado de profundidad y prestancia.

Andeka Gorrotxategi, tenor, como Rafael Ruiz "El Macareno".
Gorrotxategi repite en el rol del torero que ya ejecutó en el anterior estreno de la producción. Nuestro tenor cantó con gran bravura y mas que respetable volumen, llegando sin ningún problema en los momentos mas comprometidos de la partitura, que son muchos, y sirviendo un canto de calidad, belleza y de línea impecable de principio a fin. El agudo bien resuelto y de impactante acabado, suena hermoso y pleno, siendo la expresividad  una de sus grandes bazas en la bellísima plegaria del segundo acto que fue de un lirismo insuperable y realmente emotiva. Gorrotxategi sale mas que airoso de su complicado papel llevando a cabo un trabajo redondo y mas que estimable en líneas generales. 

Nicola Beller Carbone, soprano, como Soleá.
Me he reconciliado con Carbone tras una Villana no del todo adecuada, volviendo por sus fueros en la gitanilla protagonista de la función, de forma mas que eficaz y de sólida ejecución técnica, en un personaje de endiablada tesitura que requiere de un centro y graves  potentes y un agudo grande y fácil. Carbone las da todas en una creación vocal en la que primó una línea de canto muy bien definida, y en la que los tremendos saltos de la partitura son ejecutados de forma ejemplar siendo muy interesante el agudo, atacado de forma brillante y enorme en su resolución. La voz suena grande y redonda practicamente en toda la función, a excepción de la primera parte del aria principal, en la que los matices todavía no están del todo resueltos, pero que intuyo que se irá solventando a medida que vaya haciendo funciones. Pasa la tremenda orquesta que la obra posee sin el mas mínimo problema y resulta adecuadísima para el papel a todos los niveles. Escenicamente se encuentra acertadísima, resultando sensual cuando el texto lo requiere, telúrica y de gran dramatismo en los momentos mas trágicos de la función. 

Juan Jesús Rodríguez, barítono, como Juanillo "El Gato Montés"
Magnífico y felizmente retornado al Teatro de La Zarzuela en el  que hacía varías temporadas que no los disfrutábamos. Rodríguez es uno de los barítonos españoles mas importantes del momento, muy merecidamente, sin ninguna duda, como ayer demostró con creces. Nuestro cantante de noble timbre, carnoso y enorme volumen, ofreció una auténtica lección de canto en todas sus intervenciones, especialmente en la página compuesta a modo de racconto del primer acto en el que resultó estremecedor por su capacidad expresiva y las insuperables facultades canoras que tiene. De soberbio fraseo, férreo control del aire, y matizadísimo en sus intervenciones, Rodríguez triunfa por sus características de  barítono de mimbres clásicos en su voz, y en la que un trabajo cargado de honestidad y sensibilidad fueron la marca de la casa. Ojalá veamos muchas veces mas a Juan Jesús Rodríguez en el coliseo de la Calle Jovellanos, Madrid y el Teatro de La Zarzuela nos lo merecemos.



Coro Titular del Teatro de La Zarzuela con dirección de Antonio Fauró, correctísimo en una obra en la que la masa coral no tiene gran protagonismo, a no ser durante el primer acto. Magníficos en la salida de "El Macareno" uno de mis momentos favoritos de la ópera, y los innumerables partiquinos que se llevan a cabo en El Gato Montés y que interpretan los miembros de coro, resultan correctos y solventes en su cometido.

Ramón Tebar lleva la batuta de la OCM de forma espectacular, con un sentido de la teatralidad mayúsculo y poniendo el acento en los momentos mas dramáticos de la función de forma inspirada e inteligentísima. Las cuerdas se encuentran en completo estado de gracia, y el viento metal tan arriesgado siempre, cumplió con su cometido en la mayoría de sus intervenciones, salvo algún pequeño patinazo sin importancia al final de la función. Tebar sirve una función en la que las dinámicas se encuentran muy cuidadas, y que si bien es cierto en los volúmenes fue generoso, dado el elenco con el que el espectáculo cuenta no resultó ningún problema, sino todo lo contrario, llenando de brillo y trágico sabor a un obra de complicada dirección que en la mano de Tebar se hace amena y disfrutable.



Vayamos ahora con la propuesta escénica:

José Carlos Plaza firma el espectáculo, llevando a cabo una mas que interesante lectura de un texto difícil de poner en pie. Plaza se sale del tópico, optando por la elegancia visual, la claridad en la exposición de lo que quiere contar, y un estudiado viaje a la esencia de la ópera, que se ve perfectamente modernizada sin afectar en absoluto el mensaje que se quiere dar. La obra marcadamente trágica, aunque con sus momentos de comicidad, según la visión de nuestro regista se ubica en un entorno oscuro y fanatizado de ecos descorazonadores y cercanos a la España Negra, todo ello dentro de la mesura en lo visual, sin caer en la españolada, es mas huyendo de ella, y logrando un trabajo de gran altura escénica, de gran belleza y medido dramatismo. Especialmente interesante resulta el complicado cuadro de la corrida que se puede ir de las manos por menos de nada, y que en manos de José Carlos Plaza se convierte en un ejercicio de sutileza y esquisitez estética plagado de hallazgos escénicos y de gran eficiencia dramática. No me imagino otro enfoque para El Gato Montés en los tiempos que corren, en el que otras lecturas mas folclóricas resultarían mas que indigestas para el público actual. Plaza engrandece la función de forma superlativa, de forma respetuosa y de impecable acabado formal. Mención especial para los figurines de Pedro Moreno de una belleza insuperable, y para las grandiosas coreografías de Cristina Hoyos que llegan al paroxismo en la zambra, que preludia al cuadro de la corrida, en la que Soleá se reencuentra con sus raíces gitanas de forma muy lírica y perfectamente justificada dentro de la evolución del personaje. También deben de ser tomadas muy en cuenta las luces y escenografía de Francisco Leal que dotan a la función de una belleza arrebatadora por momentos, conseguidas atmósferas y que redondean el espectáculo hacia lo estratosférico.





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jueves, 2 de noviembre de 2017

Carmen, Cambian Los Tópicos, La Esencia Queda

El pasado día 30 me tocaba ver mi segunda función de abono del Teatro Real. Se trataba de la tan cacareada Carmen de Calixto Bieito, aunque realmente sea de Bizet algo que parece que se nos ha olvidado, y que llegó en un delicado momento por motivos que todos conocemos, y en el que la sensibilidad hacia los símbolos nacionales, y hacia la unidad de nuestro país, está especialmente candente. Le cayó a Matabosch esta Carmen en el peor momento, y parece ser que se ha decidido "limar" la versión de Bieito por aquello de evitar una escandalera o el tildar de oportunista una producción que se estrenó hace unos cuantos años ya, y que realmente ha tocado en estas fechas por mera casualidad. Tenía muchísima curiosidad por ver esta Carmen, que me negué a ver en vídeo, aunque el material sobre la misma es abundante y facilmente encontrable. Quería llegar limpio de toda información a la función, para dilucidar por mi mismo lo que Bieito quería contar, y ver si la cosa era para tanto escándalo como me habían dicho. La verdad es que la función no escandaliza a nadie, y ya se ha quedado un poco viejuna en su planteamiento, pero sigue manteniendo interés, y reconozco que me sorprendió para bien como luego iré contando. No soy yo especialmente aficionado a las boutades de Calixto Bieito, pero cuando las cosas funcionan se debe reconocer, ya que como muchas veces digo, soy espectador desprejuiciado, y si lo que me cuentan me interesa lo expongo sin el mas mínimo problema.
Me acerqué al Real con ganas de ópera, con ganas de Carmen, y con ganas de pasármelo bien, ya que Carmen por muy trillada que esté, reconozco que me pirra y que casi siempre que la veo ( además de haberla cantado, la he visto unas cuantas veces) disfruto en alguno de sus momentos. La velada fue francamente irregular, por lo musical no por le escénico, y salí decepcionado de una ópera que no nos puede dejar fríos, ya que Carmen es pura tripa y ciertamente impactante si se resuelve de manera afortunada. Esta producción me dejó gélido en practicamente la totalidad de las tres horitas que duró. Salí del teatro exactamente igual que entré y con ganas de escuchar una Carmen con fuste y que me hiciera revolverme en mi asiento, algo que para ser sinceros, no ocurrió en ningún momento.



Carmen se estrenó el 3 de marzo de 1875 en París, fue masacrada por la crítica, los críticos siempre metemos la pata, ya lo sé... Se dijo en su momento que la música era incomprensible, excesivamente moderna, su argumento demasiado dramático, y fue calificada de "españolada", por lo exagerado de su tipisimo. Tan solo un anciano que estaba entre el público llamado Franz Liszt, cuando acabó la representación, dijo que ese era el futuro de la música, casi nada... No le hizo caso ni Blas, y eso que Liszt gozaba de gran prestigio, prestigio que sirvió de poco, Carmen estaba sentenciada. La ópera no se pudo estrenar en Garnier por aquello de los diálogos y Bizet se tuvo que conformar con la Opéra-Comique, algo que ya lastró el estreno, considerándose un poco de segunda. Bizet nunza superó el fracaso de Carmen y un ataque al corazón acabó con su vida tan solo 3 meses después de su estreno, sin llegar a imaginar ni a ver el descomunal éxito que su ópera cosechó posteriormente. La pura realidad es que Carmen rompió estilos, e hizo saltar por los aires la rígida estructura de la ópera en su tiempo, siendo precursora del posterior Verismo, algo que en el momento de su estreno el purismo reinante fue incapaz de ver, apreciar y sobre todo tolerar, siendo el caso del estreno de esta ópera uno de los mas injustos y uno de los fiascos mas célebres de la historia de la música. Es cierto que la trama de Carmen es muy desmelenada, y abusa de la truculencia y la sexualidad por momentos, pero señores, con lo que vino después con Puccini, Carmen se queda en una reunión de postulantas a carmelitas descalzas, con una brutal escena final y una sensualidad muy bien plasmada en la partitura, pero bastante light en comparación con las obras veristas mas duras. La realidad es que los espectadores del momento no estaban preparados para Carmen. Bizet en su partitura plasmó de forma asombrosa la música española, y la psicología de sus personajes, algo que todavía andaba en ciernes y no estaba del todo asentado en la ópera. Toda la obra es ejemplar, y nada sobra o falta en ella, aunque el acto III se me haga un poco cuesta arriba, y eso que en él se encuentra una de mis páginas favoritas de la partitura, el Aria De Las Cartas. Otra cosa que caracteriza Carmen es el acompañamiento musical de lo que ocurre en escena cuando no se canta, hay momentos de orquesta sublimes, el primer encuentro de Carmen y Don José, es uno de los mas hermosos de la función a nivel orquestal, y el brío de toda la obra, hace que se nos pase en un suspiro. Carmen es de esas ópera como La Traviata, que nos pueden parecer que están muy quemadas, pero siempre se descubren cosas nuevas cada vez que la escuchamos, máxime cuando Carmen posiblemente sea la ópera mas grabada de toda la historia, con múltiples y variadísimas lecturas. No me gusta echar la vista atrás, ya que considero que comparaciones son odiosas, por tanto dejo al gusto del consumidor cual es su versión favorita de la insigne ópera de Bizet, y hoy libre de referentes, hablaré de la Carmen que vi en el Real el pasado lunes.



Vayamos con el elenco, irregular en grado sumo, y en algunos casos deficiente como os iré contando.

Correctísimos comprimarios, destacando Le Dancaïre de Borja Quiza, Le Remendado de Mikeldi Atxalandabaso, y las Mercedes y Frasquita de Lidia Vinyes Curtis y Olivia Doray respectivamente. Estuvieron perfectos en el famoso Quinteto, de complicada musicalidad y brillante ejecución por parte de nuestros cantantes, que se encuentran a su vez acertadísimos en la parte actoral, dando vida a una cuadrilla vulgar y temible a partes iguales. 

Kyle Ketelsen, bajo-barítono, como Escamillo.
Irregular y de menos a mas. Tuvo ciertos problemas de volumen en los Cuoplets de salida, donde solo brilló (y mucho) en la zona aguda, siendo poco audible en el centro y graves. En el tercer acto la cosa cambió bastante y le vi muy atinado en el dúo con Don José, donde la voz ya sonó mas plena, y a todas luces mas homogénea que en su difícil salida. Ketelsen sirve a nivel actoral un escamillo de altura, muy galán con aires chulescos y poderosa presencia escénica, reconozco que por esa parte me ganó por la mano desde que pisó el escenario, ya que da el papel a la perfección, y parece tenerlo muy medido en lo dramático, mandando de forma rotunda en todas sus escenas.

Eleonora Buratto, soprano, como Micaëla.
No estuvo del todo afortunada por varios problemas, el primero y mas notorio la falta de matices cantando, y un duro y metálico timbre que fueron totalmente a la contra de lo que Micaëla es. No vi por ningún lado el dulce carácter de nuestra heroína, y su celebérrima aria resultó fría y poco sensible en su ejecución. Me pareció estar viendo a un personaje wagneriano cantando a pleno pulmón durante toda la función y no a la melíflua Micaëla. Para ser justos hay que decir que el volumen que posee es atronador y pasa la orquesta sin el mas mínimo problema, de forma excesiva en la mayoría de los momentos, y a mi personalmente no me acabó de convencer. La realidad es que ni en la parte vocal ni en la expresividad ofrece lo que el personaje debe ofrecer. 



Leonardo Caimi, Tenor, como Don José.
Tampoco estuvo al nivel nuestro tenor, al que vi francamente apurado por momentos, con serios problemas con el aire, y que llegó bastante agotado al tercer acto y que fue ahí donde mas se acusó el descontrol del instrumento. Sufrí bastante por él durante toda la función, ya que en la zona aguda si bien es cierto que no galleó en ningún momento, la sensación de que la voz se iba a quebrar era muy patente. La voz es bonita, con cuerpo y ciertamente no hubo problemas en los volúmenes, pero si es cierto que hay complicaciones en la zona de paso, en la que me pareció que abusó de los trucos  llevando en exceso las partes mas comprometidas a su terreno, algo que en una partitura tan conocida como es la de Carmen canta por soleares.Tampoco el fraseo resultó satisfactorio, y su aria principal, una de las mas bellas de toda la historia de la ópera, pasó sin pena ni gloria, siendo muy poco expresiva en su ejecución, resultando decepcionante y fría en igual medida. En el último acto estuvo mas acertado, y vislumbré ligeramente aquello que Don José nos debe ofrecer, en una interpretación en la que la frialdad fue la tónica, y las dificultades a la hora de abordar un papel complejo y de grandes exigencias vocales.

Gaëlle Arquez, mezzo-soprano, como Carmen.
Desaprovechada, en grado sumo, y posiblemente la mejor cantante de la noche. Arquez posee un bello timbre de mezzo pura, de carnosidad y voluptuosidad en el sonido, y de gran volumen. Me faltó expresividad, matices, y sensualidad en la interpretación. Pero estoy convencido de que con otra dirección musical se podría haber sacado mucho mas de ella, ya que me pareció una artista muy completa y con sobradas facultades para abordar el papel. Estuvo correcta en sus momentos mas emblemáticos y sirvió una estimable Habanera que me dejó muy buen sabor de boca. Me pareció un tanto vacilante con las notas en algunos pasajes e intentando buscar la afinación según iba cantando, pero para ser sinceros tampoco me molestó en exceso, y en líneas generales disfruté de su trabajo, aunque no estuviese muy apoyada por la batuta como mas tarde explicaré. Arquez sale airosa de esta Carmen y me encantaría verla en otra producción donde puede brillar como me dio la sensación que puede hacerlo. Muy entregada en lo actoral sirvió una Carmen sensual en lo físico, desprejuiciada, y con momentos de gran valentía como intérprete que realmente deben ser tomados en cuenta, especialmente, durante el dúo del segundo acto con Don José, que si bien es cierto, como partenaire se lo puso difícil dada la poca química escénica que destiló nuestro tenor, y que Gaëlle Arquez supo bandear con tablas y entereza.



Coro Titular Del Teatro Real, con Andrés Máspero al frente, impoluto en sus intervenciones. Fue de lo mejorcito de la velada. Carmen es una obra complicada para el coro, y en esta ocasión se vio perfectamente reflejada en la ejecución de la masa coral, que resulto muy matizada, empastada y atronadora en el cuarto acto tal y como mandan los cánones. Resuelven perfectamente la parte escénica, y las evoluciones de los hombres durante el primer acto cargan de empaque la propuesta escénica de forma muy gratificante, y de impactante resolución visual.


Marc Piollet llevó la batuta al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real, y no estuvo todo lo afortunado que debiera. Amén de unos tiempos excesivamente vivos y peligrosamente cercanos al chim-pún en algunos momentos, la ausencia de matices fue la tónica de la función. Todo me sonó exactamente igual en esta Carmen, desde la Obertura, hasta la Quadrille no hubo diferencia ni en tiempos ni en volúmenes. Piollet hace aburrida a Carmen, y durante el segundo y el tercer acto, la cosa se convierte casi en insufrible, donde la poca chicha teatral y el sonido carente de cualquier chispa, consiguieron que se me hicieran eternos. Que Carmen nos resulte indiferente es difícil e imperdonable, y Marc Piollet parece ser que ha puesto mucho empeño en ello. Lamento ser tan duro, pero uno de los principales motivos por los cuales salí tan desencantado de esta Carmen fue la dirección de orquesta, no vi la riqueza de la partitura de Bizet por ningún lado, cuya expresividad es uno de los motivos por los cuales esta ópera es la mas popular de todas las que se han compuesto jamás. 



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Calixto Bieito firma la producción, resultando un acierto su enfoque y la vuelta de tuerca que se le da a la ópera. Bieito actualiza Carmen sin huir del tópico, pero en vez de la castañuela la peineta y la mantilla, Bieto nos propone la nevera de playa, el Toro de Osborne y la España "cani" y "poligonera" que tan bien entronca con la España Negra que reflejó Carmen en su momento, y que nuestro director extrapola en el tiempo de forma acertadísima y revulsiva por momentos. Los personajes de Carmen son en líneas generales de baja estofa, siendo llevados aquí al límite, y resultando escalofriantes por momentos. Todo lo que ocurre en el coche durante el segundo acto es terrorifico como denuncia de la cosificación de la mujer, y de la falta de escrúpulos de unos personajes llevados al límite con gran coherencia teatral y escasas concesiones al lirisimo. Del mismo modo resultan igual de efectivas las transiciones entre acto y acto, especialmente el paso del segundo al tercero, donde la belleza asoma por unos momentos mientras un torero completamente desnudo realiza un amago de tienta a la luz de la luna, logrando unas imágenes de gran inspiración poética y que apoyan a la perfección el bellísimo interludio que transcurre en el foso. Es justo reconocer el gran trabajo por parte de Bieito en una función muy pensada y que si bien es cierto no escandaliza ni sorprende tanto como en el momento de su estreno sigue resultando interesante y apreciable en practicamente toda su extensión.





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Como nota aclaratoria decir que las fotos no se corresponden en su mayoría al elenco que esta crítica ocupa.